domingo, 31 de mayo de 2009

EL ESPÍRITU SANTO PROMETIDO




El Espíritu Santo que Cristo nos prometió (26.IV.89)

1. «Creo en el Espíritu Santo».

En el desarrollo de una catequesis sistemática bajo la guía del Símbolo de los Apóstoles, después de haber explicado los artículos sobre Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre por nuestra salvación, hemos llegado a la profesión de fe en el Espíritu Santo. Completado el ciclo cristológico, se abre el neumatológico, que el Símbolo de los Apóstoles expresa con una fórmula concisa: «Creo en el Espíritu Santo».

El llamado Símbolo niceno-constantinopolitano desarrolla más ampliamente la fórmula del artículo de fe: «Creo en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas».

2. El Símbolo, profesión de fe formulada por la Iglesia, nos remite a las fuentes bíblicas, donde la verdad sobre el Espíritu Santo se presenta en el contexto de la revelación de Dios Uno y Trino. Por tanto, la neumatología de la Iglesia está basada en la Sagrada Escritura, especialmente en el Nuevo Testamento, aunque, en cierta medida, hay preanuncios de ella en el Antiguo.

La primera fuente a la que podemos dirigirnos es un texto joaneo contenido en el «discurso de despedida» de Cristo el día antes de la pasión y muerte en cruz. Jesús habla de la venida del Espíritu Santo en conexión con la propia «partida», anunciando su venida (o descenso) sobre los Apóstoles. «Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy os lo enviaré» (Jn 16, 7).

El contenido de este texto puede parecer paradójico. Jesús, que tiene que subrayar: «Pero yo os digo la verdad», presenta la propia «partida» (y por tanto la pasión y muerte en cruz) como un bien: «Os conviene que yo me vaya...».Pero enseguida explica en qué consiste el valor de su muerte: por ser una muerte redentora, constituye la condición para que se cumpla el plan salvífico de Dios que tendrá su coronación en la venida del Espíritu Santo; constituye por ello la condición de todo lo que, con esta venida, se verificará para los Apóstoles y para la Iglesia futura a medida que, acogiendo el Espíritu, los hombres reciban la nueva vida. La venida del Espíritu y todo lo que de ella se derivará en el mundo serán fruto de la redención de Cristo.

3. Si la partida de Jesús tiene lugar mediante la muerte en cruz, se comprende que el Evangelista Juan haya podido ver, ya en esta muerte, la potencia y, por tanto, la gloria del Crucificado: pero las palabras de Jesús implican también la ascensión al Padre como partida definitiva (Cfr. Jn 16, 10), según lo que leemos en los Hechos de los Apóstoles: Exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido» (Hech 2, 33).

La venida del Espíritu Santo sucede después de la ascensión al cielo. La pasión y muerte redentora de Cristo producen entonces su pleno fruto. Jesucristo, Hijo del hombre, en el culmen de su misión mesiánica, «recibe» del Padre el Espíritu Santo en la plenitud en que este Espíritu debe ser «dado» a los Apóstoles y a la Iglesia, para todos los tiempos. Jesús predijo: «Yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mi» (Jn 12, 32). Es una clara indicación de la universalidad de la redención, tanto en el sentido extensivo dela salvación obrada para todos los hombres, cuanto en el intensivo de totalidad de los bienes de gracia que se les han ofrecido.

Pero esta redención universal debe realizarse mediante el Espíritu Santo.


4. El Espíritu Santo es el que «viene» después y en virtud de la «partida» de Cristo. Las palabras de Jn 16, 7, expresan una relación de naturaleza causal. El Espíritu viene mandado en virtud de la redención obrada por Cristo: «Cuando me vaya os lo enviaré» (Cfr. Encíclica Dominum et Vivificantem, 8). Más aún, según el designio divino, la «partida» de Cristo es condición indispensable del «envío» y de la venida del Espíritu Santo, indican que entonces comienza la nueva comunicación salvífica por el Espíritu Santo» (ib. n. 11).

