Birgit Kelle, nacida en 1975 y de origen
rumano-germano, se ha ganado sin buscarlo el desquite mediático europeo
sólo en los últimos meses, desde la publicación de su libro, titulado
en su edición italiana Allora chiuditi la camicetta. Un grido contro la follia dell’uguaglianza («Entonces abróchate la blusa. Un grito contra la locura de la igualdad»).
Birgit Kelle (www.birgit-kelle.de) trabaja desde hace años como publicista en periódicos y revistas como Welt, Focus y Junge Freiheit,
pero su presencia en debates públicos sobre temas relacionados con el
papel de la mujer, la familia y la educación literalmente se ha
duplicado.
El último ha tenido lugar el 24 de enero en Siegen, organizado por la
sección local de la CDU, el partido cristiano-demócrata, donde Kelle se ha confrontado sobre el tema “Feminismo hoy” con Zana Ramadani, fundadora de “Femen Alemania”, pero también miembro del partido de Angela Merkel.
«No necesitamos un feminismo que represente sólo los intereses de
algunas mujeres que quieren constantemente que me libere contra mi
voluntad», ha dicho Kelle acerca de Femen.
«Nosotras somos distintas – le respondía Ramadani –, somos autoconscientes, caminamos con la cabeza alta y lo hacemos con el pecho desnudo. Es muy raro ver esto hoy, porque la sociedad prefiere que así sólo se vean a las mujercitas, no a las mujeres fuertes».
-"Abróchate la blusa"... Señora Kelle, ¿qué queria decir elegiendo el título de su último libro?
-El año pasado, en Alemania, hubo en los medios de comunicación un debate muy duro sobre qué es sexismo y qué no lo es.
Este concepto puede ser definido sólo por las mujeres, los hombres no
tienen ya nada que decir acerca de esto. Basta que un hombre equivocado
mire de manera equivocada, diga una palabra equivocada en el momento
equivocado e inmediatamente es llamado sexista.
»Contemporáneamente vivimos en una sociedad “hipersexualizada”, en la cual son precisamente las mujeres las que se presentan voluntariamente en actitudes sexys y disponibles. Actitudes que se consideran chic, esperando incluso que las mujeres sean así.
»Pensé en el título de mi libro cuando leí que la actriz estadounidense
Megan Fox, definida normalmente como sexy, en una entrevista declaró que
quería abandonar este estereotipo y que quería ser considerada una
actriz. Pero algunas semanas después vi, sin embargo, una foto suya en
la portada de una revista glamour estadounidense vestida sólo con ropa interior y me dije a mí misma: “Entonces, ponte la blusa si quieres que te miren a los ojos”.
»Lo que quiero decir con esto, es que es la misma mujer la que debe
reflexionar y darse cuenta si resalta la propia inteligencia o la propia
apariencia. Si una mujer se presenta semidesnuda no debe asombrarse si la atención del otro se concentra sólo en sus cualidades físicas.
-¿Por qué se enfada a propósito del debate sobre el modelo de mujer ama de casa?
-Me enfado porque como amas de casa debemos justificarnos continuamente y explicar por qué elegimos esta vida. Nos definen como no emancipadas, como “gallinas en la cocina”. Y sin embargo criamos a nuestros hijos los cuales, con sus trabajos, pagarán las pensiones de otros, mientras nosotras no recibimos ninguna pensión. Así no se puede continuar.
»Para la mujer deben existir distintas oportunidades que sean buenas y
justas. Pero el sistema económico, la política, los medios de
comunicación y sobre todo las feministas nos explican continuamente cómo
debemos cambiar nuestra vida. Todos quieren liberarnos, pero yo no
quiero ser liberada. A mí me gusta mi vida. Y nadie hace política para un modelo de vida como nosotras queremos.
-¿Cuál es la relación entre la política actual [se comprende que del anterior gobierno de Merkel, ndr] para los jardines de infancia y la libertad de las mujeres, es decir, de las madres?
-La política para los jardines de infancia ha sido vendida como
apoyo a la “libertad de elección”, como libertad para la mujer para
poder ejercer una profesión, como libertad de poder aparcar a nuestros
hijos. En realidad se trata de una política decididamente unilateral que
no tiene en cuenta la libertad de poder educar y acompañar el crecimiento de los propios hijos.
»Por tanto, se trata de una gran mentira, porque en realidad a menudo
las mujeres no tienen una posibilidad real de elección: de hecho, una
familia que no puede vivir con un solo sueldo y recibe un subsidio para el jardín de infancia y no un apoyo económico genérico no tiene, efectivamente, ninguna libertad de elección.
-A propósito
del tema de la mujer en carrera o la mujer ama de casa, parece que
existe una coalición entre la ideología socialista y la capitalista:
¿Cuál es su opinión al respecto?
