jueves, 26 de febrero de 2009

TESTIMONIO VOCACIONAL


CON AMOR ETERNO TE HE AMADO (Jr.31,3)

Sugerentes y estimulantes palabras para una Hermana Pobre de Santa Clara. Palabras salidas de los labios del AMOR más grande de su vida: ¡¡¡DIOS!!!

DIOS SIGUE LLAMANDO

Hoy, como hace dos mil años, Dios sigue “LLAMANDO” a los que “Él quiere”...

Nos ha tocado vivir en una sociedad ruidosa, en la que además, no se cuenta con Dios para nada..., y es necesario el “silencio” para oír SU voz, porque Dios, habla siempre en el silencio... Y hay que estar como los “enamorados” que, necesitan estar mucho tiempo “juntos”, mirándose a los ojos para conocerse y amarse, y para decirse el gran amor que se tienen.

DIOS ES “SORPRENDENTE”

Siendo estudiante en la Escuela Profesional de Comercio, Dios “irrumpe en mi vida” de una forma inesperada y sorprendente... Oigo claramente su llamada: ¡¡¡TE AMO!!! ¡Ven, déjalo todo y sígueme!...

La respuesta inmediata fue: ¡Imposible! Yo no... Pensaba que Dios se había equivocado al llamar a las puertas de mi corazón... Pero resulta que la que estaba equivocada era yo... porque a pesar de mi resistencia, en el fondo sentía que Sí... Él ya me había elegido en el seno materno, cuando aún no sabía su nombre...

El mar había formado parte del paisaje de mi existencia... No me sentía con fuerza ni con capacidad para dejar todo lo que tanto amaba... Eran pocas cosas, pero era todo mi tesoro...: Mi tierra, mi carrera, mis amigos... ¿Cómo no volver a ver el mar, acariciar sus aguas oír el murmullo de sus olas? Sentía que sería muy triste vivir en adelante sin todo aquello que hasta entonces había sido mi entorno.

Fue un tiempo de lucha en que Dios, poco a poco iba “ganando terreno”..., hasta que al fin “venció” Él...

Una tarde, ya rendida, de rodillas delante del sagrario en la Capilla de mi Colegio, tomé la decisión... y llena de generosidad, le dije al Señor: “Si Tú quieres, estoy dispuesta a dejarlo todo, aunque me cueste... Sé que tu Amor nunca me defraudará..., llévame dónde quieras, pero llévame de tu mano”...

Vi claro que la voluntad de Dios era esa, y que su Amor y su fidelidad eran más grandes que todas las cosas...

Dudaba entre “Vida contemplativa” ó “Vida activa”... Sabía que todas las vocaciones y carismas, aunque son diferentes, son distintos cauces que van a desembocar en el mismo mar: ¡¡¡DIOS!!!.

Conocía a las Hermanas Clarisas, y me inclinaba por la vida contemplativa. Seguir a Jesús a través del carisma de Francisco y Clara de Asís me atraía irresistiblemente y opté por ello.

CAMINO HACIA EL MONASTERIO

Al tomar vuelo en el avión –que me traería hasta el Sur-Oeste de España, al Monasterio que me abría sus puertas y sus brazos para recibirme-, el corazón me latía con fuerza, se me desgarraba, al ver a través de la ventanilla como atrás iba quedando lo que había sido mi vida... hasta que lo perdí de vista... Era, como si todo hubiera quedado “sepultado en el Atlántico”...

A mismo tiempo me sentí inmensamente “LIBRE”..., era como “ave migratoria” ¿Hacia dónde? Hacia la “Casa de Dios”... “Qué deseables son tus moradas” (Salmo 23).

Al llegar a las puertas del Monasterio, me esperaba una Comunidad de 23 Hermanas Clarisas, llenas de vida y de felicidad..., que me acogieron con amor fraterno y me enseñaron a “vivir la vida ESCONDIDA CON CRISTO EN DIOS”

NUEVA VIDA

Ahora comenzaba para mí una “nueva vida”, unas nuevas ilusiones, unos nuevos proyectos, unas nuevas esperanzas: el culminar mi vida en la fidelidad y en el Amor a Aquel que, un día se “fijó en mi”, “me llamó por mi nombre” y “sedujo” para siempre mi corazón.

Ahora, a través del tiempo, elevo mi corazón lleno de gratitud a Dios porque, SER CLARISA, ha sido lo mejor y más bello que ha podido ocurrirme.

