sábado, 28 de mayo de 2011

Dignidad de la mujer II.- Alteza de la mujer


El 1 de septiembre de 2010, Benedicto XVI citando la Carta Apostólica Mulieris Dignitatem de 1988 de su antecesor Juan Pablo II, exaltó el «genio femenino» al referirse a las virtudes de santa Hildegarda de Bingen, religiosa benedictina y mística alemana, y el ejemplo que las mujeres han dado en la obra apostólica de la Iglesia.

Juan Pablo Magno, empleó el término «genio femenino» por primera vez en la Mulieres Dignitatem. María es el prototipo de la Mujer, ve en ella «la» mujer y en Ella se encarna perfectamente el genio femenino.

II.- Alteza de la mujer

Ninguno ignora que en la tradición bíblica -exceptuando la figura excepcional del Salvador, que no admite comparaciones- María, como mujer, es el personaje más venerado, como ha sido la persona más esperada entre; los siglos que median del pecado del paraíso terrenal a la restauración en la Cruz y en la Resurrección.

Ninguno de los profetas, ni patriarcas, ni el mismo José, verificaron un oficio más cercano a Dios y, en consecuencia, de mayor dignidad y calidad. La mujer prometida en el paraíso, entre los castigos con que Dios arroja del Edén a sus primeros moradores, es la aurora en la que sueñan los justos del Pueblo de Dios; saben, que en cuanto asome esta aurora, está ya en camino de cercanía nada menos que el Mesías, el Salvador de toda la humanidad.

María es llamada por el Papa "la mujer de la Biblia": no cualquier mu­jer destacada de la Escritura, como Sara, Ester, Judit, Séfora o Ana; es María «la» Mujer (Gen 3, 16), la única Redentora con su Hijo, la única no inmersa, en el pecado original, la única que engendrará en su vientre al Salvador, la única que cuidará con mimo los primeros pasos del Salvador, cuando El, como niño nece­sitado, era incapaz de valerse.

La dignidad humana.

Juan Pablo II destaca que la cima de la dignidad humana es participar en la función mesiánica de Jesús. María, desde el primer momento de su ma­ternidad divina, de su unión con el Hijo que "el Padre ha enviado al mundo para que el mundo se salve por El, se inserta en el servicio mesiánico de Cristo. Precisamente este servicio constituye el fundamento mismo de aquel Reino, en el cual "servir" quiere decir "reinar". Cristo "Siervo del Señor" manifestará a todos los hombres la dignidad real del servicio, con la cual se relaciona directamente la vocación de cada hombre (5).

En este servicio de Dios, María ocupará uno de los puestos más bajos y oscuros en la escala de valores terrenos; pero Dios no mira la dignidad como los hombres, estimando sobre todo el dinero, el poder, la sabiduría hu­mana. Destaca el Papa esta visión que es fundamental para comprender la razón de nuestra dignidad personal: En la expresión "yo soy la esclava del Señor" se deja traslucir toda la conciencia que María tiene de ser criatura en relación con Dios. Sin embargo, la palabra "esclava" que encon­tramos en el diálogo con el Ángel, se encuadra en la perspectiva de la his­toria de la Madre y del Hijo. De hecho, este Hijo, que es el verdadero y consubstancial "Hijo del Altísimo", dirá muchas veces de sí mismo, especial­mente en el momento culminante de su misión: "El Hijo del hombre no ha vea nido a ser servido sino a servir (5).

Importante puntualización, ya que Dios no concibe la dignidad humana como la mayoría de los mortales, sino de un modo totalmente contrario, pues que el ser­vir a los demás es la más digna dedicación de toda persona. Así lo demos­traron Jesús y María eligiendo libremente el servicio para la salvación.

