sábado, 9 de abril de 2016

Una televisión le encargó unos reportajes sobre el Papa, ella se apuntó a catequesis... y se bautizó


Chou Yong-Mei es madre de familia y presentadora de numerosos programas de televisión en Taiwán entre los que destaca el popular Oh my God. Lleva más de 20 años trabajando en televisión.

El Kuangchi Program Service de Taiwán la llamó para trabajar en una famosa campaña publicitaria sobre los valores de la sociedad y de la democracia taiwanesa en enero de 2014. Y después le encargaron un documental sobre el Papa Francisco. Ella no sabía nada de la Iglesia Católica y se apuntó a unas clases de catequesis para entender mejor el tema. Allí descubrió a Cristo y la fe. Y así se bautizó en la pasada Vigilia Pascual.

Un encargo profesional: entender a Francisco
 

Todo empezó con un encargo televisivo. "Contactaron conmigo para presentar un nuevo proyecto, una serie de videos de siete minutos de duración sobre el Papa Francisco".

Yong-Mei empezó a estudiar sobre el tema, a leer los mensajes del Pontífice, su biografía y a escuchar algunos de sus mensajes. "Enseguida entendí que no se podía hacer algo resumido, por eso pedí al presidente de la cadena poder proyectar un programa serio con capítulos que tuvieran media hora de duración cada uno”, explica la periodista.

Los contenidos del Papa Francisco eran demasiado importantes y debían ser presentados íntegros, con ejemplos vividos por personas reales en la vida real. Así que debía informarme y actualizarme, puesto que además no era católica".

De este modo, para poder acercarse más a su nuevo proyecto y conocer a la comunidad católica, Yong-Mei decidió apuntarse a catequesis "para entender cómo funciona todo".

Días de convivencia
 

Cuando llegó a sus primeras catequesis Chou conoció a sus primeros católicos "de cerca".

“Cuando me encontré con personas reales, de carne y hueso en la comunidad católica, vi su dedicación y la fuerza de su fe. Me impresionó la cantidad y la calidad de los miembros de la comunidad”, cuenta Yong-Mei en un testimonio para la agencia de noticias Asia News.

Desde que inició su convivencia con la comunidad católica, Yong-Mei comenzó a asociar lo que había leído sobre el Papa Francisco a hechos cotidianos y problemas reales.

"Desde el comienzo, desde el guión del primer capítulo siempre he pensado: ´¿a qué me recuerda esta frase del Papa?, ¿a qué personas se refiere esta homilía suya?, ¿o este mensaje suyo?... Quizás a un estudiante con dificultades, o tal vez a una joven madre soltera.´ Y así he ido haciendo mis investigaciones en diferentes comunidades parroquiales y he hecho elecciones precisas”, explica.

Más cerca de los que sufren
 

Desde el inicio, el equipo decidió focalizar su trabajo en las comunidades católicas, centrado en lo referente a la atención de los necesitados y en el compromiso de muchos fieles y religiosos que son “desconocidos” para los medios.

"Nos concentramos en las realidades más periféricas, en las aldeas y en las zonas rurales de Taiwán, en los lugares que no aparecen en primera plana. Cuanto más los filmábamos, más nos apasionábamos por este programa”, trasmite Yong-Mei.

Entre tanta pobreza y sufrimiento, el equipo de grabación quiso empezar la serie con un mensaje de alegría para las personas marginadas. "Fuimos a filmar una comunidad de monjas que trabajan en el área de los aborígenes. Las monjitas hacen espectáculos musicales muy atractivos: tocan grandes tambores en el escenario, todo lleno de energía".

"No sólo filmamos el espectáculo, también registramos los beneficiarios de su trabajo entre los más desfavorecidos. Encontrar esta energía entre los que trabajan por los marginados me impresionó mucho", recuerda.

Y el colofón final... el bautismo
 

Yong-Mei dice que hay experiencias que le han marcado especialmente, como ver el testimonio de muchos católicos que caminan juntos para resolver los problemas reales de la vida cotidiana, el trabajo y la familia.

"Desde entonces, el hecho de participar en las catequesis no sólo está ligado con el fin de encontrar información, se ha convertido en una forma de vida. Desde que viajé con el equipo, entiendo la razón del programa de televisión y las clases de catecismo y ahora quiero ofrecer mi energía en beneficio de la sociedad".

