sábado, 31 de julio de 2010

Cómo lucha contra el vacío existencial

Ningún hombre tiene vocación de náufrago
Luis Olivera
Escritor y periodista



Ningún hombre tiene vocación de náufrago, ni de Robinsón Crusoe . Sólo luchando con los fuertes se llega a ser fuerte. Para vivir una vida que valga la pena, no basta flotar a la deriva. El hombre no es un tronco en la superficie del agua, llevado de aquí para allá por la corriente, sin rumbo fijo. Y el simple pasar del tiempo lo envejece, lo agita y lo golpea. Pero no lo hace mejor. Quien no se empeña en descubrir quién es y en decidir a dónde va; quien no fija el timón y empuña los remos de su libertad para seguir su camino, acaba viendo como el flujo de su vida le arrastra… a donde no quería llegar. La vida no es cuestión de estar vivo y dejarse llevar por la corriente, como un pelele roto e inútil. “ La felicidad es una página en blanco ” ( Rushdie ), que cada uno tiene que rellenar con ilusión y coherencia.

Leyendo un libro de reciente aparición, me he acordado de la obra más célebre del preso tal vez más conocido del campo nazi de Auschwitz, “ El hombre en busca de destino ”. Del psiquiatra austríaco Viktor Frankl , discípulo de Freud y fundador del método psiquiátrico curativo de la logoterapia. El piensa que nuestro mundo padece de un vacío existencial caracterizado por la falta de sentido.

En otra de sus obras, hablando del sentido del sufrimiento, Frankl citaba la carta que le escribieron algunos presos del penal de Florida, después de leer sus libros: “ He encontrado el sentido de mi vida ahora, cuando estoy en la cárcel, y sólo tengo que esperar algún tiempo, hasta que tenga la ocasión de repararlo todo, de hacerlo todo mejor”. (..) Y el preso número 552-022 me escribe: “¡Querido doctor: Durante los dos últimos meses un grupo de presos hemos leído sus libros y escuchado sus cintas. ¡Qué cierto es que también en el sufrimiento se puede encontrar un sentido…! De alguna forma, mi vida ha comenzado ahora. (..) Aquí, en la prisión, rodeados de las más severas medidas de seguridad de toda Florida –aquí, a unos cientos de metros de la silla eléctrica—precisamente aquí son nuestras lágrimas sinceras. Estamos cerca de la Navidad. Pero para nosotros la logoterapia es la resurrección. Desde el Gólgota de Auschwitz se levanta, en esta mañana de resurrección, el sol del amanecer. ¡Que nuevo día llega hasta nosotros! .

Como también me trajo a la cabeza a las cuatro protagonistas de otro libro reciente –“ Yo he sobrevivido a un aborto ”--, que coinciden en señalar que si lograron salvarse es porque Dios tenía alguna misión prevista para ellas. Esta obra es un ejemplo de esa “llamada” a hacer algo especial en la vida. Algo a lo que dedicar su existencia, salvada milagrosamente.

En la trama del mundo, la vida de cada hombre es como un sendero, una gran aventura, que supone un crecimiento hacia lo máximo del ser: una maduración pero, al mismo tiempo paradas, crisis y disminuciones. Es un camino en pos del sentido último de las cosas, en el que el hombre tiene que abrirse paso por sí mismo, tomar decisiones por su cuenta y luchar batallas por su propio brazo. Sintiendo en los ojos el reto de los colores y en el rostro la llamada de los vientos.

El sentido vocacional de la vida significa, por supuesto, que en el mismísimo punto de partida hay una propuesta paradójica: para llegar a ser uno mismo es preciso romper la soledad del ensimismamiento. Hay que tener el arrojo de aventurar la vida. Salir del propio caparazón, abrirse a Dios y a los demás: “ Alguien me quiere en tus ‘te quiero', … ”, ha escrito el poeta Miguel d'Ors . Porque estamos proyectados a ser “ gente-llamada-a-estar-unida ”. Sí, hay que asumir personalísimamente el protagonismo de la propia vida; pero en primera personal del plural. De esa manera se evita el mirar a tientas, casualmente, sólo a la propia libertad. Un gurú americano de esos que enseña el manejo de las cosas para que le salgan bien al que las usa, afirma que “ el mejor modo de predecir el futuro es crearlo ”.

