sábado, 27 de abril de 2013

Rosaria era intelectual «queer», feminista y lesbiana; hoy es madre y esposa cristiana

Rosaria Champagne Butterfield era profesora de inglés y de “Estudios de las Mujeres” y activista feminista en la muy progresista Syracusa University. En 1997 acababa de publicar su libro “The Politics of Survivorship”, sobre “el incesto en el contexto de las teorías feminista y queer y el psicoanálisis”. Esos eran sus tres campos de investigación principal. Además, se declaraba seguidora de las visiones del mundo de Freud, Hegel, Marx y Darwin. Y era lesbiana.

El origen de su lesbianismo
Se declaró públicamente así cuando tenía 28 años y acababa su doctorado en Literatura Inglesa y Estudios Culturales en Syracusa, explica Rosaria en su libro testimonio de 2012.

Mi identidad lésbica empezó de forma no sexual. Siempre disfruté con la buena comunicación que comparten las mujeres. Me encontré más y más unida a mujeres en hobbies compartidos y en los valores feministas y de izquierda”. Sólo gradualmente sus relaciones con otras mujeres tomaron una dimensión erótica y se convirtieron en una identidad: nombrarse “lesbiana” la definía.

Solidaria, plena y comprometida
A los 36 años Rosaria se encontraba bien y tranquila, con sus clases de inglés y de Estudios de las Mujeres y una compañera estable. Su vida, dice, “era feliz, significativa, plena”. Acudían a menudo a la Iglesia Unitariana Universalista, que no tiene dogmas ni enseñanzas (ni siquiera proclama ni niega la existencia de Dios); sólo propone un vago llamado a ser “buenos y responsables”. Con unos 200.000 feligreses en EEUU, apenas uno de cada cinco unitarianos se autodeclaran cristianos. En esta iglesia se habla del “bien” y del “amor” (que cada uno debe definir a su manera) pero poco o nada de Jesucristo.

Rosaria y su compañera estaban volcadas en causas solidarias, “sobre moralidad, justicia, compasión”: contra el sida, por la alfabetización y la salud de los niños… y el feminismo, el homosexualismo político y las marchas del Orgullo Gay, donde veían cristianos con carteles amenazadores, versículos sobre el infierno y condenas groseras.

Cristianos ineptos y derecha religiosa
“La palabra ‘Jesús’ se me atragantaba”, escribe. Sus alumnos cristianos parecían especialmente ineptos, incapaces de entender lo que leían, algo que para una profesora de lengua y literatura es especialmente grave. “Siempre buscaban oportunidades para insertar un versículo bíblico en una conversación, pero no para profundizar en ella, sino para acabarla”, lamenta.

En 1997 empezó en serio a estudiar la “derecha religiosa y sus políticas de odio contra las queers como yo.” Como aperitivo, publicó un artículo (reseñado aquí) criticando los Promise Keepers (un movimiento de oración y castidad), una excusa para criticar la “trinidad impía: Jesús, política republicana y patriarcado”.

La carta de un pastor
Recibió muchas respuestas a su artículo: muchas de fans y muchas muy groseras de protesta. Pero le impactó la carta de un pastor presbiteriano de su ciudad, que no era grosera sino que le planteaba los mismos interrogantes que ella intentaba generar en sus alumnos: “¿cómo has llegado a tus conclusiones, cómo sabes que estás en lo cierto?”

“No sabía cómo responderla, así que tiré la carta, pero más tarde, esa noche, la saqué de la papelera de reciclaje, la coloqué en mi escritorio, y ella me miró desde allí toda la semana. Yo, como intelectual postmoderna, operaba desde una visión histórica materialista, pero el cristianismo es una visión sobrenatural”.

Rosaria decidió conocer al pastor Ken. Él la invitaba a comer, y ella aceptó: podía ser útil para su investigación.

Cristianos transparentes y vulnerables
El pastor y su esposa abrieron su casa, y se hicieron sus amigos. “Ellos entraron en mi mundo, conocieron a mis amigos, intercambiamos libros. Hablamos abiertamente sobre política y sexualidad. No actuaban como si esas conversaciones les contaminasen”.

Ella se sentía segura y tranquila porque ellos no le invitaban a ir a su iglesia. Ir a la iglesia “habría sido demasiado amenazador, estrambótico, demasiado”.

Le impresionaba cómo el pastor oraba antes de comer de una forma “íntima, vulnerable; él se arrepentía de sus pecados delante de mí. Daba gracias a Dios por todo. El Dios de Ken era santo y firme, pero lleno de piedad”.

