domingo, 29 de diciembre de 2019

10 formas de transmitir y fortalecer la fe a tus hijos

Como siempre, en lo referente a educar, implica coherencia de vida de parte de los padres

Por: P.J.G. | Fuente: Religión en Libertad




En muchos países, los padres cristianos no consiguen pasar a sus hijos una fe firme. Pasar la fe de padres a hijos sucedía con naturalidad estadística en generaciones anteriores, pero ya no en la nuestra. En Occidente muchas causas concurren para que los padres pierdan autoridad ante los hijos y para suscitar un individualismo extremo. No sucede solo entre cristianos: familias de otras tradiciones religiosas también lo experimentan.

En la web
AllProDad, dedicada a padres varone (no necesariamente católicos), señalan 10 factores que ayudan a que un padre pueda transmitir su fe a sus hijos. Como siempre cuando se trata de valores reales, requiere constancia y coherencia.


1. Celebra las festividades y cuenta su historia
 
Las festividades religiosas llaman la atención de los niños: son días especiales. En Estados Unidos hay una frase entre los católicos: "no es que los católicos guarden la Cuaresma; es que la Cuaresma te mantiene católico". Lo mismo podría decirse de la Navidad cristiana y de otras fiestas. No basta con celebrar la fiesta: hay que contar la gran historia que hay detrás de cada fiesta. Decía el estudioso de las religiones Mircea Elíade: "el primer rito es la recitación del mito". La Navidad tiene sentido cuando se proclaman las lecturas de Navidad. Las festividades sin historias detrás (pensemos en Halloween) a menudo suenan a huecas.

2. Responde las preguntas de los chicos
 
Los niños hacen preguntas sobre Dios, sobre la fe, sobre la religión. Hay que estar preparado para responderlas. Hay preguntas sobre el comportamiento que también llevan a hablar de la fe. "¿Por qué debo perdonar a esos chicos malos?", "¿por qué me pides ayudar a esos?", nos lleva a las enseñanzas y el ejemplo de Jesús. (Si no sabemos la respuesta a una pregunta podemos honradamente decir: "pues no lo sé exactamente, pero lo buscaré y te lo diré". En el Catecismo hay muchas respuestas, que hay que traducir al lenguaje infantil. También hay gente que trabaja con niños que pueden ayudar: maestros, catequistas...). No es beneficioso responder "no hagas preguntas", "es así y punto", "hacer preguntas está mal"...

3. Id con regularidad al culto o los sacramentos
 
Si la fe es solo un añadido para los ratos libres, no se contagiará a los hijos. Los niños han de ver que es una prioridad, y la más clara es el tiempo. Si la familia solo va a misa "a veces", el niño pensará que es una cosa poco importante o algo "útil en casos convenientes" (alguna enfermedad, un gesto social...). Los niños han de ver que el culto es una prioridad en la familia, en la organización semanal o diaria.

4. Involúcrate en el servicio a los demás... y que te vean
 
"Servir a los demás es la fe con pies", explican en AllProDad. Los niños aprenden de lo que ven hacer a sus padres. Si te ven ser voluntario en Cáritas, Manos Unidas o la parroquia, ellos aprenderán a hacer ese tipo de servicios. También es bueno involucrar a toda la familia: recogidas de material, actividades, etc...

5. Enseña a confiar en Dios
 
En el cristianismo, todo está basado en la confianza en Dios. Una clave es enseñar al niño a confiar toda su vida en el Dios que lo creó, que lo ama y quiere lo mejor para Él.

6. El juicio definitivo sobre cada persona está reservado para Dios
 
A las personas agnósticas, o alejadas en la fe, o tibias, y a mucha otra gente, les molestan los juicios rápidos. La realidad es que una persona religiosa y prudente sabe que para realizar juicios definitivos en necesario ser Dios mismo: sólo Él tiene todos los datos y perspectivas sobre los hechos y las motivaciones. A los niños les enseñamos a distinguir los actos buenos de los actos malos, y está bien, pero a la hora de clasificar a la gente es mejor recordar lo de "no juzguéis y no seréis juzgados" (y explicar lo que significa). "Enséñales a tener un corazón humilde que busque entender al otro", explica AllProDad.

7. Sé suave con los niños y ciertas enseñanzas complicadas
 
Hay cosas en la religión que a los adultos les molestan pero a los niños les aprecen normales. Y, al revés, hay cosas en las que los adultos ni se fijan y a muchos niños les pueden asustar o repeler. En la cultura católica pueden ser muchas: imágenes de mártires con sangre en la parroquia, o ciertas expresiones sobre el infierno o el demonio, algunos detalles prácticos de los sacramentos... Las cosas complicadas hay que explicarlas con suavidad, y no de forma abrupta o con prisas y aspavientos.

8. No mantengas a los niños en una burbuja
 
Incluso en los países de mayoría católica, hay personas de otras denominaciones y religiones y, de hecho, las personas con poca o ninguna religiosidad son mayoría. No tiene sentido intentar hacer creer a tus hijos que "todos hacen como nosotros". No es así, y enseguida se darán cuenta. Y llegará el momento, al crecer, en que tomará sus propias decisiones sobre religión. Es bueno que desde niño pueda dialogar, en un entorno moderado, con personas de otras creencias. También es bueno que vea que hay otras parroquias donde las cosas se hacen de otras maneras.

9. Dile que comparta la fe con sinceridad y humildad
 
Nuestra sociedad pretende hacernos creer que ya casi no hay tabúes, excepto hablar de la propia fe con otras personas. Hemos de enseñar a nuestros hijos a que puedan hablar de su fe sin complejos ni vergüenzas: creemos que es buena, bella y verdadera y la queremos compartir. Hemos de ayudar al niño a poder expresar por qué cree y en qué cree. Y ha de poder hacerlo con sinceridad y también con humildad. La fe da alegría y un terreno firme: no debe dar soberbia.

