sábado, 17 de noviembre de 2018

Relaciones tóxicas




Después de una relación difícil se ofrece nuevamente la oportunidad de confiar en los demás


Por: Franco Lanata | Fuente: catholic-link




«Once Upon a Line» es un corto animado que fue dirigido, escrito y producido por Alicja Jasina en el 2016. Obtuvo el premio «Best Animation Gold Award» en los Student Academy Awards por su capacidad para mostrar en solo siete minutos y mediante una estética sencilla y creativa, una historia que contiene y desarrolla un tema tan profundo y grande como es el amor humano.


Sin rostro definido ni nombre propio, elemento que vuelve a la historia más universal, aparece un hombre con una vida absolutamente monótona, aburrida y rutinizada en el ejercicio repetitivo de apagar su alarma, alimentar a su gato, ponerse la corbata, tomar un café, leer el diario, tomar el metro y llegar al trabajo a poner sellos en una ruma de papeles.



La línea de la vida


Los símbolos presentados en el corto, permiten muchas interpretaciones. Desarrollemos una. La línea de la vida del hombre –atendiendo al título y a la línea que siempre corre en el video de izquierda a derecha- sería como una línea sin alteraciones, perfectamente recta. Todos sus objetos están ordenados, en su lugar y delineados con ángulos rectos, lo que podría expresar simbólicamente, una vida cuadriculada y aparentemente controlada. Además, si prestamos atención, notaremos la ausencia de colores. Solamente están el blanco y el negro.


Sin embargo, un día, en la línea recta de su vida aparece lo sinuoso, lo incontrolado, lo exuberante, lo espontáneo y sorpresivo, teñido simbólicamente de un color rojizo. Lo totalmente opuesto queda en su memoria e impresión simbolizado por aquellos colores rosas que empiezan a asomarse sutilmente a su vida como una presencia nueva.

 
Amor a primera vista


Se entiende que la atracción es tan intensa, que en poco tiempo, luego de conocerse, ella se muda a vivir con él. En lo que parecería el inicio de una hermosa relación que empezó como el así llamado «amor a primera vista». Brota inmediatamente una especie de éxtasis, una alegría incontrolable que lo posee y le cambia completamente el ánimo, las motivaciones y los días. Una especie de fuego devorador empieza a consumirlo, algo que varios artistas de la palabra han reflejado en sus obras.


La nueva vida, el nuevo tiempo y el espacio nuevo que parece vivir el hombre. Por ejemplo, recuerda a aquel famoso verso que el poeta mexicano Octavio Paz escribió en su tremendo poema «Piedra de sol». En él, para graficar esta experiencia de una nueva vida que vive el que se enamora, dice: «El mundo nace cuando dos se besan».


Esa experiencia en la que parece que no importara nada más en la vida que la persona amada fue expresada por otro artista latinoamericano, el cubano Silvio Rodríguez, en la canción «En estos días». En ella se dice poética e hiperbólicamente: «En estos días no sale el sol, sino tu rostro. Y en el silencio, sordo del tiempo, gritan tus ojos».



Presencia tóxica

En el corto, la presencia rojiza cada vez más intensa y omnipresente en la vida del personaje del corto, expresa lo mismo. Pero esta presencia no es positiva y luminosa sino tóxica. El video nos muestra que la convivencia, en lugar de ser una oportunidad de comunión y compartir, cobró rápidamente tintes de invasión, de desorden, de oposición, en vez de conciliación.


Las diferencias parecen insuperables, hay poco diálogo y demasiada oposición. Todos estos desafíos además se presentan en personas que, si bien experimentaron algo intenso y devorador, no trabajaron por poner cimientos sólidos capaces de sostener la relación a pesar de las exigencias y dificultades.


En este caso, la presencia de la otra persona es como un agujero negro que lo va devorando todo. La variedad y las diferencias no enriquecían las vidas de ambos, sino que se presentan como realidades opuestas que reciben salidas arbitrarias y no consensuadas. Un ejemplo gráfico de esto es la llegada del pez y la expulsión violenta del gato. Luego, cuando toda la pantalla se tiñe de rojo, se expresa que la situación se torna insana y caótica.


La vida del hombre entra en un espiral desesperante en el que está completamente atrapado. En vez de llenarse de luz, su vida se contagia de un ambiente tóxico que lo envenena. El grito final de la mujer y el gesto del pez cuando se van de la casa, expresan lo insostenible de una relación sin renuncia, sin paciencia, sin entrega e incluso sin sacrificio.


La velocidad y la intensidad de la relación carecía de un sustento profundo que pudiera extender el primer fuego experimentado. Como siempre, el arte ha sido el espacio para poder expresar estas realidades humanas. Y viene a la mente esa canción española llamada «Se nos rompió el amor», en donde se descubre que todo terminó por no ser cuidado ni cultivado como se debe:


«Jamás pensamos nunca en el invierno, pero el invierno llega aunque no quiera y una mañana gris al abrazarnos sentimos un crujido frío y seco, cerramos nuestros ojos y pensamos: Se nos rompió el amor de tanto usarlo».


Entregarse al otro


En el corto, la convivencia consistió es un usar al otro para la propia felicidad, en vez de aventurarse a descubrir que en el ejercicio de la entrega, es donde se puede descubrir la auténtica paz y felicidad. 

Como se dice en los Hechos de los Apóstoles: «Hay mayor alegría en dar que en recibir» (Hch 20, 35). Pero en esta relación, aunque se ve intensidad y pasión, no se ve paz ni alegría y por eso fracasa.


Pero no todo termina en desesperanza y oscuridad. Si bien, luego de la experiencia de haber experimentado lo pernicioso de una relación egocéntrica y superficial, en el fondo inauténtica, el personaje llega a lo más profundo del fracaso. No se quiere despertar, ni se preocupa en abrir las persianas para que entre luz.  Pierde las ganas de trabajar, cuando está rendido, sentado sin sentido en una banca, irrumpe algo que lo saca de su oscuridad: los otros.


Aquella nueva dimensión existencial, expresada simbólicamente con el color verde, lo atrae y lo lleva hacia una nueva manera de ver el mundo y convivir. Después de una mala experiencia personal y de una relación difícil, hasta dañina, se ofrece nuevamente la oportunidad de confiar en los demás y de no quedarse encerrado en las propias heridas.


Un final sumamente esperanzador que nos demuestra que siempre podemos volver a empezar. Y que, como enseña el Concilio Vaticano II, el hombre «no puede encontrar su propia plenitud, si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás». (cf. Gaudium et spes, 24).

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