Intimidad de Jesús

Contra la tradición de la época, en la que la mujer se considera como persona secundaria, incapaz de ocupar puestos de responsabilidad, y casi re­legada a sus funciones de hogar, Jesús "habla con las mujeres acerca de las cosas de Dios y ellas le comprenden; se trata de una auténtica sintonía de mente y de corazón, una respuesta de fe. Jesús manifiesta aprecio por di­cha respuesta, tan "femenina" y -como en el caso de la mujer cananea- también admiración. A veces propone como ejemplo esta fe viva impregnada de amor; Él enseña, por lo tanto, tomando pie de esta respuesta femenina de la mente y el corazón. Así sucede en el caso de aquella mujer "pecadora" en casa del fariseo, cuyo modo de actuar es el punto de partida por parte de Jesús para explicar la verdad sobre la remisión de los pecados: Quedan per­donados sus muchos pecados porque ha mostrado mucho amor. A quien poco se le perdona, poco amor muestra (15). Ante el desprecio por la mujer de par­te del fariseo, Jesús defiende su dignidad y la aplaude; ante el atónito de los Apóstoles, Jesús atiende las demandas de la Samaritana; ante la con­denación por parte de todos los varones, de la mujer adúltera, Jesús no la condena.

Permite a las mujeres que le acompañen en su vida apostólica, entre ellas la ex-prostituta; el amor las congrega al pie de la Cruz, y siguen con su testimonio hasta el entierro. Había muchas mujeres allí, en el Calva­rio, mirando a Jesús; con mayor fidelidad y valentía que los Apóstoles mismos. Y será una mujer la portavoz oficial de la Resurrección. Y hasta la esposa de Pilato intuye la bondad de Jesús y pone en guardia a su marido para que no condene a Jesús.

Es imposible comprender que tanta mujer, tan diversa, se dedique plena­mente a la obra de Jesús, sino porque Él las comprende, las estima, las ele­va, las considera dignas de su Misión, acepta sus colaboraciones; en una palabra: acepta y honra, como nadie, la dignidad femenina.

Magdalena es "la apóstol de los Apóstoles», porque fue la primera en dar testimonio de Jesús antes que los mismos Apóstoles (16).

Lo importante es comprender lo que es la dignidad humana ante Dios y no según los hombres. Se debe hablar de una igualdad esencial de ambos, pues al haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, hombre y mujer son, en la misma medida, susceptibles de la dádiva de la verdad divina y del amor en el Espíritu Santo; los dos experimentan igualmente sus «visitas» salvíficas y santificantes


domingo, 22 de mayo de 2011

Maria Clara del niño Jesús será beatificada mañana


Cofundadora de las Hermanas Hospitalarias del la Inmaculada Concepción


LISBOA, viernes 20 de mayo de 2010 (ZENIT.org)

“Esta es realmente mi gente”, decía la hermana María Clara del niño Jesús (1843 – 1899) cuando se refería a los más pobres.

Mañana sábado será beatificada en una ceremonia presidida por el cardenal patriarca de Lisboa, José da Cruz Policarpo y concelebrará el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos en representación del Papa Benedicto XVI.

Su padre espiritual, el sacerdote Raimundo dos Anjos Beirão al ver el sufrimiento de los jóvenes y desamparados en el centro “Nuestra Señora de la Rosa”, en Lisboa, donde él era el capellán, decidió fundar la congregación de las Hermanas Hospitalarias del la Inmaculada Concepción encontró así una gran sintonía con Libaina, quien posteriormente tomó el nombre de la hermana María Clara.

Así nació esta obra conocida con la sigla de CONFHIC y que tiene como carisma la hospitalidad, la acogida y el hospedaje de los más pobres y necesitados. Su espiritualidad es la vivencia de las Bienaventuranzas en el ejercicio de las obras de misericordia. Recibió aprobación del papa beato Pío XI en 1876.

Al morir la hermana María Clara, la Congregación ya estaba presente en Portugal, India, Angola y Guinea-Bissau con 101 casas y 995 hermanas.

Las más de mil hermanas que se encuentran en 13 países trabajan en misiones, hospitales, colegios, guarderías, orfanatos, residencias de ancianos, educación especial, minusválidos, centros parroquiales, marginación, catequesis y pastoral a todos los niveles

ZENIT entrevistó a la hermana Musela Nunes, miembro de la congregación de las Hospitalarias de la Inmaculada Concepción, sobre la vida y las virtudes de la hermana María Clara.

- ¿Cómo discernió la hermana María Clara su vocación a la vida consagrada?