Si es verdad que Jesucristo, mediante su «elevación» en la cruz, «debe atraer a todos hacia sí» (Cfr. Jn 12, 32), a la luz de las palabras del Cenáculo entendemos que ese «atraer» es actuado por Cristo glorioso mediante el envío del Espíritu Santo. Precisamente por esto Cristo debe irse. La encarnación alcanza su eficacia redentora mediante el Espíritu Santo. Cristo, al marcharse de este mundo, no sólo deja su mensaje salvífico, sino que «da» el Espíritu Santo, al que está ligada la eficacia del mensaje y de la misma redención en toda su plenitud.

5. El Espíritu Santo presentado por Jesús especialmente en el discurso de despedida en el Cenáculo, es evidentemente una Persona diversa de Él: «Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito» (Jn 14, 16). «Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, él os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Jn 14, 26). Jesús habla del Espíritu Santo adoptando frecuentemente el pronombre personal «él»: «El convencerá al mundo en lo referente al pecado» (Jn 16, 8). «Cuando venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa» (Jn 16, 13), «Él me dará gloria» (Jn 16, 14). De estos textos emerge la verdad del Espíritu Santo como Persona, y no sólo como una potencia impersonal emanada de Cristo (Cfr. por ejemplo Lc 6,19: «De él salía una fuerza»). Siendo una Persona, le pertenece un obrar propio, de carácter personal. En efecto, Jesús, hablando del Espíritu Santo, dice a los Apóstoles: «Vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y en vosotros está» (Jn 14, 17). «Él os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho» (Jn 14 26), Dará testimonio de mí» (Jn 15, 26); Os guiará a la verdad completa», «os anunciará lo que ha de venir» (Jn 16, 13); «Él dará gloria» a Cristo (Jn 16, 14), y «convencerá al mundo en lo referente al pecado» (Jn 16, 8). El Apóstol Pablo, por su parte, afirma que «el Espíritu clama» en nuestros corazones (Gal 4, 6), «distribuye» sus dones a cada uno en particular «según su voluntad» (1 Cor 12, 11), «intercede por los fieles» (Cfr. Rom 8, 27).

6. El Espíritu Santo revelado por Jesús es, por tanto, un ser personal (tercera Persona de la Trinidad) con un obrar propio personal. Pero en el mismo discurso de «despedida», Jesús muestra los vínculos que unen a la persona del Espíritu Santo con el Padre y el Hijo: por ello el anuncio de la venida del Espíritu Santo )en ese «discurso de despedida»), es al mismo tiempo la definitiva revelación de Dios como Trinidad.

Efectivamente, Jesús dice a los Apóstoles: «Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito» (Jn 14, 16): «el Espíritu de la verdad, que procede del Padre» (Jn 15, 26) que «el Padre enviará en mi nombre» (Jn 14, 26). El Espíritu Santo es, por tanto, una persona distinta del Padre y del Hijo y, al mismo tiempo, unida íntimamente a ellos: «procede» del Padre, «el Padre lo envía» en el hombre del Hijo: y esto en consideración de la redención, realizada por el Hijo mediante la ofrenda de Sí mismo en la cruz. Por ello Jesucristo dice: «Si me voy os lo enviaré» (Jn 16, 7). El Espíritu de verdad que procede del Padre» es anunciado por Cristo como el Paráclito, que yo os enviaré junto al Padre» (Jn 15, 26).


7. En el texto de Juan, que refiere el discurso de Jesús en el Cenáculo, está contenida, por tanto, la revelación de la acción salvífica de Dios como Trinidad. En la Encíclica Dominum et Vivificantem he escrito: El Espíritu Santo, consubstancial al Padre y al Hijo en la divinidad, es amor y don (increado), del que deriva como de una fuente (fons vivus) toda dádiva a las criaturas (don creado): la donación de la existencia a todas las cosas mediante la creación; la donación de la gracia a los hombres mediante toda la economía de la salvación» (n. 10).

En el Espíritu Santo se halla, pues, la revelación de la profundidad de la Divinidad: el misterio de la Trinidad en el que subsisten las Personas divinas, pero abierto al hombre para darle vida y salvación. A ello se refiere San Pablo en la Primera Carta a los Corintios, cuando escribe: «El Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios» (1 Cor 2, 10).


domingo, 24 de mayo de 2009

Con María, recordando la Ascensión


Gracias Madre, gracias… gracias por tu entrega generosa, por tu confianza sin límites, por tu humildad ejemplar… gracias.

Cuarenta largos y extraordinarios días han trascurrido, Madre querida, desde el glorioso Domingo de Pascua.

