Oct 14, 2017
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Itatí, que no iba nacer según algunos médicos, que no iba a vivir, vivió.
Durante años, Inés y Matías la buscaron, la esperaron. Y cuando llegó, todo parecía derrumbarse. Los primeros médicos que le hicieron las ecografías advirtieron que Itatí, como ya se llamaba la beba, sufría onfalocele gigante, una rarísima patología en la pared abdominal por la cual algunos órganos se desarrollan por fuera del abdomen del feto.Los médicos que primero acompañaban el embarazo de Inés les hacían saber de las posibilidades de un aborto, puesto que las posibilidades de que Itatí sobreviviera serían nulas. El embarazo no llegará a término, si nace con vida, vivirá algunas horas…
Pero los papás de Itatí no se resignaron, y dieron con un cuerpo médico que les acompañó durante todo el embarazo, hasta donde se pueda acompañar y avanzar, como se propusieron.
Itatí nació sin signos vitales. En la neonatología tuvieron que reanimarla durante varios minutos pero salió adelante. Entonces comenzaron un camino de recuperación que parecía imposible.
La dimensión y el tipo del onfalocele no permitía una cirugía en el recién nacido. El desafío era otro… ¿Cómo evitar infecciones en una niña que nace con los órganos fuera del cuerpo, sin una piel que los recubra?
Itatí, que no iba nacer según algunos médicos, que no iba a vivir, vivió. Y fueron pasando los días. Los cuidados neonatales y el de sus papás en el control de las infecciones, en la búsqueda de alternativas médicas, en el mimo permanente a la niña fueron sorprendiendo a todos.
Pero nuevos problemas aparecían en la medida en que se iba controlando la posibilidad de infecciones. Como los órganos de Itatí no contuvieron en su desarrollo el crecimiento de la caja torácica, sus pulmones no pudieron desarrollarse como debían hacerlo… Médicos y papás fueron abordando juntos día a día los desafíos de una niña que no dejaba de sorprender.
A los pocos meses, Itatí pasó de la sala de neonatología a una sala de internación pediátrica. El alta debía esperar. Durante meses, los papás de Itatí durmieron cada noche en la habitación con su hija, con el apoyo de familia, trabajo, amigos, y muchos que iban rezando y sumándose por Itatí a la distancia. Itatí recibía a cada visita de enfermera, de médico, de amigos, con inmensa alegría.
No hablaba porque tenía menos de un año y la traqueotomía para ayudarla a respirar le impedía, y le impide aún, el uso de las cuerdas vocales. Pero se leía en los ojos de Itatí que al irse ella quería decir “Gracias por visitarme. Te voy a extrañar”.
En el mismo Hospital Austral, algunos pisos más abajo, iba al cielo la hermana Cecilia María, la religiosa carmelita cuya sonrisa recorrió el mundo.
En cada Misa que podía asistir en la capilla hospitalaria, la hermana Cecilia asentía con la cabeza cada vez que el sacerdote celebrante rezaba por los enfermos del Hospital, rezando por ella, por Itatí, y por cada uno de los que allí estaban… La hermana Cecilia rezaba explícitamente por Itatí, enterada de su caso.
En el país, y en el mundo, el caso se iba haciendo conocido entre los profesionales médicos. El papá de Itatí pudo viajar a Estados Unidos a hacer consultas en el Boston Children’s Hospital, donde a Itatí ya la conocían y muy bien por las interconsultas con el Hospital en el que estaba, y comenzaron a ilusionarse y confirmar que la posibilidad de que no sólo Itatí sobreviviera, sino que desarrolle una vida normal.
Itatí cumplió un año en el Hospital que la vio nacer; nunca había salido de él. Hasta que un día de diciembre, tras la habilitación de la internación domiciliaria, pudo salir y conocer su hogar.
Allí comenzó a caminar, y fue recibiendo amigos con los que jugar. A poco de cumplir dos años, en una emotiva ceremonia, completó estos días el rito del bautismo que recibió poco tiempo después de nacer, cuando la muerte parecía inminente.
Itatí, cuya supervivencia da esperanza a otros papás que se enteran de patologías similares y no se les ofrece la posibilidad de apostar la vida, puede completar su camino a la vida sana en un corto plazo, puede ilusionarse con poder ir al colegio y jugar con amigos sin ningún tipo de restricciones, puede terminar de decirle al mundo que el aborto no es nunca una opción. Pero necesita nuestra ayuda.
Cuenta su papá a Aleteia que “el único centro del mundo que les ofrece una alternativa definitiva concreta y con experiencia en casos similares es el Boston Children´s Hospital, pero el costo de las dos cirugías que debieran aplicársele a Itatí, con el seguimiento posquirúrgico, los traslados y los costos de permanecer durante el tratamiento, es de 550 mil dólares”.