Por: P. Leandro Bonnin | Fuente: InfoCatolica.com
Este
texto fue preparado para los docentes de las escuelas donde soy
capellán, pensando en cómo introducir a los alumnos -niños y jóvenes- en
la adoración al Santísimo. Me pareció oportuno compartirlo, ya que
puede ayudar a vivir esos momentos no sólo en el ámbito de la Escuela
Católica sino también en la catequesis parroquial y en los movimientos y
grupos de pastoral infantil.
“El Maestro está aquí y te llama” (Jn 11, 28)
Algunas recomendaciones para realizar un momento de Oración con niños y jóvenes en el Oratorio de la Escuela.
El
presente texto tiene como finalidad ayudar a los docentes a realizar un
momento de Oración-Adoración con niños y jóvenes en el Oratorio de una
Escuela Católica.
Las
sugerencias generales necesitan ser adaptadas y adecuadas a la realidad
concreta de cada grupo, sea del nivel inicial, primario o secundario.
El testimonio del docente
Un
elemento muy importante es que la fe y el amor se transmiten no sólo ni
principalmente con palabras y discursos. Antes de las palabras, podemos
decir que la conciencia de la Presencia Real de Jesús se comunica por
el contacto vital entre el educador y los alumnos.
La unción y reverencia con que los docentes realicen la genuflexión
(saludo a Jesús Eucaristía doblando la rodilla derecha hasta tocar el
suelo), la piedad con que se hace la señal de la Cruz, la actitud y el
porte reverente y sosegado, la verdad e intensidad de las palabras que
se utilicen, crean un clima idóneo para todo momento de oración con los
alumnos. Un docente que mira con amor el Crucifijo, que tiene un gesto
de ternura cariñosa hacia una imagen de María, que manifiesta reconocer
en el Sagrario la Presencia Real, educa a sus niños o jóvenes en la fe
casi sin proponérselo.
La Preparación
Conviene
que si se lleva a un grupo de alumnos a hacer un momento de oración, se
los prepare al menos brevemente. No conviene pasar, por ejemplo,
directamente del recreo al oratorio, porque es probable que estén un
tanto agitados e inquietos.
En
el salón, antes de ir al encuentro de Cristo, se les puede recordar
brevemente el sentido de ese espacio y a quién vamos a ver. Siempre
conviene detenerse antes de ingresar, y recordarles –sin temor a ser
pesados, con insistencia pedagógica- con quién vamos a estar, qué vamos a
hacer, cómo saludar a Jesús presente en el Sagrario (genuflexión), qué
importancia tiene el silencio… Esto puede parecer redundante y un tanto
agotador, pero es un trabajo necesario para que ellos puedan ir
interiorizando la importancia de su Presencia.
La Periodicidad
Es
conveniente que cada grupo de niños tenga su visita semanal o quincenal
a Jesús eucaristía. En lo posible, es conveniente reservar una hora
determinada de la semana, y mantener ese día, creando el hábito y a la vez suscitando la expectativa. La periodicidad
le permitirá al docente planificar los momentos de adoración, evitando
caer en la improvisación y/o en la repetición de aquellos que puede
variar, como son los texto s bíblicos o los cantos.
Entrar en oración
Al
ingresar al oratorio, es conveniente esperar que todos hagan serena y
devotamente su genuflexión, y se ubiquen en los bancos. Se puede
invitarlos a dejar el cuerpo en reposo, a hacer silencio de la boca y
del corazón. En el caso de los niños es conveniente reiterar siempre la
recomendación de no mirar hacia atrás, ni hacia los costados, de no
molestar al de al lado ni al de adelante…
Sin
pretender descender a todos los detalles, será oportuno observar que no
queden tan juntos en los bancos, ya que esta incomodidad corporal no
puede menos que repercutir negativamente en la posibilidad de que hagan
oración. Y también recordarles, sobre todo a los niños más pequeños, no
balancear los pies…
No
estará de más invitarlos a que cierren los ojos un momento, e incluso
que respiren serena y hondamente por la nariz, lo que puede favorecer
mucho su quietud externa e interna.
Cantar para iniciar… o escuchar un canto.
La
música ha sido y sigue siendo una “herramienta” valiosísima para
introducir a la oración. Teniendo en cuenta la diversidad de los grupos
en cuanto a la edad y hábitos de oración, es conveniente usar durante
cierto tiempo la misma canción para abrir el momento de adoración, de
modo que puedan llegar a aprenderla y cantarla, pensando en el contenido
de la letra y en Aquel a quien se dirige.
