Por: Xavier Villalta A. | Fuente: Catholic.net
Sin
duda, una de las más grandes vocaciones ("sublime vocación" la llamaría
San Juan XXIII), es la de ser madre. Y es que son muchas cosas las que
la hacen ser única y particular: llevar al hijo en el vientre, el parto y
sus dolores, la cercanía con los hijos, las continuas manifestaciones
de afecto, etcétera. Y la vocación maternal puede ser todavía más
sublime, cuando la madre engendra y educa un hijo que después se
convierte en un modelo de vida para la Humanidad.
En
esta ocasión presentamos una pequeña lista de grupo de mujeres, que que
con su ejemplo y vocación, sembraron la fe en Cristo en el corazón de
sus hijos. (Con la clara exepción, en este punto, de la Santísima
Virgen María).
Santa Ana, madre de la Inmaculada Virgen María, Madre de Dios, cuyo nombre se conserva gracias a la tradición de los cristianos.
La Virgen María,
los Padres del Concilio de Efeso la aclamaron como Theotokos (Madre de
Dios), porque en ella la Palabra se hizo carne, y acampó entre los
hombres el Hijo de Dios, príncipe de la paz, cuyo nombre está por encima
de todo otro nombre.
El 13 de mayo de 1917, en Portugal. En la localidad de Aljustrel, la contemplación de la que, en el orden de la gracia, es nuestra Madre clementísima, suscita en muchos fieles, no obstante las adversidades, la oración por los pecadores y la profunda conversión de los corazones.
El 13 de mayo de 1917, en Portugal. En la localidad de Aljustrel, la contemplación de la que, en el orden de la gracia, es nuestra Madre clementísima, suscita en muchos fieles, no obstante las adversidades, la oración por los pecadores y la profunda conversión de los corazones.
Santa Nona de Nacianzo, esposa de san Gregorio el Viejo y madre de los santos Gregorio el Teólogo, Cesáreo y Gorgona († 374).
Santa Mónica,
muy joven todavía, fue dada en matrimonio a Patricio, del que tuvo
hijos, entre los cuales se cuenta a Agustín, por cuya conversión derramó
abundantes lágrimas y oró mucho a Dios. Al tiempo de partir para
África, ardiendo en deseos de la vida celestial, murió en la ciudad de
Ostia del Tíber († 387).
Santa Matilde,
esposa fidelísima del rey Enrique I, la cual, conspicua por la humildad
y la paciencia, se dedicó a aliviar a los pobres y a fundar hospitales y
monasterios. († 968)
Santa Isabel de Hungría,
siendo casi niña se casó con Luis, landgrave de Turingia, a quien dio
tres hijos, y al quedar viuda, después de sufrir muchas calamidades y
siempre inclinada a la meditación de las cosas celestiales, se retiró a
Marburgo, en la actual Alemania, en un hospital que ella misma había
fundado, donde, abrazándose a la pobreza, se dedicó al cuidado de los
enfermos y de los pobres hasta el último suspiro de su vida, que fue a
los veinticinco años de edad († 1231).
Santa Ángela de Foligno,
después de la muerte de su esposo y de sus hijos, siguió las huellas de
san Francisco, entregándose totalmente a Dios, y escribió un libro, en
donde cuenta las experiencias de su vida mística († 1309).
Beata Margarita Pole,
madre de familia y mártir, que, siendo condesa de Salisbury y madre del
cardenal Reginaldo, fue decapitada en la cárcel de la Torre de Londres
en tiempo del rey Enrique VIII por haber desaprobado su divorcio,
encontrando así reposo en la paz de Cristo († 1541)
Beata María de la Encarnación Avrillot,
ejemplar madre de familia y mujer sumamente devota, que introdujo el
Carmelo en Francia, fundó cinco monasterios y, muerto su esposo, abrazó
la vida religiosa. († 1618)
Santa Luisa de Marillac,
viuda, que con el ejemplo formó el Instituto de Hermanas de la Caridad
para ayuda de los necesitados, completando así la obra delineada por san
Vicente de Paúl († 1660).
María de la Encarnación Guyart,
siendo madre de familia, después de la muerte de su esposo confió a su
hijo, aún pequeño, a los cuidados de su hermana e, ingresando en las
Ursulinas, estableció la primera casa de este Instituto en Canadá,
distinguiéndose por su actividad († 1672).
Beata Ana María Taigi,
madre de familia, que, víctima de la violencia de su marido, cuidó de
él y de sus siete hijos, educándolos convenientemente, y se distinguió,
además, por su atención a las necesidades espirituales y materiales de
los pobres y de los enfermos († 1837).
Santa Joaquina de Vedruna,
madre de familia, educó piadosamente a sus nueve hijos y, una vez
viuda, fundó el Instituto de las Carmelitas de la Caridad, soportando
con tranquilidad de ánimo toda clase de sufrimientos hasta su muerte,
que ocurrió por contagio del cólera († 1854).
Santa Celia Guérin, esposa de Luis Martin y madre de santa Teresa del Niño Jesús, que con su marido son ejemplo de matrimonio cristiano († 1877).
Santa Gianna Beretta Molla, madre de familia, que, esperando un hijo, no dudó en anteponer con amor la vida de la criatura a la suya propia. († 1962)
Beata María Corsini (Beltrame Quattrocchi),
que, siendo madre de familia, ilustró de modo conspicuo a la familia de
Cristo y a la sociedad, viviendo ejemplarmente su vida matrimonial y
mostrando su comunión de fe y amor hacia el prójimo († 1965)
Enseñarás a volar...pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar...pero no soñarán tus sueños.
Enseñarás a vivir...pero no vivirán tu vida.
Enseñarás a cantar...pero no cantarán tu canción.
Enseñarás a pensar...pero no pensarán como tú.
Pero sabrás que cada vez que ellos vuelen, sueñen,vivan, canten y piensen...
¡Estará en ellos la semilla del camino enseñado y aprendido!
Madre Teresa de Calcuta
Enseñarás a soñar...pero no soñarán tus sueños.
Enseñarás a vivir...pero no vivirán tu vida.
Enseñarás a cantar...pero no cantarán tu canción.
Enseñarás a pensar...pero no pensarán como tú.
Pero sabrás que cada vez que ellos vuelen, sueñen,vivan, canten y piensen...
¡Estará en ellos la semilla del camino enseñado y aprendido!
Madre Teresa de Calcuta
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