domingo, 29 de diciembre de 2019

10 formas de transmitir y fortalecer la fe a tus hijos

Como siempre, en lo referente a educar, implica coherencia de vida de parte de los padres

Por: P.J.G. | Fuente: Religión en Libertad




En muchos países, los padres cristianos no consiguen pasar a sus hijos una fe firme. Pasar la fe de padres a hijos sucedía con naturalidad estadística en generaciones anteriores, pero ya no en la nuestra. En Occidente muchas causas concurren para que los padres pierdan autoridad ante los hijos y para suscitar un individualismo extremo. No sucede solo entre cristianos: familias de otras tradiciones religiosas también lo experimentan.

En la web
AllProDad, dedicada a padres varone (no necesariamente católicos), señalan 10 factores que ayudan a que un padre pueda transmitir su fe a sus hijos. Como siempre cuando se trata de valores reales, requiere constancia y coherencia.


1. Celebra las festividades y cuenta su historia
 
Las festividades religiosas llaman la atención de los niños: son días especiales. En Estados Unidos hay una frase entre los católicos: "no es que los católicos guarden la Cuaresma; es que la Cuaresma te mantiene católico". Lo mismo podría decirse de la Navidad cristiana y de otras fiestas. No basta con celebrar la fiesta: hay que contar la gran historia que hay detrás de cada fiesta. Decía el estudioso de las religiones Mircea Elíade: "el primer rito es la recitación del mito". La Navidad tiene sentido cuando se proclaman las lecturas de Navidad. Las festividades sin historias detrás (pensemos en Halloween) a menudo suenan a huecas.

2. Responde las preguntas de los chicos
 
Los niños hacen preguntas sobre Dios, sobre la fe, sobre la religión. Hay que estar preparado para responderlas. Hay preguntas sobre el comportamiento que también llevan a hablar de la fe. "¿Por qué debo perdonar a esos chicos malos?", "¿por qué me pides ayudar a esos?", nos lleva a las enseñanzas y el ejemplo de Jesús. (Si no sabemos la respuesta a una pregunta podemos honradamente decir: "pues no lo sé exactamente, pero lo buscaré y te lo diré". En el Catecismo hay muchas respuestas, que hay que traducir al lenguaje infantil. También hay gente que trabaja con niños que pueden ayudar: maestros, catequistas...). No es beneficioso responder "no hagas preguntas", "es así y punto", "hacer preguntas está mal"...

3. Id con regularidad al culto o los sacramentos
 
Si la fe es solo un añadido para los ratos libres, no se contagiará a los hijos. Los niños han de ver que es una prioridad, y la más clara es el tiempo. Si la familia solo va a misa "a veces", el niño pensará que es una cosa poco importante o algo "útil en casos convenientes" (alguna enfermedad, un gesto social...). Los niños han de ver que el culto es una prioridad en la familia, en la organización semanal o diaria.

4. Involúcrate en el servicio a los demás... y que te vean
 
"Servir a los demás es la fe con pies", explican en AllProDad. Los niños aprenden de lo que ven hacer a sus padres. Si te ven ser voluntario en Cáritas, Manos Unidas o la parroquia, ellos aprenderán a hacer ese tipo de servicios. También es bueno involucrar a toda la familia: recogidas de material, actividades, etc...

5. Enseña a confiar en Dios
 
En el cristianismo, todo está basado en la confianza en Dios. Una clave es enseñar al niño a confiar toda su vida en el Dios que lo creó, que lo ama y quiere lo mejor para Él.

6. El juicio definitivo sobre cada persona está reservado para Dios
 
A las personas agnósticas, o alejadas en la fe, o tibias, y a mucha otra gente, les molestan los juicios rápidos. La realidad es que una persona religiosa y prudente sabe que para realizar juicios definitivos en necesario ser Dios mismo: sólo Él tiene todos los datos y perspectivas sobre los hechos y las motivaciones. A los niños les enseñamos a distinguir los actos buenos de los actos malos, y está bien, pero a la hora de clasificar a la gente es mejor recordar lo de "no juzguéis y no seréis juzgados" (y explicar lo que significa). "Enséñales a tener un corazón humilde que busque entender al otro", explica AllProDad.

7. Sé suave con los niños y ciertas enseñanzas complicadas
 
Hay cosas en la religión que a los adultos les molestan pero a los niños les aprecen normales. Y, al revés, hay cosas en las que los adultos ni se fijan y a muchos niños les pueden asustar o repeler. En la cultura católica pueden ser muchas: imágenes de mártires con sangre en la parroquia, o ciertas expresiones sobre el infierno o el demonio, algunos detalles prácticos de los sacramentos... Las cosas complicadas hay que explicarlas con suavidad, y no de forma abrupta o con prisas y aspavientos.