Los
niños más pequeños suelen cantar con mucho entusiasmo. Ya en los
últimos años de la educación primaria la participación activa disminuye,
hasta casi desaparecer en la escuela secundaria, por diferentes
motivos,
Para
los jóvenes, entonces, hay que contar con que no van a cantar con tanta
facilidad, pero escuchan con gusto y suelen ser “tocados” por canciones
bien elegidas y reproducidas con cierta calidad.
Los
cantos pueden usarse también en el medio de las oraciones para hacer un
corte de las palabras y silencios, y también para finalizar, donde
siempre será valioso invocar a María Santísima.
El Espíritu Santo
Nunca
debemos olvidar las palabras que San Pablo nos ha legado en la Primera
Carta a los Corintios: “Nadie puede decir Jesús es el Señor si no es
movido por el Espíritu Santo”. Y en la de los Romanos afirma: “no
sabemos pedir como conviene, pero el Espíritu viene en ayuda de nuestra
debilidad, e intercede por nosotros con gemidos inefables”.
Por
eso es importante invocar al Espíritu Santo al iniciar el momento de
oración, pidiéndole que ilumine nuestra inteligencia e inflame nuestro
corazón. Se les puede hacer repetir una oración breve, o una canción
sencilla al Espíritu que puedan aprender fácilmente.
María
María
es “Mujer Eucarística”. Es la primera que adoró. Es también maestra de
oración. En algún momento de la oración, o en varios, es conveniente
pedirle que venga a estar al lado y en medio nuestro. Más aún, se le
puede pedir que nos ayude a adorar a Jesús estando en su regazo.
Probablemente
el mejor momento sea al finalizar el momento de oración y confiar a
María los propósitos e inspiraciones que el Señor haya puesto en nuestro
corazón. También es conveniente enseñar a los niños algún canto
sencillo, que les permita expresar su cariño con piedad.
Siempre utilizar la Palabra de Dios.
Luego
de invitar a los alumnos a hacerse la señal de la Cruz piadosamente y
pensando en lo que hacen, es siempre conveniente utilizar un texto
bíblico que inspire la oración. Se buscará un texto que se adapte a la
finalidad que tenga ese momento de oración, ya sea que se quiera
instruir a los niños en la fe en la Presencia de Jesús, se les quiera
hablar sobre algún aspecto de la vida moral (los mandamientos), se los
quiera prepara para una Confesión…
También
es importante adaptar la extensión del texto leído a la edad y
capacidad de atención de los chicos. Con los más pequeños, siempre es
eficaz acompañar el texto con alguna imagen impresa o proyectada (si es
que el oratorio ofrece esa posibilidad)
También los salmos –recitados o cantados- pueden ser expresión espléndida de la oración.
Antes
de leer el texto bíblico, conviene introducirlo, invitando a los niños y
jóvenes a abrir el oído y el corazón, y a imaginar y hacer un acto de
fe de que es el mismo Jesús que está en el Sagrario el que habla a sus
corazones, y les habla a cada uno de ellos. De acuerdo a las
posibilidades reales, se puede entonar también el Aleluya
Hablar de Jesús, hablar desde Jesús, hablar a Jesús.
Los docentes serán cuidadosos de alternar de modo adecuado las diferentes “orientaciones” de sus palabras.
Algunas
veces serán palabras que el maestro dirige a sus alumnos, diciendo, por
ejemplo: “queridos jóvenes, estamos delante de Jesús, Él nos ha llamado
a su presencia” o “en el texto se nos cuenta que un hombre fue a
postrarse delante de Jesús, y nosotros estamos también así”.
Otras
veces, teniendo cuidado de hacer notar el cambio de dirección
–introduciéndolas, por ejemplo, al decir “Jesús desde el Sagrario te
invita… te dice…” pueden ser palabras dichas por Jesús a los allí
postrados, como cuando se dice, por ejemplo: “querido joven… yo sé que
has venido cansado, que traes en tu corazón muchas cosas para entregar.