H. Musela Nunes: Libania, el nombre de pila de la hermana Maria Clara creció en el seno de una familia cristiana, donde los valores evangélicos se enseñaban y atesoraban. Aprendió de sus padres el amor a Dios, al prójimo, cómo amar y vivir la caridad hacia los más necesitados. A muy tierna edad perdió a su madre y antes de perder a su padre, ella y su hermana menor, fueron enviadas a una institución real dirigida a los niños huérfanos de la nobleza.

En esta ocasión ella profundizó su relación con Cristo, con la ayuda de las hijas de la caridad de San Vicente de Paul. El ejemplo de estas hermanas la llevó a cuestionarse sobre su propia vocación. Su hermana menor abrazó la vida contemplativa y al poco tiempo ella también decidió seguir a Jesús y servir a los más necesitados al igual que sus padres y maestros lo hicieron. El padre Raimundo dos Anjos Beirão, su director espiritual, era muy sensible a los pobres y necesitados y su ayuda fue crucial para que ella siguiera este sueño.

- ¿Cómo optó por la vida contemplativa – activa?

H. Musela Nunes: Ella provenía de una familia noble. Después de las hermanas de la Caridad fueron expulsadas de Portugal, ella se fue a vivir con los marqueses de Valada, buenos amigos de su familia. Pero su corazón joven no estaba aferrado a una vida de lujo ni a mucho entretenimiento. Su corazón parecía decir lo que dijo san Agustín: "Mi corazón anduvo inquieto hasta que descansó en ti". Ella tomó una decisión de unirse a una pobre y pequeña congregación donde comenzó su vida religiosa.

- ¿Cuál fue su mayor virtud?

H. Musela Nunes: con quienes la hacían sufrir, ella siempre los perdonaba. Era capaz de hacer todas estas cosas por la gran fe en Dios y en su divina misericordia. Su confianza en la divina providencia la hicieron seguir adelante con firmeza.

- ¿Cómo era su carácter?

H. Musela Nunes: Era activo, primario que ella lo supo manejar con su fe y caridad. Estaba completamente enraizada en Cristo y por eso fue capaz de superar sus debilidades. Ella vio que todo venía de las manos de Dios.

- ¿Cuál es el testimonio de Maria Clara hoy?

H. Musela Nunes: Ella llevó una vida de entrega, de estar centrada en el otro, muy comprometida en hacer el bien a todo el que lo necesitaría, bien sea de manera explícita o implícita.

Vivió en un tiempo de crisis y desafíos igual que los nuestros. Sus iniciativas encontraron la respuesta justa a las situaciones que la hacían sufrir.

Era un gran deseo ir al rescate de quien sufría o experimentara cualquier tipo de necesidad.

Su ejemplo nos motiva a vivir más intensamente la misericordia y el cuidado con quienes sufren a través del ejercicio de la hospitalidad.

Por Carmen Elena Villa

sábado, 21 de mayo de 2011

"Siempre quise venir a África"


¿Cómo descubriste tu vocación?

Qué pregunta corta y a la vez tan larga de contestar… Diría que todo empezó cuando Anita, una amiga, me invitó a un campamento de promoción social. Tenía 14 años. Fuimos y fue ahí cuando Dios me tocó el corazón. La pobreza que vi ahí me movilizó mucho. Después empecé a ir por el Centro Montes Grandes, en San Isidro (Argentina), cerca de la casa de mis padres y así empecé a conocer más el Opus Dei.

Al tiempo hice otra promoción social y me hice más amiga de la chica que daba los medios de formación cristiana a los que yo asistía. Hablé mucho con ella y recuerdo haberle dicho –entre lágrimas– que sentía que Dios me pedía más. Pero también le dije que quería ser cualquier cosa menos numeraria. Mientras tanto, seguí conociendo más el Opus Dei y me confesaba con un sacerdote de la Obra.

Mi vida continuaba pero yo no estaba tranquila, y esa falta de tranquilidad se notaba también exteriormente. Al mismo tiempo, le pedía al Señor que si quería algo de mí, me mostrara una señal. Llegó la fiesta de la Transfiguración y ese día, cuando volví del colegio, me puse a rezar como hacía habitualmente. Busqué en la Biblia para leer sobre la Transfiguración y vi que la cita era Mt, 19,16. En vez de lo que estaba buscando me encontré con el joven rico. Voluntad de Dios que me confundiera la cita. Después de leer ese pasaje cerré la Biblia y dije: “No quiero ser numeraria”, y me puse a llorar porque era claramente lo que Dios me estaba pidiendo; dejarlo todo y seguirlo. Fue así como vi mi vocación; el 19 de septiembre del 2003, cuando el Padre, Mons. Javier Echevarría estaba en Argentina, escribí la carta pidiendo la admisión como numeraria.