Desde entonces, soy la mujer más feliz del mundo, con una felicidad que nada ni nadie me puede quitar, porque felicidad es el mismo Dios... Todo esto, después de “superar” muchas vicisitudes y dificultades que toda vida lleva consigo...

PARA MI, SER CLARISA ES:

v Dentro de la Iglesia: “Faro” y “brújula” en la “noche” de este mundo, que navega a oscuras sin saber hacia dónde va.

v Un ser llamado a “vivir” en intimidad el “ENCUENTRO PROFUNDO” con el Señor.

v La que en su vida sólo sabe “AMAR”... Amar a Dios y en Él a todos los hombres de este mundo, al que llama “hermanos”.

v Una “ESPOSA ENAMORADA” de Jesucristo, que sigue sus “HUELLAS” con el sólo deseo de “VIVIR SU MISMA VIDA”.

v Profeta, en un mundo que no tiene paz...

Cristo ha puesto en el corazón de toda alma consagrada, en concreto de la CLARISA, una “SED” que sólo ÉL puede saciar...

En alabanza de Cristo. Amén

HERMANA LUNA

martes, 24 de febrero de 2009

"En Calcuta he conocido el amor más grande"


María Burgaz es enfermera y tiene 24 años. En Calcuta es una más de los miles de anónimos voluntarios que acuden a las casas de Madre Teresa durante su verano. En los últimos tres años ha pasado seis meses curando a los desheredados de la tierra. "Estando en Calcuta he conocido el amor mas grande en la mayor de las miserias", señala. "La labor de las Misioneras de la Caridad es un verdadero ejemplo de ese amor", relata a La Razón.

Ana Sastre estudia Medicina y es la segunda vez que acompaña a María en esta labor. "Desde que fui a Calcuta he aprendido a valorar más a las personas que tengo alrededor, a mis padres, hermanos y amigos. No hay duda de que al vivir esta experiencia mi vida ha cambiado. Está claro que lo que he recibido de ellos ha sido muchísimo mayor de lo que yo les he podido dar", señala esta voluntaria de 21 años. "La primera vez que vas te puedes sentir atraído por la figura de Madre Teresa y por la voluntad de ayudar. Pero cuando repites es porque ya te engancha. Ya no entiendes tu vida sin esa parte de entrega a los demás", aclara Íñigo, un veterano voluntario madrileño. Un mensaje de caridad que choca con el fundamentalismo de los integristas hindúes.

domingo, 22 de febrero de 2009

Este familiar relativismo


Alejandro González-Varas

Mujer Nueva


«La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado». ¿Quién ha podido pronunciar esta frase? La respuesta es la siguiente: es el contenido exacto del artículo 16 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948. Como puede apreciarse fácilmente, no hace falta acudir a posicionamientos extremos para sostener esta idea.

Desde las Naciones Unidas se nos advierte que la familia es una institución natural y que el Estado y la sociedad deben, sencillamente, protegerla. Absténganse de trocearla, eliminar propiedades, o incorporar aditivos que desfiguran la receta con la que se ha alimentado la sociedad durante siglos. Quizá esta sea una recomendación demasiado intransigente para el demiurgo relativista que crea, modifica y destruye cuanto le place, como ya tuve ocasión de comentar en un artículo pasado, con cuya publicación me honró este semanario.

Como muestra de este poder creador, en los últimos tiempos se desarrolla un ingente material legislativo que unas veces parece proteger a la familia y otras, en cambio, la transforma. Se trata de interesantes ejercicios de ingeniería familiar. Como afirma D'Agostino, con esta actividad se impulsa la «ley del doble frenesí». Es uno de los paradójicos teoremas relativistas aplicados, en este caso, a la familia. Consiste en que esas normas tienen dos efectos. Por una parte, la institución familiar se «privatiza» con el fin de salvaguardar los comportamientos individuales incluso dentro de ella. Pero, al mismo tiempo, se hace cada vez más pública porque es objeto de mayores regulaciones que inciden sobre sus elementos esenciales trasladándola a un mundo de confusos confines. Como decía en este caso Bergson: «cuanto más se dilata la normativa en esta materia, tanto más, paradójicamente, se difunde la idea irrefutable de la disolución de la familia, como sistema de relaciones interpersonales de sus componentes, y como institución jurídica».

