sábado, 8 de septiembre de 2012

De Playmate y chica Baywatch a católica devota en busca del Arca de Noé


WASHINGTON D.C., 29 Ago. 12 / 07:21 am (ACI/EWTN Noticias).- 


 Donna D’Errico ha dado un giro total a su vida. De haber posado en la revista Playboy en 1995 y tras participar entre 1996 y 1998 en la conocida serie televisiva Baywatch (Guardianes de la bahía) ahora es una devota católica y prepara un documental sobre el Arca de Noé.

Madre de dos hijos y exesposa del líder de la banda de rock Motley Crye, Nikki Six, esta católica de 44 años confiesa a FoxNews su fascinación desde pequeña con el Arca de Noé y afirma que viajó a Turquía, específicamente al Monte Ararat, en donde algunos científicos afirman estaría la emblemática barca, para cumplir el sueño que tuvo desde pequeña cuando la historia bíblica la deslumbró.

Hace unos días, mientras escalaba el Monte Ararat sufrió un accidente y se golpeó el rostro y otras partes del cuerpo. Por error colocó una de esas fotos en su cuenta de Twitter para enviarlas a su familia y las imágenes se hicieron virales en Internet.

Sobre el Arca de Noé relata que “creo en lo que la Biblia dice. Además con el paso de los años ha habido registros históricos sobre el hecho de que el Arca de Noé puede estar en el Monte Ararat, así que no soy ingenua ni creo sólo en lo que dicen las Escrituras. Hay datos de la historia de gente respetable que han visto esto”.

En efecto, uno de estos registros data del año 2006 cuando la revista Space en Estados Unidos dio cuenta de unas investigaciones realizadas con fotografías satelitales sobre una “anomalía” que podría ser el Arca de Noé.
La anomalía está a 4 mil 663 metros de altura, en la zona noreste del Monte Ararat. El tamaño de la formación, de acuerdo a las imágenes del satélite, 309 metros, equivaldría a los 300 por 50 cúbitos que medía el Arca de Noé, como explica el libro del Génesis.

En esta investigación, también están incluidas imágenes tomadas por la unidad aérea GeoEye's Ikonos del satélite QuickBird, el Radarsat 1 de Canadá, y otras imágenes tomadas por varias agencias de inteligencia de Estados Unidos.

Al ser preguntada sobre si se considera una persona religiosa, Donna D’Errico afirma que “totalmente. No me gusta el término espiritual porque creo que encierra una excusa. O eres religioso o no. No existe el ser espiritual, es un término tonto que se ha convertido en un cliché. Si no eres religioso, no lo eres y ya. ¿Qué significa ser espiritual? Voy a Misa todos los domingos y rezo el Rosario todas las noches con mis hijos”.

La madre de familia explica así la oposición que muchos en Estados Unidos intentan establecer entre los términos “religioso” y “espiritual” para justificar la postura de quienes, en el segundo caso, dicen tener alguna experiencia trascendente pero sin contar con religión alguna o “estructuras” como la Iglesia, por ejemplo.

Sobre su pasado en la revista Playboy, Dona D’Errico afirma que “he cometido errores y he tomado opciones en mi pasado que no tomaría hoy. Ese es un capítulo en mi vida en el que he cerrado la puerta. Me parece que fue otra persona. No es quien soy hoy”.

La ahora catalogada como “actriz exploradora” permanece en Turquía realizando una serie de grabaciones para el documental que produce sobre el Arca de Noé.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Un nuevo feminismo y una nueva cultura del trabajo