Hay que arriesgarse, hay que perder el miedo a vivir. Hay que lanzarse, como decía antes Stephen R. Covey . Lo decía también Juan Pablo II , al asomarse por primera vez al balcón de San Pedro, nada más ser elegido Papa: “¡No tengáis miedo. Abrid las puertas a Cristo!” . Y en ese amor de totalidad que Él nos pide están incluidos todos los demás amores humanos nobles que podemos tener en la tierra: a los padres, a la novia, a los hermanos, a los amigos, a la esposa y madre, etc.

Porque Dios es el coprotagonista estelar y socio mayoritario en la empresa de vivir apasionadamente. No se puede hablar del hombre sin hablar de Dios: si el Cielo se vacía, la tierra se llena de ídolos. Y hay que contagiar esa alegría de vivir, esa esperanza, a los que nos rodean. Para eso tenemos que saber hablar de lo que creemos y de por qué creemos. Que estamos aquí con un destino concreto, demasiado emocionante como para dejarlo pasar de largo. Como para no compartirlo a manos llenas.

Hay que ser optimistas, como lo eran los hombres de la Ilustración: pensaban que el espíritu humano tiene un poder enorme, que le hace ir siempre hacia delante. ¿No hemos suprimido la esclavitud, una vieja institución que hunde sus raíces en tiempos arcaicos y que sirvió de base a todo el modo de producción esclavista? ¿No se ha llegado a eliminar la pena de muerte en la mayoría de los países desarrollados? Oscar Wilde , que no era ningún revolucionario, decía que “ la historia era un desembarco en sucesivas utopías ”.

Si a esto le añadimos que Dios, que nos ha creado, es bueno, el resultado no puede ser verlo todo negro. Los problemas –nuestras limitaciones personales, que son reales--, están para ser enfrentadas y superadas. “ Vivir es eso: estar todavía a tiempo ”, comentaba el famoso guitarrista Narciso Yepes . Si nuestros antepasados se hubieran rendido, pensando en un destino ciego o sólo en porvenires negativos, no estaríamos nosotros aquí. No hay que amargarse la vida y pasar el tiempo sufriendo. Es preciso aceptarnos como somos, de frágil barro de botijo. Tenemos que cambiar de actitud, pensando que hasta un objeto con un mecanismo tan sencillo tiene una gran utilidad para el hombre. Simplemente con cambiar de actitud, la vida puede ser feliz o ser un desastre. Si se puede vivir feliz, ¿por qué no hacerlo?

Hay que perder el miedo a vivir, aunque sea yendo a contrapelo. “ A semejanza de los soldados de Napoleón, llevas en la mochila el fajín de general ”, escribió Santiago Ramón y Cajal . No hay que temer el mañana, como si sólo nos fueran a acontecer catástrofes. Hay que tener la mentalidad del corcho que, pase lo que pase, siempre flota. Por el río. Y, al final, como dice el poeta, “… todos los ríos van a dar a la mar ”, y se convierten en océanos sin fin, anchurosos y plenos de vida. La muerte es el único pórtico de nuestra inmortalidad.


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domingo, 25 de julio de 2010

Colaboradora del Papa pide reconocer a la mujer en la dirección espiritual


Flaminia Giovannelli, analiza el papel de la mujer en la Iglesia

CIUDAD DEL VATICANO, jueves 22 de julio de 2010 (ZENIT.org).-

Una de las mujeres con mayor responsabilidad en la Curia Romana propone ofrecer un mayor reconocimiento y espacio al papel que puede ofrecer la mujer en la dirección espiritual.

La propuesta es formulada en la edición italiana de este jueves de "L'Osservatore Romano", el diario de la Santa Sede, por Flaminia Giovannelli, primera mujer laica nombrada por Benedicto XVI subsecretaria del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz.

"Mi imagen de la Iglesia es la de Juan Pablo II y la Madre Teresa que se dan la mano...", comienza explicando Giovannelli, nacida en Roma el 24 de mayo de 1948, licenciada en Ciencias Política y en Ciencias Religiosas.