Con resultados probados

El legislador concluye por elevar al rango de familia a otro tipo de situaciones de convivencia de personas que poco tienen que ver con su idea primigenia –o natural–. Quizá el caso más reciente es el de «familias» constituidas por uniones de homosexuales que pueden adoptar hijos, cuando no crearlos artificialmente. Si cualquier convivencia es apta como familia, estamos desdibujando este concepto. Pero no lo olvidemos: para el relativismo no hay conceptos universalmente aceptables. Cualquier institución puede cambiar de contenido si así lo decidimos.

Es cierto que el hombre también puede desarrollar su vida en otros tipos de unidades de convivencia de «reciente creación». Responderán a los intereses privados de sus componentes. Estas pretensiones podrán ser más o menos legítimas, pero es dudoso que merezcan una tutela pública equiparable a la de la familia. Así lo indican motivos, simplemente, antropológicos. En efecto, es en la familia tradicionalmente concebida donde se desarrollan en su plenitud las funciones esenciales que definen la identidad de la persona, como son la paternidad, la maternidad, o el crecimiento equilibrado de los hijos. Por eso, como dicen las Naciones Unidas, la familia es un elemento natural y fundamental de la sociedad.

En definitiva, no hace falta complicar las cosas que son tan sencillas como la propia naturaleza humana. Si la sociedad ha tenido siempre una célula básica en que se ha sustentado con resultados probados, optemos por proteger fórmula.

domingo, 8 de febrero de 2009

Edith Stein y la “ideología de género”


Inaugurado el curso sobre Doctrina Social de la diócesis de Orense

ORENSE, (ZENIT.org).- La antropología de la filósofa alemana, carmelita y santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein) fue presentada este sábado, en la conferencia inaugural del curso sobre Doctrina Social de la Iglesia de la diócesis de Orense, España, por la profesora Feli Merino Escalera, del Instituto de Filosofía Edith Stein.

La citada conferencia -informa a Zenit Marcelo López, del citado Instituto- tenía por objeto analizar la denominada "ideología de género", la evolución del feminismo en las últimas décadas y, como contrapunto, explicar la mirada que la Iglesia tiene sobre la mujer.

La ponente realizó un recorrido por las distintas propuestas de la liberación de la mujer en los últimos tiempos, algunas centradas en la igualdad varón-mujer, y otras en la diferencia entre uno y otro sexo.

Partiendo de la antropología de Edith Stein --en la que la profesora Merino es una reconocida especialista--, de la Revelación y del Magisterio, se propuso un enfoque basado en el principio de "complementariedad" que, sin negar las diferencias entre varón y mujer, intenta distinguir lo que son diferencias reales, antropológicas, y lo que han sido imposiciones culturales de distinto signo, al mismo tiempo que insiste en la igual dignidad del varón y la mujer.

Merino insistió en la necesidad de que la visión masculina y femenina, distintas y complementarias, convivan en todos los ámbitos de la vida, y precisó que el modelo igualitarista, preconizado por cierto pensamiento feminista, no mejoó la condición de la mujer sino que mientras la liberaba de una dependencia injusta del varón la abandonaba a las mil dependencias del mercado.

El resultado es que la mujer no puede elegir libremente su vocación, sino que se le ha impuesto un modelo ideológico que le impide un desarrollo verdadero según su vocación particular, tanto a la maternidad como al desarrollo profesional.

El modelo economicista imperante, indicó la profesora, impone a la mujer una imagen extraída de los parámetros masculinos, y no le deja libertad para optar por la maternidad.

No se trata, por lo tanto, de que la mujer tenga que volver a quedar limitada por los muros del hogar familiar, sino de construir una forma de vida que le permita el desarrollo de su vocación tanto a la maternidad como a la vida profesional.

Finalmente, señaló que este modo de vida sólo es posible en comunidades en las que el modelo de relaciones manipuladoras imperante en la sociedad actual sea sustituido por una mirada de amor a cada ser humano.

Dijo que hoy en día se puede decir con claridad, y experimentar verdaderamente, que sólo en el seno de la Iglesia la mujer puede ser acogida en su especificidad y ser libre de escoger su desarrollo personal pleno, sin tener que renunciar a su femineidad.

Las palabras del obispo Luis Quinteiro de Orense, recordando la andadura de santa Teresa Benedicta de la Cruz, dieron cierre al acto.