2. Un nuevo feminismo y una nueva cultura del trabajo

Esto me trae a mi segunda y tercera sugerencia, que se refieren a la importancia de las enseñanzas católicas para el proyecto de un "nuevo feminismo." Mis observaciones de aquí en adelante se basan en la creencia que los escritos de Juan Pablo II sobre el trabajo, las mujeres, y el laicado deben ser leídos conjuntamente. ¿Qué une a estos escritos y los liga con ese desafiante párrafo 99 de Evangelium Vitae? Es, ustedes ya lo adivinaron, la llamada para nada menos que una transformación cultural.
Como lo muestra la biografía magnífica de Juan Pablo II escrita por George Weigel, el interés intenso del Papa en esos tres temas no es ningún accidente. Él sabe por su propia experiencia como trabajador de las minas y de una fábrica como es el duro trabajo manual. Es un hombre moderno que se siente cómodo con las mujeres, y que ha tenido amigas mujeres. Y es el primer Papa que se recuerde en haber pasado tanto de su vida como pastor (un pastor moderno, relacionado de cerca con los hombres y las mujeres) vacacionando con ellos, compartiendo las confidencias de parejas comprometidas y casadas, aconsejándolos en todo tipo de problema. Laborem Exercens, Christefideles Laici, y los escritos sobre las mujeres fueron refinados en el mismo crisol de experiencia personal y de preocupación pastoral. Y todas ellas descansan sobre el mismo concepto de persona humana.
Así pues, mi segunda sugerencia es que la llamada para un nuevo feminismo necesita ser entendida en conexión con la llamada para una nueva cultura del trabajo. En Laborem Exercens (1981), que el Santo Padre ha descrito como su encíclica más personal, él dice que el "trabajo humano es una clave, probablemente la clave esencial, a todas las cuestiones sociales" (3). Él enfatiza la dignidad del trabajo, diciendo que es a través del trabajo que "el hombre no solo transforma la naturaleza, adaptándola a sus propias necesidades, sino que también alcanza su desarrollo como ser humano" (9). Y él insiste que el "trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo".
En esta temprana encíclica, llega a tres conclusiones que darían forma, más adelante, a sus escritos sobre las mujeres. Primero, afirma la dignidad de todas las formas de trabajo legítimo, pagadas o sin paga. En conexión con esto último, escribe que, "debe haber una nueva evaluación social del papel de las madres, del arduo trabajo conectado con él, y de la necesidad que los niños tienen de cuidado, amor y afecto para que puedan convertirse en personas responsables, maduras moral y religiosamente, y psicológicamente estables" (19). En segundo lugar: "el adelanto verdadero de las mujeres requiere que el trabajo sea estructurado de una manera tal que las mujeres no tengan que pagar su avance a costa de la familia" (19).
Y tercero: "debe recordarse y afirmarse que la familia constituye uno de los términos de referencia más importantes para dar forma al orden social y ético del trabajo humano" (10).
Vuelve a estas ideas diez años más tarde, en Centesimus Annus, cuando llama a "una cultura auténtica del trabajo" en la cual los valores humanos tengan prioridad por sobre los valores económicos (15). En otras palabras: No deshumanicen a los hombres y las mujeres, humanicen el mundo del trabajo. También vuelve al tema de la familia en Centesimus Annus, advirtiendo que la libertad económica se debe ejercitar con respeto a la "ecología humana" en la cual la familia es el primer y más esencial elemento. "Frente a la llamada cultura de la muerte," escribe, "la familia es el corazón de la cultura de la vida" (39). Es en la familia donde el "hombre recibe sus primeras ideas formativas sobre verdad y bondad, y aprende lo que significa amar y ser amado, y de esta forma aprende lo que significa realmente ser una persona" (39).
Luego, en 1995, en una serie notable de escritos dirigidos específicamente a las mujeres, el Papa nuevamente expresa su apoyo total a las aspiraciones de las mujeres de una participación en vida política y económica, pero al mismo tiempo insiste en el completo respeto al rol de las mujeres en la familia. Reconociendo la dificultad enorme de reconciliar estos dos objetivos, precisa que se requerirán cambios sociales importantes. En su carta a Gertrude Mongella, la secretaria general de la conferencia de Beijing, dice, "los desafíos que enfrentan la mayoría de las sociedades hoy es el de mantener, de hecho, el de fortalecer, el papel de las mujeres en la familia mientras que al mismo tiempo posibiliten que puedan utilizar todos sus talentos y ejercitar todos sus derechos en la construcción de la sociedad" (8). Para que esto suceda, precisa, "se necesitan cambios profundos en las actitudes y la organización de la sociedad". (5). Continúa expresando dudas de que el desafío pueda ser resuelto "mientras los costos sigan siendo pagados por el sector privado". En la perspectiva de las incontroladas políticas de libre-mercado existe poca esperanza de que las mujeres puedan superar los obstáculos en su camino" (8). Después de su reunión con el Papa, la señora Mongella dijo, "si todos pensaran como él, quizás no necesitaríamos una conferencia sobre las mujeres".
Los escritos del Santo Padre de 1995 a las mujeres fueron registrados extensamente, pero me pregunto a menudo si han sido leídos realmente por los que los registraron. Hubo muchos en la prensa y entre el clero que "se maravillaron de que él hablara" con las mujeres. Pero lo había estado haciendo toda su vida. Y los mensajes en los escritos a las mujeres son principalmente especificaciones de las ideas que eran ya características importantes de sus escritos anteriores. Temo que no se hayan leído ninguno de estos escritos tan cuidadosamente como se debería, porque ¿cómo podemos explicar sino el hecho de que su llamado radical y repetido para el cambio social profundo haya sido ignoradas en silencio? Se espera que el próximo Catecismo social haga que más lectores conozcan los aportes notables que este pontificado ha hecho al tesoro del pensamiento social católico