Durante este tiempo, tu humilde corazón de madre repasó una y otra vez sus tesoros escondidos. En ése volver del alma cada acontecimiento vivido cobra ahora, sentido diferente. Pero tú, dulce Madre, a pesar de ser la elegida, la llena de gracia, la saludada por los ángeles y por los creyentes, tú no quieres brillar por esos días, pues Aquél cuya luz es inextinguible aún debe terminar la labor por la que había bajado del cielo a habitar en tu purísimo vientre. Por eso te mantienes casi oculta, limitándote a ser una presencia orante en la Iglesia naciente. Así te encuentro en los Evangelios, pero… necesito que me cuentes, Señora, lo que ha sido para ti el día de la Ascensión.

Y cierro los ojos tratando de imaginar tu rostro, tu mirada, tu voz serena que me responde al alma.

- El día de la Ascensión fue el final ansiado, presentido, mas nunca totalmente imaginado por mí, de la historia de amor más bella que jamás haya existido. Una historia de amor que comenzó un día, ya lejano, y al mismo tiempo tan cercano, en Nazaret. Una historia que trascurrió durante treinta años, en el silencio y sumisión a mi amor materno, de Aquél por quien el mundo debía salvarse.

- ¡Ah, Señora!, en esa sumisión a ti Jesús glorificó grandemente al Padre, por ello es que tus hijos glorificamos al Padre sometiéndonos a ti (1).

Sonríes…

Tu mirada se pierde ahora en la lejanía.

- Como te decía, la Ascensión es final y, al mismo tiempo, comienzo y promesa, camino y esperanza… por esos días Jesús se aparecía a sus amigos y les daba, con la fuerza extraordinaria de quien es la Verdad, los últimos consejos, las últimas recomendaciones, y les regalaba al alma, las más hermosas promesas.

Recuerdo claramente el día de su partida… era casi mediodía, el sol brillaba con fuerza, y hasta casi con alegría. Mi Hijo caminaba cerca de Betania con sus amigos, les pedía que fuesen hasta los confines de la tierra enseñando su Palabra. Su voz sonaba segura, serena, protectora, especialmente cuando les entregó aquella promesa que sería luego manantial de fe y esperanza para tantos hijos de mi alma…” Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”

Yo presentía la partida… y Él sabía que necesitaba abrazarlo… como cuando era pequeño, como cuando le hallamos en el Templo, luego de aquella lejana angustia. Él lo sabía y vino hasta mí, me miró con ternura infinita y me abrazó fuerte, muy fuerte, y susurró a mis oídos…:

- Gracias Madre, gracias… gracias por tu entrega generosa, por tu confianza sin límites, por tu humildad ejemplar… gracias.

Cuando se alejaba ya de mí se acercó Juan, el discípulo a quien Jesús amaba mucho. Entonces el Maestro le dijo, mirándome:

- Cuídala Juan, cuídala y hónrala… protégela y escúchala. Ella será para ti, y para todos, camino corto, seguro y cierto hasta mi corazón. Hónrala Juan, pues haciéndolo… me honras.

- Lo haré, Maestro, lo haré…- contestó Juan desde lo más profundo de su corazón.

Jesús y Juan volvieron con los demás. En ese momento mi Hijo, levantando las manos, los bendijo. Y mientras los bendecía se separó de ellos y subió al cielo ante sus ojos y una nube comenzó a cubrirlo, delicadamente.

Los apóstoles se arrodillaron ante Él.
Mientras yo levantaba mi mano en señal de despedida y mis ojos se llenaban de lágrimas, sentí que me miraba… y su mirada me hablaba…


- ¿Qué te decía, Señora? ¿Qué te decía Jesús mientras partía?

- “Espérame, Madre, enviaré por ti… espérame…”
Ay! Hija mía, mi corazón rebosaba de gozo. En tanto los amigos de Jesús miraban fijamente al cielo, como extasiados. En ese momento se acercaron a ellos dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: “ Hombres de Galilea, ¿Por qué siguen mirando al cielo? Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir”( Hch 1,11)

Los hombres tardaron un rato en reaccionar, luego, uno a uno, se fueron acercando a mí.

- Debemos volver a Jerusalén, tal como Él lo pidió- dijo Pedro, quien sentía que debía velar por esa Iglesia naciente, hasta en el más mínimo detalle.

