Luisfer Martínez publica en www.respublica.es
una entrevista a una compañera de curso, Carolina Martínez; ambos han
terminado recientemente la carrera de Derecho, pero ella ya sabe lo que
va a hacer: entrar en un convento de carmelitas siguiendo la máxima de
Santa Teresa. Esta es una entrevista que sintetiza los interrogantes que
despierta hoy una vocación a la clausura entre los adultos jóvenes.
Republicamos algunas de las preguntas (la entrevista íntegra está en
Respublica.es).
Carolina es navarra, de las que usan el ‘ico’ al final de casi todas las palabras, de las que vibran con lo foral, con cada tramo de la ciudadela y con cada adoquín de la Plaza del Castillo.
Carolina iba a comenzar su tesis doctoral el próximo mes de septiembre,
pero le surgió otro evento en agosto. El evento tiene que ver con un monasterio de clausura en el que va a pasar su vida. [...]
- ¿Hay contacto real con Dios?
- Sí. Hombre, no le voy a ver, ¿sabes? Pero rezando sí hay contacto real
con Dios. Aunque eso no solo en el convento, pienso que todo cristiano
tiene que tener ese contacto. Si no, tendría una forma muy… solitaria de
rezar.
-¿Qué buscas en el convento? ¿Ser feliz o hacer feliz a alguien?
-No entro ahí para buscar mi propia felicidad, eso ya te lo digo, y no
creo que nadie lo haga (lo que no quita que tengo la certeza de que voy a
ser feliz ahí). Pero tampoco voy para hacer feliz a alguna persona en
concreto. A ver, es difícil de explicar, mi entrada y la felicidad de
otros no es una relación directa causa-efecto. Yo no busco expresamente
que alguien sea feliz; de hecho, probablemente yo nunca vea los
“resultados” que busco entrando al convento. Pero sé que desde ahí voy a
ayudar a los demás, y eso es lo que quiero.
- ¿En qué consiste esa felicidad?
- No tanto el hecho de que yo entre ahora en un convento, sino más bien
el hecho de que existan personas que deciden dejarlo todo para ayudar a
gente que no conocen de nada, da un ejemplo a los demás, y quizá una o
dos personas (y con eso es suficiente) se paren a pensar un poco, y
conozcan cosas que igual nadie les ha enseñado.
[...]
- ¿Qué vas a hacer cuando te aburras?
- Pues ver la tele no, eso seguro –se ríe-. Por lo que me dicen las
hermanas carmelitas, no voy a tener tiempo para aburrirme, pero ya te
contaré cuando esté allí.
- ¿Cuánto tiempo has pensado hasta tomar una decisión tan importante para tu vida?
- Varios meses. Tampoco fue algo que se me ocurriera de golpe eh, fue
más progresivo, no sé, poco a poco. Pero así más en serio me lo planteé a
principios de este año.
[...]
- ¿Qué dicen tus amigos?
- Pues la verdad es que se alegran, así me pierden de vista… –se ríe
mientras niega con la cabeza-. Pero sí se alegran, alguna casi llora y
todo -y alguno-. Bastantes flipan porque no es lo primero que te esperas
de una chica de 21 años, ¿no? Y además tampoco soy la típica chica que
está mucho en casa, y la imagen -errónea- que se tiene de las monjas es
de mujeres serias y/o aburridas; pero somos normales. Todos tienen
también mucha curiosidad, porque es un mundo muy desconocido entre los
jóvenes.
- ¿A quién se lo contaste primero y por qué?
- Aparte de a un sacerdote y a una amiga, a mi madre. Primero porque es
mi madre y quería que lo supiese la primera; segundo porque me iba a ir
dos días a visitar un convento (no el de carmelitas) y estaba en plenos
exámenes y era muy raro que desapareciese de casa dos días, y tercero
porque me da buenos consejos.
- ¿Es para siempre? ¿Y si te equivocas pero es demasiado tarde para rectificar?