Devorando la Biblia
Además de estos cristianos sinceros, vulnerables y transparentes, Rosaria decidió conocer la Biblia, pensando en su investigación. Y como era una mujer de letras la leyó y la releyó, “como un glotón que devora. La leí muchas veces ese mismo año en múltiples traducciones”. Podía estar 5 horas al día leyéndola.

Un día, Rosaria y su compañera estaban comiendo con J, un amigo transgénero (un hombre que se sentía mujer, y vestía y comportaba como tal).

“En la cocina, ella puso sus grandes manos sobre las mías. ‘Leer la Biblia te está cambiando, Rosaria’, avisó. Temblando, le respondí: ‘J, ¿y si es verdad? ¿Y si Jesús es un Señor real y resucitado? ¿Y si todos estamos en un lío?’ J respiró profundamente. ‘Rosaria, yo fui un ministro presbiteriano durante 15 años; recé para que Dios me sanara, pero no lo hizo. Si quieres, oraré por ti’”. Así Rosaria encontró la oración de quien menos cabía esperar.

“Luché con todo lo que tenía. Yo no quería eso. No lo había pedido”. Finalmente, el 14 de febrero de 1999 “salí de la cama de mi amante lesbiana y una hora después estaba en un banco de la Iglesia Presbiteriana Reformada de Syracusa”.

La presencia de Cristo vivo
Una noche ella rezó y preguntó a Dios si el evangelio era para alguien como ella también.

Sentí visceralmente la presencia viva de Dios mientras rezaba. Jesús parecía presente y vivo. Supe que no estaba sola en mi habitación. Pedí que si Jesús era verdaderamente un Dios real, resuitado, que cambiase mi corazón. Y si Él era real y yo era suya, pedí que me diera fuerza de mente para seguirle y carácter para ser una mujer de Dios. Pedí la fuerza para arrepentirme de un pecado que en ese momento no sentía como pecado en absoluto. Que si mi vida era su vida, que la tomase y la hiciese como quisiera. Pedí que tomase todo: mi sexualidad, mi profesión, mi comunidad, mis gustos, mis libros y mis mañanas”.

Entregar la sexualidad a Dios
Rosaria cree que “Dios me mandó a una iglesia conservadora para arrepentirme, sanarme, enseñarme y prosperar”. “Estoy agradecida de que cuando escuché la llamada del Señor en mi vida y quise atrincherarme en mis cosas, mantener mi novia y sólo sumar un poquito de Dios a mi vida, tuve un pastor y amigos en el Señor que me pedían nada menos ¡que yo muriese a mí misma! La ortodoxia bíblica nos puede ofrecer compasión real, porque en nuestra lucha con el pecado no podemos socavar el poder de Dios para cambiar vidas”.

Cuando un capellán universitario le dijo que podía ser cristiana y seguir practicando el lesbianismo le pareció atractivo pero ella ya había estudiado la Biblia: “había leído y releído la Escritura y no había restos de esa postmodernidad en la Biblia”.

Obedecer para entender
“Yo era pensadora, me pagaban por leer libros y escribir sobre ellos. Yo esperaba que en todas las áreas de la vida, el entender debía llegar antes del obedecer. Yo quería ser la juez, no ser juzgada. Pero en Juan 7,17 (“quien hace la voluntad de Dios sabrá lo que concierne a la doctrina”) se promete que el entendimiento llega después de la obediencia. ¿Quería de verdad entender la homosexualidad desde el punto de vista de Dios o sólo quería discutir con él? Pedí a Dos esa noche la voluntad de obedecerle antes de entenderle. Y recé el resto del día”.

Y se preguntó cuál era su verdadera identidad. ¿Ser lesbiana? “¿Quién hará Dios que sea yo?”

Jesús triunfó. Yo estaba rota. Mi conversión era como un tren descarrilado. Creía débilmente que si Jesús podía vencer a la muerte, podría reordenar mi mundo”.

Una nueva identidad
Y poco a poco su mundo se reordenó completamente. Entendió su nueva identidad como cristiana. Conoció un hombre cristiano y se casaron: hoy vive con él, pastor presbiteriano, en Carolina del Norte.

Tenía 39 años al casarse, y le asombró descubrir que ¡era vieja para tener niños! “El pecado infantiliza a la persona; yo me creía madura, importante, y lo cierto es que no sabía ni lo que era de verdad mi edad. Tras mi conversión, me asombró descubrir lo mayor que realmente era”.

