domingo, 15 de agosto de 2010

Día 15 Solemnidad: La Asunción de la Virgen María





Desde el Cielo, la Virgen Santísima intercede y cuida de sus hijos

Hoy ha sido llevada al Cielo la Virgen, Madre de Dios; Ella es figura y primicia de la Iglesia que un día será glorificada; Ella es consuelo y esperanza de tu pueblo, todavía peregrino en la tierra10.

Miremos a Nuestra Señora, Asunta ya en los Cielos. “Y así como el viajero, haciendo pantalla con su mano para contemplar algún vasto panorama, busca en los alrededores alguna figura humana que le permita darse una idea de aquellos parajes, así nosotros, que miramos hacia Dios con ojos deslumbrados, identificamos y damos la bienvenida a una figura puramente humana, que está al lado de su trono. Un navío ha terminado su periplo, un destino se ha cumplido, una perfección humana ha existido. Y al mirarla vemos a Dios más claro, más grande, a través de esa obra maestra de sus relaciones con la humanidad”11.

Todos los privilegios de María tienen relación con su Maternidad y, por tanto, con nuestra redención. María, Asunta a los Cielos, es imagen y anticipo de la Iglesia que se encuentra aún en camino hacia la Patria. Desde el Cielo “precede con su luz al Pueblo peregrino como signo de esperanza cierta hasta que llegue el día del Señor”12. “Con el misterio de la Asunción a los cielos, se han realizado definitivamente en María todos los efectos de la única mediación de Cristo Redentor del mundo y Señor resucitado (...). En el misterio de la Asunción se expresa la fe de la Iglesia, según la cual María “está también íntimamente unida” a Cristo”13. Ella es la seguridad y la prueba de que sus hijos estaremos un día con nuestro cuerpo glorificado junto a Cristo glorioso. Nuestra aspiración a la vida eterna cobra alas al meditar que nuestra Madre celeste está allí arriba, nos ve y nos contempla con su mirada llena de ternura14. Con más amor, cuanto más necesitados nos ve. “Realiza aquella función, propia de la madre, de mediadora de clemencia en la venida definitiva”15.

Ella es gran valedora nuestra ante el Altísimo. Es verdad que la vida en la tierra se nos presenta como valle de lágrimas, porque no faltan los sacrificios, las penalidades (sobre todo, nos falta el Cielo). Pero, a la vez, el Señor nos da muchas alegrías y tenemos la esperanza de la Gloria para caminar con optimismo. Entre esos motivos de contento, está Santa María. Ella es vida, dulzura y esperanza nuestra: el cariño de la Madre se hace sentir en la vida del cristiano. Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, le decimos. Los ojos de Santa María, como los de su Hijo, son de misericordia, de compasión. Nunca deja de dar una mano a quien acude a su amparo: Jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección...16. Procuremos buscar más la intercesión de la Virgen, de la Reina de cielos y tierra. Acudamos al Refugio de los pecadores; y le diremos: muéstranos a Jesús, que es lo que más necesitamos.

¡Qué seguridad, qué alegría posee el alma que en toda circunstancia se dirige a la Santísima Virgen con la sencillez y la confianza de un hijo con su madre! “Como un instrumento dócil en manos del Dios excelso escribe un Padre de la Iglesia, así desearía yo estar sujeto a la Virgen Madre, íntegramente dedicado a su servicio. Concédemelo, Jesús, Dios e Hijo del hombre, Señor de todas las cosas e Hijo de tu Esclava (...). Haz que yo sirva a tu Madre de modo que Tú me reconozcas por servidor; que Ella sea mi soberana en la tierra de modo que Tú seas mi Señor por toda la eternidad”17. Pero hemos de examinar cómo es nuestro trato diario con Ella. “Si estás orgulloso de ser hijo de Santa María, pregúntate: ¿cuántas manifestaciones de devoción a la Virgen tengo durante la jornada, de la mañana a la noche?”18: el Ángelus, el Santo Rosario, las tres Avemarías de la noche...


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. — 10 Misal Romano, Prefacio en la fiesta de la Asunción. — 11 R. A. Knox. Sermón en la festividad de la Asunción de Nuestra Señora, 15-VIII-1954. — 12 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 68. — 13 Juan Pablo II, Enc. Redemptoris Mater, 25-III-1987, n. 41. — 14 Cfr. Pablo VI, Discurso 15-VIII-1963. — 15 Juan Pablo II, loc. cit. — 16 Oración de San Bernardo. — 17 San Ildefonso de Toledo, Libro sobre la virginidad perpetua de Santa María, 12. — 18 San Josemaría Escrivá, Forja, n. 433


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