sábado, 25 de agosto de 2012

Dignidad de la mujer

Es una autentica revolución social la forma respetuosa en que Jesús tra­ta a toda mujer. Sí que hubo en la historia mujeres que destacaron por su poder, su talento y su dominio, pero fueron escasas excepciones, ya que el gé­nero femenino en general fue relegado a trabajos serviles.
En la Mulieris dignitatem, Juan Pablo II subraya: En las enseñanzas de Jesús, así como en su modo de comportarse, no se encuentra nada que refleje la habitual discriminación de la mujer, propia del tiempo; por el contrario, sus palabras y sus obras expre­san siempre el respeto y el honor debidos a la mujer. La mujer encorvada es llamada "hija de Abraham" mientras en toda la Biblia el título de "hijo de Abraham" se refiere solo a los hombres. Recorriendo la vía dolorosa hacia el Gólgota, Jesús dirá a las mujeres: "Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí". Este modo de hablar sobre las mujeres y a las mujeres, y el modo de tratarlas, constituye una clara "novedad" respecto a las costumbres dominantes en­tonces (13).
Por algo tenía Jesús en su mismo hogar, y como madre suya, a una mujer ín­tegra, que era toda la ley puesta en práctica, y en la que había leído, al abrir sus ojos infantiles ,la grandeza de espíritu de una criatura que se po­nía voluntaria y exclusivamente al servicio de los designios divinos.

Cristo las ama.

Jesús ama a la mujer porque conoce su dignidad, que no consiste en sus ri­quezas materiales, ni en su sabiduría, ni en su belleza física, ni en sus cualidades humanas. La dignidad posee una raíz más solida: Dios creó a cada mujer, amó a cada mujer, dirige a cada mujer, destina a cada mujer al Reino de la felicidad eterna. Y la coloca en un lugar determinado y en una situación especial para que complete la misión de Jesús en la Iglesia y en la socie­dad.
Juan Pablo resalta luminosamente la razón de este amor: La actitud de Jesús en relación con las mujeres que se encuentran con El a lo largo del camino de su servicio mesiánico, es el reflejo del designio eterno de Dios que, al crear a cada una de ellas, la elige y la ama en Cristo. Por esto, cada mujer es la "única criatura en la tierra que Dios ha querido por sí misma", cada una hereda también desde el "principio" la dignidad de persona precisa­mente como mujer. Jesús de Nazaret confirma esta dignidad, la recuerda, la re­nueva y hace de ella un contenido del Evangelio y de la redención, para lo cual fue enviado al mundo. Es necesario, por consiguiente, introducir en la di­mensión del misterio pascual cada palabra y cada gesto de Cristo respecto a la mujer (13).
Cualquiera mujer, aun la oculta en una inmunda choza del bosque, entra dentro de los planes divinos. Es una protagonista que tiene enorme importancia en los planes divinos. No la creó por azar, sino tras una preferencia que la eligió entre millones de seres posibles. Y la prefirió para que, dentro de la Iglesia, verificase una función que sólo ella puede realizar.
Una mujer puede estar despreciada y abandonada por los hombres. Pero siem­pre ocupará un lugar eminente en la estimación de Dios, que de ella espera el amor y la rectitud que la conviertan en una imperceptible pero eficaz rueda en el reloj que señala la hora al mundo.
Jesús no excluye a ninguna mujer. Las que aparecen en el evangelio son, en general, sin relieve social, hasta despreciadas por su profesión y su en­trega al pecado. Se hizo acompañar y financiar por mujeres modestísimas, cuando podía haber atraído a figuras representativas de la alta sociedad.

