sábado, 30 de marzo de 2019

Carta abierta de una madre a su hija embarazada por “accidente”

Perdóname, los padres también olvidamos que los hijos crecen y toman sus propias decisiones.


Por: Silvana Ramos | Fuente: Catholic-link.com




Mi querida niña:

Ayer después de que hablamos quedé devastada. 

Perdóname, pero el dolor y la ira pudieron más. ¿Dónde estaba yo?, ¿es que nunca escuché lo que me contabas? 

Tantos reproches, tanta culpa por no haberte cuidado más, por no haber sido más clara y sincera contigo. 

Asumí que ya sabias las cosas, que todo lo tenías claro. Por algún motivo pensé que ya no necesitabas a mamá.


Parece que me olvidé que cuando la pasión apremia y las buenas amistades están ausentes, la soledad y la tentación son grandes por mucho que sepas de Dios y de la vida. 

Quizás pensaste que todos lo hacían, que eras joven e independiente y lo podías todo. 

Quizás solo quisiste vivir una aventura sin medir las consecuencias, así como cuando te subes a una montaña rusa y luego del vértigo sigues con tu vida normal. Era solo era un viaje del que pronto regresarías.


Te encontraste con la verdad de la manera más dura, comprobaste que todos esos cuentos y todas esas “opciones” de vida de las que te hablaban traen consecuencias y muy duras.  

El sexo sin amor es una mentira, de esas que uno prefiere creer porque la realidad es muy difícil. 

Es de ingenuos pensar que uno puede controlarlo todo.

 ¿Y si no hubiera sido un hijo?, ¿y si hubiera sido una enfermedad incurable? ¡Cómo me reprocho el no haber estado más a tu lado!


Perdóname, los padres también olvidamos que los hijos crecen y toman sus propias decisiones.


No pienses que te juzgo o que estoy decepcionada de ti.

 Estoy enojada con el mundo y con esas tonterías de “vive el momento”, de “haz con tu cuerpo lo que quieras”. ¡Falsos, mentirosos! Yo también he caído…

He soñado con tus hijos tantas veces, y créeme que te he visto como la mejor de las madres, sé que lo serás, ya lo estás siendo. 

Estoy orgullosa de la decisión que has tomado y de escuchar de tu boca que jamás cruzó por tu mente deshacerte de tu hijo. 

Pero, si pasó y no me lo has dicho, quiero que sepas que también lo entiendo, no es fácil la situación que vives. Habla conmigo, no te dejaré sola.


Nunca jamás hubiera querido que pases por una situación tan difícil y por un dolor tan hondo. 

 Tantos sueños y posibilidades que hoy se hacen difusos. 

Posibilidades que desaparecen… pero ¡una vida más que se abre! 

Pero, de pronto creciste y te has encontrado, de una manera inesperada, con aquello con lo que tanto has soñado: un hijo.


Sé que el amor de Dios nunca disminuye, y en este momento es lo que me ha dado fuerzas. 

Es lo que me lleva a tratar de verte no solo con los ojos de tu madre dolida sino con los ojos de Jesús y poder amarte aún más profundamente. 

El está a tu lado más que nunca. Agárrate de su mano y no pierdas la esperanza. 

Estamos contigo y juntos pasaremos este momento que se dulcifica con la llegada de ese niño, tu hijo, nuestro nieto. 

Veremos como tu cuerpo irá cambiando, como el vientre te irá creciendo y a este pequeño le hablaremos y contaremos historias con las que irá soñando.


Confía en nosotros, tus padres. Confía en que estaremos a tu lado para ayudarte en cada momento, desde que nazca hasta el momento en que tengas que contarle cómo fue concebido.

 No te hemos dejado nunca de amar, no lo haremos jamás.



Te amo, incondicionalmente.

 

Mamá
Artículo originalmente publicado en Catholic-link.com

sábado, 23 de marzo de 2019

Las drogas, armas de destrucción masiva

El origen del problema no son las drogas, sino por qué las personas se drogan

Por: Javier Ordovàs | Fuente: Catholic.net



El consumo de drogas causa 500.000 muertos anuales, según la OMS

Se consideran armas de destrucción masiva las nucleares, biológicas y químicas, ¿y por qué no las drogas?

