Por monseñor Tony Anatrella
ROMA, jueves 16 de septiembre de 2010 (ZENIT.org) -
“Estamos empeñados en un combate de ideas en el que los ciudadanos ignoran a menudo lo que está en juego y en el que se hace todo lo posible para marginar a la Iglesia que cumple su misión subrayando las consecuencias de este tipo de ideología sobre el futuro de la humanidad”.
Así lo afirma monseñor Tony Anatrella, psicoanalista y especialista en psiquiatría social. Consultor del Consejo Pontificio para la Familia y del Consejo Pontificio para la Salud, también miembro de la Comisión Internacional de Investigación sobre Medjugorje de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y que asesora y enseña en París en el IPC y en el Collège des Bernardins.
Fue invitado a dar una conferencia sobre el tema: "La Caritas in Veritate y la teoría de género" a los obispos africanos reunidos en Accra (Ghana) para la plenaria del SCEAM, celebrada del 26 de julio hasta el 2 de agosto de 2010.
Ofrecemos a continuación la cuarta y última parte de esta entrevista a ZENIT (la primera se publicó el lunes 13, y la segunda, el martes 14, y la tercera, ayer 15 de septiembre).
-¿Qué significa que el matrimonio no surge de los derechos individuales?
Monseñor Tony Anatrella: Con razón Benedicto XVI insiste en que el matrimonio sigue siendo una institución estructurante para el hombre y la mujer, los niños y la sociedad. No es una realidad a la libre disposición del legislador, sino que es parte de la ley natural que le precede. No es un contrato sino que exige sus propias condiciones, precisamente comenzando por la diferencia sexual. El Papa precisó la proposición afirmando: "Por eso, se convierte en una necesidad social, e incluso económica, seguir proponiendo a las nuevas generaciones la hermosura de la familia y del matrimonio, su sintonía con las exigencias más profundas del corazón y de la dignidad de la persona" (n. 44). La institución del matrimonio está a menudo en desventaja en las sociedades occidentales en nombre de los derechos individuales confundidos con los particularismos aleatorios y en detrimento del bien común. Por supuesto, los derechos individuales tienen interés siempre y cuando no se desvíen de su propósito.
En el capítulo 4 de la encíclica, Benedicto XVI pone en duda la tendencia actual, que querría organizar la sociedad a partir de los derechos individuales sin que estos se confrontaran con el bien común. Esta perspectiva de los derechos individuales reivindicada por algunos grupos de presión y prácticamente aceptada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ¿no anuncia sino el fin de la dimensión de derechos humanos objetivos y universales? Sobre todo porque en nombre de los derechos humanos se reclama cualquier cosa. Las Naciones Unidas, la Comisión Europea en Bruselas y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos están condicionados por esta filosofía subjetiva e individualista, que a largo plazo, no puede sino alterar los vínculos sociales. Así, el Papa escribe: "En la actualidad, muchos pretenden pensar que no deben nada a nadie, si no es a sí mismos. Piensan que son titulares sólo de derechos y con frecuencia les cuesta madurar en su responsabilidad respecto al desarrollo integral propio y ajeno".
Por otra parte, "si los derechos del hombre se fundamentan sólo en las deliberaciones de una asamblea de ciudadanos, pueden ser cambiados en cualquier momento y, consiguientemente, se relaja en la conciencia común el deber de respetarlos y tratar de conseguirlos. Los gobiernos y los organismos internacionales pueden olvidar entonces la objetividad y la cualidad de 'no disponibles' de los derechos. Cuando esto sucede, se pone en peligro el verdadero desarrollo de los pueblos" (n. 43). La proliferación de leyes ad hoc para atender las solicitudes específicas sólo pueden devaluar el sentido del derecho civil y esta minusvaloración alienta a que no se respeten, ya que no están honrando el interés general.
Las ciencias sociales han desempeñado un papel importante en la aparición de nuevas ideologías fundadas en los derechos individuales y en las divisiones artificiales en la humanidad en lugar de respetar las diferencias fundamentales. Los sociólogos que observan las actitudes y el comportamiento decretan que dado que un fenómeno existe, no sólo debe admitirse, sino también legalizarse y convertirse en un estándar. De ahí la proliferación de leyes que buscan legitimar los comportamientos en lugar de que el legislador cree leyes en nombre del bien común.