No puedo dejar de contar que la Virgen de Luján tuvo y tiene mucho que ver con esto. Es por eso que le tengo gran devoción y desde Camerún le encomiendo muchas cosas.

¿Qué significa para ti ser del Opus Dei?

Para mí la Obra es mi familia. Es una familia muy grande a la cual tengo que cuidar y cuida mucho de mí. Es mi camino de santidad, la ruta para llegar al cielo. Siento que San Josemaría me cuida; y mucho. Agregaría que desde que estoy en Camerún, más aún. Es en las cosas pequeñas de cada día que me ayuda, pero es increíble, me cuida como un padre.

¿Desde cuándo y por qué estás en Camerún?

Llegué a Camerún el 3 de septiembre de 2010, hace ya, ocho meses. Desde entonces, cada día aprendo algo nuevo de las personas que viven en este país. El porqué o más bien la razón por la cual estoy acá, es Dios. Descubrí mi vocación hace poco más de siete años y desde entonces siempre quise venir a África. Siempre se lo comentaba en las cartas que le escribía al Prelado de la Obra y a las directoras. Y, después de un tiempo, me preguntaron si me gustaría ir a Camerún. Y aquí estoy, tratando de vivir cada día como si fuera el único y trabajando con los cameruneses.

¿Cuál fue tu primera impresión del lugar?

La primera impresión fue lo verde que era el lugar, muy tropical; y recuerdo que hacía mucho calor. También me gustó ver, apenas bajé del avión, a todas las personas de color. Pero otro recuerdo que tengo, muy significativo y a partir del cual empecé a entablar un lazo con África, es el viaje en avión. Estaba sentada entre dos personas, un señor congolés que leía el libro “Comer, Rezar, Amar”, y otro más joven, muy robusto, que viajaba a Camerún a visitar a su familia. Eran como dos angelotes de la guarda, uno en cada costado.

¿Dirías que estás adaptada? ¿Te cuesta?

La adaptación creo que la sigo haciendo; es un proceso dinámico e intensivo. Ahora que ha pasado un poco de tiempo, diría que lo que más costó fue el idioma; en definitiva, es lo que te permite entablar relaciones. También cuesta dejar a las personas que quieres y que te quieren. Llego a la conclusión de que lo importante son las personas, el amor que les das y que ellas te dan; no lo que comes o el lugar en el que vives. Y algo que ayuda mucho es el hecho de que no estoy sola, vivo con otras personas y eso contribuye a que la adaptación sea más fácil. También el apoyo y cariño que recibo desde Argentina.

¿Qué rescatas de los cameruneses en general?

Rescato el espíritu que tienen, diría la “energía” y alegría con la que viven cada día; la generosidad, aún cuando se tiene muy poco; y la hospitalidad: cómo te reciben, te agasajan y se preocupan por ti. También la perseverancia, no bajan los brazos por nada.

¿Y de la gente de tu edad?

La gente de mi edad es muy estudiosa. Me sorprendió ver a muchas chicas cursando su segunda carrera. Tienen proyectos muy ambiciosos –aunque serias dificultades para llevarlos a cabo–, son inquietas y muy divertidas.

¿Cuál es tu trabajo profesional?

Estoy trabajando en dos proyectos que me ayudan mucho a conocer Camerún. En uno damos formación en gestión a mujeres rurales para que comiencen o mejoren la actividad que realizan. El otro proyecto tiene que ver con escuelas rurales y consiste en dar formación a padres, profesores y alumnos.

¿En qué consiste la labor del Opus Dei en Camerún y en África en general?

Cada país de África es muy diferente; la Obra está en Nigeria, Costa de Marfil, Congo, Uganda, Kenia y Sudáfrica. En lo que refiere a Camerún, estamos en dos capitales Yaundé y Douala. En la primera hay tres centros para chicas: Sorawell –una escuela hotelera–, Rigel –un centro de estudios al que vienen muchas chicas a estudiar y organizamos actividades–, y Valdor –un centro para la formación de las mamás–.

