sábado, 30 de marzo de 2013

Via Crucis






La muerte de Cristo en la Cruz
Juan 18, 1-19. 42. Viernes Santo. Miraré a Cristo crucificado y le pediré perdón por mis pecados y la gracia de corresponder a su Amor.
La pasión dolorosa del Señor Jesús suscita necesariamente piedad hasta en los corazones más duros, ya que es el culmen de la revelación del amor de Dios por cada uno de nosotros. Observa san Juan: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna» (Jn 3,16). Cristo murió en la cruz por amor. A lo largo de los milenios, muchedumbres de hombres y mujeres han quedado seducidos por este misterio y le han seguido, haciendo al mismo tiempo de su vida un don a los hermanos, como Él y gracias a su ayuda. Son los santos y los mártires, muchos de los cuales nos son desconocidos. También en nuestro tiempo, cuántas personas, en el silencio de su existencia cotidiana, unen sus padecimientos a los del Crucificado y se convierten en apóstoles de una auténtica renovación espiritual y social. ¿Qué sería del hombre sin Cristo? San Agustín señala: «Una inacabable miseria se hubiera apoderado de ti, si no se hubiera llevado a cabo esta misericordia. Nunca hubieras vuelto a la vida, si Él no hubiera venido al encuentro de tu muerte. Te hubieras derrumbado, si Él no te hubiera ayudado. Hubieras perecido, si Él no hubiera venido» (Sermón, 185,1). Entonces, ¿por qué no acogerlo en nuestra vida? Detengámonos esta noche contemplando su rostro desfigurado: es el rostro del Varón de dolores, que ha cargado sobre sí todas nuestras angustias mortales. Su rostro se refleja en el de cada persona humillada y ofendida, enferma o que sufre, sola, abandonada y despreciada. Al derramar su sangre, Él nos ha rescatado de la esclavitud de la muerte, roto la soledad de nuestras lágrimas, y entrado en todas nuestras penas y en todas nuestras inquietudes. (Benedicto XVI, Viernes Santo, 10 de abril de 2009)

sábado, 23 de marzo de 2013

Samba, mujeres, y bebidas... pero una señora de 72 años lo llevó a la fe y al sacerdocio

El joven Ivan estaba muy lejos de Dios cuando aquella señora le acogió como una madre, con oración y cariño, y le mostró un Dios de Amor. 

 Ivan Paixão fue ordenado sacerdote en 2010, en la comunidad Canción Nueva (www.cancionnueva.com, Cançao Nova), una de las grandes comunidades católicas carismáticas de origen brasileño.

Pero él llegó a la fe después de una vida de "samba, mujeres y bebidas" en Sao Paulo. Lo que le acercó a Cristo fue que ¡quería aprender a tocar las maracas! Y su maestra, una señora de 72 años, fue quien le acogió como un hijo y le llevó a Dios.

Peleas peligrosas

 
"En ciertos momentos de mi vida, hacia los 14 años, tenía muchas dificultades de relación con mis padres. Me metí en peleas y en realidades en las cuales casi perdí la vida, y casi cometí el error de haber quitado la vida a alguien", recuerda.

"Me gustaba la samba, conocía todos los bares de Sao Paulo y también me gustaba ir a los barrios de las favelas. Tuve algunas amistades buenas, pero cuando caminamos sin Dios nos encontraremos también a personas que no quieren nuestro bien".

"Mi vida caminó por ese medio: samba, mujeres y bebidas y eso me llevó a una etapa de vida en cual ya vivía un vacío existencial muy grande. Y en mi casa había muchas peleas. Mi madre se ponía muy enferma por mi causa y yo iba camino hacia la marginalidad".

Una profesora de música... y de vida

 
El joven Ivan salía por entonces con una chica que le presentó a una señora mayor que era profesora de música, porque a él le hacía ilusión aprender a tocar las maracas.

Esa señora le habló de Dios, y cambió su vida.

"Una señora de setenta y dos años me vino a hablar de Dios en el día que fui a presentarle un trabajo. Yo dije: “Entonces, si ella no hace el negocio, por lo menos para ir a su casa a aprender a tocar la maraca, yo voy. ¡Fue ahí cuando Dios me tomó!”, recuerda.

"Porque ella era una mujer de mucha oración, me acogía muy bien, como un hijo, y toda la comprensión que no tenia en mi casa yo encontré en su casa. Ella empezó a evangelizarme y mi vida empezó a cambiar: comencé a dejar la bebida y las mujeres, pasé a vivir en castidad y ella fue introduciéndome en las prácticas cristianas, a través del Rosario y del anuncio de un Dios que me ama, un Dios de Amor. Mi vida iba siendo transformada y fui buscar la reconciliación con mi familia".

Hoy es director de jóvenes

 
Su experiencia le sirve hoy que es sacerdote. "Dios me da la gracia de donarme, como aquella señora que me evangelizó, y estoy sirviendo también en el Instituto Canción Nueva, donde soy director espiritual, cuidando de los alumnos de allá, que son cerca de novecientos jóvenes. Puedo aportarles algo de experiencia, pero sobre todo puedo anunciar ese Dios de amor, que un día me fue anunciado y cambió mi vida".

sábado, 16 de marzo de 2013

Francisco ofrece su pontificado a la Virgen en Santa María Mayor





En su primera mañana como Papa, Francisco I encomendó su pontificado a la Virgen en la Basílica de Santa María Mayor. Acompañado por el arcipreste de la basílica, el cardenal español Santos Abril, y del cardenal Agostino Vallini, el Papa hizo una ofrenda floral ante el Sagrario.

sábado, 9 de marzo de 2013

8 de marzo: Día Internacional de la Mujer



En este Día de la Mujer, más allá de connotaciones sociales o políticas, encomendamos a nuestras madres, hermanas, hijas, abuelas, parientes y amigas a la Virgen María, para que ella sea su modelo de vida y bajo su amparo alcancen la felicidad.

 Si quieres leer el texto completo de la Carta a las Mujeres de Juan Pablo II visita:
http://www.aciprensa.com/Docum/cartamujeres.htm




sábado, 2 de marzo de 2013

Última audiencia general de Benedicto XVI





Benedicto XVI hoy, en la última audiencia general de su pontificado, agradeció por la cercanía y el afecto de estas semanas, que le fueron demostrados por los fieles, el mundo político y social y por la curia romana. Y ante muchos miles de fieles presentes que se reunieron a su alrededor, quiso explicar de nuevo los motivos de su decisión de renunciar al Pontificado. En estos últimos meses, dijo, he sentido que mis fuerzas han disminuido y he pedido a Dios con insistencia, en la oración, que me ilumine con su luz para hacerme tomar la decisión más justa, no para mi bien, sino por el bien de la Iglesia. He dado este paso en la plena conciencia de su gravedad y también novedad, pero con una profunda ser ...