Adoptaron unos niños y hoy ostenta con alegría los títulos de esposa y madre.

Y aunque reconoce que su pasado está ahí, “agazapado en los bordes de mi corazón, brillante y quieto como un cuchillo”, tiene clara una cosa: “no he olvidado la sangre que Jesús entregó por esta vida”.


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sábado, 20 de abril de 2013

Estudian un milagro impresionante que podría canonizar a la «abuela» de la Renovación Carismática

La beata Elena Guerra insistía a León XIII para que se amase y conociese al Espíritu Santo. En la noche de fin de siglo, él cantó el Veni Spiritus Creator... y pasó algo a medio mundo de distancia. 

 La beata Elena Guerra fue beatificada en 1959 por Juan XXIII, que la admiraba por su devoción al Espíritu Santo y en la que se inspiró para escribir su oración al Espíritu Santo en la convocatoria del Concilio Vaticano II: "dígnese el Divino Espíritu escuchar de la forma más consoladora la plegaria que asciende a Él... renueva en nuestro tiempo los prodigios como en un nuevo pentecostés".

Ahora, un milagro que está estudiando la diócesis brasileña de Uberlandia podría llevar a la canonización de esta religiosa italiana, cuando en 2014 se cumple el centenario de su fallecimiento.

Y no sería de interés sólo para las Oblatas del Espíritu Santo, que ella fundó, sino para los 40 o 60 millones de católicos de la Renovación Carismática Católica (depende de cómo se cuenten), donde se la considera como una especie de "abuela fundadora" y una conexión con Roma que "equilibra teológicamente" el origen sociológico de la Renovación en ambientes protestantes en los años 60.

Un enfermero cayó de 6 metros
En la comisión que estudia el milagro está el padre Eduardo Braga (alias padre Dudu), vicepostulador de la causa, de la arquidiócesis de Niteroi. Explica que los hechos sucedieron en 2010 en la ciudad de Uberlandia: un auxiliar de enfermería llamado Paulo Gontijo cayó desde una altura de 6 metros y fue hospitalizado con traumatismo cráneoencefálico, en coma.

Su párroco, William García, de la parroquia de Santa Mónica, acudió y le impartió la extrema unción mientras estaba en coma. Dos días después, los médicos declaraban que Pablo estaba en muerte cerebral.

Pero la hermana del enfermero no se rindió. Muy devota de la beata Elena Guerra, ella puso a orar a la familia y a los parroquianos, con el padre William incluido, invocando la intercesión de la beata. Y Pablo Gontijo se recuperó milagrosamente, para asombro de los médicos.

No sucedió en un lugar confuso ni primitivo, sino en un hospital urbano del año 2010, rodeado de médicos.

La diócesis está analizando el suceso a tres niveles: médico, teológico y jurídico. Reunidos todos los documentos con gran rigor, se enviarán a Roma para la siguiente fase del proceso. Si la Congregación de Causa de los Santos y el Papa lo aprobaran, Elena Guerra sería santa.

Fundadora y maestra de Santa Gema Galgani
Elena Guerra nació en Lucca, Italia, en 1835 y desde su confirmación, cuando tenía 10 años de edad, fue muy sensible a la presencia del Espíritu Santo y propagadora de su devoción en una época en que era "el gran desconocido" de la espiritualidad católica.

Elena Guerra descansa en la iglesia de Lucca, en Italia


En 1872, después de una enfermedad, que la retuvo en casa durante años, y de una peregrinación a Roma, fundó la «Congregación de Santa Zita», para la formación de niñas y jóvenes. La alumna más famosa que tuvo fue la jovencísima Gema Galgani, que sería después Santa Gema, apóstol de la pureza y el perdón.

También fundó las Oblatas del Espíritu Santo y se volcó en la «buena prensa», y en escribir folletos y hojas sueltas, casi siempre dirigidas a la mujer en distintos estadios de vida.

La beata, el Papa y el Espíritu
La relación con la Renovación Carismática viene por su devoción al Espíritu Santo... y algo más. Entre 1895 y 1903, Elena Guerra escribió 12 cartas al Papa León XIII pidiéndole una predicación renovada sobre el Espíritu Santo. El Papa accedió y en Provida Matris Caritate pedía a la Iglesia una novena solemne al Espíritu Santo entre Ascensión y Pentecostés. Elena organizó entonces grupos de oración que llamaba "Cenáculos permanentes" para pedir la venida del Espíritu. Pero la devoción al Espíritu no acababa de resonar en la población.