10. Se necesita una aldea para educar... dásela
 
"Se necesita una aldea para educar un niño", dice un refrán africano que se cita mucho. En lo religioso es especialmente cierto: la fe se transmite en comunidad. En ella vemos que personas distintas (varias edades, procedencias, estilos) creen todas las mismas verdades, cada una con sus acentos. Ese testimonio colectivo fortalecerá la fe de tus hijos. Hay que buscar esa comunidad.

Por supuesto, se podrían añadir muchas más cosas eficaces, pero ¿no son estas 10 un comienzo importante?

Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos: ReligionEnLibertad.com

miércoles, 25 de diciembre de 2019




¿Qué es la Navidad?

 La Iglesia en su misión de ir por el mundo llevando la Buena Nueva ha querido dedicar un tiempo a profundizar, contemplar y asimilar el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios; a este tiempo lo conocemos como Navidad.

Cerca de la antigua fiesta judía de las luces y buscando dar un sentido cristiano a las celebraciones paganas del solsticio de invierno, la Iglesia aprovechó el momento para celebrar la Navidad.

En este tiempo los cristianos por medio del Adviento se preparan para recibir a Cristo,"luz del mundo" (Jn 8, 12) en sus almas, rectificando sus vidas y renovando el compromiso de seguirlo.

Durante el Tiempo de Navidad al igual que en el Triduo Pascual de la semana Santa celebramos la redención del hombre gracias a la presencia y entrega de Dios; pero a diferencia del Triduo Pascual en el que recordamos la pasión y muerte del Salvador, en la Navidad recordamos que Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros.

Así como el sol despeja las tinieblas durante el alba, la presencia de Cristo irrumpe en las tinieblas del pecado, el mundo, el demonio y de la carne para mostrarnos el camino a seguir.

Con su luz nos muestra la verdad de nuestra existencia. Cristo mismo es la vida que renueva la naturaleza caída del hombre y de la naturaleza.

La Navidad celebra esa presencia renovadora de Cristo que viene a salvar al mundo.

 La Iglesia en su papel de madre y maestra por medio de una serie de fiestas busca concientizar al hombre de este hecho tan importante para la salvación de sus hijos.

Por ello, es necesario que todos los feligreses vivamos con recto sentido la riqueza de la vivencia real y profunda de la Navidad.

 Por último, es necesario recordar que durante la Navidad celebramos en tres días consecutivos, 26, 27 y 28 de diciembre, tres fiestas que nos hacen presente la entrega total al Señor: San Esteban, mártir que representa a aquellos que murieron por Cristo voluntariamente.


 San Juan Evangelista, que representa aquellos que estuvieron dispuestos a morir por Cristo pero no los mataron. San Juan fue el único Apóstol que se arriesgó a estar con La Virgen al pie de la cruz. Los Santos Inocentes que representan a aquellos que murieron por Cristo sin saberlo.

sábado, 21 de diciembre de 2019

Todos los días puede ser Navidad

En esta Navidad Cristo quiere nacer de nuevo en el corazón de los hombres con una condición: dejarlo entrar.


 Por: Jorge Enrique Mújica | Fuente: Virtudes y valores



  "GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS y PAZ en la TIERRA a los Hombres que AMA el SEÑOR

Que si este año se atacó la Navidad más que el otro; que si esta vez menos escuelas la festejaron; que si este año el ayuntamiento prohibió el Belén; que si ahora vetaron los adornos cristianos en lugares públicos; que si se está despojando a la Navidad de su razón y sentido; que si… Sí, no es para hacer fiesta pero tampoco para hundirnos en la tristeza. 

“Ya para qué celebro la Navidad”, pensará alguno. El pesimismo es una actitud tentativa a elegir en estos casos, pero hay otra más noble y elevada: el optimismo, la actitud por la que el cristiano siempre debería optar.

No nos referimos al mero optimismo humano, al que se queda en la naturalidad de un temperamento. Vamos más allá, al optimismo cristiano, ese que ante las realidades difíciles no se arredra ni achicopala; ese que trasciende temperamentos y no conoce más frontera que la de la libertad del ser humano.

Esperanza es el nombre cristiano del optimismo: si el optimismo es nuestra acta de nacimiento, la esperanza es la de bautismo. ¿Y esto que tiene que ver con la Navidad? 

¡Todo! Porque Navidad, además de un periodo donde festejamos el cumpleaños del mero, mero, es también un estado del alma, una actitud de vida. Y como la vida se puede afrontar negativa o positivamente, con pesimismo o con optimismo, debemos aprender a vivirla como cristianos.

Solemos entristecernos a la primera. Vemos el cielo nublado y se nos olvida que detrás está el sol, que sólo hace falta atravesar las nubes, ir más allá de ellas. Y para eso es la vida, para eso es el optimismo cristiano. Nuestras vidas deben ser el gran motor de un avión que nos lleve a atravesar los cielos en búsqueda de esa luz que nos da alegría, serenidad y consuelo. 

Dependen de nosotros, de si queremos un motorcito de aviones vejestorios que nos pueden dejar a medio camino, que no nos garantizan alcanzar la plenitud de nuestra meta, o uno moderno que tiene la potencia y concede la seguridad de conseguir nuestro destino. 

Cada día fabricamos ese motor. La fe nos dice que arriba hay luz; la caridad que queremos lograrla; la esperanza que podemos conseguirla.


