domingo, 1 de mayo de 2011

Vivir el espiritu de Misericordia


Jesucristo desde el Evangelio, con su vida, sus hechos y su doctrina, nos hace una llamada a confiar en la Misericordia divina, y a ser nosotros misericordiosos. Toda la obra de la Redención es fruto de la Misericordia de Dios para con los hombres. Ya nos había advertido el Señor: Misericordia quiero, y no sacrificios. Y en otro momento: Sed misericordiosos como mi Padre es misericordioso… Y Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzarán misericordia… Podemos recordar las maravillosas parábolas de la misericordia (hijo pródigo, oveja perdida, moneda extraviada…) Y observar la cantidad de veces que el Señor ejerce la misericordia con pobres, enfermos, marginados, endemoniados, pecadores, muertos… Desde la Cruz dijo movido por su misericordia: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen… Todo el programa del Reino de los Cielos está resumido en el amor misericordioso que Dios nos tiene, y que nosotros debemos tener a los demás.

Pero estas cosas se olvidan fácilmente, y volvemos frecuentemente a convertir la religión en actos piadosos desconectados de la vida, y muchas veces vacíos de amor. Y de vez en cuando el Señor tiene que darnos un toque, hacernos una llamada para que rectifiquemos el camino y volvamos a lo fundamental. Una de esas veces ocurrió el 22 de febrero de 1931 cuando se apareció a una joven y sencilla monja polaca llamada Faustina. Se le apareció con la imagen que vemos en el cuadro que El le mandó que pintaran. Y le habló largamente de la Misericordia de Dios para con los hombres. Estas fueron algunas de sus palabras: “Pinta una IMAGEN SEGÚN EL MODELO QUE VES, Y FIRMA: Jesús, confío en TI… Quiero que esta imagen sea bendecida con solemnidad el primer domingo después de la Pascua de Resurrección; ese domingo debe ser la Fiesta de la Misericordia… El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas…Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos…Esta imagen ha de recordar las exigencias de Mi misericordia, porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil… Por medio de esta imagen colmaré a las almas con muchas gracias. Por eso quiero, que cada alma tenga acceso a ella… Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea un refugio y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores…Las almas mueren a pesar de mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la Fiesta de Mi Misericordia. Si no adoran Mi misericordia morirán para siempre… Quien se acerque ese día a la Fuente de Vida recibirá el perdón total de las culpas y de las penas…Ese día están abiertas las entrañas de Mi misericordia. Derramo todo un mar de gracias sobre aquellas almas que se acercan al manantial de Mi misericordia…que ningún alma tenga miedo de acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata…”.

Entre otras muchas cosas, le enseñó a Santa Faustina a rezar la Coronilla, y la Novena, y Adorar la Eucaristía, y frecuentar la Confesión, etc. Pero todo ello debe desembocar en una vida dirigida por la Misericordia de Dios. Lo que el mundo hoy necesita es acogerse a la Misericordia de Dios y a ser misericordiosos los unos con los otros. Juan Pablo II estableció en toda la Iglesia la celebración de esta Fiesta en este domingo, y nos dejó escrita una larga carta sobre Dios, rico en Misericordia. El Papa Benedicto XVI ha dedicado su primera Encíclica al amor Dios y de los hombres.


Vivir el mensaje de misericordia


Los fariseos a quienes Cristo amonestó bastante, eran muy devotos y fieles a las oraciones, reglas y rituales de su religión; pero, con el transcurso de los años, estas prácticas exteriores se hicieron tan importantes en sí mismas que se perdió su verdadero significado. Los fariseos practicaban todos los sacrificios prescritos, rezaban todas las oraciones apropiadas, ayunaban con frecuencia y hablaban mucho de Dios, pero nada de eso les había tocado los corazones. Como resultado, no tenían una relación verdadera con Dios, no vivían en la manera en que Dios quería que vivieran y no estaban preparados para la venida de Jesús.