Entonces llegó la noche en que moría el siglo XIX y nacía el siglo XX: el 31 de diciembre de 1900. León XIII organizó una velada de oración en San Pedro y a las doce de la noche el Papa entonó ante todos el himno Veni Creator Spiritus.

Del Vaticano a Topeka, Kansas
Esa misma noche, en Topeka, Kansas, un misionero metodista y un grupo de jóvenes que estudiaban la Biblia se planteaban un interrogante. En los 5 momentos que en Hechos de los Apóstoles se habla de "bautismo en el Espíritu Santo" se habla también de "oración en lenguas".

El misionero dijo a sus alumnos: "me pregunto qué pasaría si mañana orásemos para recibir el Espíritu Santo tal como describe la Biblia, con ese hablar en lenguas".

Pasó esa noche, y llegó el 1 de enero, y rezaron todo el día. Pero no sucedía nada.

Una joven llamada Agnes Oznam recordó que en esos pasajes de Hechos (Samaría, Damasco, Éfeso) se hablaba de un gesto: la imposición de manos.

Alegría indescriptible
"Pastor, ¿oraría usted por mí con ese gesto de la imposición de manos, para que reciba el Bautismo en el Espíritu?", le pidió. Él lo hizo y Oznam escribiría después su experiencia así: "como si un fuego ardiese en toda mi persona, palabras extrañas de una lengua que jamás había estudiado me venían espontáneamente a los labios y me llenaba el alma de alegría indescriptible, como si brotasen ríos de agua viva de lo más profundo de mi ser".

Ese fue el origen moderno (o recuperado) de la práctica que suma imposición de manos, oración en lenguas y efusión del Espíritu, común hoy a unos 400 millones de cristianos, entre pentecostales y carismáticos católicos o protestantes.

Para la Renovación Carismática Católica, fue una respuesta de Dios a una oración insistente de la beata Elena Guerra, que decía así:

Benignísimo Jesús,
mandadnos vuestro Espíritu con su Luz,
para que seáis mejor conocido.
Mandádnoslo con su Fuego,
para que seáis más amado.
Mandádnoslo con sus Dones
para que seáis verdaderamente imitado.
Amén.


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sábado, 13 de abril de 2013

Jennifer era pastora luterana y quería ser católica: mala música y malos sermones casi lo impiden

Los católicos salían corriendo de la iglesia, no había calor humano, con mil feligreses eran incapaces de organizar un coro... ¡sólo tenían la verdad! 

 Jennifer Mehl Ferrara ha vivido toda su vida en el luteranismo. De hecho su padre, su abuelo y su bisabuelo han sido pastores luteranos. Ella siguiendo la tradición familiar, convencida de sus principios y con la apertura protestante a la ordenación de mujeres, dio el paso adelante y se ordenó también como ‘pastora’.

Sin embargo, algo le hizo cambiar y mirar a la Iglesia Católica como la que verdaderamente tenía todo el tesoro de la fe de Cristo. Lamentablemente, la forma de celebrar la Eucaristía de algunas parroquias católicas le frenó a la hora de dar el paso final hacia su conversión.

"Las iglesias de verdad no matan bebés"

 
Casada y con tres hijos, Jennifer vive en Fleetwood, Pensilvania. Siempre ha sido una persona que ha buscado la verdad y el auténtico rostro de Cristo toda su vida sin importarle lo que tuviera que dejar atrás. Lo cierto es que un día leyó en una web luterana un comentario que la dejó noqueada: “Las iglesias de verdad no matan bebés”.

Sin duda ella no estaba a favor del aborto, pero se dio cuenta de la deriva en la que estaban desembocando algunas ramas y denominaciones protestantes. Su “camino a Roma” comenzó ahí.

En ese momento, Jennifer vio “como el cuerpo de mi iglesia estaba aceptando la ‘cultura de la muerte’, y me di cuenta que no tenía más remedio que salir de ella”.

¿Quién custodia la fe?

 
Siempre había contemplado al luteranismo como esa reforma, como ese ‘correctivo’ –acuña exactamente Jennifer- a la Iglesia Católica. Sin embargo desde hacía un tiempo “empecé a ver el Magisterio de la Iglesia Católica Romana, y especialmente el magisterio del Papa Juan Pablo II, como el verdadero custodio de la fe de toda la Cristiandad. Por tanto –concluyó Jennifer- la única verdadera opción era convertirse en católica romana”.