Esta imagen la ilustra después con casos concretos de vida: "Cuando pienso en tantas religiosas que en sus congregaciones, a diferentes niveles, desempeñan de manera totalmente independiente papeles extraordinarios no sólo para ejercer la caridad, sino también para gestionar patrimonios, organizar escuelas u hospitales, y sobre todo para acompañar la vida espiritual de sus hermanas, gozando del respeto de todos por su admirable trabajo, creo que su valor se afirma por sí mismo".

Según Giovannelli, que trabaja en este dicasterio vaticano desde 1974, "en algunos ámbitos eclesiales la mujer destaca, pienso especialmente en el de la dirección espiritual".

"Si recibir el sacramento de la reconciliación es esencial para el cristiano, pues le reconcilia con Dios, la dirección espiritual es de importancia fundamental para su vida: saber racionalmente que se nos ha perdonado el pecado no equivale siempre a sentirse perdonados".

La subsecretaria vaticana exclama: "qué importante es la ayuda de alguien para reconocer y respaldar el plan que el Señor tiene para cada uno de nosotros. Y cuantas veces esta ayuda nos viene de una mujer, precisamente por la sensibilidad y la afectividad que le son proprias".

Por eso propone: "creo que atribuir importancia a la tara de acompañamiento espiritual podría ser al mismo tiempo un reconocimiento del papel de la mujer".

Por lo que se refiere la valoración del papel de la mujer en la Curia Roma, objetivo ya expresado en el pasado por el cardenal Tarcisio Bertone, secretario de Estado de Benedicto XVI, confiesa: "en mi trabajo siempre he tenido la sensación de que mis ideas son tenidas en cuenta precisamente porque son ideas de una mujer, complementarias y por tanto necesarias para lograr un juicio objetivo sobre las cuestiones en las que he sido consultada".

"Y esto es esencial --concluye--. Esto no quita que, según los organismos y la preparación de las mujeres, facilitada últimamente por su acceso a los estudios más propiamente eclesiásticos, éstas podrían asumir también papeles de mayor responsabilidad. Y es muy probable que esto suceda".

miércoles, 21 de julio de 2010

Más fuerte que el odio

La historia de una mujer que fue violada por su padrastro y después por un novio que la embarazó


Más fuerte que el odio
Más fuerte que el odio
Se trata de la historia de una mujer que fue violada por su padrastro y luego por su novio, quien la dejó embarazada. El chico se desentendió y su familia también. De hecho la echaron a la calle. Cuando tuvo a su hija entre brazos se dio cuenta que la vida tenía sentido y se fue de voluntariado a África. Hoy es una feliz abuelita. La historia completa es la siguiente:

A mis diez años, sufrí abusos sexuales por parte de mi padrastro. A partir de este momento, no consentía que ninguna persona del sexo opuesto me tocara, e incluso se me erizaban todos los pelos del cuerpo cuando tenía a hombres cerca. Yo pensaba que, cuando el amor llamara a mi puerta, se me pasaría esta fobia, pero no fue así.

A los veintidós años me enamoré de un chico y nos hicimos novios, pero yo no me dejaba besar ni tocar. Entonces un día, harto de mi resistencia, me tomó por la fuerza y me violó mientras me decía: «Lo que no me quieres dar por las buenas, lo tomo yo por las malas». ¡Me sentí tan sucia, tan traicionada, tan desesperada...! Parecía como si yo no tuviese valor a los ojos de nadie, como si fuera un objeto de uso y disfrute, sin alma. Y lo peor de todo es que me culpabilizaba de todo lo ocurrido por haber hecho resistencia.

Poco después descubrí que estaba embarazada. Fue un golpe tremendo para mí, pues aún seguía muy traumatizada por lo que me pasó. Le di la noticia al padre de la criatura y la única respuesta que obtuve fue: «Pues aborta».

Yo no estaba dispuesta a matar a una criatura inocente por muy mala que hubiera sido mi experiencia y decidí que lucharía por ella costase lo que costase. Su padre se desentendió del problema y se marchó a Francia para acabar sus estudios. Yo dejé los míos, mis amistades y la ciudad donde vivía y volví a Madrid.

Aquí me encontré con el rechazo de mi familia al completo. No querían enfrentarse al qué dirán de la sociedad. No les importó que hubiese sido víctima de una violación. No intentaron sanar mis heridas (las del alma). Sólo se preocuparon de alejarme de su vida para que no empañara su buen nombre.