Los demás asintieron. Volvimos y subimos a la habitación superior de la casa. Nos sentamos todos. Pedro comenzó a recitar, emocionado, la oración que Jesús nos enseñó, al finalizar dijo:

- Hermanos, permanezcamos en oración hasta que llegue el día en que, según la promesa de Cristo, seamos bautizados con el Espíritu Santo.

Yo me retiré a prepararles algo para comer. Juan se acercó y me abrazó largamente. Yo sentía que comenzaba a amarlos como a mis hijos… me sentía madre… intensamente madre… y nacía en mí una necesidad imperiosa de repetir a cada hijo del alma, aquellas palabras que pronunciara en Caná de Galilea: “...Hagan todo lo que él les diga”( Jn 2,5)

Así nos quedamos, hija, nos quedamos todos esperando Pentecostés, la Iglesia primera, en una humilde casa de Jerusalén.

Espero haber contestado lo que tu alma me preguntó…


-Claro, Madre amada, claro que sí, como siempre, eres para tus hijos modelo de virtud, camino seguro hacia Jesús… compañera y amiga . Una vez más y millones de veces te lo diría, gracias, gracias por haber aceptado ser nuestra mamá, gracias por ocuparte de cada detalle relacionado a la salvación de nuestras almas, gracias por enseñarnos como honrarte, porque haciéndolo, honramos a Jesús… gracias por defendernos en el peligro… gracias por ser compañera, compañera, compañera….

Ahora, Santa Madre, debes enseñarnos a esperar, adecuadamente, Pentecostés.

Amigos que leen estas líneas, María ansía entrar a sus corazones para contarles las maravillas de Pentecostés… háganle sitio… es la mejor decisión que pueden tomar… no lo duden jamás…

___________________________

(1) San Luis María Grignon de Montfort “Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen” pag 94. Edit. Esin, S.A. -1999


NOTA

"Estos relatos sobre María Santísima han nacido en mi corazón y en mi imaginación por el amor que siento por ella, basados en lo que he leído. Pero no debe pensarse que estos relatos sean consecuencia de revelaciones o visiones o nada que se le parezca. El mismo relato habla de "Cerrar los ojos y verla" o expresiones parecidas que aluden exclusivamente a la imaginación de la autora, sin intervención sobrenatural alguna."

Autor: María Susana Ratero | Fuente: Catholic.net


sábado, 23 de mayo de 2009

¿Sexo por curiosidad?

—Si me quieres, dame una prueba: ¡entrégate a mí!, dice el novio.

—Si te quiero a la mala, sí te la daré, para que te degrades tú y, a tu vez, me degrades a mí.

—Hablo en serio, te amo. ¿Cuándo vas a ceder?, insiste él.

—No soy coche para que me pruebes; soy persona, única e irrepetible. Ceder una o dos veces equivale a rodar cuesta abajo... Hasta aquí dejamos nuestra relación. No quiero que el hombre de mi vida llegue a decirme: “¿cuántas veces has sido probada y rechazada?”.

Hay mujeres que ceden a las presiones del novio, para tener relaciones sexuales, porque no quieren perderlo y porque tienen curiosidad. No se dan cuenta del peligro que lleva esa decisión: no ven que empezar a ceder es empezar a corromperse y a corromper al otro. El sexo no es un juego. La sexualidad es tan maravillosa que se ha de cuidar para alguien que valga la pena y dentro del matrimonio. Amar es querer el bien; no es fácil perseguir el bien del otro porque hay una tendencia fuerte al egoísmo. Aquel bien que le ofrecemos a la persona amada ha de ser un bien real ha de ser algo que la mejore, y no que me beneficie sólo a mí.

Cuando Bernardo de Claraval era muy joven, en cierta ocasión, cabalgando lejos de su casa con varios amigos, les sorprendió la noche, de forma que tuvieron que buscar hospitalidad en una casa desconocida. La dueña les recibió bien, e insistió que Bernardo, como jefe del grupo, ocupase una habitación separada. Durante la noche la mujer se presentó en la habitación con intenciones de persuadirlo suavemente al mal. Bernardo, en cuanto se dio cuenta, fingió que se trataba de un intento de robo y empezó a gritar: “¡Ladrones, ladrones!”. La intrusa se alejó rápidamente. Al día siguiente, cuando el grupo se marchaba cabalgando, sus amigos empezaron a bromear acerca del imaginario ladrón; pero bernardo contestó: —“No fue ningún sueño; el ladrón entró, pero no para robarme el oro y la plata, sino algo de mucho más valor”.

