Sus virtudes heróicas fueron aprobadas por el Papa Francisco el 5 de julio de 2018
Por: n/a | Fuente: Alexiagb.org
Nace en Madrid, en una familia cristiana. Era la menor de siete hermanos.
Desde
los cuatro hasta los trece años, cuando se declara su enfermedad,
estudia en el Colegio “Jesús Maestro” de Madrid, de la Compañía de Santa
Teresa de Jesús.
Hasta
entonces, su vida es como la de cualquier otra chica de su edad: el
colegio, sus amigas, sus aficiones (cine, deporte, lectura, música), su
vida familiar.
Quienes
la conocieron ponen de relieve su buen carácter, su alegría, la
importancia que daba a la amistad y su profunda fe. También hablan del
cariño que sentía por sus padres y hermanos y de cuánto agradecía la
formación que había recibido de ellos.
Destaca
en Alexia la devoción a su ángel de la guarda, al que trató siempre con
una gran confianza, hasta el punto de ponerle nombre, porque no quería
"llamarle Custodio como todo el mundo". Decide llamarle Hugo, porque,
según afirmaba, "es un nombre perfecto para un custodio".
A
partir de entonces, se sabe que lo invoca con frecuencia, y durante su
enfermedad comenta a los que la rodean lo mucho que Hugo la acompaña y
ayuda.
El
8 de mayo de 1979, coincidiendo con las Bodas de Plata de sus padres,
hace la Primera Comunión en Roma, en la cripta de la Iglesia de Santa
María de la Paz.
Al
día siguiente, en la Plaza de San Pedro, al terminar la audiencia,
Alexia se acerca a Juan Pablo II para entregarle una carta que le había
escrito, y recibe del Santo Padre la señal de la cruz y un beso en la
frente. Le quería mucho y rezaba frecuentemente por él.
Desde
muy pequeña -y por propia iniciativa- cada vez que hacía una
genuflexión ante el sagrario, decía: "Jesús, que yo haga siempre lo que
Tú quieras".
Este
deseo sincero le permite afrontar con espíritu cristiano la dura
enfermedad que irrumpe en su vida, brusca e inesperadamente, en febrero
de 1985, poco antes de cumplir 14 años: un tumor canceroso en las
cervicales la deja en poco tiempo completamente paralítica.
Durante
diez meses, sufre cuatro operaciones, una de ellas de diecisiete horas,
soporta molestos aparatos ortopédicos, agotadoras sesiones de
rehabilitación, tratamientos de radioterapia y quimioterapia, un
importante dolor físico y la permanente inmovilidad.
A
pesar de todo esto, Alexia no pierde la paz y la alegría, y así ofrece
su alma al Señor, "muy feliz, de verdad, de verdad, muy feliz", en la
Clínica Universitaria de Navarra el 5 de diciembre de 1985.
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