El optimismo cristiano nace de la conciencia de saber que Dios nació y puso su morada entre nosotros. Nace del hecho de que Dios quiere nacer no sólo cada año sino todos los días de la vida en nuestros corazones. ¡Si supiéramos lo que es bueno! Y ni nos pide mansiones, ni hoteles de primera clase, ni chalets en zonas residenciales exclusivas; sigue queriendo anidar en la humildad, en el silencio, en lo oculto. Únicamente pide un corazón dispuesto, un alma preparada, preñada del optimismo que de un ánima así se desprende.

Todos los días puede ser Navidad. Ahora que lo sabemos no podemos dejar pasar la oportunidad de aprovecharla. Con optimismo, con amor, con obras. Es tan fácil: reconciliarse con aquel con quien me enemisté, recordar los detalles hacia el esposo o esposa (como cuando eran novios), agradecer a los abuelos, manifestarles el cariño; si somos hijo, ofrecerse a cocinar la cena, estar disponible a ayudar en lo que se ofrezca…


Cristo nació y murió aparentemente como un fracasado. Y es que Dios aparenta arruinarse pero luego triunfa; sus “fracasos”, siempre son aparentes, son una oportunidad de probar nuestra fe, nuestra confianza en Él. Ahora que lo sabemos no podemos decepcionarle. El hecho de que se minusvalore la Navidad o que algunos la hayan empezado a vaciar de sentido no puede ser motivo para abandonarnos en la melancolía; ¡es la mejor oportunidad para demostrar con obras nuestro amor, para declararnos abiertamente cristianos! 

Un corazón que ha construido un Belén para Dios puede lograr esto y mucho más porque ya es de Cristo, porque está bañado por el optimismo cristiano.


A pocos días del nacimiento del Salvador, conviente prepararse para el gran acontecimiento. Como recordaba el Papa Benedicto XVI : «Que el Niños Jesús, al nacer entre nosotros, no nos encuentre distraídos o dedicados simplemente a decorar de luces nuestras casas. Decoremos más bien en nuestro espíritu y en nuestras familias una digna morada en la que Él se sienta acogido con fe y amor. Que nos ayuden la Virgen y san José a vivir el Misterio de la Navidad con una nueva maravilla y una serenidad pacificadora». 

La preparación exterior es reflejo de la preparación interior. Las fiestas son manifestaciones del gozo por el nacimiento del Salvador. Sólo así tendremos unas navidades completas y autenticamente felices.


¡Feliz Navidad!

sábado, 14 de diciembre de 2019

4 virtudes a conquistar en este Adviento. Empecemos con la templanza

La templanza es esa capacidad que nos permite experimentar la paz de espíritu

Por: Silvana Ramos | Fuente: Catholic-link.com




El Adviento es un tiempo de espera. Personalmente es una época que disfruto mucho, no necesariamente porque implica la celebración de la Navidad, sino porque es un tiempo de expectativa, de estar vigilantes, así como nos decía el Evangelio el domingo pasado.  
Estamos a la espera del Rey de reyes que nos trae la promesa de la vida y la felicidad eternas. Hemos sido invitados a participar en el más grande de los banquetes, somos unos simples invitados que para ingresar necesitan, en primer lugar, querer hacerlo y hacerse de un “vestido” apropiado: revestirse de Dios. En este sentido, las virtudes son un camino infalible para conseguir este “vestido” para presentarnos delante de Dios. Aprovechemos este Adviento para ir reflexionando y conquistando nuestra propia vida mediante las virtudes, hoy hablaremos de la templanza:

La Templanza

La templanza es una virtud de la que se habla poco y se sabe menos, sin embargo, es fundamental en nuestras vidas. «Es aquella fuerza interior que nos ayuda a ordenar nuestros estados de ánimo, de manera que se expresen con armonía, proporción y serenidad». Es esa capacidad que nos permite experimentar la paz de espíritu. Es una virtud que tiene que ver con el conocimiento y el dominio de uno mismo, lo que se irradia a los demás, creando un ambiente acogedor, templado, seguro y suave. Esta es una virtud que, para hacerla crecer, necesitamos relacionarnos con nosotros mismos, es ahí donde radica la dificultad. Aquí algunos consejos.

1. Empieza en la intimidad de la familia

Como todo aprendizaje, el mejor lugar para empezar a aprender es la familia. Son los padres los primeros en inculcar con el ejemplo las virtudes. Y en este sentido la templanza se evidenciará en el ambiente de seguridad, calma y afecto que se les de a los niños, así como en el trato cotidiano. El amor bueno y recto es el camino seguro hacia la templanza. Un camino donde el egoísmo no tiene cabida.

2. Aprecia la austeridad

En esta época del año la austeridad parece un concepto inexistente. Los regalos, las fiestas, los banquetes y los adornos están a la orden del día. Voltear la mirada hacia la austeridad puede parecer difícil, sin embargo, el ser austero implica mirar hacia adentro y hacerse la pregunta: ¿realmente necesito esto o es simplemente por el gusto de tenerlo o aparentar?

3. Aprende a moderar el gusto

Y esto tiene que ver con el punto anterior. Muchas veces, le hacemos más caso a lo que nos gusta que a lo que tenemos o necesitamos hacer. Recordemos que no porque nos guste hacerlo es necesariamente bueno. A veces, puede gustarnos algo que es nocivo para nosotros, yéndonos a un extremo, la adicción a las drogas ilustra muy bien a lo que me refiero. En lo cotidiano podemos tener ciertas “adicciones” que vencer. Empecemos con pequeñas renuncias como, por ejemplo, dejar de comer en exceso o solo lo que nos agrada, moderar la forma de vestirnos o estar excesivamente pendiente de ella, etc.