Fui llamando de puerta en puerta a las casas de mis amigas de infancia, pero los prejuicios de sus padres me las cerraron. Busqué trabajo, pero en cuanto se percataban de mi estado, me despedían. También me echaron de la pensión para chicas donde fui a vivir por la misma razón que los demás. Así me encontré durmiendo en un banco de la calle, y sin tener ni siquiera un pedazo de pan que llevarme a la boca. Pero no desesperé. Yo confiaba en el Amor de mi Padre Dios y me repetía una y otra vez: «El Señor es mi pastor, nada me faltará, aunque ande por valles de sombra de muerte no temeré ningún mal, porque Tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me sostienen».

¡Se hizo la luz!

¡Y por fin se hizo la luz! La hermana casada de una amiga me acogió en su casa (ella no tenía prejuicios). Una chica que vivía en la pensión donde estuve un tiempo viviendo me llevó a trabajar con ella; y así, poco a poco, me fui recuperando.

A medida que se iba acercando el momento del alumbramiento, me acechaban más y más temores. Pensaba: ¿Nacerá sana? ¿En qué medida le habrá afectado tanta necesidad? ¿Cómo será mi vida con un bebé en los brazos habiendo sufrido tanto rechazo cuando aún lo llevaba dentro? ¿Podré sacarlo adelante?

Cuando nació mi niña, tan sana y bonita, se me olvidaron todas las penas y calamidades por las que pasé, aunque era consciente de que aún me quedaban muchas cosas por pasar. Viendo cómo me trató la sociedad civilizada, no me resigné a vivir una vida egoísta y monótona. Mientras trabajaba y cuidaba de mi bebé, retomé los estudios, entré en una ONG y, cuando mi niña cumplió los tres añitos, me fui con ella de voluntaria a África.

Yo me realicé como persona, y ella creció sana, alegre y generosa. Cuando volvimos a Europa, estudió enfermería y ahora se dedica a sanar y reconfortar enfermos. Se casó felizmente, y me ha dado una nietecita preciosa que ya tiene ocho años.

Cuando echo la vista atrás y recuerdo mi pasado, no me queda ni tristeza ni rencor en el corazón. Cuando te entregas a los demás y sanas sus heridas, las tuyas también se sanan. Pero, sobre todo, pude superar todo lo que me pasó, porque sentí que el Señor fue realmente mi (nuestro) Pastor. Me agarré a Él y no le solté.

Si después de haber leído mi testimonio alguien se queda aún con la duda, yo le digo con el corazón en la mano: Sí, ¡valió la pena!

domingo, 11 de julio de 2010

Benedicto XVI: Duns Scoto y la Inmaculada Concepción


Hoy en la Audiencia General


CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 7 de julio de 2010 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la catequesis del Papa Benedicto XVI, pronunciada hoy durante la Audiencia General, celebrada en el Aula Pablo VI, y que ha dedicado al beato franciscano Duns Scoto.

* * * * *

Queridos hermanos y hermanas,

esta mañana – después de algunas catequesis sobre diversos grandes teólogos – quiero presentaros otra figura importante en la historia de la teología: se trata del beato Juan Duns Scoto, que vivió a finales del siglo XIII. Una antigua inscripción sobre su tumba resume las coordinadas geográficas de su biografía: “Inglaterra lo acogió; Francia lo instruyó; Colonia, en Alemania, conserva los restos; en Escocia nació". No podemos descuidar estas informaciones, también porque tenemos bien pocas noticias sobre la vida de Duns Scoto. Nació probablemente en 1266 en un pueblo, que se llamaba precisamente Duns, en las cercanías de Edimburgo. Atraído por el carisma de san Francisco de Asís, entró en la Familia de los Frailes menores y, en 1291, fue ordenado sacerdote. Dotado de una inteligencia brillante y llevada a la especulación – esa inteligencia por la que mereció de la tradición el título de Doctor subtilis, "Doctor sutil" – Duns Scoto fue dirigido a los estudios de filosofía y de teología en las célebres Universidades de Oxford y de París. Concluida con éxito su formación, emprendió la enseñanza de la teología en las Universidades de Oxford y de Cambridge, y después de París, empezando a comentar, como todos los Maestros de su tiempo, las Sentencias de Pedro Lombardo. Las obras principales de Duns Scoto representan precisamente el fruto maduro de estas lecciones, y toman su título de los lugares en los que enseñó: Opus Oxoniense (Oxford), Reportatio Cambrigensis (Cambridge), Reportata Parisiensia (París). De París se alejó cuando, tras estallar un grave conflicto entre el rey Felipe IV el Hermosa y el Papa Bonifacio VIII, Duns Scoto prefirió el exilio voluntario, más que firmar un documento hostil al Sumo Pontífice, como el rey había impuesto a todos los religiosos. Así – por amor a la Sede de Pedro –, junto a los Frailes franciscanos, abandonó el País.

