Inteligencia y voluntad puesta al servicio; puestas al servicio de la verdadera trascendencia
Por: Lourdes Gomez Reyes | Fuente: yoinfluyo.com
En
una ocasión, una alumna en su graduación de preparatoria comenzó su
discurso diciendo: “Para trascender hay que servir.” Trascender: “ir más
allá del límite”; “la inmortalidad del alma.” ¿Por qué debía esto venir
al caso en una graduación?
El tema de la trascendencia importa particularmente cuando la vida está
por tomar otro rumbo, o cuando se empieza a forjar un futuro, ya que de
los ideales depende hasta dónde una persona pueda llegar.
El deseo de trascender del ser humano se refleja, entre otras cosas, en
tantas ciencias, filosofías, y corrientes que ahora estudian la muerte,
la vida, el duelo.
Es un tema que a todos concierne, que está ahora de moda, y del cual
todos tarde que temprano nos sentimos con derecho a opinar. Y esta
alumna opinó que para que nuestro paso por la tierra no sea estéril, es
necesario servir.
Servir a Dios = trascender
¡Cuántas ocasiones no tenemos durante nuestra vida de reflexionar sobre estas verdades!
Navidades, años nuevos, muertes, nacimientos, graduaciones, etcétera,
servir… en un velorio es tan claro que la vida es corta, que Dios
existe, que los seres queridos se marchan, que la mayoría de las veces
no dejamos más que recuerdos, que hay que aprovechar el tiempo, que debe
haber algo más.
En la vida ordinaria, ¿será tan claro? ¿por qué será que el ser humano
puede asistir a un sin número de velorios y no buscar una vida de
servicio a los demás? ¿o porqué no decidirse a vivir cara a Dios? ¿a
servir a Dios? ¿Le faltarán razones?
Hay una frase que dice: "fuertes razones hacen fuertes acciones". La
vida eterna debiera ser una fuerte razón, sin embargo a veces pareciera
que no hemos entendido lo que hay que hacer para ganarla. Tenemos la
brújula descompuesta y lo consideramos algo relativo, siendo que Dios ha
querido mostrarnos el camino.
Inteligencia y voluntad
Se dice que el valor de un hombre no depende tanto de la fuerza de su entendimiento, como de su voluntad.
Y entonces habrá que considerar si más bien es que no hemos querido
entender lo que debemos hacer para ser coherentes con nuestra fe, para
vivir cara a Dios, sin miedo a la muerte.
¿Será que quiero llegar al polo norte, pero pienso que el norte está
para el sur? o ¿será más bien que quiero llegar al norte caminando hacia
el sur? porque claro está que el deseo de trascender lo llevamos todos.
El corazón del hombre: su conciencia
En una persona la inteligencia puede estar muy clara, pero si la
voluntad estuviera mal orientada, por más esfuerzos de entender, su
conciencia quedó ofuscada.
Y es que la voluntad es querer y queremos también con el corazón.
Cuidado donde uno lo ponga, porque ahí, sí que será donde en la vida
ordinaria se manifiesten nuestras razones.
Pascal lo decía así: “el corazón tiene razones que la razón no entiende”.
Si estamos en esta vida para trascender, ¡qué bueno es reflexionar sobre
la muerte y sobre la vida! pero igual de bueno es encaminar a diario la
voluntad y el corazón a la voluntad de Aquel que nos puso en este
mundo.
Es la capacidad de amar lo que nos hace superiores a cualquier creatura,
pero en la libertad de corazón, si no ponemos esfuerzo podemos errar el
camino.
“Nunca digas nunca”
“Nunca digas de esta agua no beberé.” Cuántas veces a la vuelta de la
vida cambia la manera de concebir los principios morales, o se tiene un
credo pero resulta que se opta por actuar de manera contraria. Le pasaba
a San Pablo: “Hago el mal que no quiero y dejo de hacer el bien que
quiero.”
Por lo tanto, el riesgo de todo ser humano no está en equivocarse, sino
en equivocarse y no darse cuenta que está equivocado, o permanecer en un
camino que antes no hubiera elegido por las razones equivocadas, porque
como consecuencia se nubla su inteligencia.
El detalle del “nunca digas de esta agua no beberé” en las cosas que a
la moral o al alma se refieren, no debe ser tanto el riesgo de beberla
alguna vez, sino el de continuar bebiéndola por la comodidad, la
ignorancia, el miedo de no reconocer el error, o el famoso "todo mundo
lo hace."
La conciencia tiene esa capacidad de auto convencimiento. Quien no vive
como piensa acaba pensando cómo vive y tal vez es por esto que a pesar
de reflexionar muchas veces durante nuestras vidas, no logramos ser
totalmente coherentes.
"Preguntarle a Dios que quiere de mí equivale a preguntarle qué debo hacer para ser feliz."
¿Cómo y cuanto servimos a Dios y a los que nos rodean? al pensar en la
muerte y en el camino de la vida, ¿será importante tener ideas claras?
Si. Pero no bastan. Hacen falta convicciones profundas para poner el
corazón en su lugar, fortaleza para levantarlo incontables ocasiones,
para pedir perdón y fe para volver a entregárselo a Dios cuantas veces
sea necesario, luchando día con día.
Es importante saber a dónde vamos, es importante preguntarle a Dios a
donde quiere que vayamos, esa pregunta es personal, pero puede requerir
consejo de algún director espiritual para afinar la conciencia. Y mucho
valor para actuar en consecuencia.
Sin embargo, toda elección implica una renuncia, y si elijo trascender
he de renunciar a una vida cómoda y sin servicio. “Lo que hace falta
para conseguir la felicidad, no es una vida cómoda, sino un corazón
enamorado” San Josemaría.
Chistoso, porque ahora llamamos amor a muchas cosas que no lo son y pretendemos tener una fe al gusto del cliente.
Es contradictorio pretender amar a Dios y luego no buscar el camino para
llegar Él. Es contradictorio elegir, solo en ciertos momentos de
reflexión de nuestra vida, una meta de trascendencia y pretender llegar a
ella por el camino fácil. No puedo querer llegar al norte caminando
hacia el sur.
“Dichosos los limpios de corazón porque verán a Dios”
Hay quienes opinan que seguir a Dios es algo muy difícil o no tan valioso en el mundo moderno.
Nadie niega que ir contracorriente y aceptar la voluntad de Dios cuesta
trabajo. Pero en realidad, es reconfortante saber que para trascender en
esta vida no es necesario no equivocarse nunca, ni tener siempre todas
las virtudes. Ya que de ser así ni San Agustín, ni la magdalena, ni
tantos otros lo hubieran logrado.
La fe y la esperanza están en admitir que Dios no pierde batallas y por
eso vale la pena entregarle la vida entera, comenzando y recomenzando lo
que haga falta.
Y justo porque nos ama tal cual somos, y no nos pide no caernos nunca,
tampoco bastan, aunque ayudan mucho, las buenas intenciones y las buenas
obras para trascender… basta el amor: poner el corazón en donde Dios
quiere que lo ponga.
“El día que me muera. Dios no me va a juzgar por los lugares de la
tierra que he tenido la dicha de conocer, ni por la gente importante a
la que he tratado, ni por los recuerdos que conservé de mi juventud. En
el fondo, no querrá saber a cuantos leprosos atendí, ni cuanto afán puse
en que los niños aprendieran. Cuando muera y me encuentre frente a
frente con Cristo, Jesús sólo se va a interesar por mi amor: como he
amado, cuanto he amado, a quien he amado, por qué razón he amado. Y en
la respuesta a estas preguntas estará mi salvación.” San Juan de la
Cruz.
@yoinfluyo
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