En Douala hay un centro que se llama Portbell y es muy completo. También estamos en Buea, donde vive Verónica, una supernumeraria, y en estos días estamos comenzando la casa de convivencias en Mehandan, a las afueras de Yaoundé. También hacemos viajes a Bamenda para actividades concretas. Hay mucho por hacer, así que invito a todos los que lean esta entrevista a echar una mano porque es “Time for Africa”.

¿Conseguiste hacer amigas? ¿Quiénes son?

Hice muchas amigas y muy variadas. ¿De dónde? Personas de la Obra, gente que viene a Rigel, personas que estudiaron francés conmigo, personas que conocí en la pileta donde suelo ir a nadar los domingos, y locales de los pueblos que voy conociendo.

¿Cómo vive tu familia el hecho de que estés tan lejos?

Habría que preguntarle a cada uno; las respuestas pueden ser tantas y tan variadas como cantidad de personas hay en mi familia. Pero, a raíz de esta entrevista, aproveché para preguntarles a algunos qué pensaban. Y la respuesta de mi madre fue: “Lo vivo con mucha paz y cuando te extraño, pienso que es un proyecto que quieres vivir a fondo y que la Virgen te cuida mejor que nadie”. Mis hermanos sé que me extrañan muchísimo pero están contentos de que esté haciendo lo que me gusta.

¿Cómo te imaginás el futuro?

Me apasiona el presente. Porque para que haya un mañana tiene que haber un hoy, y si no eliges bien hoy, difícil será hacerlo mañana. Vivo cada día preparando un mañana y tratando de sacar experiencia del pasado.

sábado, 14 de mayo de 2011

Con María, levantando el corazón…

Cuando escuches en la misa: "Levantemos el corazón" tómate fuerte de la mano de María y pídele que te asista.
Con María, levantando el corazón…
Madre mía, hace unos días he leído una meditación de San Agustín que dice: "No escuchemos en vano la invitación:" ¡Levantemos el Corazón!" Y con todo el corazón ascendamos a Él"… y allí me quedé, Madrecita, preguntadote: ¿Que es ascender a él?

Y me respondiste:

- Si ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba"(Col 3,1)

Te confieso, Madre, que creí comprender tu respuesta, pero ya no estoy segura. Por eso espero que, en esta Misa, le pidas a tu Esposo, el Espíritu Santo, que me ilumine el alma.

Mientras transcurre la Misa siento la paz de saber que mi oración ha sido escuchada.

Y llega el momento, antes de la Consagración y como preparación a ella, en que el sacerdote pronuncia las palabras:

- "Levantemos el corazón"

En ese momento mil preguntas me inundan el alma y, sin atinar a más, me postro a tus pies y te las presento, de una en una:

-¿Cómo puedo levantar mi corazón, Madre, si me pesa tanto por causa de mis miserias y pecados? ¿Cómo puedo levantarlo si veo que tiene raíces demasiado profundas en las cosas de la tierra?

El tiempo se ha detenido en la Parroquia de Luján. No puedo responder al sacerdote si tú, Madre, no me explicas.

- Hija mía- y mi alma se calma y escucha- como lees en San Pablo (Col 3,1), levantar el corazón es deleitarse en los bienes de arriba, no en los de la tierra.

- Pero, Madre, no todo en mi corazón es anhelo de cielo… Hay demasiadas mezquindades con que me apego a la tierra.

- Comprendo, hija. Lo sientes tan pesado que no puede elevarse por sí mismo.

- ¿No tengo esperanza, entonces?

Y tu mirada sonríe y puedo sentir el océano de misericordia de tu Corazón, dulce Reina y Madre de Misericordia…

- Nada de eso, hija, si tu corazón no sube solo pues, súbelo tu, alto, muy alto…

-¿Qué tan alto, Madrecita? ¡No llego, no puedo!…

Y tu respuesta alegre me asombra el alma:

- Busca un sicómoro, ¡Vamos, trepa!, alto, como Zaqueo, y quédate en espera para que Jesús Eucaristía te diga: "Hoy me hospedaré en tu casa"

-¿Un sicómoro, Madre? Estamos dentro de la Parroquia ¡No hay sicómoros aquí!.. Ay, Madre, sé más explícita que tu torpe hija no te comprende.

