Fue
la primera mujer en ser admitida en la Pontificia Academia
de las Ciencias. De origen judío, sufrió persecución
y fue amiga de tres Papas. Falleció el 30 de diciembre
de 2012.
Científica,
escritora y dueña de una arrolladora personalidad, Rita Levi
Montalcini ha sido sin duda una mujer comprometida y perseverante en
sus ideales.
Cuando
el pasado 30 de diciembre fallecía en Roma a los 103 años
de edad, la Santa Sede mostraba también su pesar por la pérdida
de la célebre investigadora a través de su portavoz,
Federico Lombardi, que se refirió a ella como “una figura
eminente, no solo por sus altos méritos científicos,
sino también por su compromiso civil y moral que la convirtieron
en una inspiración para la comunidad italiana e internacional”.
La
religión del bien
Nacida en Turín,
en el seno de una familia judía, Rita Levi se consideró
siempre atea, pero el suyo ha sido un ateísmo sui generis.
Afirmaba creer en el mismo Dios en el que creían Einstein y
Spinoza, una creencia basada siempre en sólidos principios
éticos, con los que fue siempre coherente.
“Aún
declarándome laica o mejor, agnóstica y librepensadora,
envidio a quien tiene fe y me considero profundamente “creyente”
si por religión se entiende creer en el bien y en el comportamiento
ético: si no se persiguen estos principios, la vida no merece
la pena ser vivida”, explicaba en una entrevista en el año
2006.
Mujer
pionera y Nobel de Medicina
Desde muy joven decidió
entregar su vida a la Ciencia, en concreto al estudio de la neurobiología,
y en 1986 recibió el premio Nobel de Medicina por su descubrimiento
del llamado Factor de Crecimiento Nervioso, gracias al cual se demuestra
que el cerebro puede “regenerarse”, un descubrimiento clave
para la prevención del Alzheimer.
Miembro
de las más prestigiosas academias científicas internacionales,
fue la primera mujer admitida en la Pontificia Academia de las Ciencias,
en 1974, y, según sus propias palabras, “tuve una buena
relación con Pablo VI y con Wojtyla, también con Ratzinger,
aunque menos profunda que con Pablo VI, al que estimaba mucho. No
la tuve en cambio con aquel considerado el Papa Bueno, Roncalli (Juan
XXIII), que para mí no era bueno, porque era muy amigo de Mussolini
y cuando comenzaron las leyes antifascistas dijo que había
hecho un gran bien a Italia”.
Afecto
hacia el Papa
Su admiración
por el Pontífice quedó patente cuando en 2008 algunos
docentes de la Universidad de La Sapienza en Roma firmaron una carta
para impedir que el Papa inaugurara el año académico.
Alguien lanzó el bulo de que Rita Levi había firmado
dicha carta y ella reaccionó de inmediato: “En calidad
de miembro de la Pontificia Academia de las Ciencias y de la admiración
que profeso hacia el Pontífice, no habría expresado
jamás lo que se me atribuye. Estoy muy lejos de asumir una
actitud en contra de Benedicto XVI”.
Víctima
de la persecución nazi
Como judía,
Rita Levi vivió el drama de la persecución nazi. Trabajó
como ayudante del famoso histólogo italiano Giuseppe Levi hasta
que en 1938 Benito Mussolini publicó el célebre “manifesto”
que prohibía a toda persona judía acceder a alguna carrera
académica o profesional.
Rita
se recluyó entonces en su habitación, donde montó
un pequeño laboratorio: “Los jóvenes de hoy ignoran
casi por completo todo aquello, y a veces no creen que el Holocausto
ocurrió verdaderamente. A mí me parece que recordar
las tragedias que ocurrieron hace casi un siglo es absolutamente necesario
y útil, sobre todo para no repetirlas. Es necesario liberar
al hombre de la obsesiva cortesía hacia los individuos con
un fuerte carisma y privados de moral, como todos aquellos que dirigieron
las tragedias de mediados del siglo pasado: Hitler, Mussolini, Stalin,
Mao... En mi caso, no siento rencor personal; sin las leyes raciales,
que determinaron que los judíos éramos una raza inferior,
no hubiera tenido que recluirme en mi habitación para trabajar,
en Turín y luego en Asti, en el que fue un tiempo tan fructífero
para mi investigación. Nunca me sentí inferior por eso”,
reconocía.
Allí,
en su encierro investigador obligado transcurrió toda la Segunda
Guerra Mundial hasta que en 1946 aceptó una invitación
de la Universidad de Washington, donde finalmente se quedó
30 años y donde realizó la mayoría de su trabajo
científico por el que acabaría recibiendo, junto a Stanley
Cohen, el premio Nobel de Medicina.
Un
cerebro vivo
Junto a su hermana
Paola, Rita Levi creó en 1992 la Fundación Levi Montalcini
que ofrece becas de estudio a jóvenes africanas para que renueven
la vida científica y social de sus países de origen:
“La vida tiene valor si concentramos la atención no solo
en nosotros mismos, sino en el mundo que nos rodea; la parte más
importante de nuestro cerebro tenemos que utilizarlo para ayudar al
resto, no solo para hacer descubrimientos”, afirmó en
una de sus últimas lecciones de altruismo científico.
Descanse
en paz Rita Levi, la mujer que demostró con el ejemplo que
“el cuerpo se arruga, pero no el cerebro”. Y, cabría
decir, mucho menos el espíritu.
No hay comentarios:
Publicar un comentario