Amar a alguien es desear que esa persona se desarrolle, sea mejor y alcance la plenitud a la que está llamada.

Tan grande que no tiene precio

Cuentan que un profesor fue a visitar París, un fin de semana, acompañado por dos alumnos. De pronto, vieron a una prostituta parada en una esquina. Vieron que su profesor se dirigió hacia ella y le preguntó:

—¿Cuánto cobra?

—Cincuenta dólares.

—No, es demasiado poco.

—¡Ah!, sí, para los americanos son150 dólares.

—Es aún muy poco.

—¡Ah, claro!, la tarifa de fin de semana es de 500 dólares.

—Incluso eso es demasiado barato.

Para entonces la mujer ya estaba algo irritada, y dijo:

—Entonces, ¿cuánto valgo para usted?

—Señora, nunca podré pagar lo que vale usted, pero déjeme hablarle de alguien que ya lo ha hecho.

Y le habló de Cristo, de su Pasión y Muerte por nosotros.

La Biblia habla del valor del cuerpo, y dice algo que muchos jóvenes de hoy ignoran: “Fuisteis comprados a gran precio. Glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo (1 Cor 6,20). El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor (1 Cor. 6,13). ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? (1 Cor 6,15)”.


Rebeca Reynaud



domingo, 17 de mayo de 2009

Discurso del Papa en el encuentro con representantes religiosos de Galilea

Promover "la unidad de la familia humana"

NAZARET, jueves, 14 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que dirigió Benedicto XVI al reunirse en la tarde de este jueves con los jefes religiosos de Galilea, cristianos, musulmanes, judíos y drusos.

* * *

Queridos amigos:

Agradezco las palabras de bienvenida del obispo Giacinto-Boulos Marcuzzo y por su calurosa acogida, saludo cordialmente a los líderes de las diversas comunidades presentes, cristianos musulmanes, judíos, drusos y otras personas religiosas.

Siento como una particular bendición el poder visitar esta ciudad, venerada por los cristianos, como el lugar donde el ángel anunció a la Virgen María que concebiría por obra del Espíritu Santo. Aquí también José, su prometido, vio al ángel en sueños y le fue indicado de llamar al niño "Jesús". Luego de estos maravillosos eventos que acompañaron su nacimiento, el niño fue traído a esta ciudad por José y María donde "crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él" (Lucas 2, 40).

La convicción de que el mundo es un don de Dios y que Dios ha entrado en las vicisitudes y en los acontecimientos de la historia humana, es la perspectiva desde la cual los cristianos ven que la creación tiene una razón y un fin. En vez de ser el resultado de un hecho casual, el mundo ha sido querido por Dios, y revela su glorioso esplendor.

En el corazón de toda tradición religiosa se encuentra la convicción de que la paz misma es un don de Dios, aunque no se pueda alcanzar sin el esfuerzo humano. Una paz duradera proviene del reconocimiento de que el mundo no es nuestra propiedad, si no más bien el horizonte en el cual estamos invitados a participar del amor de Dios y a cooperar para guiar el mundo y la historia bajo su inspiración. No podemos hacer con el mundo todo lo que nos place; por el contrario, estamos llamados a conformar nuestras decisiones con las complejas y perceptibles leyes escritas por el Creador en el universo y a modelar nuestras acciones según la bondad divina que penetra el reino de lo creado.

Galilea, una tierra conocida por su heterogeneidad étnica y religiosa, es la casa de un pueblo que conoce bien los esfuerzos necesario para vivir en armónica convivencia. Nuestras diferentes tradiciones religiosas tienen en sí un potencial notable para promover una cultura de la paz, especialmente a través la enseñanza y la predicación de los valores espirituales más profundos de nuestra común humanidad. Moldeando los corazones de los jóvenes, moldeamos el futuro de la humanidad. De buen ánimo los cristianos se unen a los judíos, musulmanes, drusos y personas de otras religiones con el deseo de salvaguardar a los niños del fanatismo y de la violencia, mientras los preparamos a ser los constructores de un mundo mejor.

