Después de una relación difícil se ofrece nuevamente la oportunidad de confiar en los demás
Por: Franco Lanata | Fuente: catholic-link
«Once Upon a
Line» es un corto animado que fue dirigido, escrito y producido por
Alicja Jasina en el 2016. Obtuvo el premio «Best Animation Gold Award»
en los Student Academy Awards por su capacidad para mostrar en solo
siete minutos y mediante una estética sencilla y creativa, una historia
que contiene y desarrolla un tema tan profundo y grande como es el amor
humano.
Sin rostro
definido ni nombre propio, elemento que vuelve a la historia más
universal, aparece un hombre con una vida absolutamente monótona,
aburrida y rutinizada en el ejercicio repetitivo de apagar su alarma,
alimentar a su gato, ponerse la corbata, tomar un café, leer el diario,
tomar el metro y llegar al trabajo a poner sellos en una ruma de
papeles.
La línea de la vida
Los símbolos
presentados en el corto, permiten muchas interpretaciones. Desarrollemos
una. La línea de la vida del hombre –atendiendo al título y a la línea
que siempre corre en el video de izquierda a derecha- sería como una
línea sin alteraciones, perfectamente recta. Todos sus objetos están
ordenados, en su lugar y delineados con ángulos rectos, lo que podría
expresar simbólicamente, una vida cuadriculada y aparentemente
controlada. Además, si prestamos atención, notaremos la ausencia de
colores. Solamente están el blanco y el negro.
Sin embargo,
un día, en la línea recta de su vida aparece lo sinuoso, lo
incontrolado, lo exuberante, lo espontáneo y sorpresivo, teñido
simbólicamente de un color rojizo. Lo totalmente opuesto queda en su
memoria e impresión simbolizado por aquellos colores rosas que empiezan a
asomarse sutilmente a su vida como una presencia nueva.
Amor a primera vista
Se entiende
que la atracción es tan intensa, que en poco tiempo, luego de conocerse,
ella se muda a vivir con él. En lo que parecería el inicio de una
hermosa relación que empezó como el así llamado «amor a primera vista».
Brota inmediatamente una especie de éxtasis, una alegría incontrolable
que lo posee y le cambia completamente el ánimo, las motivaciones y los
días. Una especie de fuego devorador empieza a consumirlo, algo que
varios artistas de la palabra han reflejado en sus obras.
La nueva vida, el nuevo tiempo y el espacio nuevo que parece vivir el hombre. Por
ejemplo, recuerda a aquel famoso verso que el poeta mexicano Octavio
Paz escribió en su tremendo poema «Piedra de sol». En él, para graficar
esta experiencia de una nueva vida que vive el que se enamora, dice: «El
mundo nace cuando dos se besan».
Esa
experiencia en la que parece que no importara nada más en la vida que la
persona amada fue expresada por otro artista latinoamericano, el cubano
Silvio Rodríguez, en la canción «En estos días». En ella se dice
poética e hiperbólicamente: «En estos días no sale el sol, sino tu
rostro. Y en el silencio, sordo del tiempo, gritan tus ojos».
Presencia tóxica
En el corto,
la presencia rojiza cada vez más intensa y omnipresente en la vida del
personaje del corto, expresa lo mismo. Pero esta presencia no es
positiva y luminosa sino tóxica. El video nos muestra que la
convivencia, en lugar de ser una oportunidad de comunión y compartir,
cobró rápidamente tintes de invasión, de desorden, de oposición, en vez
de conciliación.
Las diferencias parecen insuperables, hay poco diálogo y demasiada oposición.
Todos estos desafíos además se presentan en personas que, si bien
experimentaron algo intenso y devorador, no trabajaron por poner
cimientos sólidos capaces de sostener la relación a pesar de las
exigencias y dificultades.
En este caso,
la presencia de la otra persona es como un agujero negro que lo va
devorando todo. La variedad y las diferencias no enriquecían las vidas
de ambos, sino que se presentan como realidades opuestas que reciben
salidas arbitrarias y no consensuadas. Un ejemplo gráfico de esto es la
llegada del pez y la expulsión violenta del gato. Luego, cuando toda la
pantalla se tiñe de rojo, se expresa que la situación se torna insana y
caótica.
La vida del
hombre entra en un espiral desesperante en el que está completamente
atrapado. En vez de llenarse de luz, su vida se contagia de un ambiente
tóxico que lo envenena. El grito final de la mujer y el gesto del pez
cuando se van de la casa, expresan lo insostenible de una relación sin
renuncia, sin paciencia, sin entrega e incluso sin sacrificio.
La velocidad y
la intensidad de la relación carecía de un sustento profundo que
pudiera extender el primer fuego experimentado. Como siempre, el arte ha
sido el espacio para poder expresar estas realidades humanas. Y viene a
la mente esa canción española llamada «Se nos rompió el amor», en donde
se descubre que todo terminó por no ser cuidado ni cultivado como se
debe:
«Jamás
pensamos nunca en el invierno, pero el invierno llega aunque no quiera y
una mañana gris al abrazarnos sentimos un crujido frío y seco, cerramos
nuestros ojos y pensamos: Se nos rompió el amor de tanto usarlo».
Entregarse al otro
En el corto,
la convivencia consistió es un usar al otro para la propia felicidad, en
vez de aventurarse a descubrir que en el ejercicio de la entrega, es
donde se puede descubrir la auténtica paz y felicidad.
Como se dice en
los Hechos de los Apóstoles: «Hay mayor alegría en dar que en recibir»
(Hch 20, 35). Pero en esta relación, aunque se ve intensidad y pasión,
no se ve paz ni alegría y por eso fracasa.
Pero no todo
termina en desesperanza y oscuridad. Si bien, luego de la experiencia de
haber experimentado lo pernicioso de una relación egocéntrica y
superficial, en el fondo inauténtica, el personaje llega a lo más
profundo del fracaso. No se quiere despertar, ni se preocupa en abrir
las persianas para que entre luz. Pierde las ganas de trabajar, cuando
está rendido, sentado sin sentido en una banca, irrumpe algo que lo saca
de su oscuridad: los otros.
Aquella
nueva dimensión existencial, expresada simbólicamente con el color
verde, lo atrae y lo lleva hacia una nueva manera de ver el mundo y
convivir. Después de una mala experiencia personal y de una
relación difícil, hasta dañina, se ofrece nuevamente la oportunidad de
confiar en los demás y de no quedarse encerrado en las propias heridas.
Un final sumamente esperanzador que nos demuestra que siempre podemos volver a empezar.
Y que, como enseña el Concilio Vaticano II, el hombre «no puede
encontrar su propia plenitud, si no es en la entrega sincera de sí mismo
a los demás». (cf. Gaudium et spes, 24).
No hay comentarios:
Publicar un comentario