domingo, 14 de febrero de 2016

Primer Domingo de Cuaresma Las Tentaciones 2016






 Día 14 I Domingo de Cuaresma
 La escena que contemplamos en este primer domingo de Cuaresma es un diálogo real entre Jesús y el diablo. Este personaje desdichado se apartó de Dios definitivamente, como explica el Catecismo de la Iglesia Católica, y procura siempre el mal de los hombres: Satán o el diablo y los otros demonios son ángeles caídos por haber rechazado libremente servir a Dios y su designio. Su opción contra Dios es definitiva. Intentan asociar al hombre en su rebelión contra Dios.

        El diablo no fue malo desde el principio. Enseña el concilio cuarto de Letrán que el diablo y los otros demonios fueron creados por Dios con una naturaleza buena, pero ellos se hicieron a sí mismos malos. San Pedro, en efecto, dice en su segunda carta que pecaron y fueron arrojados por Dios al infierno. La sugerencia: seréis como dioses, con la que Satanás tentó a nuestros primeros padres, manifiesta la verdad de las palabras de Jesús de que es padre de la mentira y homicida desde el principio.

        Es verdaderamente homicida puesto que con su seducción mentirosa induce, desde el principio, al hombre a desobedecer a Dios; en lo que consiste nuestra perdición, más terrible que la muerte física. Pero Dios, que es Padre bueno, nunca consiente que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas. Jesucristo venció para nosotros definitivamente al maligno, pues, como dice san Juan, el Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo. Y la gracia de Dios se difunde como fuerza en nosotros para vencer las tentaciones, cuando nos unimos al Señor por la oración y los sacramentos.

        Recordemos que es otra criatura –aunque poderosa por ser puro espíritu– y que no puede impedir el triunfo del Reino de Dios establecido en Jesucristo. Nos dice el Catecismo que su acción, real en el mundo, es un misterio para nosotros que aceptamos confiando en Dios, pues, como afirmaba san Pablo a los Romanos, todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios.

        Iluminados por el Paráclito le suplicamos aprender, con más segura firmeza, que fuimos creados para Dios y que Dios ha querido ser también para cada uno. El tentador, en cambio, según observamos en el fragmento evangélico de hoy, no acepta el señorío del Creador sobre el mundo. Intenta establecer su criterio personal y que prevalezca sobre el de Dios, su Creador.










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