Y me tiendes las manos para hacerme "pie", como me hacía mi padre para ayudarme a trepar a un árbol.

- Ven hija ¡Trepa a mi Corazón!

-¡Madre! ¡Claro! ¡Tu Corazón! Sí, solo tú puedes elevar mi corazón lo suficientemente alto...

Y levanto mi corazón hasta el Tuyo, pongo mi corazón en el Tuyo.

Ahora sí puedo responder al sacerdote:

- "Lo tenemos levantado hacia el Señor".

Madre, tú llevas mi corazón hasta donde Cristo ya ha llegado. Y allí me quedo, de tu mano…

Se acerca el momento de la Consagración. Con mi corazón en el Tuyo veo que estamos alto, muy alto, pues sólo desde tan alto puede adorarse plenamente a Jesús Eucaristía…

Sólo desde tan alto el alma puede rendirse ante un milagro cotidiano y conocido, pero jamás comprendido plenamente en su más profunda esencia…

Alto, Madre… mi corazón está alto… Sin embargo, sigo parada en el piso de la parroquia.

- La altura es interior, hija. Es un subir del alma para expresar su más profunda gratitud por tan grande amor…

Me preparo para recibir a Jesús bajo la apariencia de pan. Estoy en tu Corazón, Madre ¿Qué mejor lugar para recibirle?

Allí entregaré a Jesús a su Madre "que lo recibirá amorosamente, le colorará honrosamente, le adorará profundamente, le amará perfectamente, le abrazará estrechamente y le rendirá, en espíritu y en verdad, muchos obsequios que en nuestras espesas tinieblas nos son desconocidos"(San Luis María Grignion de Montfort)

"Levantemos el corazón". Apenas si empiezo a comprender la magnitud de la propuesta.

"Lo tenemos levantado hacia el Señor" Apenas si empiezo a comprender la magnitud de tal respuesta.

Madre… poco a poco voy comprendiendo cuán profundas son las palabras, los actos, los gestos de la Misa. Pide a Jesús me perdone por todas las veces que respondí mecánicamente, sin pensar.

Amigo, amiga que lees estas líneas, cuando escuches la propuesta "Levantemos el corazón" tómate fuerte de la mano de María y pídele que te asista. Tu corazón puede alcanzar alturas no imaginadas, aunque tus pies sigan pegados al piso de la Parroquia.



NOTA de la autora:

Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por Ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a mi imaginación, sin intervención sobrenatural alguna.


  • Preguntas o comentarios al autor
  • María Susana Ratero.

    sábado, 7 de mayo de 2011

    Católica india que salvó a un niño judío será distinguida en Israel


    En los atentados terroristas de noviembre de 2008


    JERUSALÉN, miércoles 4 de mayo de 2011 (ZENIT.org).-

    Sandra Samuel, quien salvara la vida del niño Moshé Holtzberg, de solo dos años de edad, durante los ataques terroristas en Mumbai, India, en noviembre de 2008, será distinguida en Israel.

    El homenaje tendrá lugar en un acto conmemorativo del Holocausto que organizan el 6 de mayo la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, Casa Argentina en Israel Tierra Santa y los Amigos de la Universidad de Tel Aviv de Habla Hispana.

    Sandra, católica nacida en la India, trabajaba desde 2003 para el rabino Gavriel Holtzberg y su esposa Rivka, en la Casa Jabad de Mumbai y era la niñera del pequeño Moshe desde su nacimiento.

    El 26 de noviembre de 2008 Sandra demostró un coraje excepcional al rescatar al niño mientras un grupo de terroristas asesinaba a sus padres.

    Danny Rainer, vicepresidente de la Fundación Wallenberg, será el encargado de entregar la distinción especial.

    Previamente, el mundialmente consagrado periodista Henrique Cymerman presentará el documental "Juanito", una entrevista filmada que narra la notable historia del doctor Zalman Shiffer y de su "hermano", Juanito, investigada por la Fundación Wallenberg en 2010.