Queridos amigos míos, sé que acogéis con alegría y con el saludo de la paz a los numerosos peregrinos que llegan a Galilea. Os invito a que sigáis ejerciendo el respeto recíproco mientras os empeñáis por aliviar las tensiones concernientes a los lugares de culto, garantizando así un ambiente sereno para la oración y la meditación, aquí y en toda Galilea. Al representar a diferentes tradiciones religiosas, compartid el deseo común de contribuir a mejorar la sociedad y a testimoniar así los valores religiosos y espirituales que ayuden a sustentar la vida pública. Os aseguro que la Iglesia católica está comprometida en participar en esta noble empresa. Cooperando con hombres y mujeres de buena voluntad, buscará asegurar que la luz de la verdad, de la paz y de la bondad siga resplandeciendo desde Galilea, y guíe a las personas del mundo entero a buscar todo lo que promueve la unidad de la familia humana. ¡Que Dios os bendiga a todos!

[Traducción del inglés realizada por Jesús Colina

sábado, 9 de mayo de 2009

Primera piedra de la primera universidad católica de Jordania


El Papa ve en este centro un laboratorio vital de diálogo interreligoso

MADABA, sábado, 9 de mayo de 2009 (ZENIT.org).-

Con la esperanza de que se convierta en un laboratorio existencial del diálogo entre musulmanes y católicos, Benedicto XVI bendijo este sábado la primera piedra de la Universidad de Madaba.

La Universidad, la primera católica en este país, está siendo construida por el Patriarcado Latino de Jerusalén,y contará con facultades científicas y humanísticas abiertas tanto a cristianos como a musulmanes.

Madaba, localidad de más de 100 mil habitantes, situada a 35 kilómetros al sudeste de Ammán, es una de las ciudades del país con el mayor número de cristianos, muchos de ellos palestinos.

En el discurso que el Papa pronunció delineó a grandes rasgos lo que se espera de una universidad, como la Madaba: "no será sólo una tribuna donde consolidar la adhesión a la verdad y a los valores de una cultura específica, sino también un lugar de comprensión y diálogo".


En particular, profundizó en la relación entre fe y ciencia, destacando que "la fe en Dios no excluye la búsqueda de la verdad; sino que al contrario la estimula".

"Obviamente la religión, como la ciencia y la tecnología, como la filosofía y cualquier expresión de nuestra búsqueda de la verdad, pueden corromperse --advirtió--. La religión se desfigura cuando se la obliga a servir a la ignorancia y el prejuicio, el desprecio, la violencia y el abuso".


"En este caso, ha continuado Benedicto XVI, no sólo contamos con la perversión de la religión, sino también con la corrupción de la libertad humana, el encogimiento y la obnubilación de la mente". No obstante el Papa ha señalado que tal resultado no es inevitable porque mediante la promoción de la educación se proclama la confianza en el don de la libertad.

El corazón humano --añadió-- puede endurecerse a causa de un ambiente restringido, por los intereses y las pasiones. Pero cada ser humano también está llamado a la sabiduría y a la integridad, a la elección más básica e importante de todas: la del bien sobre el mal, de la verdad sobre la deshonestidad".


De hecho, subrayó, la fe sirve para iluminar la conciencia.

"La ciencia y la tecnología ofrecen beneficios extraordinarios a la sociedad y han mejorado mucho la calidad de vida de muchos seres humanos", aseguró, pero al mismo tiempo ilustró los límites de la ciencia, que no puede ofrece respuestas a todas las cuestiones relacionadas con el hombre y su existencia.


La sabiduría ética, explicó, ha inspirado notables códigos internacionales de comportamiento como son el juramento de Hipócrates, la Declaración Universal de los Derechos Humanos del 1948 y la Convención de Ginebra.


Dirigiéndose en especial a los estudiantes cristianos de Jordania, el Papa les alentó a ser "constructores de una sociedad justa y pacífica formada por personas de distinta extracción religiosa y étnica. Tales realidades no deben conducir a la división, sino al enriquecimiento recíproco".

Por último, el Papa dio las gracias al Reino de Jordania, que ha dado prioridad al objetivo de expandir y mejorar la educación y de hecho ha permitido a la Iglesia lanzar este proyecto universitario.