Queridos hermanos y hermanas, este hecho nos invita a recordar cuantas veces, en la historia de la Iglesia, los creyentes encontraron hostilidad y sufrido incluso persecuciones a causa de su fidelidad y de su devoción a Cristo, a la Iglesia y al Papa. Nosotros todos miramos con admiración a estos cristianos, que nos enseñan a custodiar como un bien precioso la fe en Cristo y la comunión con el Sucesor de Pedro y, así, con la Iglesia universal.

Sin embargo, las relaciones entre el rey de Francia y el sucesor de Bonifacio VIII volvieron a ser bien pronto amistosas, y en 1305 Duns Scoto pudo volver a París para enseñar teología con el título de Magister regens, hoy se diría profesor ordinario. Sucesivamente, los Superiores le enviaron a Colonia como profesor del Studium teológico franciscano, pero él murió el 8 de noviembre de 1308, a tan solo 43 años de edad, dejando, con todo, un número relevante de obras.

Con motivo de la fama de santidad de que gozaba, su culto se difundió bien pronto en la Orden franciscana y el Venerable papa Juan Pablo II quiso confirmarlo solemnemente beato el 20 de marzo de 1993, definiéndolo "cantor del Verbo encarnado y defensor de la Inmaculada Concepción”. En esta expresión está sintetizada la gran contribución que Duns Scoto ofreció a la historia de la teología.

Ante todo, meditó sobre el Misterio de la Encarnación y, a diferencia de muchos pensadores de muchos pensadores cristianos del tiempo, sostuvo que el Hijo de Dios se habría hecho hombre aunque la humanidad no hubiese pecado. Él afirma en la "Reportata Parisiensa": "¡Pensar que Dios habría renunciado a esta obra si Adán no hubiese pecado sería del todo irracional! Digo por tanto que la caída no fue la causa de la predestinación de Cristo, y que – aunque nadie hubiese caído, ni el ángel ni el hombre – en esta hipótesis Cristo habría estado aún predestinado de la misma forma" (in III Sent., d. 7, 4). Este pensamiento, quizás un poco sorprendente, nace porque para Duns Scoto la Encarnación del Hijo de Dios, proyectada desde la eternidad desde la eternidad por parte de Dios Padre en su plan de amor, es cumplimiento de la creación, y hace posible a toda criatura, en Cristo y por medio de Él, de ser colmada de gracia, y dar alabanza y gloria a Dios en la eternidad. Duns Scoto, aun consciente de que, en realidad, a causa del pecado original, Cristo nos redimió con su Pasión, Muerte y Resurrección, reafirma que la Encarnación es la obra más grande y más bella de toda la historia de la salvación, y que esta no está condicionada por ningún hecho contingente, pero es la idea original de Dios de unir finalmente todo lo creado consigo mismo en la persona y en la carne del Hijo.

Fiel discípulo de san Francisco, Duns Scoto amaba contemplar y predicar el Misterio de la Pasión salvífica de Cristo, expresión del amor inmenso de Dios, el Cual comunica con grandísima generosidad fuera de sí los rayos de Su bondad y de Su amor (cfr Tractatus de primo principio, c. 4). Y este amor no se revela sólo en el Calvario, sino también en la Santísima Eucaristía, de la cual Duns Scoto era devotísimo y que veía como el Sacramento de la presencia real de Jesús y como el Sacramento de la unidad y de la comunión que nos induce a amarnos unos a otros y a amar a Dios como el Sumo Bien común (cfr Reportata Parisiensia, in IV Sent., d. 8, q. 1, n. 3).