El adulterio interior.

Toda persona que desee, simplemente en su interior, a una mujer, ha cometi­do adulterio con ella; es que el pensamiento y el deseo son una acción inte­lectual comparables en maldad a una violación sexual. Porque el simple deseo torcido, fuera de su ámbito, es un insulto a la dignidad femenina. ¡Con qué hondura lo explana el Papa!: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya co­metió adulterio con ella en su corazón" (Mt 5, 28). Estas palabras dirigidas directamente al hombre muestran la verdad fundamental de su responsabilidad hacia la mujer, hacia su dignidad, su maternidad, su vocación. Cristo hacía to­do lo posible para que, en el ámbito de las costumbres y relaciones sociales del tiempo, las mujeres encontrasen en su enseñanza y en su actuación la propia subjetividad y dignidad (14).
Una vez dadas las condiciones por Jesús, es la mujer misma la que ha de buscar el ejercicio de su dignidad. Ningún trabajo por humilde que sea, nin­gún ambiente pobre en el que haya de vivir, ningún grado de pobreza en el que haya de desarrollar su actividad, la degrada, sino su rebelión a los planes de Dios, su olvido del Amor, su desprecio de los caminos que Dios diseñó para ella en particular. Toda mujer ha sido creada para ser hija de Dios, ín­tima amistad de Dios, defendida por Dios y destinada por Dios a la felicidad de su Reino; lo que conviene es que ella misma se dé cuenta de su dignidad interior y sepa respetarla y conservarla.
Tome ejemplo de las mujeres que conocieron a Jesús; que demostraron hacia Jesús y su misterio una sensibilidad especial que corresponde a una carac­terística de su femineidad. Lo demuestran estando junto a Jesús en la cruz mientras han huido los Apóstoles; junto al sepulcro, ilusionadas e incansables; son las primeras que lo encuentran vacío; las primeras que oyen de los Ángeles que ha resucitado, las primeras que abrazan los pies del Resucitado; las primeras en anunciar la Resurrección a los demás (16).
La mujer que comprenda este amor preferente de Dios, no será derrotada ni por la pobreza, ni por el poder masculino, ni por la soledad. Porque sabe que Dios está con ella siempre y en todo lugar.