Aquí estoy yo, tu Señor, tu Creador. Adórame y encontrarás tu perfecta
libertad”. “Querido niño… confía en mí… eres único, eres valioso para
mí”
Por
último, muchas veces –este es tal vez el modo que más tiempo debería
ocupar a medida que los alumnos estén más acostumbrados- dará voz a la
oración de todos, adorará y alabará en nombre de la asamblea: “Jesús,
hijo de David, hijo de Dios, ten piedad de nosotros. Acuérdate de
nosotros cuando llegues en tu Reino. Tú lo sabes todo, sabes que te
queremos…”
Espontáneo-preparado
Otro
elemento a tener en cuenta es la alternancia entre la lectura de un
texto preparado y la oración espontánea. Los docentes que tengan mucha
experiencia de conducir momentos de oración, pueden aventurarse a él con
sólo la Sagrada Escritura e ir improvisando la reflexión, la oración…
No
obstante, y no sólo para los que recién incursionan en este campo,
puede ser valioso tener a mano algún texto de soporte y brindar materia a
la oración cuando pueda faltar la inspiración.
Más
allá de esos momentos los escritos de los santos o de orantes que
hayan ya hecho un camino, leídos con corazón orante, pueden enriquecer
notablemente el momento.
Participación de los chicos en la oración
Sobre
todo en los momentos en que el que guía invoca al Espíritu Santo y le
habla a Jesús, puede invitar a los chicos a hacerlo también en alta voz,
no sólo con el canto, sino emitiendo su propia plegaria de modo
espontáneo.
Puede hacerlo simplemente invitando a la asamblea: “alabemos al Señor, sin temor, sin vergüenza: Él nos escucha”,
Es
probable que a los chicos no les resulte fácil orar de modo espontáneo,
y por eso puede introducirse esta participación invitando a los chicos a
que las repitan una frase todos juntos (como las oraciones de los
fieles de la Misa). Por ejemplo: “ayúdanos Jesús” “Te adoramos Señor”
“Ten Piedad de nosotros”
Silencios
Es
muy importante ir habituando a los niños y jóvenes a orar en silencio.
Se les puede ayudar explicándoles que en ese silencio ellos pueden
escuchar la Voz de Jesús. También en ese momento pueden reflexionar
sobre su propia vida y aquellas cosas que la Palabra de Jesús les haya
hecho ver que deben mejorar. También se les puede explicar que en ese
silencio pueden hablar con Jesús en su interior.
Es
bueno que el docente tenga una verdadera fe en la presencia y acción
del Espíritu, y no caiga en la tentación de querer monopolizar el
diálogo con el Señor, como si dudara de que Él habla a los corazones…
mucho mejor que nosotros.
Este
silencio se introducirá para los niños y jóvenes diciendo: “ahora vamos
a hacer un instante de silencio. Jesús quiere hablarte al corazón.
Puedes cerrar nuevamente los ojos, o mirar fijamente la hostia
consagrada o la cruz”
Cuidado del lugar
Es
importante que el oratorio o capilla sea siempre un lugar acogedor. Que
este limpio y ventilado, y que tenga una iluminación suficiente. No es
necesario que haya potentes reflectores: a veces una luz tenue invita
más a la oración
Conviene
recordar que la luz que emanan los cirios tiene un valor estético y
simbólico inigualable. En un cirio que se consume delante del Santísimo
hay toda una catequesis sobre la vida cristiana y la vida de oración. La
luz de la llama simboliza la fe que ilumina; el calor, la caridad que
adora; la orientación de la llama siempre hacia lo alto, la esperanza,
que pese a cualquier dificultad tiende hacia lo alto. El cirio adora.
Sí, aunque suene raro.
Posturas, gestos corporales y signos
En
algunos momentos de la Adoración, puede ser más conveniente sugerir
posturas corporales, como invitar a ponerse de pie o invitar a ponerse
de pie o de rodillas
Lo mismo vale para los gestos, como puede ser el extender las manos, levantarlas o juntarlas.
Con
los niños conviene simplemente decirles: “ahora todos nos ponemos de
rodillas” o “todos juntamos las manos”. Con los jóvenes conviene más
bien sugerir, ya que forzar gestos de piedad puede ser contraproducente
en ellos.
Para
los niños más pequeños, puede ser útil imaginar algún gesto que
manifieste su entrega a Jesús, ya sea llevando algo ante el Sagrario, o
pasando y dando un beso, o arrodillándose delante del Señor uno por uno.
Un
recurso que puede ayudar es el de hacerlos dibujar o escribir, lo
primero para los niños y lo segundo tanto para ellos como para los
jóvenes. También podría ser otros gestos o signos como encender o llevar
una vela. Sin desdibujar el momento de adoración (donde el centro
siempre debe ser Jesús) se abre aquí un espacio legítimo de creatividad.
Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos: |