sábado, 26 de enero de 2013

Extasiarse, leer y venerar a santa Hildegarda de Bingen II

Crece la difusión de los conocimientos de la nueva doctora de la Iglesia (II)

Por Jose Antonio Varela Vidal

ROMA, domingo 9 diciembre 2012 (ZENIT.org).-

En un primer artículo, hemos compartido algunos aspectos poco conocidos de santa Hildegarda de Bingen OSB, como fueron sus cualidades para la música, sus dotes culinarios y un conocimiento acertado de la medicina tradicional (cf.www.zenit.org/article-43723?l=spanish).
Con estas aptitudes demostró que, si bien la armonía del hombre con Dios tiene en el estado de gracia su culmen, existe ya en la naturaleza y en la inspiración –-por ejemplo la música--, un camino por recorrer que no solo asegura ese equilibrio, sino que podría ser ya una prefiguracion de la armonía perfecta a la que tiende el alma humana.
Sin embargo, lo que mejor puede llevarnos al pensamiento y sabiduría de esta santa abadesa del siglo XII, proclamada tambien doctora de la Iglesia por el papa Benedicto XVI, son sus escritos místicos. Aunque sea para muchos una gran empresa leerlos en su lengua original –-el alemán, otros en latín--, hay obras traducidas que permitirán entender y gustar de esta también “pobre pía”, como le gustaba llamarse…

Extasiarse con la obra

En un encuentro en la ciudad de Roma, conocimos mejor el pensamiento de Hildegarda de Bingen a través de la profunda y a la vez clarísima explicación que dio la doctora Lucía Tancredi, quien ha escrito una biografía novelada de la abadesa contada para el lector de hoy, disponible en italiano (cf. ‘Ildegarda, la potenza e la grazia’, Ed.Città Nuova, Roma, 2012), y con quien pudimos conversar unos minutos.
Terminada la velada y ya ambos disfrutando de particulares galletas de jengibre y una taza de agua de hierbas mixtas, preparadas todas con la receta de la santa, la primera pregunta surgió como espontánea: ¿cómo acercarse a la lectura de una mística como Hildegarda?
“La clave de lectura más interesante es la felicidad”. Y sí, bastaba ver a todos alrededor de las mesas para entenderlo; era un momento de alegría sana y de satisfacción al haber disfrutado de algunas recetas guardadas por siglos como un tesoro por la Iglesia, tal como se conservaron los textos de Hildegarda, evitando que se destruyeran por los desentendidos de la época.
Esto es comprensible hoy, porque la doctora de la Iglesia rompió los moldes de la reclusión medieval, y de la negación de todo lo que “distrajera” al alma. Según nos confirma la doctora Tancredi, nuestra mística tenía “un extraordinario talento por la felicidad y odiaba la espiritualidad misma entendida como mortificación del corazón, o el ayuno, que para ella más bien era uno de los pecados del orgullo”.
¿Entonces qué otro camino planteaba la monja alemana? Para Hildegarda, explica feliz la doctora Tancredi, “el mejor modo de acercarse a Dios era reconocer la belleza de lo creado, y que para acceder a Dios, se debía estar en buena salud, porque el cuerpo que se nos ha donado es perfecto y debemos conservarlo hasta la muerte, en el mejor modo posible”.
Nos explicó también que la modernidad de Hildegarda fue aceptar poco a poco sus visiones, y no tener miedo de su potencial, muy al contrario de lo que se les pedía a las mujeres de la época, que debían contenerse a menudo. “Las luces que veía en sus visiones le sugerían hacer cosas, como podía ser construir su propio monasterio, que antes era una competencia de los hombres”.
Una de sus visiones fue la montaña de Bingen, por lo que lleva a sus monjas y construye allí entre todos el monasterio. Así, sola, desde un punto de partida que Dios le había “revelado”, establece su propia regla, una de las cuales era no vestirse más de negro…
¿Entonces no usaban hábito?, nos entró la duda… “En sus visiones veía a sus monjas vestidas de blanco y de verde, en una clara atencion a la naturaleza; les enseñaba a no avergonzarse de su belleza o juventud, a no cortarse el cabello, les enseñaba a danzar, a cantar, a estudiar e iban así por el bosque rezando”.