A partir de ese momento "me convencí de que tenía que pedir el bautismo. Lo decidí de inmediato porque me di cuenta de que los cristianos saben acompañar en la vida real, que entienden las dificultades de las personas".

En la Vigilia Pascual de Taiwán, Yong-Mei decidió iniciar su vida en la fe católica. El bautismo, explica, ha sido la fuerza que le faltaba para dar el paso definitivo. "He acabado de ver esta fuerza que viene de la elección de la fe, y que es la base de la misión, en mi caso en los medios de comunicación".

"¡Oh, Dios mío!": una serie especial

 
Cuando se eligió al elenco de la serie, Chou se centró en la forma que los actores tenían de mostrar la alegría interior y exterior.

"En los capítulos no ponemos en el aire al Papa Francisco para venerarlo, así como no seguimos fieles, monjas o sacerdotes para convertirlos en héroes, sino que se presenta la obra de toda una comunidad con el apoyo de grandes ideales de la vida común, atentos a los problemas de todos los días. Me parece que es el espíritu del Papa Francisco", cuenta.

Del reflejo del espíritu del Papa Francisco en la vida común viene el título: ¡Oh, Dios mío!, que fue elegido acorde a este clima de cercanía a la realidad usando una frase informal que repetimos a menudo en contextos diferentes: "o bien cuando estamos cansados de algo o inquietos por algo especial en la vida", dice Yong-Mei.

El objetivo es llegar al público joven, que se sientan identificados con las dificultades diarias. Por eso, se eligieron dos presentadores jóvenes que saben reír y alegrarse presentando "contenidos profundos".

Yong-Mei está tan emocionada con su nueva vida que desea transmitir toda su alegría a través de la serie. "Estoy segura de que los que vean el programa se sentirán tocados por su contenido, como he sido tocada yo".

El programa sobre el Papa y Taiwán, titulado ¡Oh Dios mío! (que durará un año, con pautas semanales), comenzará su emisión por el canal Dong Feng (Azio TV) la noche del sábado 16 de abril.




6 abril 2016

sábado, 2 de abril de 2016

La Resurrección de Cristo 2016




Día 27 Domingo de Pascua de Resurrección

En distintos momentos advierte Jesús que aceptar su doctrina reclama la virtud de la fe por parte de sus discípulos. Lo recuerda de modo especial a sus Apóstoles; a aquellos que escogió para que, siguiéndole más de cerca todos los días, vivieran para difundir su doctrina. Serían responsables de esa tarea, de modo especial, a partir de su Ascensión a los cielos, a partir del momento en que ya no le vería la gente, ni ellos contarían con su presencia física, ni con sus palabras, ni con la fuerza persuasiva de sus milagros. Metidos de lleno en la Pascua –tiempo de alegría porque consideramos la vida gloriosa a la que Dios nos ha destinado–, meditamos en la virtud de la fe, le decimos al Señor como los Apóstoles: auméntanos la fe: concédenos un convencimiento firme, inmutable de tu presencia entre nosotros y, por ello, de tu victoria, por el auxilio que nos has prometido. Que nos apoyemos en tu palabra, Señor, ya que son las tuyas palabras de vida eterna. Así lo declaró Pedro, cabeza de los Apóstoles, cuando bastantes dudaron y se alejaron: ¿A quién iremos? –afirmó, en cambio, el Príncipe de los Apóstoles– Tú tienes palabras de vida eterna. A poco de haber convivido con Jesús, todos comprendían que merecía un asentimiento de fe. Si tuvierais fe... Creed..., les animaba el Señor. Era necesario, sin embargo, afirmar su enseñanza expresamente, recordarla y establecerla como criterio básico de comportamiento. Era fundamental tener muy claro que si podían estar seguros, al declarar su doctrina infalible e inefable, era por ser doctrina de Jesucristo: el Hijo de Dios encarnado. Todos fueron testigos de los mismos milagros y escucharon las mismas palabras, con idéntica autoridad, con el mismo afán de entrega por todos; y, sin embargo, solamente Pedro es capaz de confesar expresamente la fe que Jesús merece: ¿A quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna, declara el Apóstol y Jesús confirma. Y lo que es de Dios, es para siempre: el Cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán, nos aseguró.