Por: Fernando de Navascués | Fuente: www.somosrc.mx
Acabo
de leer una historia preciosa. Una historia en la que un hombre lleva
40 años escribiendo cartas a diario a su mujer. Son postales, pequeñas
notas, misivas más extensas… No son un resumen del día, como si se
tratara de un diario, sino una oportunidad diaria de decir a su mujer:
“Te quiero”.
Él
se llama Bill Bresnan y tiene 74 años. Su mujer, la afortunada
receptora de tanta correspondencia, Kristen. Bill explica que comenzó
esta costumbre cuando eran novios, aunque al principio no era todos los
días. Pero ya en los años 80, la costumbre se volvió un hábito y una
necesidad matrimonial.
Todas
las cartas concluyen con un: “Yo te amo, mi amor es un signo de
infinito”. Hasta ahora, y esperemos por muchos años, Kristen ha cuidado
cada mensaje, los ha organizado y ya ocupan 25 cajas.
Hasta
aquí la historia, y la moraleja es clara: comunicación, comunicación y
comunicación.
Es una de las bases más importantes e imprescindibles de
cualquier relación exitosa, y más si se trata de una en la que cada uno
pone en juego su persona, su amor y sus sentimientos.
Si
alguien quiere que su matrimonio funcione, como me dijo un sacerdote
hace ya algunos años, lo más importante que debe suceder es la
comunicación. No es cuestión de estar siempre de acuerdo, sino de saber
qué hay en el corazón y en la cabeza del otro. Abrir el corazón y los
pensamientos a la persona que amas es la base fundamental, por tanto,
del éxito de un matrimonio.
Este
sacerdote me dijo en aquella ocasión que el demonio es como un lobo:
cuando quiere matar a un cordero lo hace mordiéndole la garganta a su
víctima. La oveja muere ahogada y con un gran dolor. Lo mismo nos sucede
a nosotros: cuando el demonio quiere romper un matrimonio ataca la
garganta, ataca la comunicación y así rompe la pareja.
Por ello te dejo aquí unos cuantos consejos que suelo dar cuando alguien me pide alguna ayuda al respecto.
Sobre el hecho de hablar te digo lo siguiente:
1. Para
empezar que sepamos que hay muchas formas de lenguaje: los gestos, las
caricias, las miradas… Pero uno de los que no puede faltar nunca es la
comunicación verbal. Por eso, con tu mujer, con tu marido, habla y
comparte, pero también escucha. La comunicación no es un monólogo: es
hablar y escuchar. Escuchar y después hablar.
2. Sal a cenar con tu pareja a solas, sin hijos. Su tiempo particular es sagrado, y está por encima del de los hijos. Y si pueden, dedíquense un día al mes para ustedes. Y una semana al año… Inténtenlo: solo tienen cosas que ganar. Pidan ayuda a la suegra, la amiga, la cuñada… Tengan un matrimonio amigo: cuando una pareja se toma “el sábado libre”, el siguiente le devuelven el favor.
3. No te acuestes sin contar lo que te ha pasado a largo del día de hoy ni tampoco sin haber escuchado lo que le ha sucedido a tu cónyuge en esta jornada.
4. ¡Aguas! Tampoco te acuestes enojado con tu pareja. Acuéstate reconciliado. No hay nada peor que acabar el día enojado. No hay nada mejor que acostarse en paz.
5. Sobre los temas… ¡hablen de todo! Hay temas que no pueden faltar en su conversación: el futuro, la salud, las metas, el trabajo, los hijos, otros asuntos familiares, el dinero, las aspiraciones…
6. No dejes de dar un cumplido de vez en cuando. No consiste en adular, eso espanta a cualquiera, pero sí de reconocer lo bueno que tiene el otro.
7. Vuelve al “amor primero”. Hablen de cuando se conocieron y cómo resultó. Ríanse, que seguro que hay multitud de anécdotas simpáticas que les unieron. En este caso, al menos en éste, no está mal poner la mano en el arado y echar y mirar atrás.
8. Aprende a ser agradecido también de palabra. Y por supuesto a saber pedir perdón de palabra. A veces cuesta un mundo, pero hay que hacerlo. Muchas parejas mueren por la soberbia de no haber pedido perdón o no haber sido agradecido a tiempo.
2. Sal a cenar con tu pareja a solas, sin hijos. Su tiempo particular es sagrado, y está por encima del de los hijos. Y si pueden, dedíquense un día al mes para ustedes. Y una semana al año… Inténtenlo: solo tienen cosas que ganar. Pidan ayuda a la suegra, la amiga, la cuñada… Tengan un matrimonio amigo: cuando una pareja se toma “el sábado libre”, el siguiente le devuelven el favor.
3. No te acuestes sin contar lo que te ha pasado a largo del día de hoy ni tampoco sin haber escuchado lo que le ha sucedido a tu cónyuge en esta jornada.
4. ¡Aguas! Tampoco te acuestes enojado con tu pareja. Acuéstate reconciliado. No hay nada peor que acabar el día enojado. No hay nada mejor que acostarse en paz.
5. Sobre los temas… ¡hablen de todo! Hay temas que no pueden faltar en su conversación: el futuro, la salud, las metas, el trabajo, los hijos, otros asuntos familiares, el dinero, las aspiraciones…
6. No dejes de dar un cumplido de vez en cuando. No consiste en adular, eso espanta a cualquiera, pero sí de reconocer lo bueno que tiene el otro.
7. Vuelve al “amor primero”. Hablen de cuando se conocieron y cómo resultó. Ríanse, que seguro que hay multitud de anécdotas simpáticas que les unieron. En este caso, al menos en éste, no está mal poner la mano en el arado y echar y mirar atrás.
8. Aprende a ser agradecido también de palabra. Y por supuesto a saber pedir perdón de palabra. A veces cuesta un mundo, pero hay que hacerlo. Muchas parejas mueren por la soberbia de no haber pedido perdón o no haber sido agradecido a tiempo.
Hay
una cosa mejor que las cartas que ha escrito durante toda su vida el
protagonista de nuestra anécdota, es el poder decirte que hables y
compartas lo más que puedas con tu cónyuge.
No hay comentarios:
Publicar un comentario