Leer a la doctora

La rigidez de la época no impidió que siguiera “obedeciendo” a las visiones interiores y escribiera sobre esa relacion íntima que aseguraba tener con el mismo Dios. Su primera obra, el Sci vias (Conoce la vía) es rechazada por los eruditos, pero esto no impide que se la envíe a san Bernardo de Claraval, quien le da el “placet” y se la hace llegar hasta el mismo papa Honorio II, quien de este modo pudo conocer esta obra.
Dado que sus escritos comenzaron a circular, muchos la llamaron. Salió con permiso del monasterio y empezó a viajar por todo el imperio para predicar y explicar sus teorías; se dice que llegó hasta el norte de Inglaterra. Es célebre su encuentro con Federico Barbarroja, a quien amonestaría por su posición en contra del papa.
¿Y en que centra su teología mística? Según nos cuenta la doctora Tancredi, la teología de Hildegarda tiene como fundamento al hombre y el cosmos, “donde el hombre es el todo y tiende a la unidad en el microcosmos y en el macrocosmos; esto es lo que conduce a la unidad simbólica para evitar así la dispersión, que es la esencia diabólica”.
Por lo tanto, la armonía no solo está en las grandes visiones, “sino en lo simple, como es recoger una flor, una hierba medicinal, preparar las semillas para las curaciones, o componer música y cantar, ya que donde está todo eso, permanece el símbolo y la unidad”. Es así que para Hildegarda de Bingen, al hombre le ayuda a vivir en gracia cuando recupera su unidad cantando, danzando, cuidando su cuerpo, caminando por el bosque, estudiando bien…

Admirada por los papas

Si bien en su época consiguió que el mismo papa resaltara su obra, lo que llevó a que fuera tomada en cuenta también por el Sínodo de Treviri de 1147, la actual doctora de la Iglesia nació y escribió cuando era su momento. Porque según Tancredi, “si hubiera vivido un siglo más tarde, habría sido quemada como bruja”.
Su camino a los altares tampoco fue fácil, porque como nos ilustra la investigadora, “cuando muere es proclamada santa por aclamación, pero esto ya no funcionaba, por lo que su obra fue enviada a Roma, en un periodo en que la Iglesia y el papa estaban en Aviñón. Esto hizo que el proceso se dispersara –-o fuera sabiamente escondido--, hasta muchos años después”.
Poco a poco, su obra se fue descubriendo, especialmente sus escritos místicos, como el Liber Vitae Meritorum (sobre los méritos de la Vida) o el Sci vias. Otros se perdieron, pero algunos se han recuperado e impreso desde hace poco tiempo, como el Causae et curae o Liber compositae medicinae, en el que ella habla con gran apertura y modernidad de aspectos como la sexualidad. Para Lucía Tancredi, en estos años más maduros, “necesitamos de la obra de Hildegarda, porque hemos traicionado nuestra unidad con la naturaleza, la unidad con nuestro cuerpo, con Dios”.
Y no quisimos finalizar sin preguntarle qué ha sido lo que conmovió al papa Benedicto XVI para “rescatarla” nueve siglos después y proclamarla “Doctora de la Iglesia Universal”… Y nos responde con la seguridad de una estudiosa que agradece el acierto del santo padre: “Hay un aspecto, y es que él es músico y admira la extraordinaria música de Hildegarda. También porque la comprende como una gran santa, una gran científica, una mujer con muchas facetas, una suerte de Leonardo da Vinci ante litteram; es alguien muy cercana a la espiritualidad del papa”.
Y terminado este recorrido con la monja alemana --de la que hoy se apropian todos gracias a sus escritos, su música, los remedios y recetas de ayer y de hoy--, recordamos algo que se dijo en el conversatorio: “Para Hildegarda no solo nos curamos comiendo, sino participamos de la gracia de Dios comiendo”.
Ante esta necesidad, también nosotros alargamos la mano y cogimos otras galletas “bio” para el camino de regreso a casa. Mientras dejábamos atrás un contexto, una atmósfera, un estilo…

sábado, 19 de enero de 2013

Una religiosa que descubrió su vocación en YouTube, protagonista de la revista Marie Claire

Tiene 26 años, vive en un monasterio dominico con otras 15 monjas y en un año profesará votos solemnes... Su historia ha impactado en el mundo de la moda. 


«Imagínate que tienes 26 años y vives con otras quince mujeres como tú. No puedes dejar la casa en donde estás, no puedes tener sexo, te levantas a las 5:20 de la mañana y sólo puedes hablar dos veces al día». Así comienza el artículo que la revista de moda Marie Claire de Sudáfrica en su versión de agosto de 2012 dedicó a a la joven Lauren Franko.

Aunque, todo hay que decirlo, hoy Lauren ya no usa ese nombre, sino que se hace llamar Hermana María Teresa del Sagrado Corazón. Sí, han deducido bien: Lauren es religiosa.

Su historia vocacional en una revista de moda

        Con mejillas coloradas y una sonrisa contagiosa, Lauren cuenta su historia vocacional a la revista. Lo hace con naturalidad y sinceridad, con alegría y soltura. Tanto que la entrevistadora no duda en describirla como «una persona con una mente brillante y un gran sentido del humor».