La palabra droga hace referencia a cualquier sustancia química que es capaz de alterar la conciencia, la percepción, estado de ánimo y la conducta. Las condiciones que se han de dar para que una sustancia sea catalogada como droga son las siguientes:

•    Cuando estas sustancias se introducen en el organismo modifican una o varias funciones psíquicas (por ejemplo, sensación de euforia).

•    Provocan adicción, es decir,  que la persona que lo consuma quiera repetir su uso, pues tienen un efecto potente sobre la región cerebral del refuerzo.

•    Cuando el individuo deja de tomarlo, puede sentir un gran malestar, o síndrome de abstinencia.

•    No tienen aplicación médica, y si la tienen pueden ser utilizadas con fines no terapéuticos.



Los mayores productores de droga del mundo son países latinoamericanos
Los 22 países que forman parte de la 'lista negra' son: Afganistán, Bahamas, Belice, Bolivia, Birmania, Colombia, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, India, Jamaica, Laos, México, Nicaragua, Pakistán, Panamá, Perú y Venezuela.

El 5% de la población mundial consumió drogas en 2017

Se calcula que 1 de cada 20 adultos, es decir, alrededor de 250 millones de personas de entre 15 y 64 años, consumieron por lo menos una droga en 2014. Sin embargo, dado que se calcula que más de 29 millones de personas que consumen drogas sufren trastornos relacionados con ellas, y que 12 millones de esas personas son consumidores de drogas por inyección, de los cuales el 14% viven con el VIH, el impacto del consumo de drogas en lo que respecta a sus consecuencias para la salud sigue siendo devastador.

Hay que añadir el enorme número de muertos y el clima de violencia producidos por el enfrentamiento entre distintos grupos para conquistar mercados.

Y no se puede olvidar que ese 5% de la población está destrozando su vida personal, familiar y profesional, creando verdaderas tragedias sociales en su entorno.

El mercado de las distintas drogas genera un gran margen de beneficios en los distintos escalones desde la producción pasando por el transporte y  la distribución  mayorista y al detalle. Las cantidades destinadas al uso farmacéutico son insignificantes comparadas con el consumo global.

Son negocios que escapan al control legal y fiscal de los mercados nacionales e internacionales. Las cantidades de dinero que mueve este mercado es tan grande que distorsiona el mecanismo controlable del mercado de manera que deteriora el manejo de las magnitudes macroeconómicas, sobre todo en países más pequeños o emergentes.

El blanqueo de todos los beneficios generados añade aún mayor distorsión en el mercado y descontrol económico.

La corrupción que genera para impedir el control del tráfico y sus beneficios afecta a gobiernos, partidos políticos, jueces, policía y entidades financieras.

Los fondos públicos y privados destinados a perseguir el tráfico y curar a los enfermos drogadictos son muy grandes aunque sean aún insuficientes.

Control de la producción, de la oferta

Con todos los recursos técnicos actuales como las  imágenes satelitales y reconocimiento aéreo no hay dificultad en el control y localización de los campos de producción de la droga. Para controlar las últimas más sofisticadas, las químicas, también hay sistemas de control aunque sean más complejos. Todo parece indicar que los gobiernos están más interesados en controlar el mercado de las drogas que en eliminarlo. Todo parece indicar que algunos gobiernos, partidos  políticos e instituciones financieras se benefician grandemente con las drogas. Es decir, hay una poderosa complicidad.

La legalización de las drogas no es la solución.

Algunos países han comenzado a emplear la estrategia de la legalización de algunas drogas, como la marihuana, suponiendo que así se resuelve el problema. Eso no es cierto, el problema creado por las drogas solamente se resuelve de verdad, eliminando al máximo su consumo. La legalización solamente resuelve una parte del problema que es el control del mercado y la disminución de los beneficios que genera la clandestinidad. Eso, indudablemente es una mejora pero, el problema permanece, no se erradica, seguiría habiendo millones de consumidores, con todo el drama humano y perjuicio económico que eso supone.