8. No mantengas a los niños en una burbuja
 
Incluso en los países de mayoría católica, hay personas de otras denominaciones y religiones y, de hecho, las personas con poca o ninguna religiosidad son mayoría. No tiene sentido intentar hacer creer a tus hijos que "todos hacen como nosotros". No es así, y enseguida se darán cuenta. Y llegará el momento, al crecer, en que tomará sus propias decisiones sobre religión. Es bueno que desde niño pueda dialogar, en un entorno moderado, con personas de otras creencias. También es bueno que vea que hay otras parroquias donde las cosas se hacen de otras maneras.

9. Dile que comparta la fe con sinceridad y humildad
 
Nuestra sociedad pretende hacernos creer que ya casi no hay tabúes, excepto hablar de la propia fe con otras personas. Hemos de enseñar a nuestros hijos a que puedan hablar de su fe sin complejos ni vergüenzas: creemos que es buena, bella y verdadera y la queremos compartir. Hemos de ayudar al niño a poder expresar por qué cree y en qué cree. Y ha de poder hacerlo con sinceridad y también con humildad. La fe da alegría y un terreno firme: no debe dar soberbia.

10. Se necesita una aldea para educar... dásela
 
"Se necesita una aldea para educar un niño", dice un refrán africano que se cita mucho. En lo religioso es especialmente cierto: la fe se transmite en comunidad. En ella vemos que personas distintas (varias edades, procedencias, estilos) creen todas las mismas verdades, cada una con sus acentos. Ese testimonio colectivo fortalecerá la fe de tus hijos. Hay que buscar esa comunidad.

Por supuesto, se podrían añadir muchas más cosas eficaces, pero ¿no son estas 10 un comienzo importante?

Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos: ReligionEnLibertad.com

miércoles, 25 de diciembre de 2019




¿Qué es la Navidad?

 La Iglesia en su misión de ir por el mundo llevando la Buena Nueva ha querido dedicar un tiempo a profundizar, contemplar y asimilar el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios; a este tiempo lo conocemos como Navidad.

Cerca de la antigua fiesta judía de las luces y buscando dar un sentido cristiano a las celebraciones paganas del solsticio de invierno, la Iglesia aprovechó el momento para celebrar la Navidad.

En este tiempo los cristianos por medio del Adviento se preparan para recibir a Cristo,"luz del mundo" (Jn 8, 12) en sus almas, rectificando sus vidas y renovando el compromiso de seguirlo.

Durante el Tiempo de Navidad al igual que en el Triduo Pascual de la semana Santa celebramos la redención del hombre gracias a la presencia y entrega de Dios; pero a diferencia del Triduo Pascual en el que recordamos la pasión y muerte del Salvador, en la Navidad recordamos que Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros.

Así como el sol despeja las tinieblas durante el alba, la presencia de Cristo irrumpe en las tinieblas del pecado, el mundo, el demonio y de la carne para mostrarnos el camino a seguir.

Con su luz nos muestra la verdad de nuestra existencia. Cristo mismo es la vida que renueva la naturaleza caída del hombre y de la naturaleza.

La Navidad celebra esa presencia renovadora de Cristo que viene a salvar al mundo.

 La Iglesia en su papel de madre y maestra por medio de una serie de fiestas busca concientizar al hombre de este hecho tan importante para la salvación de sus hijos.

Por ello, es necesario que todos los feligreses vivamos con recto sentido la riqueza de la vivencia real y profunda de la Navidad.

 Por último, es necesario recordar que durante la Navidad celebramos en tres días consecutivos, 26, 27 y 28 de diciembre, tres fiestas que nos hacen presente la entrega total al Señor: San Esteban, mártir que representa a aquellos que murieron por Cristo voluntariamente.


 San Juan Evangelista, que representa aquellos que estuvieron dispuestos a morir por Cristo pero no los mataron. San Juan fue el único Apóstol que se arriesgó a estar con La Virgen al pie de la cruz. Los Santos Inocentes que representan a aquellos que murieron por Cristo sin saberlo.

sábado, 21 de diciembre de 2019

Todos los días puede ser Navidad

En esta Navidad Cristo quiere nacer de nuevo en el corazón de los hombres con una condición: dejarlo entrar.


 Por: Jorge Enrique Mújica | Fuente: Virtudes y valores



  "GLORIA A DIOS EN LAS ALTURAS y PAZ en la TIERRA a los Hombres que AMA el SEÑOR

Que si este año se atacó la Navidad más que el otro; que si esta vez menos escuelas la festejaron; que si este año el ayuntamiento prohibió el Belén; que si ahora vetaron los adornos cristianos en lugares públicos; que si se está despojando a la Navidad de su razón y sentido; que si… Sí, no es para hacer fiesta pero tampoco para hundirnos en la tristeza. 

