sábado, 27 de septiembre de 2008

De monjita en monjita 1



Todo comenzó habiendo recibido permiso para entrevistar brevemente a Teresa de Calcuta.

Arturo Guerra

Otra vez me encontraba ante mi vieja máquina de escribir. Cuando ya todos mis colegas usaban majestuosas PC’s, yo seguía con mi veterana Olivetti. No era que no lo hubiera intentado ya. En una ocasión, durante toda una semana, me había propuesto usar una de esas cosas que se llaman computadoras, pero aquello se convirtió en pesadilla: que si el cable de la pantalla, que si el interruptor escondido, que si la clave de acceso, que si cuál programa, que si lo grabé o no lo grabé, que lo grabé pero quién sabe en cuál de las 453 carpetas existentes... A punto estuve de tirar todo por la ventana... Una vez más salía convencido de que –al menos para redactar mi noticia– no había como la máquina de escribir. ¡Sí, en pleno ocaso del siglo XX!... La computadora la dejaba sólo para eso de los e-mails, y siempre con un buen asistente técnico a la mano...

Pensaba con desgana en las primeras palabras para abrir la noticia sobre el congreso de los diputados, cuando un compañero de la redacción se acercó y me dijo que el jefe me llamaba...

Nunca hubiera imaginado hasta dónde me llevaría aquella interrupción...

De hecho, me encontraba aburrido, arrutinado en mi trabajo. En los últimos cuatro meses no había estado haciendo otra cosa que cubrir información del congreso. La misma historia todos los días: levantarte temprano, irte para allá, tratar de sacar tres o cuatro palabritas interesantes... No siempre es fácil salir de ahí con algún material enjundioso para los periódicos del día siguiente.

Entré a la oficina del jefe para ponerme a sus órdenes:

– Buenos días, señor Bonilla, me comentó Goyo que usted quería... ¡Ah!, perdón, no sabía que estaba con una llamada.

Con la tradición en contra

Esperé pacientemente... Por fin, se dirigió a mí:

– Sí, Chuy, mira, resulta que la monja esta, Teresa de Calcuta, está en la ciudad para visitar una de esas sus casas, donde se dedican a dar de comer a los pordioseros y a atender a los enfermos de sida. De arriba nos piden un pequeño reportaje. Así que será bueno que mañana te des una vuelta y le hagas alguna pregunta. Llévate la grabadora. Tú sabes, ella está de moda, y cualquier noticia sobre esta monja no le vendrá mal a nuestra edición de pasado mañana. Así que, ¡manos a la obra!, ve preparando la pregunta que le vas a formular. En cuanto a mañana, no te preocupes del congreso. Total, por un día que no vayas, no se va a caer la nación.

– Es cierto, incluso si dejo de ir unos seis meses podría ser hasta saludable.

– ¡No, hombre, Chuy! Tampoco es para tanto.

Al día siguiente, temprano, con mi cámara de fotos, mi pluma, mi cuaderno y mi grabadora, me fui a buscar a la viejecita en cuestión. Yo que provengo más bien de una tradición que nada tiene que ver con monaguillos, sacristías ni vinos de misa... Es cierto que mi mamá me bautizó a pesar de que mi padre se oponía... Pero, bueno, el caso es que pronto iba a hablar con esta monjita y debía sacarle algo interesante... (Continuará…)


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