Estamos asistiendo a una perversión gradual de la ley en nombre de los derechos de las personas (de hecho interpuestas en nombre de normas individuales basadas en manipulaciones subjetivas) que deben imponerse a la sociedad neutralizando los deberes. En otras palabras, lo repetimos, no son los derechos individuales los que están en cuestión, sino el modo en que se disfrazan. El Papa tiene razón al escribir que "La exacerbación de los derechos conduce al olvido de los deberes. Los deberes delimitan los derechos porque remiten a un marco antropológico y ético en cuya verdad se insertan también los derechos y así dejan de ser arbitrarios”. (n. 43). En la mayoría de los países desarrollados, la ley está actualmente organizado para "satisfacer las expectativas psicológicas”.
--En su conferencia a los obispos de África, sostiene la idea de que estamos en una guerra ideológica ¿qué quiere decir?
Monseñor Tony Anatrella: El Papa lo ha subrayado con fuerza: “Hoy, somos testigos de una grave contradicción. Mientras que, por una parte, se reivindican los llamados derechos, de naturaleza arbitraria y caprichosa, con la pretensión de verlos reconocidos y promovidos por las estructuras públicas, por otra parte, derechos elementales y fundamentales de una gran parte de la humanidad son ignorados y violados” (n. 43). Las familias desplazadas no son siempre respetadas en su dignidad. Las deslocalizaciones industriales empobrecen a unos y explotan la mano de obra de los países emergentes. Y, a otro nivel, un niño tiene derecho a ser educado sólo por un hombre y una mujer, su padre y su madre, para cubrir sus necesidades y respetar sus intereses psicológicos, sociales, morales y espirituales.
Hoy, subraya el Papa, en una mentalidad técnica, se querría hacer coincidir lo verdadero con lo factible (n. 70). “Pero cuando los únicos criterios de verdad son la eficacia y la utilidad, se niega automáticamente el desarrollo” (n. ibid.). Tanto el matrimonio como la filiación no pueden depender de la utilidad para llenar la insatisfacción y la frustración de alguien. Sobre todo cuando se pasa por alto “pensar en el sentido plenamente humano del ‘hacer’ del hombre, en el horizonte de sentido de la persona tomada en la globalidad de su ser” (n. ibid.).
En esta batalla de ideas, la apuesta en juego es sobre todo antropológica. “Pablo VI había ya puesto en evidencia, en la Populorum Progressio, que la cuestión social se ha convertido radicalmente en una cuestión antropológica, en el sentido de que implica la manera misma no sólo de concebir sino también de manipular la vida” (75).
Hemos dicho y repetido a menudo que las herejías contemporáneas no son ya propiamente religiosas, incluso si perduran todavía en ciertos medios, sino herejías antropológicas, en las que la teoría del género forma parte del panorama intelectual que la considera como una norma casi internacional. El hombre, abandonado de esta manera a sí mismo no puede concebirse sino en términos de omnipotencia o en la rivalidad del complejo de Caín. Necesitamos armonizar fe y razón dice el Papa en su encíclica. “Dios revela el hombre al hombre; la razón y la fe colaboran para mostrarle el bien, a condición de que quiera verlo; la ley natural, en la que brilla la Razón creadora, muestra la grandeza del hombre, pero también su miseria, cuando desconoce la llamada de la verdad moral” (n. 75).
No hay que ocultar que estamos empeñados en un combate de ideas en el que los ciudadanos ignoran a menudo lo que está en juego y en el que se hace todo lo posible para marginar a la Iglesia que cumple su misión subrayando las consecuencias de este tipo de ideología sobre el futuro de la humanidad. El cuestionamiento del matrimonio es uno de los primeros aspectos de una estrategia ideológica que trata de redefinir la sexualidad humana sobre una base idealista y que se opone a la realidad de la encarnación del hombre en un cuerpo específico. Quienes defienden la ideología de género sostienen la idea de todos somos seres humanos antes que hombres o mujeres. Este sofisma generoso es una ilusión pues el ser humano en sí no existe. No somos asexuados. Sólo encontramos personas que son hombres o mujeres. Además, no hay otras identidades fuera de estas. Se presentan numerosas paradojas irreales en esta ideología que queda marcada por la negación del cuerpo sexuado y responde a una angustia que ha atravesado siempre a la humanidad, la del reconocimiento, la aceptación y la interiorización de la diferencia sexual. Tal es el verdadero sentido de la alteridad humana que se cumple en la revelación cristiana. El significado del matrimonio no puede entenderse sino a partir del cuerpo sexuado que permite la unión y la comunión entre un hombre y una mujer.