sábado, 4 de agosto de 2012

El nuevo feminismo y el papel del laicado

→Las Mujeres y la Cultura de la Vida (II): Un nuevo feminismo y una nueva cultura del trabajo
Ahora llego a mi tercer y última sugerencia que el proyecto del "nuevo feminismo" necesita ser considerado en la luz de las llamadas recientes al laicado a tener papeles más activos en la Iglesia y en la "Nueva evangelización". Déjeme comenzar recordando el hecho de que la reflexión del Santo Padre más fuerte sobre la dignidad y la vocación de mujeres, Mulieris Dignitatem (1988), fue inspirada por el sínodo de 1987 sobre la vocación y la misión del Laicado.
La carta de 1988 al Laicado, también publicada por este sínodo, describe al laicado como un "gigante durmiente", y nos dice en términos precisos que es hora de despertar. La carta recuerda a los laicos algunas cosas que muchos católicos han olvidado: que una vocación no es sólo algo que los sacerdotes y las hermanas religiosas tienen, y que el trabajo misionero no es sólo algo que los sacerdotes y las hermanas religiosas hacen en tierras lejanas. Citando a los padres de Vaticano II, dice, el "bautismo confiere a todos aquellos que lo reciben una dignidad que incluye la imitación y el seguimiento de Cristo, la comunión entre unos y otros y el mandato misionero" (Lumen Gentium, 31).
Una llamada de atención aún más fuerte fue dada en un domingo memorable de Pentecostés en la Plaza San Pedro hace dos años, cuando el Santo Padre anunció que el laicado debe estar a la vanguardia de la Nueva Evangelización. Y como si esto no fuera bastante, declaró en la Ciudad de México al año siguiente que el "laicado es en gran parte responsable del futuro de la iglesia" (Ecclesia en América, 44). Eso suma muchísima responsabilidad sobre la gente que había acostumbrado a la idea de que los sacerdotes y las hermanas se encargaban de todas esas cosas.
Retrospectivamente, creo que mi generación de católicos estaba tan absorbida en la vida diaria que habíamos llegado a esperar que clero y las hermanas religiosas hicieran muchas cosas en el mundo secular para las cuales los laicos están bien equipados para llevar a cabo. Por esto, necesitábamos el recordatorio en estos escritos sobre el laicado de que, de las áreas en que viven los laicos su vocación, "la que está más acorde al estado laical es el mundo secular, al cual son llamados a formar según la voluntad de Dios" (EA, 44). Para la gran mayoría de nosotros los laicos, es en esos sectores donde o ayudaremos a construir la civilización de la vida y de amor, o seremos cómplices de la creciente cultura de la muerte.
Esos recordatorios, creo, proporcionan un correctivo útil a la tendencia hacia las discusiones actuales sobre el papel de mujeres en la Iglesia que centran demasiado su énfasis en la Iglesia Institucional. Como el cardenal Hume escribió, poco antes su muerte, existe "el peligro [en estas discusiones] de concentrarse demasiado en la vida dentro de la Iglesia, en ser demasiado introspectivos". Dijo que sospechaba que "es un truco del diablo para desviar a buena gente de la tarea de la evangelización embrollándolas en cuestiones polémicas sin fin para hacerlos negligentes acerca del rol esencial de la Iglesia, que es la misión". Esto, me parece, pone el foco exactamente donde debe estar: en la misión y en la transformación de la cultura.
Una vez que la naturaleza esencialmente cultural de nuestra tarea se presente claramente ante nuestros ojos, el papel de mujeres llega a estar también más claro. Porque dar forma a la cultura se reduce a la formación de seres humanos, uno por uno. Y las mujeres como madres, maestras y de otras maneras infinitas han desempeñado hace mucho tiempo un papel decisivo en formar la cultura. Desde un punto de vista, esto debe ayudarnos a aliviar nuestra ansiedad sobre lo que cada una de nosotras puede hacer. La evangelización, como la caridad, empieza por casa. Grandes obras pueden crecer de pequeñas semillas. Recientemente, en la liturgia del domingo de Pascua, oímos las palabras alentadoras de San Pablo: "No saben acaso que un poco de levadura tiene su efecto en toda la masa?" (I Cor 5:6)
Pero, desde otro punto de vista, la analogía de la levadura debería aumentar nuestra ansiedad. Porque, mientras que las mujeres pueden tener gran influencia para formar una cultura, también sucede que las mujeres pueden ser formadas por la cultura. Estamos actualmente inmersos en una cultura donde las industrias de la publicidad y del entretenimiento promueven cada forma concebible de indulgencia hacia uno mismo. Estamos sumergidos en una cultura donde el entramado de las costumbres que una vez ayudaron a civilizar las relaciones entre los hombres y las mujeres se ha rasgado en pedazos. Una cultura que brinda poca ayuda o respecto a la maternidad. Una cultura donde los hacedores de la cultura del mañana, las niñas y los niños de hoy, están pasando más horas del día con la TV, Internet, y en escuelas estatales que con sus madres y padres. Un mundo donde el hedonismo y el materialismo están llevando la cultura de la muerte a cada resquicio de la sociedad.