Juan Pablo II dijo a los ex toxicómanos que "la droga no se supera con la droga sino que es necesario un amplio trabajo de prevención para reemplazar la cultura de la muerte con la cultura de la vida. Se debe ofrecer a la gente joven y a sus familias razones concretas con las que  comprometerse y un apoyo efectivo en sus problemas diarios".

Los países han tomado la iniciativa en ponerse de acuerdo para frenar y controlar la amenaza de  los distintos tipos de armas de destrucción masiva como las nucleares, las químicas y las biológicas. Las drogas son armas de destrucción masiva que no son una amenaza sino una realidad que ya nos ha explotado en las sociedades y nos limitamos a registrarla como una enfermedad más, cuando en realidad está destrozando a nuestra juventud, al relevo generacional. Es un arma de destrucción masiva que afecta al 5% de la población mundial, a más de 250 millones de personas.

sábado, 16 de marzo de 2019

Bioética en el final de la Vida

Si bien el término

Por: Dra. Ma. Elizabeth de los Ríos Uriarte | Fuente: Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II



A menudo escuchamos historias en donde las personas han caído en situaciones irremediables que generan confusión y desánimo. Situaciones en donde el final de la vida se hace latente y requiere tomar decisiones rápidas pero acertadas.

La muerte constituye uno de los más grandes misterios de nuestra humanidad, representa un fenómeno a la vez fascinante por la liberación de los sufrimientos terrenales y por el sentido de trascendencia que emana de nuestra condición humana pero al mismo tiempo despierta temor y sentimientos de soledad y desasosiego.

Pensar con claridad y objetivamente cuando nos enfrentamos al fin de nuestras vidas o de las vidas de quienes queremos resulta muy complicado ya que, generalmente, son nuestros sentimientos los que se vuelcan por completo. Por ello conviene tener ciertas nociones claras que nos permitan hablar abiertamente del tema, conocer qué opciones quisiéramos en caso de caer en una situación irreversible y de franco deterioro, anticipar deseos y optar por aquello que va acorde con nuestra jerarquía de valores.

De igual forma hay que estar alertas de los distintos discursos que los medios de comunicación presentan respecto de algunos conceptos como vida y muerte, sobre todo cuando a estos se les agrega el adjetivo de “digno” ya que, en aras de procurar la mayor aprobación, pueden engañar o disfrazar prácticas que no son éticas. Una vez más, conviene por ello aclarar algunos conceptos.

La muerte es un fenómeno biológico, social, espiritual que determina el límite de la vida física de una persona y su existencia espacio-temporal. Hay que recordar que la persona es un espíritu encarnado en un cuerpo y ese cuerpo es material, por ende, sujeto a las leyes del tiempo y del espacio, corruptible y, en consecuencia, finito. La muerte sobreviene, entonces, con


Por su parte la muerte natural es sucesión del cese de las funciones vitales de una persona que sobreviene sin intervención humana directa. Aquí se está haciendo referencia al proceso natural de la vida humana en que la muerte sobreviene igualmente de forma natural sin acelerarla ni distanciarla, simplemente dejando que el límite físico al que está expuesto nuestro cuerpo aparezca en el momento en que sea inminente.

 Un tercer término es el de muerte digna: término acuñado para procurar librar de los sufrimientos físicos a un paciente declarado como enfermo terminal. Cabe mencionar aquí que si bien la palabra “digno” hace referencia a una cuestión propia del ser humano, cuando se aplica a otros procesos como, en este caso, a la muerte, puede tener significados variados, de ahí que tengamos en cuenta el ámbito en que se nombra y se usa pues su signifcado cambiará según la intención con que se use.

Una vez establecida la diferencia entre estos conceptos pasemos ahora a describir el problema bioético del fin de la vida, muchas veces derivado en la práctica de la eutanasia.

Si bien el término “eutanasia”, etimológicamente significa “buena muerte”, no ha sido usado así en la práctica. Se ha entendido más bien, como un acto que libra de sufrimientos y de dolor a quien se encuentra en una condición irremediable. Normalmente se entiende por “irremediable” una enf,erdad catalogada como “terminal”, es decir, una condición incurable que, se define, fundamantalmente, por un diagnóstico de vida inferior a seis meses.