- ¿Sobre qué cuestiones deben actuar la Iglesia y todos los cristianos?
Monseñor Tony Anatrella: Deben actuar para que los distintos Parlamentos nacionales adopten leyes civiles que no estén en contradicción con los principios de humanidad. La ideología de género, producida por las ciencias humanas, es un nuevo idealismo a imagen del marxismo que es contrario a los intereses humanos. Pero una sociedad que ya no comprende el sentido de la diferencia sexual pierde progresivamente el sentido de la verdad de las cosas y favorece un profundo sentimiento de inseguridad. La inestabilidad, ya favorecida por otros factores, progresa, ya que esta ideología ataca al marco portador y simbólico de la sociedad. Esto es porque -Montesquieu tenía razón al escribir en El espíritu de las leyes- “no hay que tocar las leyes más que con una mano temblorosa”.
En cuanto a la cuestión de la diferencia sexual, dado que se da a entender que la identidad sexual es independiente del hecho biológico, la teoría de género disocia la sexualidad biológica y psicológica de lo social para hacer una construcción social y un juego de poder entre el hombre y la mujer. La guerra de sexos ha sustituido a la lucha de clases. La primacía está en la desaparición de las distinciones entre el hombre y la mujer. Dicho de otra forma, nada debe impedir a la mujer hacerse igual al hombre, denunciando la dominación y el poder masculinos.
La maternidad es asimismo considerada como una limitación y una injusticia ya que sólo las mujeres traen niños. Hay que liberar por tanto a las mujeres de la maternidad y este hecho explica la multiplicación de las campañas a favor de la anticoncepción y del aborto. Una verdadera campaña de mutilación internacional dirigida por las más altas instituciones que alcanza a la verdadera riqueza de un pueblo, que son sus hijos.
Benedicto XVI escribe con razón: “Algunas organizaciones no gubernamentales, además, difunden el aborto, promoviendo a veces en los países pobres la adopción de la práctica de la esterilización, incluso en mujeres a quienes no se pide su consentimiento. Por añadidura, existe la sospecha fundada de que, en ocasiones, las ayudas al desarrollo se condicionan a determinadas políticas sanitarias que implican de hecho la imposición de un fuerte control de la natalidad. Preocupan también tanto las legislaciones que aceptan la eutanasia como las presiones de grupos nacionales e internacionales que reivindican su reconocimiento jurídico. La apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo.
Cuando una sociedad se encamina hacia la negación y la supresión de la vida, acaba por no encontrar la motivación y la energía necesaria para esforzarse en el servicio del verdadero bien del hombre (n. 28). El hombre se considera señor del universo. No lo es ni preside su origen, no es su propio creador y mucho menos quien se construye desde la nada. Procede de la naturaleza y adviene por la cultura. No hay oposición entre la una y la otra, sino una sutil interacción. En lugar de construirse, el hombre se desarrolla según los fenómenos que le son cercanos. Se recibe como un don, dice el Papa, se realiza a partir de numerosas interdependencias. Esto es porque es necesario que se desprenda de la visión narcisista y autosuficiente del pensamiento actual y se libere del fantasma de todopoderoso que le haría el arquitecto de su historia personal en la que tendrá el control total de todo.