4. Protege y cultiva los momentos de silencio

Las nuevas tecnologías han traído muchos beneficios, pero hemos llegado al punto en que estamos constantemente conectados con ellas, recibiendo y enviando información de todo tipo, todo el tiempo. En esta situación, el silencio es el gran ausente.  Empezar a buscar espacios en los que aprendamos a hacer silencio es fundamental. La oración es buen momento para empezar.

5. Dale espacio a tu crecimiento espiritual

Y aquí no me refiero a estudios tipo las matemáticas o el cálculo, sino empezar a estudiar temas que te enriquezcan en tu crecimiento personal, tales como el arte, la música, los temas de fe y conocimiento personal. Conocer los distintos caminos espirituales del a Iglesia, las virtudes, la Palabra de Dios, etc., todo eso te ayudará para tener más claro tu propio camino de conversión y acercamiento al Señor.

6. Aprende a observar

La templanza es una virtud, que si bien, tiene que ver con la relación que uno tiene consigo mismo, nada tiene que ver con el egocentrismo y mucho menos con el egoísmo. Aprende a observarte y a observar a los demás desde una mirada compasiva y comprensiva de la realidad. Aprende a buscar en cada detalle concreto de tu vida, qué es lo que quiere Dios de ti.
Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos: Catholic-link.com

domingo, 8 de diciembre de 2019

INMACULADA CONCEPCIÓN 8 diciembre 2019




Inmaculada Concepción "Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles. "Dogma proclamado por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, en la Bula Ineffabilis Deus.

sábado, 30 de noviembre de 2019

¿Por qué Dios calla a veces?

El que Dios no nos dé siempre lo que le pedimos no quiere decir que no nos haya oído

Por: n/a | Fuente: PildorasDeFe.net




Cuenta una antigua Leyenda Noruega, acerca de un hombre llamado Haakon, quien cuidaba una capilla. A ella, acudía la gente a orar con mucha devoción. En esta capilla había una cruz muy antigua. Muchos acudían ahí para pedirle a Cristo algún milagro.


Un día el ermitaño Haakon quiso pedirle un favor. Lo impulsaba un sentimiento generoso. Se arrodillo ante la cruz y dijo:

    Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en la cruz.


Y se quedó fijo con la mirada puesta en la Efigie, como esperando la respuesta. El Señor abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras:
   
 Siervo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición.

    ¿Cual, Señor? preguntó con acento suplicante Haakon. ¿Es una condición difícil? 

¡Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor!
    
Escucha: suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de guardarte en silencio siempre.
   
 Haakon contestó: Te lo prometo, Señor.


Y se efectuó el cambio. Nadie pudo apreciar el trueque. Nadie reconoció al ermitaño, colgado con los clavos en la Cruz. El Señor ocupaba el puesto de Haakon. Y éste por largo tiempo cumplió el compromiso. A nadie dijo nada.


Un día, llegó un rico, después de haber orado, dejo allí olvidada su cartera. Haakon lo vio y calló. Tampoco dijo nada cuando un pobre, que vino dos horas después, se apropió de la cartera del rico. Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco después para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje. Pero en ese momento volvió a entrar el rico en busca de la bolsa. Al no hallarla, pensó que el muchacho que estaba orando se la había apropiado.


El rico se volvió al joven y le dijo iracundo: ¡Dame la bolsa que me has robado!. El joven sorprendido, replicó: ¡No he robado ninguna bolsa!. ¡No mientas, devuélvemela enseguida!. 


¡Le repito que no he cogido ninguna bolsa! afirmó el muchacho. El rico arremetió, furioso contra él.
 
Sonó entonces una voz fuerte: ¡Detente!


El rico miró hacia arriba y vió que la imagen le hablaba. Haakon, que no pudo permanecer 
 en silencio, gritó, defendió al joven, increpó al rico por la falsa acusación. El hombre quedó anonadado, perplejo, y salió de la capilla corriendo. El joven salió también estupefacto por lo que había visto y porque tenia prisa para emprender su viaje.


Cuando la capilla quedó a solas, Cristo se dirigió a su siervo y le dijo:

Baja de la Cruz. No sirves para ocupar mi puesto. No has sabido guardar silencio.

Señor, - dijo Haakon - ¿Como iba a permitir esa injusticia?.


Se cambiaron los oficios. Jesús ocupó la Cruz de nuevo y el ermitaño se quedó ante la Cruz. El Señor, siguió hablando:

Tu no sabias que al rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven mujer.

El pobre, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero, pues su familia estaba pasando por una hambruna terrible e hizo bien en llevárselo; en cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para él resultaría fatal. Ahora, hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y él ha perdido la vida. Tú no sabias nada. Yo si. Por eso callo. Y el Señor nuevamente guardó silencio.

Reflexión:

Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué razón Dios no nos contesta.? ¿Por qué se queda callado?.  Muchos de nosotros quisiéramos que Él nos respondiera lo que deseamos oír pero, Dios no es así. Dios nos responde aún con el silencio. Debemos aprender a escucharlo. Su Divino Silencio, son palabras destinadas a convencernos de que, El sabe lo que está haciendo. En su silencio nos dice con amor: ¡Confiad en mí, que se bie nl oque debo hacer!. ¿Estás dispuesto a hacer silencio en el Obrar de Dios en tu vida


¿Sabemos que es lo que más nos conviene cuando le pedimos "x" o "y" cosa a nuestro Señor Jesús?.

 ¿Somos algunos de nosotros de los que nos hemos retirado de la oración porque no hemos visto atendidas nuestras peticiones a la primera?. El que Dios no nos dé siempre lo que le pedimos no quiere decir que no nos haya oído. Además, querer que Dios ejecute nuestros deseos no sería pedir, sino mandar.


