Por: n/a | Fuente: DiocesiDicCemona.IT
El
25 de abril de 2007 nació -en Kinshasa, República Democrática del
Congo- el pequeño Ambrosio María. La mamá e hijo están bien, tanto que
en la mañana del 28 de abril ambas son dadas de alta. Es justo allí
cuando, cuando la madre camina a casa que, por un paso en falso,
instintivamente estrecha al bebé en sus brazos. Ese apretón provoca una
hemorragia en el niño que, en poco tiempo, pierde una gran cantidad de
sangre. La madre, entonces, asustada, apenas dos horas después de haber
recibido el alta médica, regresa a la maternidad para que el personal
atienda al recién nacido.
Las
religiosas que reciben al niño son inmediatamente conscientes de la
seriedad del caso. La única posibilidad de salvación es transfundir
sangre nueva para reemplazar la gran cantidad que el bebé ya ha perdido.
Pero el estado del trastorno es tan avanzado que las pequeñas venas del
niño se aplanan. Médicos, técnicos y enfermeras, durante 45 minutos
tratan desesperadamente de encontrar una vena en la que puedan insertar
la jeringa de transfusión. Pero sin éxito.
La
situación empeora, no pueden hacer más de lo que están intentando; tal
vez si el accidente hubiese ocurrido en Europa o en los Estados Unidos
habrían otras opciones para atender al bebé, pero en un centro médico
del continente africano el único recurso es encontrar una vena ¡Aquella
vena que no encuentran! Aproximadamente una hora después de la entrada
del recién nacido el médico a cargo declara la muerte segura. "En cierto
momento el niño respiró hondo, como si fuera su último suspiro": así lo
recuerda la hermana Adeline, quien en aquel momento estaba segura de la
inminente muerte del recién nacido.
Pero
es ella, la hermana Adeline, la monja Adoratriz responsable de la
maternidad de Binza, quien testifica: "Salí de la habitación y me fui a
casa; allí encontré a mi superiora, la hermana Antonietta Musoni (de
Pozzaglio), y le dije: Hermana Antonietta, ore, hay un niño que está a
punto de morir". Encendiendo una vela en la capilla, frente a la imagen
del Padre Fundador, la Hermana Adeline rezó al Padre Spinelli:
"Padre, ayúdanos a ayudar a este niño que está a punto de morir; pongo
mi confianza solo en ti". Luego tomó una foto del padre Francisco y la
deslizó debajo de las sábanas del niño quien yacía indefenso en la cama.
De repente, donde durante casi una hora todos buscaron una vena, los
testigos dijeron que habían visto "como por un milagro" una gran vena,
como la de un hombre adulto, para que, sin ningún problema, pudieran
ingresar al aguja para realizar la transfusión y, después de 3-4 gotas
de sangre, el bebé dio señales de vida, comenzando a patear y llorar. En
unos pocos minutos, el recién nacido se recupera por completo y, a la 1
pm, la madre y el hijo salen, sanos y felices, de aquella maternidad.
Estos
hechos hicieron que sus padres, conscientes del extraordinario suceso
que había vivido su hijo "que ya casi había muerto, pero que ha
resucitado", decidieron cambiar el nombre del bebé de Ambrosio María a
Francisco María Spinto [1].
[1]
Spinto, es la traducción del italiano al lingala (lengua bantú hablada
en el noroeste de la República Democrática del Congo) del apellido
Spinelli
Con información publicada originalmente en diocesidicremona.it
Traducido al castellano por Xavier R. Villlalta A.
Traducido al castellano por Xavier R. Villlalta A.
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