Los relatos de vida que están muy de moda actualmente cuando las personas cotillean en las ondas de las radios y las televisiones occidentales, testimonian una necesidad de justificarse, de presentarse como héroes de su vida o víctimas de su educación y de los demás. Este movimiento es el síntoma de una dificultad para tomar posesión de su existencia, darle significado y asumirla; el pensamiento individualista de un Pico della Mirandola, que ha influido en Europa del Norte y en los anglosajones, y el pensamiento subjetivista que ha desembocado en un aislamiento narcisista que está en el origen de diferentes formas de violencia en el movimiento de la civilización siempre por elaborar.
El Santo Padre destaca que la persona humana no es dada sólo a sí misma, sino que también está hecha para el don. “La caridad en la verdad pone al hombre ante la sorprendente experiencia del don. La gratuidad está en su vida de muchas maneras, aunque frecuentemente pasa desapercibida debido a una visión de la existencia que antepone a todo la productividad y la utilidad. El ser humano está hecho para el don, el cual manifiesta y desarrolla su dimensión trascendente (n. 34).
El don no puede realizarse más que en el reconocimiento, la aceptación y la interiorización de la alteridad, y de la alteridad sexual. El don de sí se expresa a través del cuerpo a imagen de Cristo, que se encarnó y se ofreció de una manera carnal para que el hombre se una a la humanidad de Dios en el amor a la verdad.
-¿Cómo formar a los sacerdotes y sensibilizar intelectualmente a los cristianos ante esta ideología?
Monseñor Tony Anatrella: Los obispos africanos están decididos a actuar a través de la formación dispensada por parte de los Seminarios a los seminaristas, a través de las Universidades católicas y de la formación parroquial y de los movimientos de acción familiar para, al mismo tiempo que se sensibiliza ante la teoría de género, se ofrezca un mecanismo intelectual crítico y se presente una visión realista de la complementariedad entre el hombre y la mujer. Ellos están llamados a unirse y a hacer la guerra entre los sexos. La Iglesia, Juan Pablo II ha insistido con firmeza en ello, hace un llamamiento a una civilización basada en el amor, es decir, en la pareja basada en un hombre y una mujer, los únicos que simbolizan el significado del amor a través de la conyugalidad y la filiación familiar. Se necesitan al menos interiorizar íntimamente esta diferencia importante para acceder al amor.
En Occidente, aunque esta teoría está en marcha desde hace muchos años, la reflexión en los Seminarios y en las universidades católicas es casi inexistente. Este no es el caso de las universidades romanas como en el Instituto Juan Pablo II y la Academia Pontificia Eclesiástica. De lo contrario se constata que los profesores, estudiantes y los miembros del clero en su conjunto, adoptan y utilizan a menudo el lenguaje inherente a esta ideología sin saberlo. Es el aspecto más pernicioso de esta teoría: difundir los términos en el lenguaje cotidiano como mejor forma de hacer aceptar las ideas.
¿Quién hubiera pensado que el concepto de "gobernabilidad", que es un término sonoro y bonito, no tiene el mismo sentido que el de gobierno? Lo mismo con el concepto de "parentalidad" que sustituye al de "parentesco" e introduce un significado completamente diferente. O el concepto de "salud reproductiva", que no tiene nada que ver con el acompañamiento de las madres y familias, sino que significa la difusión de los anticonceptivos y abortivos. Es preferible sustituir el concepto de "salud de la familia", que incluye al padre, madre e hijos: en resumen, la unidad familiar. Por lo tanto, debemos entender el origen y alcance, y negarnos a adoptar este neo-lenguaje.
El Consejo Pontificio para la Familia ha publicado el Léxico de términos ambiguos y controvertidos para responder a todas estas cuestiones ideológicas. Este libro ha sido publicado en francés, alemán, inglés, árabe, español, italiano, portugués y ruso. Por último, también hemos de reconocer todo el trabajo realizado por las asociaciones católicas familiares en el ámbito europeo e internacional. Falta educar ampliamente a los formadores y profesores, y a todos los cristianos para responder a este nuevo desafío que se juega en las políticas familiares. El cristiano debe movilizarse cuando la dignidad de la vida humana y el equilibrio se ven perturbados por la búsqueda de beneficios económicos e ideológicos limitados a intereses particulares, donde Benedicto XVI nos llama a una mayor apertura a la vida.
Entrevista realizada por Anita S. Bourdin, traducción del francés por el equipo de ZENIT
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