Inició el camino sola. “Empecé a leer las encíclicas papales, después los documentos del Concilio Vaticano II, el Catecismo de la Iglesia Católica e, incluso, teólogos como Hans Urs von Balthasar o –el entonces- cardenal Joseph Ratzinger”.

Con el tiempo también encontraría a antiguos luteranos convertidos al catolicismo: “Cuanto más leía y hablaba, más me convencía de la verdad de las enseñanzas de la Iglesia Católica”.

Decidir para salvarse

 
Y como en todo proceso de conversión llegó el momento en el que Dios le enfrentó a sí misma y a sus convicciones, y le hizo tomar decisiones en serio y lanzarse confiando en Él.

Ese momento llegó cuando leía el capítulo 14 de la Lumen Gentium, un documento del Concilio Vaticano II, en donde se dice que no podrán “salvarse aquellos hombres que, conociendo que la Iglesia católica fue instituida por Dios a través de Jesucristo como necesaria, sin embargo, se negasen a entrar o a perseverar en ella”.

Era el momento de la verdad: “Aunque yo estaba dispuesta a tomar un riesgo con mi alma, seguía teniendo tres hijos pequeños a los que debía tener en consideración”.

La situación era difícil: “En ese momento, yo estaba en proceso de conversión, pero luchaba cuando tenía que tomar una decisión puesto que debía renunciar a mi ordenación”. En otras palabras, que si tenía que tomar parte por la Iglesia Católica tenía que valer la pena.

Una cita de C.S. Lewis

 
C.S. Lewis, más conocido en España por la saga de las Crónicas de Narnia o por libros como Cartas del diablo a su sobrino, vino en su rescate con una cita que ya es clásica en él: “La dureza de Dios es más amable que la suavidad de los hombres, y su pasión es nuestra liberación”. Sólo que esa pasión de Dios “operaba a través de mi conciencia y me conducía a los brazos de la Iglesia Católica”.

Por fin Jennifer y su familia se lanzaron a la aventura de conocer más a fondo la vida y la liturgia católica.

Los católicos no usan perchero

 
En primer lugar acudieron a la parroquia más cercana a su casa. Comenta con cierta sorna que lo primero que notó al entrar en un templo católico “fue la ausencia de perchero”.

Y comenta que “los católicos, a diferencia de los luteranos, rinden culto con sus abrigos, dando la impresión de que están haciendo una parada en boxes obligatoria” al igual que en la Fórmula 1.

Con esos ojos de luterana sigue comentando que “después de la misa, la mayoría no se detienen a hablar, sino que salen a la carrera para ser el primero en salir del parking”.

Para rematar con cierta tristeza: su conversión al catolicismo “va a requerir algunos ajustes, como renunciar a ese sentimiento protestante de pertenencia a una comunidad muy unida”.

Los bancos en semicírculo distraen

 
No todo acaba ahí. En su parroquia, como en multitud de templos católicos de todo el mundo, los bancos están dispuestos en un semicírculo.

“Elegimos para sentarnos unas bancas laterales, y pronto descubrí el problema de esta configuración: pasé la mayor parte de la misa mirando a los feligreses que tenía en frente en vez de ver el altar y lo que se celebraba en él: su forma de vestir, sus gestos, sus habilidades como padres... Esto se convirtió en una gran tentación, especialmente durante la homilía, que duró veinte minutos y que no estaba muy preparada…"

Una homilía floja era algo lamentable desde el punto de vista de una pastora hija, nieta y bisnieta de pastores y predicadores.

"Mi padre –comenta Jennifer-, que durante muchos años enseñó homilética, ya me advirtió: ‘Si vas a predicar sin papeles, tienes que tenerla mucho mejor preparada’. Lamentablemente muchos sacerdotes no parecen saber que la regla”.

Mala música: mil feligreses no dan para un coro

 
Después se fijó en la música. Una mujer cantaba desafinando en el ambón acompañada de tres guitarras. Eso era todo.

Además las canciones no ayudaban ni a la celebración, ni a la oración… No podía entender que en una Misa a la que acudían mil personas no pudiera tener un coro por pequeño que fuese, mientras recordaba que “mi primer destino como pastor fue una pequeña parroquia rural con una asistencia promedio de noventa almas, pero con un coro de cinco personas”.

Optaron por acudir a otras iglesias católicas. Pero en todas había la misma música que no ayudaba, o el sacerdote intentaba captar la atención de la celebración más que reflejar lo sagrado del momento.