Ante esye escenario es fácil encontrar discusiones en torno a la posibilidad de realizar un acto de eutanasia. Los argumentos que se dan suelen redundar en que, en cualquiera de las posibilidades, la persona se encuentra sufriendo y padece de mucho dolor, su calidad de vida se ha vist mermada, se ha alterado la dinámica faniliar, los costos de su tratamiento son muy elevados, no hay medicinas ni acceso a servicio de salud adecuados, etc. Por todo ello, argumentan, conviene ponerle fin a su vida procurándole una “buena muerte”.

Así, podemos definir la eutanasia como un “acto que procura la muerte de una persona a fin de librarlo de sus sufrimientos”. Lo importante radica en la intención de ponerle fin a la vida de la personal es decir, se piensa, desde un principio en que la muerte lo librará de los padecimientos y, por ende, se procura ésta.

Ahora bien, es preciso decir también que la eutanasia ésta puede clasificarse en activa o pasiva. Será activa cuando el médico o quien quiera producir la muerte del paciente, realiza acciones que, directamente provocan la muerte de una persona. Estas acciones no son indicadas médicamente ni forman parte del conjunto de acciones que se están realizando para reestablecer o estabilizar la pciente sino que, justamente, por situarse fuera de la gama de actividades médicas, provocan el efecto fatídico de la muerte del paciente.

Un ejemplo de esto sería quien inyecta deliberadamente una dosis letal de un medicamento a un paciente o quien retira un ventilador cuando la persona lo necesita a causa de su condición.

Por su parte la eutanasia pasiva será aquella en donde se suspendan o dejen de realizar actividades que sí están indicadas médicamente o bien simplemente aquellas acciones que serían indispensables para mantener con vida a un paciente tales como la alimentación y la hidratación.

De esta manera, aunque el resultado es el mismo: la muerte de una persona, la circunstancia en que se llega a este resultado puede ser variada. Por su parte, de igual forma, se puede clasificar la eutanasia en voluntaria, no voluntaria e involuntaria.

La eutanasia voluntaria es aquella que se realiza cuando el paciente así lo ha consentido. Puede ser que esté consciente y que lo solicite expresamente o bien que haya dejado algún documento en donde haya especificado que eso es lo que hubiera querido. Por su parte, la eutanasia involuntaria es la que se realiza aún a pesar de que el paciente no lo ha solicitado ni expresado.

Por último la eutanasia no voluntaria es cuando se provoca la muerte de pacientes que se encuentran inconsicentes y que no se conoce lo que éstos hubieran deseado, es decir, no es posible identificar cuáles hubieran sido sus deseos.

Como se observa con las definiciones anteriores, se abre la puerta a que se provoquen muchas muertes de pacientes por creer que se encuentran sufriendo cuando estas decisiones responden más a emociones que a razones sólidamente fundadas.

Así pues, el proceso de fin de vida implica dilemas importantes en donde se cuelan desde artilugios lingüísticos tanto emociones cambiantes que pueden alterar una correcta toma de decisiones, por ende, resulta indispensable conocer y estar informado respecto de estas cuestiones.

sábado, 9 de marzo de 2019

Mujeres que supieron “hacer lío” en la Iglesia y el mundo



Hay quienes dicen que la mujer no tiene roles importantes en la Iglesia. Sin embargo, desde el inicio del cristianismo hasta la actualidad, Dios ha suscitado mujeres que han orientado al Pueblo de Dios, influyendo también el curso del papado. Conozca a nueve mujeres que supieron hacer “lío” en la Iglesia.

sábado, 2 de marzo de 2019

8 consejos para mejorar la comunicación en pareja

Si alguien quiere que su matrimonio funcione, lo más importante que debe suceder es la comunicación.


Por: Fernando de Navascués | Fuente: www.somosrc.mx




Acabo de leer una historia preciosa. Una historia en la que un hombre lleva 40 años escribiendo cartas a diario a su mujer. Son postales, pequeñas notas, misivas más extensas… No son un resumen del día, como si se tratara de un diario, sino una oportunidad diaria de decir a su mujer: “Te quiero”.