        ¿Y cómo es que llegó a hacerse monja? Lauren cuenta que siempre quiso serlo, pero que se dio cuenta que no siempre era bien aceptada en su niñez cuando decía que lo que ella quería ser de grande era religiosa. «Así que cuando un día en el colegio nos pidieron que nos vistiéramos de lo que quisiéramos ser de adultos yo salí vestida de ganadero».

Dejó la Iglesia y probó con otras religiones

        Luego llegó la adolescencia y Lauren se desbocó. Dejó la Iglesia y probó con otras religiones. En realidad probó de todo: «Pensaba que era algo normal y que me haría feliz. Pero en realidad me dejó vacía. Nuestra sociedad nunca te dice: "Si esto no funciona, prueba con Dios"».


Regreso a la Iglesia católica

        Hastiada de su vacío, regresó a la Iglesia Católica. En la universidad renovó su oración y, aunque seguía teniendo novio, el deseo de ser monja regresó a su corazón. No obstante, creía que por lo que había vivido en su adolescencia no podría serlo; y eso le traía mucha tristeza. 

YouTube y una canción

        «Una noche, en mi cuarto, comencé a rezar. Pero también quería escuchar mi canción favorita. Tomé los audífonos, me metí a YouTube y puse la canción. Pero en vez de escuchar la canción, escuché las palabras: "¿Quieres casarte conmigo?". Inmediatamente apagué la música y le dije "sí" a Dios. En cierta manera, ya había hecho la decisión, pero esto me lo confirmó».


Incompresión a su alrededor

        La reacción de su entorno fue tremenda: sus padres se enfadaron con ella, sus amigas quisieron chantajearla diciéndole que perdería su libertad y entraría en un ambiente patriarcal que la esclavizaría. Pero nada de esto frenó la decisión de Lauren y entró al monasterio dominico en Summit, New Jersey (EEUU), con veinte años de edad.


Admiración de la reportera

        La pregunta ahora es sencilla: ¿cómo trata una revista de moda como Marie Claire la vida de una joven de veinte años dentro de las cuatro paredes del monasterio? La respuesta es sencilla: con admiración. Basta leer el artículo y repasar cómo describe las oraciones, el trabajo manual, el silencio que viven durante el día (incluyendo en las comidas), las penitencias que llevan a cabo por el mundo, incluyendo la vida de castidad.

        «La dificultad –comenta esto último la ahora Hermana María Teresa– no radica tanto en renunciar a la actividad sexual, sino en renunciar a la cercanía de una relación matrimonial. Yo he renunciado voluntariamente a la posibilidad de tener un marido con el cual caminar en la vida, con el cual compartir las alegrías y tristezas, he renunciado a abrazar y a ser abrazada. Y es difícil, sobre todo en esos momentos en los que Dios parece que está lejano».

Sexualidad y celibato

        Pero no todo es renuncia: «La sexualidad es algo que debe ser valorado y así lo veo. El vacío que esta falta de relación deja se lleva a cabo justamente para darle espacio a Dios. Porque aunque este vacío puede ser difícil, es también mi grande gozo. ¡Estoy profundamente enamorada de Dios! Y siendo monja puedo amar de la manera más radical posible: renunciando a todo por mi Amado. Esta relación es mucho más intensa de lo que cualquier relación humana puede ser. Sí, tengo un esposo: Dios».


La familia y la vocación

        Con el paso del tiempo, su familia ha aceptado la vocación de Lauren y la visitan una vez al mes. Y aunque sigue siendo difícil -«echo de menos ir a la tienda o ir a misa con mi mamá», comenta Lauren- la sonrisa no se le escapa del rostro. De hecho, en un año profesará sus votos solemnes... ¡y no tiene miedo ante lo que se le presenta!


Sellar un matrimonio con Dios

        «Al hacer esto, renunciaré a mi capacidad de poseer algo; estaré atada hasta mi muerte. He pensado mucho en este paso y estoy segura de ello». Y así sellará ese matrimonio con Dios tan anhelado por ella: un matrimonio que admira incluso a revistas como Marie Claire y que tuvo su primer chispazo una tarde, mientras escuchaba en YouTube su canción favorita. 


Juan Antonio Ruiz religionenlibertad.com


sábado, 5 de enero de 2013

La Nobel que se consideraba «agnóstica creyente» y creía que la religión es «creer en el bien»

Fue la primera mujer en ser admitida en la Pontificia Academia de las Ciencias. De origen judío, sufrió persecución y fue amiga de tres Papas. Falleció el 30 de diciembre de 2012. 


 Científica, escritora y dueña de una arrolladora personalidad, Rita Levi Montalcini ha sido sin duda una mujer comprometida y perseverante en sus ideales.         Cuando el pasado 30 de diciembre fallecía en Roma a los 103 años de edad, la Santa Sede mostraba también su pesar por la pérdida de la célebre investigadora a través de su portavoz, Federico Lombardi, que se refirió a ella como “una figura eminente, no solo por sus altos méritos científicos, sino también por su compromiso civil y moral que la convirtieron en una inspiración para la comunidad italiana e internacional”. 