"Sé que en esta noble misión, Su Majestad la Reina Rania es particularmente activa y su entrega es motivo de inspiración para muchos", aseguró.

domingo, 3 de mayo de 2009

Sor Emmanuelle, cinco días antes de su dies natalis.


«La muerte es el día más bonito
de la vida»

Viviane Chocas, en Le Figaro
Traducción: Rocío Allende

Ha muerto en Francia, a los 99 años, la Hermana Emmanuelle, de Notre-Dame de Sion, después de toda una vida de entrega a los más pobres, en países musulmanes y, desde 1993, en Francia. Sólo cinco días antes, el diario Le Figaro hablaba con esta religiosa tan querida por los franceses.

San Agustín decía: «La medida del amor es…»

Amar sin medida. ¡Es tan cierto! Hace falta amar sin medida. Si no, esto no marcha. Si uno piensa siempre en sí mismo…, de eso hay que olvidarse! Basta con amar con toda tu alma, con tu inteligencia, con todo tu ser.

¿Esto se aprende?

Se desarrolla poco a poco. Y proporciona una vida extraordinariamente bella.

¿Ha luchado en su vida porque este deseo de amar no era en usted bastante fuerte?

Por supuesto, porque yo no hacía el esfuerzo lo suficientemente grande. Poco a poco, traté de hacerlo mejor, y he mejorado un poco.

¿La noción de lucha la ha querido enseñar igualmente?

¡Cómo no! ¡Cómo no! La lucha es importante. Es la lucha la que da dignidad al hombre. La que hace que un hombre se tenga en pie.

¡Para durar tanto, y pronto serán 100 años, le habrá hecho falta amar este mundo!

Si no lo hubiera amado, habría llegado a la misma edad. No es ésa la cuestión. La cuestión es que el amar da a la vida un colorido muy bello. Cautivador.

¡La vida le ha cautivado siempre!

Cada minuto nos aporta algo bueno que hacer, ya sea en uno mismo, sea orando, sea con los demás. En Europa he podido constatar un cierto aburrimiento. Europa está taciturna. En los traperos de El Cairo esto no existe. Perdone la expresión, pero todo el mundo estaba de guasa. Yo volví a Europa en 1993, pensando que la vida iba a ser maravillosa, y no hago más que toparme con gente que no para de quejarse. Del tiempo, y de los padres, y del marido, y de la mujer… Y de todo lo que les pasa. (Ríe)

¿Estos años en El Cairo han sido los años más bonitos?

Mis años en las chavolas con los traperos han sido una maravilla… No hay nada que se pueda comparar a eso.

¿Por qué eso le ha llevado al fondo de sí misma?

Porque me ha llevado a tener relaciones muy buenas, muy fuertes con Dios, primero, y con los hombres. Como el Niño Jesús, a dar una mano y recibir de la otra.

¿Qué piensa ahora? ¿En el reencuentro con Él?

Pienso mucho. Me digo: Emmanuelle, un poco más de paciencia. Lo que me interesa son los reencuentros. Eso es maravilloso. Como decía nuestro padre fundador (el padre Théodore Ratisbonne, NDLR), la muerte es el día más bonito de mi vida. El día en que al fin la novia ve a su novio cara a cara, el hijo a su padre, la mujer a su marido. Es el día más bonito de la vida. No está mal, ¿eh?

¿Eso quiere decir que usted espera sin miedo? ¿Llega a eso?

No tengo miedo a la muerte. Pero lo que la precede… Eso… Yo no estoy segura. En fin, lo he arreglado con la Santísima Virgen: Ruega por nosotros pobres pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Le he dicho millones de veces que me pongo en sus manos, y no me preocupo más.

Ella ha sido una presencia muy importante en su vida…

Sí, claro, María, es mi sonrisa, mi corazón.

Entre su herencia está la Asociación Sor Emmanuelle, que deberá continuar sin usted.

La Asociación va muy bien. Nos ocupamos de 70.000 niños en el mundo, en ocho países, no está mal. Y mis amigos que se ocupan son muy fuertes, por eso funciona.

Desde hace 80 años usted es sor Emmanuelle. ¿La palabra sor qué significa para usted?

Mucho amor. Me gustaría ser la hermana universal. Querer a todo el mundo con todo mi corazón.