Queridos hermanos y hermanas, esta visión teológica, fuertemente "cristocéntrica", nos abre a la contemplación, al estupor y a la gratitud: Cristo es el centro de la historia y del cosmos, es Aquel que da sentido, dignidad y valor a nuestra vida. Como en Manila el papa Pablo VI, también yo hoy quiero gritar al mundo: "[Cristo] es el revelador del Dios invisible, es el primogénito de toda criatura, es el fundamento de todo; es el Maestro de la humanidad, es el Redentor; nació, murió y resucitó por nosotros; Él es el centro de historia y del mundo; es Aquel que nos conoce y que nos ama; es el compañero y el amigo de nuestra vida... Yo nunca acabaría de hablar de Él" (Homilía, 29 de noviembre de 1970).

No sólo el papel de Cristo en la historia de la salvación, sino también el de María es objeto de la reflexión del Doctor subtilis. En los tiempos de Duns Scoto la mayor parte de los teólogos oponía una objeción, que parecía insuperable, a la doctrina según la cual María Santísima estuvo exenta del pecado original desde el primer instante de su concepción: de hecho, la universalidad de la Redención llevada a cabo por Cristo, a primera vista, podría parecer comprometida por una afirmación semejante, como si María no hubiese tenido necesidad de Cristo y de su redención. Por ello los teólogos se oponían a esta tesis. Duns Scoto, entonces, para hacer comprender esta preservación del pecado original, desarrolló un argumento que fue después adoptado también por el papa Pío IX en 1854, cuando definió solemnemente el dogma de la Inmaculada Concepción de María. Y este argumento es el de la “Redención preventiva”, según la cual la Inmaculada Concepción representa la obra de arte de la Redención realizada en Cristo, porque precisamente el poder de su amor y de su mediación obtuvo que la Madre fuese preservada del pecado original. Por tanto María está totalmente redimida por Cristo, pero ya antes de su concepción. Los franciscanos, sus hermanos, acogieron y difundieron con entusiasmo esta doctrina, y los demás teólogos – a menudo con solemne juramento – se comprometieron en defenderla y en perfeccionarla.

A este respecto, quisiera poner de evidencia un dato, que me parece importante. Teólogos de valor, como Duns Scoto sobre la doctrina de la Inmaculada Concepción, enriquecieron con su contribución específica de pensamiento lo que el Pueblo de Dios ya creía espontáneamente sobre la Beata Virgen, y manifestaba en los actos de piedad, en las expresiones del arte y, en general, en la vida cristiana. Así la fe tanto en la Inmaculada Concepción, como en la Asunción corporal de la Virgen estaba ya presente en el Pueblo de Dios, mientras que la teología no había encontrado aún la clave para interpretarla en la totalidad de la doctrina de la fe. Por tanto el Pueblo de Dios precede a los teólogos y todo esto gracias a ese sensus fidei sobrenatural, es decir, esa capacidad infundida por el Espíritu Santo, que capacita para abrazar la realidad de la fe, con la humildad del corazón y de la mente. En este sentido, el Pueblo de Dios es "magisterio que precede", y que debe ser después profundizado y acogido intelectualmente por la teología. ¡Que los teólogos puedan siempre ponerse a la escucha de esta fuente de la fe y conservar la humildad y la sencillez de los pequeños! Lo recordé hace unos meses diciendo: “Hay grandes doctos, grandes especialistas, grandes teólogos, maestros de fe, que nos han enseñado muchas cosas. Están versados en los detalles de la Sagrada Escritura... pero no han podido ver el propio misterio, el verdadero núcleo... ¡Lo esencial permanece escondido! En cambio, hay también en nuestro tiempo pequeños que han conocido este misterio. Pensemos en santa Bernardette Soubirous; en santa Teresa de Lisieux, con su nueva lectura 'no científica' de la Biblia, pero que entra en el corazón de la Sagrada Escritura" (Homilía. Misa con los Miembros de la Comisión Teológica Internacional, 1 de diciembre de 2009).