    En 1942, en Bélgica, Zalman recibió refugio en la casa de Louise and Joseph Materne, una pareja cristiana que ya escondía a un niño español llamado Juanito, escapado de la guerra civil española.

    La entrevista cuenta la historia de esos dos hermanos por accidente y el modo en que la experiencia cambió la vida de ambos para siempre.

    Por estas acciones y gracias a una profunda investigación llevada a cabo por la Fundación Raoul Wallenberg, el matrimonio Materne recibió el título de Justos entre las Naciones.

    El evento tendrá lugar el viernes 6 de mayo de 2011 a las 10:30 a.m. en el Auditorio Bar Shira, Universidad de Tel Aviv, George Wise Street.

    domingo, 1 de mayo de 2011

    Vivir el espiritu de Misericordia


    Jesucristo desde el Evangelio, con su vida, sus hechos y su doctrina, nos hace una llamada a confiar en la Misericordia divina, y a ser nosotros misericordiosos. Toda la obra de la Redención es fruto de la Misericordia de Dios para con los hombres. Ya nos había advertido el Señor: Misericordia quiero, y no sacrificios. Y en otro momento: Sed misericordiosos como mi Padre es misericordioso… Y Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia… Podemos recordar las maravillosas parábolas de la misericordia (hijo pródigo, oveja perdida, moneda extraviada…) Y observar la cantidad de veces que el Señor ejerce la misericordia con pobres, enfermos, marginados, endemoniados, pecadores, muertos… Desde la Cruz dijo movido por su misericordia: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen… Todo el programa del Reino de los Cielos está resumido en el amor misericordioso que Dios nos tiene, y que nosotros debemos tener a los demás.

    Pero estas cosas se olvidan fácilmente, y volvemos frecuentemente a convertir la religión en actos piadosos desconectados de la vida, y muchas veces vacíos de amor. Y de vez en cuando el Señor tiene que darnos un toque, hacernos una llamada para que rectifiquemos el camino y volvamos a lo fundamental. Una de esas veces ocurrió el 22 de febrero de 1931 cuando se apareció a una joven y sencilla monja polaca llamada Faustina. Se le apareció con la imagen que vemos en el cuadro que El le mandó que pintaran. Y le habló largamente de la Misericordia de Dios para con los hombres. Estas fueron algunas de sus palabras: “Pinta una IMAGEN SEGÚN EL MODELO QUE VES, Y FIRMA: Jesús, confío en TI… Quiero que esta imagen sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de Resurrección; ese domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia… El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas…Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos…Esta imagen ha de recordar las exigencias de Mi misericordia, porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil… Por medio de esta imagen colmaré a las almas con muchas gracias. Por eso quiero, que cada alma tenga acceso a ella… Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea un refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores…Las almas mueren a pesar de mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la Fiesta de Mi Misericordia. Si no adoran Mi misericordia morirán para siempre… Quien se acerque ese día a la Fuente de Vida recibirá el perdón total de las culpas y de las penas…Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre aquellas almas que se acercan al manantial de Mi misericordia…que ningún alma tenga miedo de acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata…”.

    Entre otras muchas cosas, le enseñó a Santa Faustina a rezar la Coronilla, y la Novena, y Adorar la Eucaristía, y frecuentar la Confesión, etc. Pero todo ello debe desembocar en una vida dirigida por la Misericordia de Dios. Lo que el mundo hoy necesita es acogerse a la Misericordia de Dios y a ser misericordiosos los unos con los otros. Juan Pablo II estableció en toda la Iglesia la celebración de esta Fiesta en este domingo, y nos dejó escrita una larga carta sobre Dios, rico en Misericordia. El Papa Benedicto XVI ha dedicado su primera Encíclica al amor Dios y de los hombres.


    Vivir el mensaje de misericordia


    Los fariseos a quienes Cristo amonestó bastante, eran muy devotos y fieles a las oraciones, reglas y rituales de su religión; pero, con el transcurso de los años, estas prácticas exteriores se hicieron tan importantes en sí mismas que se perdió su verdadero significado. Los fariseos practicaban todos los sacrificios prescritos, rezaban todas las oraciones apropiadas, ayunaban con frecuencia y hablaban mucho de Dios, pero nada de eso les había tocado los corazones. Como resultado, no tenían una relación verdadera con Dios, no vivían en la manera en que Dios quería que vivieran y no estaban preparados para la venida de Jesús.