Y... ¿qué es lo que pedimos?

Casi siempre, lo mismo: que no tengamos enfermedades ni dolores, que venga a nosotros el éxito fácil, ese puesto de trabajo cómodo hasta la puerta de la casa, las soluciones rápidas a la hipoteca o a la crisis.


Dios deja que los acontecimientos sigan su curso porque de ellos se derivará un bien mayor para nosotros. Por ignorantes, por impulsivos pedimos piedras en lugar de pan. Jesús no da migajas sobrantes y caídas al suelo, sino el pan tierno y blanco de su amor y poder infinito.
Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos: PildorasDeFe.net

sábado, 23 de noviembre de 2019

¿Cómo es tener un hijo con síndrome de Down?




Un hijo con síndrome de Down no puede ser más que una bendición

Por: Nory Camargo | Fuente: catholic-link




¿Síndrome de Down? Tal vez esto es lo último en lo que piensa una madre cuando la prueba de embarazo sale positiva

 Incluso, cuando le entregan a su hijo recién nacido en brazos. Y aunque las reacciones y opiniones frente al tema sean bastante amplias, está claro que el corazón de una madre no conoce distinciones.


El video que les comparto a continuación ha sido producido por la marca de pañales Babysec de Chile. Nace como una campaña para demostrar que para que la inclusión sea real, hay que actuar. El video nos da un hermoso mensaje de lo que significa el amor para aquellos que se convierten en padres.



Como no amar al ser que ha crecido en mis entrañas

 Vamos a dejar de lado todo el tema del aborto y las mil y un razones por las que algunos dirían que frente a este tipo de noticia, un aborto es la «solución al problema». 

Nos centraremos en el conmovedor testimonio de estos padres, que con lágrimas en los ojos hablan de la inclusión.  

De lo importante que es actuar en vez de hablar, y dejar que las palabras se las lleve el viento.

¿Qué padre quiere ver a sus hijos sufrir?, ¿a qué madre no le partería el corazón que su hijo fuera rechazado? 

Que no tuviera amigos o que sea el foco de murmullos y miradas, no de admiración, sino de esa curiosidad e indiscreción que es capaz de lastimarnos hasta lo más profundo.


El amor de una madre o un padre, no se compara con nada. 

 Aunque lamentablemente hayan muchos casos en que alguno de los padres rechace la condición de su hijo, podríamos decir que la gran mayoría, ama y apoya a ese hijo desde el primer instante en que llega a sus vidas.


La forma del amor

Me gusta pensar en que el amor es ciego. No me refiero a ese amor ciego del que nos tildan como causa para aceptar el maltrato, el irrespeto o la violencia en una relación. 

Sino ese amor que proviene de Dios, el amor que no viene dosificado, ni digno solo para unos cuantos. 

Me gusta pensar que el amor no conoce raza, ni estrato, ni color, ni condición, es para todos, sin importar de dónde vengamos o quiénes seamos.

¿Por qué no sería digno del mismo amor un niño con síndrome de Down?, ¿por qué pensamos que merecen menos o que sus padres deben sentir pena? 

Al contrario, estos padres conocen un amor aún más grande, un amor con un cromosoma extra que lo cambia todo. Que lleva este concepto a otro nivel.

 
La transformación del corazón

Los hijos, vienen con esa increíble y maravillosa capacidad de sacar de nosotros, lo mejor. 

Convertirnos en padres nos demuestra que somos mucho más fuertes de lo que pensábamos. Aprendemos a combatir nuestros más grandes miedos e inseguridades. 

Porque el amor que ese hijo nos brinda, es tan inmenso, que es capaz de hacernos descubrir cualidades o fortalezas que jamás creímos poseer en nuestro interior.


La oscuridad ya no nos da miedo, los monstruos debajo de la cama ahora son cuento chino, las heridas y caídas se pueden curar con un buen beso o un abrazo, y las lágrimas se pueden cambiar por carcajadas en un abrir y cerrar de ojos.

 Un hijo con síndrome de Down no puede ser más que una bendición, igual a la que Dios le otorga a los millones de padres y madres que le dan el sí a la vida.


Es verdad que para los padres que tienen un hijo con síndrome de Down la vida no es tan sencilla. 

Para nadie la es, pero para ellos, todo se complica un poco más. Porque vivimos en un mundo que señala con el dedo, uno en el que hace mucha falta ser compasivo.  


El problema no es de los padres, ni de los niños, el problema es nuestro, al no luchar por la inclusión y hacerle ver a estos pequeños y sus papás, que tienen derecho al mismo trato.

Si eres padre o madre de un niño con síndrome de Down hoy me gustaría darte las gracias, no solo por traer a tu hijo al mundo, sino por amar a ese ser con todas las fuerzas de tu corazón. 

Por luchar por su felicidad y por limpiarte las lágrimas y seguir adelante aún cuando otros te han lastimado con sus comentarios.

sábado, 16 de noviembre de 2019

Los mil y un lenguajes para entender a los hijos

Estemos siempre en contacto con nuestros hijos porque sólo así lograremos comprenderlos y comunicarnos adecuadamente con ellos.

Por: Silvia del Valle | Fuente: Catholic.net



El fin de semana di un curso de comunicación en mi parroquia y al llegar al tema de los lenguajes me puse a reflexionar que las mamás también debemos ser expertas en lenguajes para poder comprender a nuestros hijos.

Cuando están recién nacidos, debemos aprender a entender el lenguaje del llanto y de los ruiditos.

Conforme van creciendo nuestros hijos debemos ir aprendiendo más lenguajes, como son el del silencio, el de los gestos, el de los berrinches, el de los abrazos y el de las caricias; y cuando ya están aún más grandes, el de los emojis y el de las tecnologías.

