Por: Egda Orejuela | Fuente: Revista Vive!
Es
fácil notar como los chicos se distancian cada vez más, ellos, a pesar
de estar a solo milímetros de nosotros, en realidad están en cualquier
otra parte, cambiando constantemente sus destinos con un solo clic.
Volver a lo que nos unía
Cuestionamos
mucho a estas generaciones, pero la verdad es que son el resultado de
las familias que hemos formado.
Familias que parece que solo tienen en
común las apps que comparten, en lugar de sus tradiciones
familiares. Y es que al hablar de tradición hoy el saldo está en contra,
ya que la forma más directa de transmitirlas es desde el encuentro, en
el que estamos perdiendo la batalla frente a las pantallas.
Nos
enfrentamos a la amenaza de extinguir el encuentro y erradicar el
diálogo en las familias, impidiéndonos transmitir nuestros valores,
nuestra herencia, ese sello que nos hace únicos, pero a la vez
pertenecientes, aquello que nos da una identidad, seguridad y estructura
para formar una personalidad sana.
Si
perdemos el diálogo, cómo podremos trasmitirles nuestra herencia a los
hijos. Y luego, ¿cómo podrán ellos absorber toda esta savia para a su
vez expandirla a otras generaciones? Sepamos que, aunque las pantallas
estén, no construyen, ni educan
familias.
No estemos sin estar
Cuando
priorizamos otras cosas fuera de la familia decimos que este tiempo es
reemplazable. “Visitamos” a los abuelos, pero no les prestamos la
atención que merecen por estar conectados al celular. Si escogemos
atender una llamada en lugar de escucharlos o acompañarlos les decimos
que su presencia no cuenta. Este mensaje que transmitimos puede generar
sentimientos de inseguridad y abandono, ocasionando una desconexión del
primer entorno (familia nuclear), uno de los elementos más importantes
en la constitución de una personalidad saludable.
La
dinámica familiar actual, en su mayoría, carece de conexiones
emocionales y no nos damos cuenta que nosotros también estamos atrapados
entre pantallas. Nos quitamos el derecho de educar en tiempo real y
comenzamos a corregir o incluso a “dar cariño” por medio de un mensaje
de texto.
No reemplacemos el amor real
Analicemos
el tiempo que pasamos en el celular versus el tiempo que le dedicamos a
nuestros abuelos o a la familia. Si la respuesta es a favor del
celular, hagamos el ejercicio de hablar con nuestros hijos, padres,
esposos, con los ojos en ellos, lejos de pantallas.
No se trata de erradicar la tecnología de nuestras vidas, ni de la de ellos, sino de educar con prioridades, normas y horarios.
Es
tiempo de retomar la importancia de la familia, de compartir con los
abuelos, de aprender de ellos su historia, que también es la nuestra.
Seguro está rica en experiencias que ayudará a los más jóvenes a
edificarse como personas, con una identidad de familia y confianza en sí
mismos.
Reanudemos
las familias de antaño, esas donde la sobremesa del domingo lejos de
ser solo una extensa conversación de adultos, con “temas aburridos”, se
convertía en raíces que poco a poco nos fueron formando en una familia
unida, permitiéndonos volar con criterio y certezas.
Egda Orejuela
Psicóloga en Rehabilitación Educativa
Máster en Neuropsicología y Educación
Psicóloga en Rehabilitación Educativa
Máster en Neuropsicología y Educación
Este artículo y el vídeo fueron publicados originalmente por nuestros aliados y amigos: |
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