Finalmente, Duns Scoto desarrolló un punto en el que la modernidad es muy sensible. Se trata del tema de la libertad y de su relación con la voluntad y con el intelecto. Nuestro autor subraya la libertad como cualidad fundamental de la voluntad, iniciando una postura de tendencia voluntarista, que se desarrolló en contraposición con el llamado intelectualismo agustiniano y tomista. Para santo Tomás de Aquino, que sigue a san Agustín, la libertad no puede considerarse una cualidad innata de la voluntad, sino el fruto de la colaboración de la voluntad con el intelecto. Una idea de la libertad innata y absoluta colocada en la voluntad que precede al intelecto, tanto en Dios como en el hombre, corre el riesgo, de hecho, de llevar a la idea de un Dios que no estaría ligado tampoco a la verdad ni al bien. El deseo de salvar la absoluta trascendencia y diversidad de Dios con una afirmación tan radical e impenetrable de su voluntad no tiene en cuenta que el Dios que se ha revelado en Cristo es el Dios "logos", que actuó y actúa lleno de amor hacia nosotros. Ciertamente, como afirma Duns Scoto en la línea de la teología franciscana, el amor supera el conocimiento y es capaz de percibir cada vez más del pensamiento, pero es siempre el amor del Dios "logos" (cfr Benedicto XVI, Discurso en Regensburg, Enseñanzas de Benedicto XVI, II [2006], p. 261). También en el hombre la idea de libertad absoluta, colocada en la voluntad, olvidando el nexo con la verdad, ignora que la misma libertad debe ser liberada de los límites que le vienen del pecado.

Hablando a los seminaristas de Roma – el año pasado – recordaba que “la libertad en todos los tiempos ha sido el gran sueño de la humanidad, desde el inicio, pero particularmente en la época moderna" (Discurso al Pontificio Seminario Mayor Romano, 20 de febrero de 2009). Pero precisamente la historia moderna, además de nuestra experiencia cotidiana, nos enseña que la libertad es auténtica, y ayuda a la construcción de una civilización verdaderamente humana, sólo cuando está reconciliada con la verdad. Si se separa de la verdad, la libertad se convierte trágicamente en principio de destrucción de la armonía interior de la persona humana, fuente de prevaricación de los más fuertes y de los más violentos, y causa de sufrimientos y de lutos. La libertad, como todas las facultades de las que el hombre está dotado, crece y se perfecciona, afirma Duns Scoto, cuando el hombre se abre a Dios, valorando esa disposición a la escucha de su voz, que él llama potentia oboedientialis: cuando nos ponemos a la escucha de la Revelación divina, de la Palabra de Dios, para acogerla, entonces somos alcanzados por un mensaje que llena de luz y de esperanza nuestra vida y somos verdaderamente libres.

Queridos hermanos y hermanas, el beato Duns Scoto nos enseña que en nuestra vida lo esencial es creer que Dios está cercano a nosotros y nos ama en Jesucristo, y cultivar, por tanto, un profundo amor a Él y a su Iglesia. De este amor nosotros somos los testigos en esta tierra. Que María Santísima nos ayude a recibir este infinito amor de Dios del que gozaremos plenamente por la eternidad en el Cielo, cuando finalmente nuestra alma estará unida por siempre a Dios, en la comunión de los santos.

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez]


sábado, 3 de julio de 2010

Nace revista para defender vida y familia en Argentina


BUENOS AIRES, 01 Jul. 10 / 01:36 pm (ACI)

La Confederación Argentina Pro Familia y Vida (Caprofavi), lanzó la revista semanal “Familia y Vida” para promover y defender la familia y la vida, “mediante la cobertura de noticias nacionales e internacionales así como la formación permanente de sus lectores”.

La revista, indicaron los responsables, “nace luego de las multitudinarias marchas en el interior del país, que fueron escasa y hasta nulamente cubiertas por medios locales y nacionales, ante el avance de proyectos opuestos a la familia y la vida en todo el país, y por la carencia de un órgano que pueda presentar una antropología cristiana iluminada por la fe”.

En ese sentido, en su primer número la revista abordó la polémica de los mal llamados “matrimonios” homosexuales. Los miembros de Caprofavi indicaron que desean que la revista sea “un medio de que todos los grupos, personas e instituciones pro vida puedan dar a conocer sus actividades y recursos. A su vez desea informar sobre lo que en el país acontece sobre estos temas y dar una orientación editorial clara”.

Más información en revistafamiliayvida@gmail.com