La religión del bien

        Nacida en Turín, en el seno de una familia judía, Rita Levi se consideró siempre atea, pero el suyo ha sido un ateísmo sui generis. Afirmaba creer en el mismo Dios en el que creían Einstein y Spinoza, una creencia basada siempre en sólidos principios éticos, con los que fue siempre coherente.

        “Aún declarándome laica o mejor, agnóstica y librepensadora, envidio a quien tiene fe y me considero profundamente “creyente” si por religión se entiende creer en el bien y en el comportamiento ético: si no se persiguen estos principios, la vida no merece la pena ser vivida”, explicaba en una entrevista en el año 2006.

Mujer pionera y Nobel de Medicina

        Desde muy joven decidió entregar su vida a la Ciencia, en concreto al estudio de la neurobiología, y en 1986 recibió el premio Nobel de Medicina por su descubrimiento del llamado Factor de Crecimiento Nervioso, gracias al cual se demuestra que el cerebro puede “regenerarse”, un descubrimiento clave para la prevención del Alzheimer.

        Miembro de las más prestigiosas academias científicas internacionales, fue la primera mujer admitida en la Pontificia Academia de las Ciencias, en 1974, y, según sus propias palabras, “tuve una buena relación con Pablo VI y con Wojtyla, también con Ratzinger, aunque menos profunda que con Pablo VI, al que estimaba mucho. No la tuve en cambio con aquel considerado el Papa Bueno, Roncalli (Juan XXIII), que para mí no era bueno, porque era muy amigo de Mussolini y cuando comenzaron las leyes antifascistas dijo que había hecho un gran bien a Italia”. 

Afecto hacia el Papa

        Su admiración por el Pontífice quedó patente cuando en 2008 algunos docentes de la Universidad de La Sapienza en Roma firmaron una carta para impedir que el Papa inaugurara el año académico. Alguien lanzó el bulo de que Rita Levi había firmado dicha carta y ella reaccionó de inmediato: “En calidad de miembro de la Pontificia Academia de las Ciencias y de la admiración que profeso hacia el Pontífice, no habría expresado jamás lo que se me atribuye. Estoy muy lejos de asumir una actitud en contra de Benedicto XVI”.


Víctima de la persecución nazi

        Como judía, Rita Levi vivió el drama de la persecución nazi. Trabajó como ayudante del famoso histólogo italiano Giuseppe Levi hasta que en 1938 Benito Mussolini publicó el célebre “manifesto” que prohibía a toda persona judía acceder a alguna carrera académica o profesional.

        Rita se recluyó entonces en su habitación, donde montó un pequeño laboratorio: “Los jóvenes de hoy ignoran casi por completo todo aquello, y a veces no creen que el Holocausto ocurrió verdaderamente. A mí me parece que recordar las tragedias que ocurrieron hace casi un siglo es absolutamente necesario y útil, sobre todo para no repetirlas. Es necesario liberar al hombre de la obsesiva cortesía hacia los individuos con un fuerte carisma y privados de moral, como todos aquellos que dirigieron las tragedias de mediados del siglo pasado: Hitler, Mussolini, Stalin, Mao... En mi caso, no siento rencor personal; sin las leyes raciales, que determinaron que los judíos éramos una raza inferior, no hubiera tenido que recluirme en mi habitación para trabajar, en Turín y luego en Asti, en el que fue un tiempo tan fructífero para mi investigación. Nunca me sentí inferior por eso”, reconocía.
        Allí, en su encierro investigador obligado transcurrió toda la Segunda Guerra Mundial hasta que en 1946 aceptó una invitación de la Universidad de Washington, donde finalmente se quedó 30 años y donde realizó la mayoría de su trabajo científico por el que acabaría recibiendo, junto a Stanley Cohen, el premio Nobel de Medicina.

Un cerebro vivo

        Junto a su hermana Paola, Rita Levi creó en 1992 la Fundación Levi Montalcini que ofrece becas de estudio a jóvenes africanas para que renueven la vida científica y social de sus países de origen: “La vida tiene valor si concentramos la atención no solo en nosotros mismos, sino en el mundo que nos rodea; la parte más importante de nuestro cerebro tenemos que utilizarlo para ayudar al resto, no solo para hacer descubrimientos”, afirmó en una de sus últimas lecciones de altruismo científico.

        Descanse en paz Rita Levi, la mujer que demostró con el ejemplo que “el cuerpo se arruga, pero no el cerebro”. Y, cabría decir, mucho menos el espíritu.