“Ya para qué celebro la Navidad”, pensará alguno. El pesimismo es una actitud tentativa a elegir en estos casos, pero hay otra más noble y elevada: el optimismo, la actitud por la que el cristiano siempre debería optar.

No nos referimos al mero optimismo humano, al que se queda en la naturalidad de un temperamento. Vamos más allá, al optimismo cristiano, ese que ante las realidades difíciles no se arredra ni achicopala; ese que trasciende temperamentos y no conoce más frontera que la de la libertad del ser humano.

Esperanza es el nombre cristiano del optimismo: si el optimismo es nuestra acta de nacimiento, la esperanza es la de bautismo. ¿Y esto que tiene que ver con la Navidad? 

¡Todo! Porque Navidad, además de un periodo donde festejamos el cumpleaños del mero, mero, es también un estado del alma, una actitud de vida. Y como la vida se puede afrontar negativa o positivamente, con pesimismo o con optimismo, debemos aprender a vivirla como cristianos.

Solemos entristecernos a la primera. Vemos el cielo nublado y se nos olvida que detrás está el sol, que sólo hace falta atravesar las nubes, ir más allá de ellas. Y para eso es la vida, para eso es el optimismo cristiano. Nuestras vidas deben ser el gran motor de un avión que nos lleve a atravesar los cielos en búsqueda de esa luz que nos da alegría, serenidad y consuelo. 

Dependen de nosotros, de si queremos un motorcito de aviones vejestorios que nos pueden dejar a medio camino, que no nos garantizan alcanzar la plenitud de nuestra meta, o uno moderno que tiene la potencia y concede la seguridad de conseguir nuestro destino. 

Cada día fabricamos ese motor. La fe nos dice que arriba hay luz; la caridad que queremos lograrla; la esperanza que podemos conseguirla.


El optimismo cristiano nace de la conciencia de saber que Dios nació y puso su morada entre nosotros. Nace del hecho de que Dios quiere nacer no sólo cada año sino todos los días de la vida en nuestros corazones. ¡Si supiéramos lo que es bueno! Y ni nos pide mansiones, ni hoteles de primera clase, ni chalets en zonas residenciales exclusivas; sigue queriendo anidar en la humildad, en el silencio, en lo oculto. Únicamente pide un corazón dispuesto, un alma preparada, preñada del optimismo que de un ánima así se desprende.

Todos los días puede ser Navidad. Ahora que lo sabemos no podemos dejar pasar la oportunidad de aprovecharla. Con optimismo, con amor, con obras. Es tan fácil: reconciliarse con aquel con quien me enemisté, recordar los detalles hacia el esposo o esposa (como cuando eran novios), agradecer a los abuelos, manifestarles el cariño; si somos hijo, ofrecerse a cocinar la cena, estar disponible a ayudar en lo que se ofrezca…


Cristo nació y murió aparentemente como un fracasado. Y es que Dios aparenta arruinarse pero luego triunfa; sus “fracasos”, siempre son aparentes, son una oportunidad de probar nuestra fe, nuestra confianza en Él. Ahora que lo sabemos no podemos decepcionarle. El hecho de que se minusvalore la Navidad o que algunos la hayan empezado a vaciar de sentido no puede ser motivo para abandonarnos en la melancolía; ¡es la mejor oportunidad para demostrar con obras nuestro amor, para declararnos abiertamente cristianos! 

Un corazón que ha construido un Belén para Dios puede lograr esto y mucho más porque ya es de Cristo, porque está bañado por el optimismo cristiano.


A pocos días del nacimiento del Salvador, conviente prepararse para el gran acontecimiento. Como recordaba el Papa Benedicto XVI : «Que el Niños Jesús, al nacer entre nosotros, no nos encuentre distraídos o dedicados simplemente a decorar de luces nuestras casas. Decoremos más bien en nuestro espíritu y en nuestras familias una digna morada en la que Él se sienta acogido con fe y amor. Que nos ayuden la Virgen y san José a vivir el Misterio de la Navidad con una nueva maravilla y una serenidad pacificadora». 

La preparación exterior es reflejo de la preparación interior. Las fiestas son manifestaciones del gozo por el nacimiento del Salvador. Sólo así tendremos unas navidades completas y autenticamente felices.


