sábado, 4 de mayo de 2013

Janne Haaland, una mujer contracorriente: la conversa que hizo historia en Noruega

 “Mi conversión fue un proceso intelectual para alcanzar cuál es la verdad objetiva. Para mi, encontrar a Cristo fue una verdadera sorpresa, igual que verme convertida en católica”. Este es el resumen de la vida de Jane Haaland Matlary, una mujer todoterreno que ha ido siempre contracorriente y que encontró la fe gracias a Santo Tomás de Aquino.
 
Haaland es noruega y se hizo católica en un país luterano donde la Iglesia Católica estaba peor que mal vista.  Ahora es la defensora de un “nuevo feminismo” desde la órbita católica, con todos los problemas que tiene enfrentarse al establishment y al feminismo radical. Nada le importaba. Ella ya había encontrado la verdad y la iba a defender hasta el final.
 
Siempre ha ido rompiendo moldes. Es por ello que es uno de los grandes activos de la Iglesia. Una intelectual fuerte y valiente. Es doctora en Filosofía y profesora de Política Internacional en la Universidad de Oslo. Fue además la primera católica en un puesto de responsabilidad en un Gobierno noruego al ser ministra de Asuntos Exteriores. Luego dejó el partido por ser incompatible con su fe. 
 
Está casada, tiene cuatro hijos y es miembro del Consejo Pontificio de Justicia y Paz y formó parte de la delegación del Vaticano en la Conferencia Mundial de la ONU sobre la mujer en Pekín.
 
La intercesión de Santo Tomás de Aquino
Su conversión es un encuentro con Cristo en lo más profundo. Tuvo que romper sus esquemas y aceptar de dónde venía la verdad. Janne nació en una familia luterana aunque pronto dejó de creer y rechazaba toda religión, especialmente la cristiana por considerarla “retrógrada”.
 
Sin embargo, cuando estudiaba filosofía la cosa empezó a cambiar. Estaba tratando a Santo Tomás de Aquino y para comprenderle mejor pidió ayuda a un dominico de Oslo. Cada semana durante año y medio Janne se reunió con el fraile de la Orden de Predicadores para hablar de este santo erudito. Aquí, su coraza empezó a caer y empezó a sentirse atraída por el catolicismo.
 
“Estaba sentada con  el dominico, en los jardines del claustro, una tarde de agosto de 1981. Le dije que la persona de Cristo había aparecido en la escena de forma misteriosa. Nunca había rezado y a duras penas vivía fuera de los libros. Pero, de pronto, me había sucedido este hecho inquietante, intuí que el catolicismo no era un precioso sistema filosófico, sino una persona que exigía derecho a estar hoy tan vivo como hace dos mil años…De repente, empecé a interesarme por Cristo y por su vida. ¿Podría ser verdad todo lo que los cristianos creían? Ahora Cristo era como una llama que me iluminaba de vez en cuando”.
 
El miedo a la conversión al catolicismo
La mecha estaba ya prendida. Empezó a ir a misa y a leer a los místicos y distintas conversiones. “La cuestión de la conversión volvía a mi continuamente, pero pensar en las reacciones negativas de una conversión me echaron para atrás. Pensaba en mis padres, en mis compañeros de estudio, en mis amigos y en el sentimiento general anticatólico de Noruega. Los católicos eran vistos como extraños y papistas antinoruegos”.
 
A pesar de ello, la Eucaristía le atraía más y más. “Captaba que el verdadero amor y el verdadero sentido de la vida estaban allí escondidos, frente al tabernáculo, donde la hostia consagrada se guarda en la Iglesia”.
 
“El amor me llevó a convertirme”
Finalmente, en la Pascua de 1982 decidió convertirse al catolicismo. “Fue el amor, el estar enamorada, lo que en definitiva me llevó a convertirme, no una decisión racional. Había ido de la razón a la fe o, por lo menos, a cierta fe. Ésta no era muy sólida, pero yo amaba a la Iglesia. No sé de dónde provenía ese amor. Pero sabía que si borraba a la Iglesia de mi vida, sería una desgraciada”, cuenta Janne Haaland en su libro sobre su conversión, El amor escondido.
 
Pero tras su conversión, Janne se acomodó en su fe y “viví durante muchos años en lo que yo llamo estado de cristiano dominguero. Iba a misa cada domingo y vivía el resto de la semana como si ese domingo no tuviese nada que ver con mi vida cotidiana”.
 
Su segundo encuentro con Cristo
Sin embargo, Cristo la volvía a esperar como ya lo hizo en un claustro de Oslo sólo que ahora era en una abadía benedictina en Hungría. Visitaron este lugar pues ahí estudió su marido. En aquel lugar, la noruega conoció  a un monje que daría un vuelco a su vida para siempre.
 
“Hablé con él. Jamás pensé que la confesión funcionaría y hubiese querido evitarla…De pronto, sucedió la cosa más asombrosa e inesperada. Me recorrió una oleada de inmensa alegría que no se parecía a nada que me hubiese ocurrido antes. No puedo explicarlo con palabras, pero fue un giro absoluto a i vida como católica. Dios, que hasta ese momento me resultaba una entidad bastante lejana, se convirtió en un Dios personal allí y en ese momento”, recuerda.
 
Esta experiencia transformó su vida. “Ahora estaba suspirando por Cristo, mi amigo. Ya no era una posibilidad teológica, sino una realidad íntima y personal”, dijo. Por ello, Dios empezó a inundar todas las facetas de su vida: la vida docente, familiar y política. Por ello, es un baluarte en la defensa de la ve y la ley natural.
 
Por un “nuevo feminismo”
Esta valentía le ha permitido poder enfrentarse al poder establecido y defender en todos los ámbitos la doctrina de la Iglesia. Ella es defensora de un “nuevo feminismo”, postulados muy alejados a los que están de moda en estos momentos.
 
“Consiste en que tiene que ser algo natural el hecho de tener niños y utilizar al máximo la inteligencia en el desarrollo de la propia educación. En el feminismo que tiene su raíz en los años 70 hay una pregunta que es injusta: ¿quieres tener hijos o desarrollar tu carrera profesional? Defiende que hombre y mujer son iguales. Mi punto de partida es contrario: no somos iguales. Las sociedades deben entenderlo, y apoyar precisamente a la mujer para que pueda desarrollarse activamente”, contaba Janne al semanario Alfa y Omega.
 
Del mismo modo habla sobre la dificultad de ser católica en el mundo de la política. “En el debate político, cuando tengo un compromiso, no tengo por qué introducir todos los elementos con argumentos claramente reconocidos cristianos. Tengo que utilizar la lógica de la ley natural,  y lo que tiene que primar es el bien natural. Es lo que aplico siempre, basándome en esos principios, que, al final, son cristianos”.
 
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