Por: Ismael Gonzalez | Fuente: New Fire (www.benewfire.com)
El aborto no deja de ser una cuestión actual. Divide
tanto la opinión pública que hasta acaba de teñirla de color: verde o
celeste. Los grupos abortistas están luciendo sus pañuelos verdes con
los lemas de «Aborto legal, seguro y gratuito», «Educación sexual para
decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir».
Y
los provida lucen sus pañuelos celestes con el lema
«Salvemos las dos
vidas». De este modo, la marea verde o la ola celeste se han manifestado
hace poco en algunas ciudades latinoamericanas, desde México hasta
Argentina.
¿Qué podemos pensar al respecto? Echemos
una mirada a la enseñanza tradicional de la Iglesia, a la legislación
de algunos países y al pensamiento del Papa Francisco.
¿Qué dice la Iglesia sobre el aborto?
Su
enseñanza es clara: «La vida humana debe ser respetada y protegida de
manera absoluta desde el momento de la concepción… Desde el siglo
primero, la Iglesia ha afirmado la malicia moral de todo aborto
provocado. Esta enseñanza no ha cambiado; permanece invariable. El aborto directo, es decir, querido como un fin o como un medio, es gravemente contrario a la ley moral» (Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2270-2271).
A
su vez, el Papa san Juan Pablo II publicaba la encíclica Evangelium
vitae («El Evangelio de la vida») el 25 de marzo de 1995. En ella
reafirmaba el valor y el carácter inviolable de toda vida humana desde
su concepción hasta su muerte natural, al tiempo que denunciaba las
amenazas modernas de «una verdadera cultura de muerte». No dudaba en
describir el «espectáculo verdaderamente alarmante» de «una objetiva
conjura contra la vida». Y señalaba la complicidad de los medios de
comunicación:
Finalmente, no
se puede negar que los medios de comunicación social son con frecuencia
cómplices de esta conjura, creando en la opinión pública una cultura
que presenta el recurso a la anticoncepción, la esterilización, el
aborto y la misma eutanasia como un signo de progreso y conquista de
libertad, mientras muestran como enemigas de la libertad y del
progreso las posiciones incondicionales a favor de la vida (Juan Pablo
II, Evangelium vitae, n. 17).
¿Qué dice el mundo sobre el aborto?
Esta
cultura de muerte continúa siendo muy insidiosa a nivel mundial, en las
legislaciones y en los medios de comunicación. Me parecen
significativos tres casos actuales: Irlanda, Argentina y México.
Irlanda
despenalizó el aborto con un referéndum el pasado 25 de mayo de 2018.
El 66,4 % de los votos optó por eliminar la octava enmienda de su
Constitución, que desde 1983 garantizaba de igual manera el derecho a la
vida del feto y de la madre. Muchos celebraban que Irlanda por fin
rompiera con su pasado y culminara su modernización social. Su primer
ministro, Leo Varadkar, destacó que tendrían «una constitución moderna
para un país moderno». Otros líderes europeos como la primera ministra
británica Theresa May o el presidente francés Emmanuel Macron, mandaron
sus felicitaciones. Macron declaraba: «Irlanda ha hecho historia otra
vez. Este voto será un símbolo esencial de la libertad de las mujeres».
La prensa generalista occidental exultaba con la ruptura del último tabú
irlandés.
En
Argentina se intentó legalizar el aborto. En una primera fase, el 15 de
junio pasado, la cámara de diputados lo había aprobado con un estrecho
margen de votos, pero en la segunda fase, el 9 de agosto, la cámara de
senadores rechazó definitivamente la propuesta con otro estrecho margen
de votos. Algunos ecos internacionales fueron agridulces: «Las 38
senadoras y senadores que acaban de votar en contra del proyecto de
interrupción voluntaria del embarazo hicieron oídos sordos al grito de
millones de mujeres que claman libertad en Argentina… Votaron por el
pasado… Más temprano que tarde, conquistaremos la libertad sobre
nuestros cuerpos» (El País, 10 de agosto de 2018).
Y
es que con Argentina se esperaba un cambio de tendencia en América
Latina y el Caribe, continente tachado de ultraconservador por algunos
medios y organizaciones internacionales. Según eso está pendiente «una
gran deuda de libertad con las mujeres».
Se escandalizan de que
solamente 3 de sus 49 países hayan legalizado el aborto (Cuba, Uruguay y
Guyana, además de la Ciudad de México) y de que otros 3 lo prohíban
totalmente so pena de cárcel (El Salvador, Nicaragua y República
Dominicana). Y ahora mismo algunos están intentando zanjar esa «deuda de
libertad» en otro país de la región: México.
En
2007 el aborto se despenalizó en la Ciudad de México durante las
primeras 12 semanas del embarazo. Desde el 2009, por el contrario, 19
estados de 32 han reformado sus constituciones para blindar la vida
desde su concepción. Y en estos últimos meses, algunos diputados y
senadores de Morena, partido del presidente electo Andrés Manuel López
Obrador, han ofrecido legalizar el aborto en todo el país. Por eso
algunas asociaciones han pedido a López Obrador que se deslinde de la
agenda que quiere imponer el aborto, ya que este tema no figuraba en su
campaña electoral, además de que piden respeto a la voluntad de más de
un millón de personas que se manifestaron en más de cien ciudades el
pasado 20 de octubre («Ola Celeste México»).