Cuando miramos la imagen del Salvador Misericordioso o cuando hacemos una pausa para orar a las tres de la tarde o cuando rezamos la coronilla a la Divina Misericordia, debemos preguntarnos: ¿Estas cosas están acercándonos a la verdadera vida sacramental de la Iglesia y están permitiendo que Jesús transforme nuestros corazones? ¿O es que se han convertido en hábitos religiosos? En nuestras vidas cotidianas, ¿estamos creciendo cada vez más como personas de misericordia? ¿O solamente estamos recitando alabanzas insinceras, hablando "de dientes hacia afuera", respecto a la misericordia de Dios?

Las prácticas de devoción reveladas por medio de Sor Faustina nos fueron dadas como "recipientes de misericordia" a través de los cuales el amor de Dios puede derramarse sobre el mundo. Sin embargo, no son suficientes. No es suficiente colgar la imagen de la Divina Misericordia en nuestras casas, rezar la coronilla a la Divina Misericordia diariamente a las tres de la tarde y recibir la Santa Comunión el primer domingo después de Pascua. Debemos también mostrar misericordia al prójimo. Poner en práctica la misericordia no es una opción de la devoción de la Misericordia Divina; ¡es un requisito!

¡Qué fuerte le habla nuestro Señor a Santa Faustina sobre esto!

Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia Mí. Debes mostrar misericordia al prójimo siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. (Diario, 742).

Como en el mandato del Evangelio «Sean misericordiosos, como el Padre es misericordioso» (Lucas 6, 36), esta orden de ser misericordiosos siempre y en todas partes nos parece imposible de realizar. Pero el Señor nos asegura que sí es posible. Cuando un alma se acerca a Mí con confianza, explica el Señor, la colmo con tal abundancia de gracias que ella no puede contenerlas en sí misma, sino que las irradia sobre otras almas (Diario, 1074).

¿Cómo "irradiamos" la misericordia de Dios a los demás? Por medio de nuestras acciones, nuestras palabras y nuestras oraciones. En estas tres formas, dijo el Señor a Sor Faustina, está contenida la plenitud de la misericordia (Diario,742). Todos hemos sido llamados a esta práctica triple de la misericordia, pero no todos somos llamados de la misma forma. Necesitamos pedirle al Señor, que entiende nuestras personalidades y situaciones individuales, que nos ayude a reconocer las diferentes maneras en que cada uno de nosotros puede mostrar Su misericordia en nuestras vidas diarias.

Una cosa que todos nosotros podemos hacer es fijamos nuevamente en lo que la Iglesia llama "Las Obras Corporales y Espirituales de Misericordia", un listado de 14 formas de responder a las necesidades físicas, mentales, emocionales y espirituales de los demás.

Al pedir la misericordia del Señor, confiar en Su misericordia y sinceramente tratar de vivir Su misericordia en nuestras vidas, podemos estar seguros de que nunca oiremos al Señor decir de nosotros, «sus corazones están lejos de Mí» (Mateo 15, 8), sino que oiremos esa promesa maravillosa, «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misencordia» (Mateo 5, 7).


UN NUEVO ENFOQUE A LA MISERICORDIA DIVINA


Del Diario de una joven monja polaca, una devoción especial a la misericordia de Dios está difundiéndose por todo el mundo.

El mensaje no es nada nuevo, sólo es un recordatorio de lo que la iglesia siempre ha enseñado: que Dios es misericordioso y que El perdona y que nosotros también debemos ser misericordiosos y perdonar.

Pero en la devoción a la Divina Misericordia este mensaje asume un nuevo, poderoso enfoque, ya que nos llama a una comprensión más rotunda de que el amor de Dios no tiene límites y que está disponible a todos, especialmente al pecador más grande: Cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que tiene a mi misericordia (Diaro, 723).

Entre los elementos de este nuevo enfoque figuran una imagen sagrada del Salvador misericordioso, varias oraciones nuevas y una abundancia de promesas. Pero los elementos principales son la confianza y las obras de misericordia.


Juan García Inza

www.mercaba.org

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