Es por eso que aquí te dejo mis 5Tips para lograr comprender y aprender los lenguajes que nuestros hijos usan.



PRIMERO. Observa y escucha a tus hijos.

La mejor forma de entender y comprender un lenguaje nuevo es escucharlo y observar lo que quiere decir cada palabra o seña.

Por eso debemos ir observando a nuestros hijos en sus diferentes etapas para comprender y llegar a hablar el mismo lenguaje que ellos.

Si no los hacemos, no puede haber un encuentro, no podemos relacionarnos y por lo mismo no puede haber comunicación.

No siempre es fácil, pero hay que afinar los sentidos para lograrlo.


SEGUNDO. Conoce el medio en el que se desarrollan.

Cuando nuestros hijos salen del ambiente familiar, es decir, van a la escuela, es necesario que conozcamos ese ambiente para comprender las modificaciones que pueden tener sus lenguajes.

Ya que lo que aprenden en la escuela y de la convivencia con otros niños afecta su comportamiento y su lenguaje cambia.

Otro factor de cambio es la tecnología a la que van teniendo acceso. Por eso también la debemos conocer.


TERCERO. Cuando van creciendo, pregúntales qué quieren decir con algunas actitudes o gestos.

Es preciso que hagamos un alto en el camino y que dialoguemos con nuestros hijos.

Muy seguido no podemos comprender que nos quieren decir por eso es bien importante preguntarles a ellos que quieren lograr con tal o cual actitud.

Así pondremos en común los términos y podremos dialogar, aún con las actitudes y gestos.


CUARTO. Descubre los patrones de comportamiento de tus hijos.

Una vez que los hemos observado y que hemos dialogado con ellos, ahora si podemos establecer sus patrones de comportamiento.

Esto nos ayudará a descubrir cuándo haya algún cambio que requiera atención.

También los patrones de comportamiento son una forma de lenguaje que debemos tener presente y estar atentos a cualquier cambio.

Un cambio pequeño en ellos es normal, pero un gran cambio es un síntoma de alerta que debemos atender de inmediato.


Y QUINTO. Déjate guiar por el lenguaje por excelencia que es el Amor.

Todo esto debe estar regido por el lenguaje que Dios nos ha dado, el lenguaje del amor.

El amor hace que los demás lenguajes sean entendibles para nosotras las mamás, es como el traductor maestro que nos permite intuir y adaptar nuestros sentidos para comprender los mil y un lenguaje a de nuestros hijos.

Dejémonos guiar por él y hagámosle caso a nuestra intuición.

Y estemos siempre en contacto con nuestros hijos porque sólo así lograremos comprenderlos y comunicarnos adecuadamente con ellos.


Dios te bendiga y la Santísima Virgen María te cubra con su manto.

sábado, 9 de noviembre de 2019

¿Hijos firmes o vulnerables?

Algunos consejos para formar la voluntad de nuestros hijos

Por: Lucía Legorreta de Cervantes | Fuente: yoinfluyo.com




Somos muchos los padres de familia preocupados por las influencias del ambiente sobre nuestros hijos. ¿Cuál es la diferencia entre aquellos que se mantienen en los principios y los que se dejan envolver por el ambiente?    


¿Qué es lo que hace que algunos sean firmes y otros vulnerables?

La diferencia está en la formación de la voluntad, y ésta se refleja en los diversos ámbitos de la vida.

Todos conocemos a personas que intentan dejar de fumar, cumplir la dieta, ser ordenados y empezar a leer.  Sin embargo, la dieta se rompe, el libro no se termina de leer y los malos hábitos vuelven a dominar.

Nos encontramos con el contraste de personas que “logran” lo que quieren con el simple hecho de proponérselo, mientras que otros, por más que lo intentan, no logran conseguir lo que se proponen.


Los hombres como seres racionales, estamos dotados de “voluntad”, pues somos libres y elegimos como actual. El problema surge cuando actuamos según lo que nuestros impulsos, deseos y pasiones nos presentan como apetecible.

La formación de la “voluntad” es un pilar fundamental de la educación de los hijos, pues en ella recae la capacidad de elegir lo que más conviene y de perseverar con dedicación y fortaleza para alcanzar metas e ideales.

“Solo quien es dueño de sí mismo es capaz de donarse a los demás en el amor y ser feliz”


¿Cómo formar la voluntad?

La voluntad se forma básicamente en la familia, en lo cotidiano, en la convivencia familiar.  

La forma en la que los padres viven y cómo motivan a los hijos influye significativamente en la formación de la voluntad.

En la vida diaria se presentan constantemente oportunidades para formarla, pero es importante saber que debe ser:


1. De manera oportuna, temprana, eficaz y preventiva, es decir, adecuada al momento y a las circunstancias del desarrollo del niño, progresiva y que estimule positivamente la elección de lo que está bien hecho.


2. Gradual y constante: deberá ir avanzando según el desarrollo y capacidad de cada hijo.  Cultivarla con el esfuerzo de cada día a través del trabajo constante.  La inconsistencia y la falta de perseverancia dificultarán el progreso y la madurez.


3. Con el ejemplo: los hijos aprenden de los padres el dominio de sí, la disciplina y la fuerza de voluntad: “las palabras jalan….el ejemplo arrastra”.


4. Motivada: la voluntad no se ejercita ni se motiva por el simple hecho de formarse, ni de dominarse, se forma para amar.   El ideal alto, pero las metas tangibles y alcanzables.
 
La motivación positiva da mejores resultados que la negativa, potencia las áreas de oportunidades y contribuye en la autoestima y el ánimo.