-También yo encuentro sorprendente cómo se pueden realizar
extrañas alianzas y cómo la historia se repite. Es útil preguntarse: ¿por qué elegir una política familiar que impulse a las mujeres a tener el menor tiempo posible para vivir con sus hijos y estén lo antes posible a disposición del mercado de trabajo?
»Esto lleva a la explotación: explotación de las familias, de las
mujeres y, sobre todo, de los niños. En cambio, el sistema económico
consigue un beneficio. Por tanto, vuelven a tener un elevado contenido
político las preguntas sobre quién debe educar a los hijos y según qué criterios. Y precisamente respecto a este tema tenemos que darnos cuenta cómo la historia se repite.
»Es un signo distintivo de los regímenes totalitarios apoderarse de los niños y sustraerlos lo antes posible de la esfera de influencia de sus padres. Lo hemos aprendido en las dictaduras comunistas o en cualquier otro tipo de regímenes.
»Aconsejo siempre que se lea “El ABC del comunismo”
de Bujarin y Preobrazenskiy; aunque en esta obra se hace referencia al
1920, los paralelos con la realidad de hoy son evidentes y terribles.
»Una cita: «A la sociedad le pertenece el más originario y fundamental
derecho a la educación de los niños. A partir de este punto de vista
las pretensiones de los padres de endosar, mediante la educación
impartida en casa, su obcecación, no sólo deben ser rechazadas, sino que
tienen que ser objeto de escarnio… Por este motivo la
educación social no es necesaria sólo por consideraciones pedagógicas;
ella lleva en sí, de hecho, enormes ventajas económicas. Centenares,
millares, millones de madres, gracias a la actuación de la educación social, son liberadas para la producción
y para el desarrollo de su modelo cultural. Son liberadas de esa
economía doméstica que mata el espíritu y de ese infinito número de
pequeños deberes que están vinculados a la educación familiar de los
niños».
-Usted ha
nacido en Rumanía y ha conocido el realismo socialista. ¿Cuáles son las
diferencias sustanciales entre ese régimen y el democrático de su actual
país, Alemania? ¿Y qué considera que hay en común?
-La diferencia sustancial la da la libertad de opinión. En nuestros países democráticos tenemos la posibilidad de decir lo que pensamos. Podemos comprometernos políticamente y podemos criticar al gobierno sin que nuestra vida corra ningún riesgo.
En Italia habéis llevado ante la justicia al ex jefe de gobierno
Berlusconi y esto en un país comunista es impensable. Por tanto, esta libertad hay también que defenderla.
»Posiblemente en las naciones democráticas las personas corren el riesgo
de sentirse saciadas de libertad. Poseen derechos que ni siguiera
utilizan. No se comprometen políticamente y renuncian incluso a ir a
votar. A menudo se reconoce el valor de la libertad sólo cuando se ha perdido.
-Usted ha escrito: «Queremos más asentamientos galos». ¿Qué quiere decir?
-Lo he dicho a propósito de las familias. En Alemania se justifica la
cada vez más difundida educación en edad infantil en grupos y
comunidades citando siempre un proverbio africano según el cual se necesita toda una aldea para educar a un niño.
Nos quieren convencer de que para dirigir a un hijo por la recta vía de
la vida no bastan sus padres, sino que se necesita a toda la sociedad.
Tomado esto desde un determinado punto de vista puede ser justo, porque
un niño necesita muchos ejemplos. En Alemania, sin embargo, nos comportamos como si se pudiera prescindir de los padres, hasta
decir y creer, así al menos lo sostienen algunos políticos, que el
Estado es mejor que los padres para educar a los niños.
»Pues bien, con esa broma quería decir que no necesitamos aldeas africanas, sino más bien asentamientos galos, como se dice en el famoso cómic de Astérix. Cada familia debería ser un núcleo, un nido de resistencia para defendernos del ataque del Estado a nuestros hijos. Como familias debemos defender la libertad de poder educar a nuestros hijos hasta el punto que consideremos justo.
-Usted es católica. ¿Cuánto de su posición respecto a la familia y a la educación depende de esta pertenencia?
-Estas convicciones las tenía antes de convertirme al catolicismo. Me he convertido hace dos años, pero hace por lo menos diez años que escribo contra una política de la familia que no comparto.
En mi actual fe me siento confirmada como mujer y como madre. La
Iglesia es la última institución que me acoge así, tal como soy, que no
intenta constantemente cambiar mi ser mujer y no me obliga a aventurarme
por recorridos vitales que no quiero recorrer.
»Soy mujer y me gusta ser mujer, con una tipicidad sólo mía. De este
modo soy también madre y poder educar a mis hijos es para mí una gran
satisfacción. La Iglesia católica me dice: estás en el buen camino. Y esto me hace más fuerte.
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)
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