¿Qué dice el Papa Francisco sobre el aborto?
Cabe
preguntarse qué piensa y qué ha dicho el Papa Francisco. Su encíclica
Laudato si (24 de mayo de 2015), por ejemplo, trató sobre el cuidado de
la casa común, el planeta y la naturaleza, suscitando gran apoyo
internacional y la gratitud de varias ONG como Greenpeace. En tal
encíclica también hablaba de una ecología integral que incluía al mismo
ser humano. Un párrafo se refería a la cuestión del aborto:
Dado
que todo está relacionado, tampoco es compatible la defensa de la
naturaleza con la justificación del aborto. No parece factible un camino
educativo para acoger a los seres débiles que nos rodean, que a veces
son molestos o inoportunos, si no se protege a un embrión humano aunque
su llegada sea causa de molestias y dificultades
(Francisco, Laudato si, n. 120).
Es
cierto que el Papa Francisco había hablado poco del aborto y temas
similares: «Yo no he hablado mucho de estas cuestiones y he recibido
reproches por ello. Pero si se habla de estas cosas hay que hacerlo en
un contexto. Por lo demás, ya conocemos la opinión de la Iglesia y yo
soy hijo de la Iglesia, pero no es necesario estar hablando de estas
cosas sin cesar» (Entrevista de Antonio Spadaro al Papa Francisco, 19 de
agosto de 2013). Por lo que, en conformidad, podemos constatar la
mención del aborto en su encíclica en el contexto de una ecología
integral.
Y recientemente sorprendió con dos declaraciones fuertes. La primera el verano pasado:
Cuando
era joven, la maestra nos enseñaba historia y nos decía qué hacían los
espartanos cuando nacía un niño con malformaciones: lo llevaban a la
montaña y lo tiraban, para cuidar «la pureza de la raza». Y nosotros nos
quedábamos sorprendidos: «Pero cómo, cómo se puede hacer esto, ¡pobres
niños!». Era una atrocidad. Hoy hacemos lo mismo.
¿Vosotros os habéis
preguntado por qué no se ven muchos enanos por la calle? Porque el
protocolo de muchos médicos —muchos, no todos— es hacer la pregunta:
«¿Viene mal?».
Lo digo con dolor. En el siglo pasado todo el mundo
estaba escandalizado por lo que hacían los nazis para cuidar la pureza
de la raza. Hoy hacemos lo mismo, pero con guante blanco (Francisco,
Discurso a la Delegación del Foro de Asociaciones Familiares, 16 de
junio de 2018).
La
segunda declaración fue en una catequesis semanal de octubre. Había
estado tratando los diez mandamientos de la Ley de Dios y, al llegar al
quinto mandamiento, «No matarás», tocó el aborto:
Un punto de vista contradictorio consiente también la supresión de la
vida humana en el seno materno en nombre de la salvaguardia de otros
derechos. Pero, ¿cómo puede ser terapéutico, civilizado, o simplemente
humano un acto que suprime la vida inocente e indefensa en su
florecimiento? Yo os pregunto: ¿Es justo «quitar de en medio» una vida
humana para resolver un problema? ¿Es justo contratar a un sicario para
resolver un problema? No se puede, no es justo «quitar de en medio» a un
ser humano, aunque sea pequeño, para resolver un problema. Es como
contratar a un sicario para resolver un problema (Francisco, Audiencia
general del 10 de octubre de 2018).
Estas
dos declaraciones no pasaron desapercibidas. Algunos medios se
extrañaban de estas durísimas palabras del Papa y se lamentaban de que,
aunque había «progresado» en otros temas en consonancia con el
desarrollo de la sociedad, en otros como el aborto no se diese el más
mínimo cambio.
Es
muy apreciado que el papa Francisco haya insistido en el aspecto de la
misericordia, de las «periferias existenciales», de acoger a todo
pecador. Sin embargo, esto no ha significado relativizar los pecados en
sí mismos y mucho menos cambiar la doctrina moral.
Con relación al
aborto, hace dos años facilitó su perdón extendiendo la facultad de
absolver este pecado a todos los sacerdotes, lo cual estaba reservado a
los obispos. Sus intenciones fueron claras:
Quiero enfatizar con todas mis fuerzas que el aborto es un pecado
grave, porque pone fin a una vida humana inocente. Con la misma fuerza,
sin embargo, puedo y debo afirmar que no existe ningún pecado que la
misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir, allí donde encuentra
un corazón arrepentido que pide reconciliarse con el Padre. Por tanto,
que cada sacerdote sea guía, apoyo y alivio a la hora de acompañar a los
penitentes en este camino de reconciliación especial (Francisco, Carta
apostólica Misericordia et misera, 20 de noviembre de 2016).
En
todo esto verificamos que el Papa Francisco sin duda es hijo de la
Iglesia. De modo claro y oportuno ha condenado el aborto. Se agradece
mucho esta orientación necesaria, pues no debemos ser ingenuos ante el
avance de la «cultura de la muerte». Ojalá que la enseñanza certera de
la Iglesia y del Papa remueva al menos las conciencias de los propios
católicos.
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