  
5. Personalizada: tener en cuenta los aspectos y diferencias individuales de cada hijo para adecuar los esfuerzos educativos y ayudar a cada uno a realizarse, a ser una persona libre y responsable.


Comparto contigo algunos consejos para formar la voluntad de nuestros hijos:


- Comunicar claramente lo que se espera y acompañarlo de un estímulo positivo.

- Que reciba la información en condiciones adecuadas.

- Asegurarse de que la procese correctamente.

- Exigir completar lo iniciado.  Por ejemplo: cuando decida inscribirse a alguna actividad extracurricular  (Futbol, música,), no permitirle salirse a medio año simplemente porque ya no le gusta o se aburre.   Explicarle la razón por la que debe permanecer, perseverar y completar lo elegido.

- Proceder siempre con método y previsión sin dejarse llevar por la inspiración o la debilidad del momento.

- Poner especial atención en los detalles.  Por ejemplo: al hacer la tarea, motivarlo para que la haga lo mejor posible, cuidando la letra y la limpieza, y dedicándole tiempo necesario para hacer un buen trabajo.

- Evitar ceder a la vida llena de comodidades y optar por la austeridad de vida, aún en cosas pequeñas y triviales.

- Hacer las cosas con determinación, sin dejarlas para después.

- Mantener la palabra dada.  No retractarse con facilidad.

- Exigir en los pequeños detalles que requieren esfuerzo, como cuidar el orden en casa y en la escuela, la puntualidad.


La formación de la voluntad es tarea primordial de los padres al educar a sus hijos.  Con una voluntad firme serán dueños de sí mismos, libres y capaces de realizarse y alcanzar la felicidad.  

Esto los distinguirá entre ser personas  “firmes” o ser “vulnerables

sábado, 2 de noviembre de 2019

No tengas miedo de envejecer

No le tengamos miedo a envejecer, vivamos plenamente, disfrutando de nuestra familia y amigos.

Por: Mónica Muñoz | Fuente: Catholic.net




Dicen que los treintas son los nuevos veintes, refiriéndose a que la gente no envejece igual que hace setenta años. Para comprobarlo, basta con darle un vistazo a las películas de la época de oro del cine mexicano para entenderlo claramente: los actores y actrices que comenzaron la historia del séptimo arte en nuestro país, se caracterizaban como adultos maduros en plena juventud, para aparentar ser personas de cincuenta o sesenta años, que, en esos tiempos, ya se consideraban respetables ancianos. Y qué decir de los jóvenes: con su forma de vestir y expresarse, representarían cincuenta años actuales contra los veinte que en realidad tenían. Cómo han cambiado las cosas.


Además, ocurre algo muy gracioso con las mujeres: creemos que si nos dicen: “señora”, tenemos que brincar ofendidas, porque relacionamos el término con la edad, como si calificaran nuestro estado civil o peor, nuestro aspecto, el cual es impecable en nuestros treintas y cuarentas o más. Bueno, es todo un espectáculo observar las reacciones de las aludidas cuando oyen la temida palabra, sin embargo, llama la atención que nos resistimos a aceptar el paso del tiempo, como si fuese una maldición, y no hay nada más lejano a la realidad.


Por ello no es extraño observar los gimnasios llenos de personas adultas intentando mantenerse en forma o haciéndose infinidad de tratamientos para alisar las arrugas y quitar las canas, algunos más extremos hasta recurren a las cirugías, además se visten casi igual que sus hijos. Y no es un comportamiento exclusivo de las mujeres, infinidad de hombres entran en la misma dinámica.


En fin, que no hay límites para la imaginación, si el presupuesto lo permite, para intentar desesperadamente detener el tiempo. ¡Ah! Y ya hasta tiene nombre, le llaman “midorexia”.


Y no digo que esté mal tratar de verse bien, es muy bueno para la salud hacer ejercicio, además, conservar un estilo de vida juvenil mantiene la autoestima alta, sólo comento que es un fenómeno curioso que nos está tocando vivir y que es cada vez más frecuente en todos los ambientes y niveles de nuestro México.


Quizá tenga que ver con el aumento de esperanza de vida, lo cual me alegra mucho, porque, según el INEGI, en 1930, las personas vivían en promedio 34 años. Para 2018, el promedio era de 76 años. Sin embargo, estos índices son menores a los del resto de los países que pertenecen a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), donde el promedio es de 81 años. Las causas de este descenso fueron recogidas en el boletín 848 de la UAM, aportadas por la Dra. Carmen Zúñiga Trejo, investigadora de la Unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y son la desigualdad en el ingreso, la falta de acceso a los servicios de vivienda y salud y al mal funcionamiento de las instituciones públicas.


En el mismo boletín, la investigadora añade que los mexicanos presentan graves problemáticas en materia de violencia y salud, derivadas de las condiciones de inequidad social, disminuyendo de manera significativa la calidad de vida por el clima de inseguridad y el incremento de enfermedades características de la pobreza como obesidad, diabetes, cáncer y enfermedades isquémicas (Falta de suministro de sangre en alguna parte del cuerpo). (UAM, 2018).


Estas cifras nos deben alertar respecto a la realidad de nuestro país, donde existen personas que apenas tienen dinero para subsistir, lo que debería motivarnos a ser más solidarios, apoyando en lo que podamos a las instituciones y grupos que se dedican a ayudarlos.


Pero regresando al tema que motivó esta reflexión, envejecer es parte del proceso natural de la vida humana. Nacemos, nos desarrollamos, nos reproducimos y, finalmente, morimos. 