    Cuando miramos la imagen del Salvador Misericordioso o cuando hacemos una pausa para orar a las tres de la tarde o cuando rezamos la coronilla a la Divina Misericordia, debemos preguntarnos: ¿Estas cosas están acercándonos a la verdadera vida sacramental de la Iglesia y están permitiendo que Jesús transforme nuestros corazones? ¿O es que se han convertido en hábitos religiosos? En nuestras vidas cotidianas, ¿estamos creciendo cada vez más como personas de misericordia? ¿O solamente estamos recitando alabanzas insinceras, hablando "de dientes hacia afuera", respecto a la misericordia de Dios?

    Las prácticas de devoción reveladas por medio de Sor Faustina nos fueron dadas como "recipientes de misericordia" a través de los cuales el amor de Dios puede derramarse sobre el mundo. Sin embargo, no son suficientes. No es suficiente colgar la imagen de la Divina Misericordia en nuestras casas, rezar la coronilla a la Divina Misericordia diariamente a las tres de la tarde y recibir la Santa Comunión el primer domingo después de Pascua. Debemos también mostrar misericordia al prójimo. Poner en práctica la misericordia no es una opción de la devoción de la Misericordia Divina; ¡es un requisito!

    ¡Qué fuerte le habla nuestro Señor a Santa Faustina sobre esto!

    Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia Mí. Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. (Diario, 742).

    Como en el mandato del Evangelio «Sean misericordiosos, como el Padre es misericordioso» (Lucas 6, 36), esta orden de ser misericordiosos siempre y en todas partes nos parece imposible de realizar. Pero el Señor nos asegura que sí es posible. Cuando un alma se acerca a Mí con confianza, explica el Señor, la colmo con tal abundancia de gracias que ella no puede contenerlas en sí misma, sino que las irradia sobre otras almas (Diario, 1074).

    ¿Cómo "irradiamos" la misericordia de Dios a los demás? Por medio de nuestras acciones, nuestras palabras y nuestras oraciones. En estas tres formas, dijo el Señor a Sor Faustina, está contenida la plenitud de la misericordia (Diario,742). Todos hemos sido llamados a esta práctica triple de la misericordia, pero no todos somos llamados de la misma forma. Necesitamos pedirle al Señor, que entiende nuestras personalidades y situaciones individuales, que nos ayude a reconocer las diferentes maneras en que cada uno de nosotros puede mostrar Su misericordia en nuestras vidas diarias.

    Una cosa que todos nosotros podemos hacer es fijamos nuevamente en lo que la Iglesia llama "Las Obras Corporales y Espirituales de Misericordia", un listado de 14 formas de responder a las necesidades físicas, mentales, emocionales y espirituales de los demás.

    Al pedir la misericordia del Señor, confiar en Su misericordia y sinceramente tratar de vivir Su misericordia en nuestras vidas, podemos estar seguros de que nunca oiremos al Señor decir de nosotros, «sus corazones están lejos de Mí» (Mateo 15, 8), sino que oiremos esa promesa maravillosa, «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misencordia» (Mateo 5, 7).


    UN NUEVO ENFOQUE A LA MISERICORDIA DIVINA


    Del Diario de una joven monja polaca, una devoción especial a la misericordia de Dios está difundiéndose por todo el mundo.

    El mensaje no es nada nuevo, sólo es un recordatorio de lo que la iglesia siempre ha enseñado: que Dios es misericordioso y que El perdona y que nosotros también debemos ser misericordiosos y perdonar.

    Pero en la devoción a la Divina Misericordia este mensaje asume un nuevo, poderoso enfoque, ya que nos llama a una comprensión más rotunda de que el amor de Dios no tiene límites y que está disponible a todos, especialmente al pecador más grande: Cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a mi misericordia (Diaro, 723).

    Entre los elementos de este nuevo enfoque figuran una imagen sagrada del Salvador misericordioso, varias oraciones nuevas y una abundancia de promesas. Pero los elementos principales son la confianza y las obras de misericordia.


    Juan García Inza

    www.mercaba.org