Él se llama Bill Bresnan y tiene 74 años. Su mujer, la afortunada receptora de tanta correspondencia, Kristen. Bill explica que comenzó esta costumbre cuando eran novios, aunque al principio no era todos los días. Pero ya en los años 80, la costumbre se volvió un hábito y una necesidad matrimonial.


Todas las cartas concluyen con un: “Yo te amo, mi amor es un signo de infinito”. Hasta ahora, y esperemos por muchos años, Kristen ha cuidado cada mensaje, los ha organizado y ya ocupan 25 cajas.


Hasta aquí la historia, y la moraleja es clara: comunicación, comunicación y comunicación. 

Es una de las bases más importantes e imprescindibles de cualquier relación exitosa, y más si se trata de una en la que cada uno pone en juego su persona, su amor y sus sentimientos.


Si alguien quiere que su matrimonio funcione, como me dijo un sacerdote hace ya algunos años, lo más importante que debe suceder es la comunicación. No es cuestión de estar siempre de acuerdo, sino de saber qué hay en el corazón y en la cabeza del otro. Abrir el corazón y los pensamientos a la persona que amas es la base fundamental, por tanto, del éxito de un matrimonio.

Este sacerdote me dijo en aquella ocasión que el demonio es como un lobo: cuando quiere matar a un cordero lo hace mordiéndole la garganta a su víctima. La oveja muere ahogada y con un gran dolor. Lo mismo nos sucede a nosotros: cuando el demonio quiere romper un matrimonio ataca la garganta, ataca la comunicación y así rompe la pareja.



Por ello te dejo aquí unos cuantos consejos que suelo dar cuando alguien me pide alguna ayuda al respecto.


Sobre el hecho de hablar te digo lo siguiente:

1. Para empezar que sepamos que hay muchas formas de lenguaje: los gestos, las caricias, las miradas… Pero uno de los que no puede faltar nunca es la comunicación verbal. Por eso, con tu mujer, con tu marido, habla y comparte, pero también escucha. La comunicación no es un monólogo: es hablar y escuchar. Escuchar y después hablar.

2. Sal a cenar con tu pareja a solas, sin hijos. Su tiempo particular es sagrado, y está por encima del de los hijos. Y si pueden, dedíquense un día al mes para ustedes. Y una semana al año… Inténtenlo: solo tienen cosas que ganar. Pidan ayuda a la suegra, la amiga, la cuñada… Tengan un matrimonio amigo: cuando una pareja se toma “el sábado libre”, el siguiente le devuelven el favor.

3. No te acuestes sin contar lo que te ha pasado a largo del día de hoy ni tampoco sin haber escuchado lo que le ha sucedido a tu cónyuge en esta jornada.

4. ¡Aguas! Tampoco te acuestes enojado con tu pareja. Acuéstate reconciliado. No hay nada peor que acabar el día enojado. No hay nada mejor que acostarse en paz.

5. Sobre los temas… ¡hablen de todo! Hay temas que no pueden faltar en su conversación: el futuro, la salud, las metas, el trabajo, los hijos, otros asuntos familiares, el dinero, las aspiraciones…

6. No dejes de dar un cumplido de vez en cuando. No consiste en adular, eso espanta a cualquiera, pero sí de reconocer lo bueno que tiene el otro.

7. Vuelve al “amor primero”. Hablen de cuando se conocieron y cómo resultó. Ríanse, que seguro que hay multitud de anécdotas simpáticas que les unieron. En este caso, al menos en éste, no está mal poner la mano en el arado y echar y mirar atrás.

8. Aprende a ser agradecido también de palabra. Y por supuesto a saber pedir perdón de palabra. A veces cuesta un mundo, pero hay que hacerlo. Muchas parejas mueren por la soberbia de no haber pedido perdón o no haber sido agradecido a tiempo.
Hay una cosa mejor que las cartas que ha escrito durante toda su vida el protagonista de nuestra anécdota, es el poder decirte que hables y compartas lo más que puedas con tu cónyuge.