Dice el salmo 89 que si uno vive 70 años y el más robusto hasta 80, la mayor parte son fatiga inútil porque pasan aprisa y vuelan. (Sal 89,10). Y es verdad, todos recordamos nuestra infancia, adolescencia y juventud como si hubiera sido ayer, porque hubo acontecimientos que marcaron cada época.


Además, al menos en mi caso, no me gustaría repetir ninguna etapa, me siento muy bien con quien soy actualmente, creo que he llegado hasta aquí porque Dios lo ha querido, así que para mí, cada día que amanezco, representa una nueva oportunidad para hacer algo bueno con mi vida. Y creo también que es importante aprender a desprenderse de objetos y hasta de personas, porque, inevitablemente, nos separaremos de ellos en algún punto del camino.

Por eso, no le tengamos miedo a envejecer, vivamos plenamente, disfrutando de nuestra familia y amigos, dando valor a lo que verdaderamente lo merece y compartiendo lo que tenemos porque, al final de la jornada, por todo eso habrá valido la pena haber venido a este mundo.


¡Que tengan una excelente semana!



Referencias
UAM. (3 de diciembre de 2018). Boletines UAM. Recuperado el 8 de Septiembre de 2019, de Boletines UAM: http://www.comunicacionsocial.uam.mx/boletinesuam/848-18.html

sábado, 26 de octubre de 2019

¿Qué nos grita Dios en sus silencios?




Tengo que aprender a creer en Él, incluso cuando calla


Por: Silvia Ordoñez | Fuente: Catholic-link.com




A lo largo de la historia de la humanidad y en muchos relatos de la Biblia, el hombre ha pasado por duras batallas y largas caminatas por desiertos aparentemente interminables. Es decir, el sufrimiento y la sensación de pérdida siempre han estado presentes. En la vida de cada uno de nosotros también se nos manifiestan, en alguna etapa con mayor intensidad, estas tempestades en las que sentimos que nos ahogamos o nos perdemos sin escapatoria.


Me gusta este video porque nos hace ver que no somos los únicos que pasamos por estos momentos difíciles en los que nos sentimos atrapados dentro de un laberinto sin salida en el que muchas veces nos golpeamos contra las paredes en intentos fallidos por salir con nuestras propias fuerzas. Pero, la pregunta es: ¿qué podemos hacer ante esta situación?


1. Aceptar lo que nos está sucediendo   

El primer paso para superar estas situaciones complejas por las que pasamos es aceptarlo y buscar ayuda en Dios y en los demás. Pensemos que muchas personas (incluyendo la chica del video y yo) hemos pasado por estas adversidades. Es por eso que Jesús, al hacerse partícipe de nuestra condición humana, pudo entender mejor nuestros sufrimientos y tuvo que pasar por lo mismo que nosotros: decepciones, traiciones, blasfemias, e incluso la muerte en la Cruz.


2. Hablar con Dios     

Es bueno que le expresemos a Dios cómo nos estamos sintiendo, que le expliquemos que estamos abrumados y no encontramos su presencia. El mismo Jesús llegó a sentirse de esa manera y en la oración en el Huerto de los Olivos expresó su miedo diciendo: «¡Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz! Pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Lc 22, 42) y cerca de la hora de su muerte exclamó: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27, 45-46). Pero su arma más poderosa para el combate de estas tribulaciones fue la oración, así que, siguiendo su ejemplo, oremos mucho, hablemos con Él y contémosle lo que pensamos y cómo nos sentimos.



3. Escuchar a Dios

Así como hablamos con Dios y le pedimos cosas, quizás sea un buen momento para empezar a preguntarnos: ¿qué es lo que Él quiere de mí? A veces sentimos que lo único que viene de Dios son silencios y que no nos ayuda a encontrar respuestas, le rogamos señales y nos quejamos; pero seguramente somos nosotros quienes, al estar tan enfocados en lo que queremos, tapamos nuestros oídos ante los pedidos de Dios y la misión que se nos ha confiado. A través de esa misión, Jesús busca que seamos felices, pero solamente lo lograremos amando también nuestra Cruz.   


4. Vivir con esperanza y humildad

Para poder llevar a cabo aquello que Dios nos pide debemos cultivar dos virtudes principales: la esperanza y la humildad. Se debe ser humildes para aceptar los pedidos del Señor y no perder la esperanza, que como la define el Papa Francisco: «Es tener la certeza de que yo estoy en camino hacia algo que es y no lo que yo quiero que sea». Esa espera «significa e implica un corazón humilde, pobre».  Solo manteniéndonos en la esperanza y perseverando con humildad, será más fácil ampliar nuestros horizontes y volver a soñar.   

  

5. Tener verdadera confianza en Él

Cuando nos sentimos abandonados por todos, sin esperanza de encontrar algo mejor, es cuando más difícil se nos hace creer y entender qué es lo que Dios quiere para nosotros o qué espera que hagamos.  En este punto, San Josemaría Escrivá, nos propone vivir un camino que él llama “infancia espiritual”, que implica volvernos con Dios como un niño de 2 años que se abandona completamente en las manos de sus padres. Afirma: «siendo niños no tendréis penas: los niños olvidan en seguida los disgustos para volver a sus juegos ordinarios. Por eso, con el abandono, no habréis de preocuparos, ya que descansaréis en el Padre» (Camino, San Josemaría Escrivá, 864).
Si sientes que estás atravesando por un árido desierto o una tormenta torrencial, recuerda que «a veces Dios permite desiertos para enseñarnos, para formarnos y hacernos crecer. Y es en esos desiertos más oscuros dónde terminamos entendiendo más de Él. Dónde terminamos sintiendo su calma, aún en medio de cualquier tempestad. Búscalo, espera y cree. Él está».
Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos: Ir al artículo en Catholic-link.com