Jennifer comenta con tristeza: “Después de visitar varias parroquias, empecé a perder la esperanza de encontrar un lugar satisfactorio de culto”.

“¿Quién hubiera pensado –se preguntaba- que mi problema con el catolicismo romano sería su aparente falta de respeto por la tradición?”

¿Realmente eran conscientes del respeto que se debía a lo que estaban haciendo?: “Me preguntaba si las personas que dirigían y participaban en el culto católico realmente creían en lo que la Iglesia enseña. Tengo un amigo cuyo párroco en la Primera Comunión de su hija comparó la Eucaristía con una fiesta en la que se repartía pizza, esto para que no se deslumbraran de lo grande que es la cosa y que en cambio sí lo vieran como algo que pudieran hacerla sentir bien”.

"Padre, soy pastora luterana y..."

 
Finalmente se lanzó a hablar con un sacerdote en una de tantas parroquias en las que buscaba adorar a Dios. Fue un diálogo breve pero fecundo:

- Padre, soy pastora luterana y quiero convertirme, pero no encuentro un lugar para adorar a Dios. ¿Conoce usted alguna iglesia en la que haya música pero que no sea de guitarra?

El sacerdote, que la miró como si fuera una marciana, le dijo:

- ¿Puedo hacerte una pregunta?: ¿Por qué quieres convertirte al catolicismo?

Jennifer dio alguna pincelada sobre sus desavenencias con la línea que estaba siguiendo el luteranismo en América y su convicción de que la Iglesia Católica es más completa. Su respuesta fue:

- ¡Oh!

Y poco después:

- Bueno, en ese caso, usted debería ir a la parroquia de Santo Rosario…

Por fin llegó a la parroquia del Santo Rosario. En ella encontró un organista y un coro de primera categoría. Con San Agustín pudo decir: "¡Cuánto lloré al oír vuestros himnos y cánticos, fuertemente conmovido por las voces de vuestra Iglesia que suavemente cantaba! Entraban aquellas voces en mis oídos, y vuestra verdad se derretía en mi corazón, y con esto se inflamaba el afecto de piedad, y corrían las lágrimas, y me iba bien con ellas” (San Agustín, conf. IX 6,14).

Pero más importante aún: “Los feligreses tienen una actitud de profunda piedad y respeto por la liturgia que se está viviendo en cada momento. El sacerdote colabora con ese respeto”.

En esta iglesia también se promueve el rezo de la liturgia de las horas, del rosario, la adoración nocturna...: “Siento que he entrado en un mundo con el misterio de Cristo en la Eucaristía en el centro. Aquí la Verdad se puede palpar”.

Una comunidad más grande

 
Una confesión: “Quizá aquí no se vive el espíritu de familia de una típica iglesia protestante, pero yo soy parte de algo mucho más grande y más importante: soy parte de una comunidad que remonta su historia a los Apóstoles y de su testimonio de Cristo resucitado”.

Jennifer, después de vivir intensamente la fe en su familia, incluso de ser ordenada pastor luterana, en la festividad de Corpus Christi de 1998, fue recibida en plena comunión con la Iglesia Católica.

Más tarde, en 2004, publicaría junto con otra ex-pastora luterana, Patricia Sodano Ireland, un libro de testimonios de mujeres que encontraron su plenitud en la Iglesia Católica para indicar que la ordenación de mujeres-sacerdotisas no tiene sentido (el libro se titulaba "The Catholique Mystique: 14 women find fulfillment in the Catholic Church").



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lunes, 8 de abril de 2013

Testigos de la Resurrección





FRANCISCO: LAS MUJERES, COMUNICADORAS DE RESURRECCIÓN

Ciudad del Vaticano, 3 abril 2013 (VIS).-La Resurrección, centro del mensaje cristiano y las dos maneras : la profesión de fe y el relato, con que ésta se transmitió han sido los temas con los cuales el Papa Francisco ha reanudado las catequesis sobre el Año de la Fe durante las audiencias generales de los miércoles.

Como ya es habitual el Santo Padre dio la vuelta a la Plaza de San Pedro en automóvil sin capota para saludar a las decenas de miles de personas que querían saludarle, muchos de los cuales le presentaban a sus niños para que los tomara en brazos. Después de saludar a su vez calurosamente a los fieles, el Papa rezó con los presentes y, tras darles los "Buenos días", comenzó la catequesis citando el célebre pasaje de la epístola de San Pablo a los Corintios: "Si Cristo no hubiese resucitado, vana sería nuestra fe".