- Ser monja es para siempre, para siempre. Lo he repetido
intencionadamente, para que quede claro. Si te equivocas cuando ya es
demasiado tarde para rectificar, como dices, pues ya nada, qué quieres
que te diga, como todo en la vida. Pero no se entra a un convento
directamente como monja, igual que no te casas con el primero que
conoces, ¿no? Yo no voy con la idea de “jo, y a una mala, ¿me puedo
ir?”, no tendría sentido entrar así, y si hay alguna chica que esté en
mi situación pero con esa idea, puede quedarse en su casa que hará
mejor.
»Pero también por algo hay un tiempo de discernimiento, y una debe ser
prudente al tomar una decisión así. Darse cuenta de que uno se ha
equivocado cuando ya es demasiado tarde no es lo normal, otra cosa es
que alguien cambie de opinión, o algo así, porque esto no es entrar al
convento y ya está todo hecho, es una respuesta a Dios que tienes que
dar cada día, y somos libres, y podemos decir que no cuando ya llevamos
varios años dentro. En eso también hay que tener cuidado, la vocación no
es algo momentáneo, es para toda la vida, y hay que vivirla día a día.
- ¿Separarte del mundo no es egoísta, como dejar de lado al resto de gente?
- No. A mí también se me pasó eso por la cabeza cuando me estaba
planteando ser monja, porque todo el mundo tiene sus problemas, y era
consciente de que al irme, físicamente, no iba a estar tan pendiente de
asuntos que me preocupan. Pero no, no me voy a desentender de la gente,
todo lo contrario, quiero muchísimo a mi familia y a mis amigos, y el
hecho de que me vaya a otro sitio no implica dejarles de lado. Soy
afortunada al poder decir que casi todos saben que voy a estar con ellos
más que hasta ahora, aunque sea desde un convento, y creo que también
es un punto de unión para ellos, porque al fin y al cabo, es algo que no
es lo más normal, tener una amiga o hermana monja.
[...]
- ¿Entre el Cielo y la tierra con qué te quedas?
– Se ríe antes de contestar la pregunta- Con el Cielo, sin pensarlo. Un
poeta, Alphonse de Lamartine, dijo: “el tiempo es tu navío, no tu
morada“, y leyendo “Historia de un alma“, Santa Teresita recordaba la
cita un poco distinta, y decía “la vida es tu navío, no tu morada“, que a
mí me gusta más; vamos, que aquí estamos de paso.
- ¿Es tan grande Dios como para entregar una vida entera?
- Mira, si cada persona que existe en el mundo le entregase su vida
entera, aún me parecería poco. Lo mínimo que yo puedo hacer, lo mínimo,
¿eh?, es entregarle mi vida entera. Pero esto lo digo para todos, la
única forma de darle tu vida no es entrando en un convento o haciéndote
cura, puedes casarte o vivir con 20 gatos y entregarle tu vida a Dios.
- Qué es lo que más te preocupa ahora mismo, por lo que más vas a rezar.
- Por las conversiones, para que todo el mundo conozca a Dios.
- ¿Qué es lo que más te atrae de la orden?
- Qué difícil… Creo que la entrega que supone, el olvidarse de todo
menos de Dios: “Solo Dios basta…” Conlleva una fortaleza que me llamó
mucho la atención a la hora de decidirme no por ser monja en general,
sino carmelita descalza.
[...]
- ¿Qué estás haciendo durante los días inmediatamente anteriores a la entrada?
- Rezar, sacar tiempo para estar con mis amigas y con mi familia, y
hacer limpieza de cosas de mi cuarto, nada del otro mundo, no voy a
hacer puenting ni cosas por el estilo.
[...]
- Cuando
le conté tu historia a una amiga me contestó asustada con la pregunta
‘¿y no puede ni pintarse las uñas?’ Seguro que hasta una monja tiene
algo de presumida, ¿no?
- Lo de las uñas ni me había parado a pensarlo en concreto -se ríe-. Sí
que hay cosas que me he preguntado en ese aspecto, pero mira, es tan
secundario comparado con el cambio de vida que supone entrar en un
convento de clausura que me preocupa bastante poco. No, para mí no es
importante en absoluto dejar de pintarme las uñas, maquillarme, ir de
tiendas o salir de fiesta.
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