¡Feliz Navidad!

sábado, 14 de diciembre de 2019

4 virtudes a conquistar en este Adviento. Empecemos con la templanza

La templanza es esa capacidad que nos permite experimentar la paz de espíritu

Por: Silvana Ramos | Fuente: Catholic-link.com




El Adviento es un tiempo de espera. Personalmente es una época que disfruto mucho, no necesariamente porque implica la celebración de la Navidad, sino porque es un tiempo de expectativa, de estar vigilantes, así como nos decía el Evangelio el domingo pasado.  
Estamos a la espera del Rey de reyes que nos trae la promesa de la vida y la felicidad eternas. Hemos sido invitados a participar en el más grande de los banquetes, somos unos simples invitados que para ingresar necesitan, en primer lugar, querer hacerlo y hacerse de un “vestido” apropiado: revestirse de Dios. En este sentido, las virtudes son un camino infalible para conseguir este “vestido” para presentarnos delante de Dios. Aprovechemos este Adviento para ir reflexionando y conquistando nuestra propia vida mediante las virtudes, hoy hablaremos de la templanza:

La Templanza

La templanza es una virtud de la que se habla poco y se sabe menos, sin embargo, es fundamental en nuestras vidas. «Es aquella fuerza interior que nos ayuda a ordenar nuestros estados de ánimo, de manera que se expresen con armonía, proporción y serenidad». Es esa capacidad que nos permite experimentar la paz de espíritu. Es una virtud que tiene que ver con el conocimiento y el dominio de uno mismo, lo que se irradia a los demás, creando un ambiente acogedor, templado, seguro y suave. Esta es una virtud que, para hacerla crecer, necesitamos relacionarnos con nosotros mismos, es ahí donde radica la dificultad. Aquí algunos consejos.

1. Empieza en la intimidad de la familia

Como todo aprendizaje, el mejor lugar para empezar a aprender es la familia. Son los padres los primeros en inculcar con el ejemplo las virtudes. Y en este sentido la templanza se evidenciará en el ambiente de seguridad, calma y afecto que se les de a los niños, así como en el trato cotidiano. El amor bueno y recto es el camino seguro hacia la templanza. Un camino donde el egoísmo no tiene cabida.

2. Aprecia la austeridad

En esta época del año la austeridad parece un concepto inexistente. Los regalos, las fiestas, los banquetes y los adornos están a la orden del día. Voltear la mirada hacia la austeridad puede parecer difícil, sin embargo, el ser austero implica mirar hacia adentro y hacerse la pregunta: ¿realmente necesito esto o es simplemente por el gusto de tenerlo o aparentar?

3. Aprende a moderar el gusto

Y esto tiene que ver con el punto anterior. Muchas veces, le hacemos más caso a lo que nos gusta que a lo que tenemos o necesitamos hacer. Recordemos que no porque nos guste hacerlo es necesariamente bueno. A veces, puede gustarnos algo que es nocivo para nosotros, yéndonos a un extremo, la adicción a las drogas ilustra muy bien a lo que me refiero. En lo cotidiano podemos tener ciertas “adicciones” que vencer. Empecemos con pequeñas renuncias como, por ejemplo, dejar de comer en exceso o solo lo que nos agrada, moderar la forma de vestirnos o estar excesivamente pendiente de ella, etc.

4. Protege y cultiva los momentos de silencio

Las nuevas tecnologías han traído muchos beneficios, pero hemos llegado al punto en que estamos constantemente conectados con ellas, recibiendo y enviando información de todo tipo, todo el tiempo. En esta situación, el silencio es el gran ausente.  Empezar a buscar espacios en los que aprendamos a hacer silencio es fundamental. La oración es buen momento para empezar.

5. Dale espacio a tu crecimiento espiritual

Y aquí no me refiero a estudios tipo las matemáticas o el cálculo, sino empezar a estudiar temas que te enriquezcan en tu crecimiento personal, tales como el arte, la música, los temas de fe y conocimiento personal. Conocer los distintos caminos espirituales del a Iglesia, las virtudes, la Palabra de Dios, etc., todo eso te ayudará para tener más claro tu propio camino de conversión y acercamiento al Señor.

6. Aprende a observar

La templanza es una virtud, que si bien, tiene que ver con la relación que uno tiene consigo mismo, nada tiene que ver con el egocentrismo y mucho menos con el egoísmo. Aprende a observarte y a observar a los demás desde una mirada compasiva y comprensiva de la realidad. Aprende a buscar en cada detalle concreto de tu vida, qué es lo que quiere Dios de ti.
Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos: Catholic-link.com

domingo, 8 de diciembre de 2019

INMACULADA CONCEPCIÓN 8 diciembre 2019




Inmaculada Concepción "Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles. "Dogma proclamado por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, en la Bula Ineffabilis Deus.