Por esto San Pablo tuvo que hablar de la mala levadura así como la buena levadura. La mala levadura, él precisó, también se esparce por toda la masa. Les dijo a los Corintios, gente próspera, autosatisfecha, comerciante, que tenían que librarse de la mala levadura y que estaba en ellos mismos, así como en su comunidad (5:7). A las mujeres que se dejaron transformar por la cultura, él diría seguramente lo que les dijo a los Corintios: "no se conformen al espíritu de la época".
Conclusión: Las mujeres y la cultura de la vida
En la conclusión, quisiera volverme abreviadamente a la pregunta que planteé en el principio: la pregunta que viene naturalmente a nuestras mentes cuando nosotros meditamos el párrafo 99 de Evangelium Vitae: Si se supone que debemos estar al frente de la lucha cultural como laicos, y si nosotros tenemos un rol distintivo a jugar como mujeres, ¿cómo podemos cada una de nosotras hacernos cargo de estos desafíos? Muchas de nosotras ya nos sentimos abrumadas tratando de hacer lo mejor por nuestras familias y las otras responsabilidades. No es fácil distinguir un papel para nosotras trabajando por la cultura de la vida.
Hace diez años, los fundadores de una organización americana, Women Affirming Life (Mujeres que afirman la vida) enfrentaron esa pregunta. Después de mucha oración y deliberación, escribimos en nuestra declaración de misión que nuestro propósito era "Ofrecer un testimonio público de parte de las mujeres en defensa del niño que aún no ha nacido y no es deseado, a través del compromiso directo, de los esfuerzos educativos, de la oración, y de la vida doméstica y profesional". Implícito en esa declaración está el hecho que, cualesquiera sean nuestros dones y donde sea que nos encontremos en nuestro viaje de la vida, somos siempre testigos.
En cuanto a la forma que toma el ser testigos- y éste es un punto que deseo acentuar especialmente para las mujeres más jóvenes entre nosotras- nuestra forma de ser testigo probablemente cambie en las diversas etapas de nuestras vidas. En mi propio caso, durante los años en que fui una madre de tres niños con un trabajo, no había manera en que podía imaginarme estar activa en vida pública. Mi único intento en ser una evangelista laica en esos años no fue muy exitoso. Me ofrecí voluntariamente a enseñar a un octavo grado de la escuela dominical en mi parroquia, y descubrí que definitivamente no era mi vocación. Era más mucho más difícil que enseñar a estudiantes de la universidad!
Las inspiraciones del Espíritu nos conducirán en direcciones absolutamente diversas en diversos puntos a lo largo de nuestro viaje en la vida. Lo importante, pienso, es ser conscientes que, estemos donde sea que estemos, estamos llamados a ser testigos. Y entender que lo que se nos llama a hacer hoy puede ser muy diferente de lo que podemos ser llamados a hacer mañana, o dentro de algunos años.
Y es de vital importancia recordar que no estamos solos. Juntos, los miembros del cuerpo místico de Cristo brindan una gran variedad de habilidades y de gracias a nuestra vocación común de misionero: "Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos". (I Cor 12:4-5). Tenemos que aprender a apreciar las fortalezas de cada uno, ayudarnos unos a otros, coordinar nuestros esfuerzos, y así convertirnos en un todo que es más fuerte de lo que cualesquiera de sus piezas individuales podríamos ser.
En conexión con esto, uno de los desarrollos más esperanzadores del siglo XX ha sido el florecimiento de grandes, vibrantes, organizaciones laicas. Solamente puede ser providencial que estas organizaciones comenzaran a mostrar su fuerza y potencial al mismo tiempo que las redes de ayuda tradicionales (la familia extendida, parroquias y vecindarios), fueron diezmadas por los efectos de la movilidad geográfica, de la pérdida de voluntarias mujeres, y de otros cambios sociales. Los movimientos laicos de hoy están proporcionando no sólo nuevas fuentes de compañerismo y de apoyo moral, sino que sus programas están remediando deficiencias en la formación laica. Están ayudando a muchísimos laicos a encontrar la santidad en medio del mundo. Y en su rica diversidad, están brindándonos modelos exitosos de complementariedad, complementariedad entre los diversos tipos de organizaciones, entre los hombres y las mujeres, y entre los religiosos y el laicado.
Son ejemplos vivos de cómo podemos trabajar juntos como socios en la evangelización. Aunque el progreso en estas épocas es muy difícil de medir, pienso que podemos señalar algunas contribuciones muy substanciales que las mujeres católicas y las organizaciones de mujeres han hecho para "transformar la cultura" a través de su creciente testimonio público en años recientes. Por ejemplo, creo que han mejorado en gran medida la comunicación del mensaje pro-vida manifestándolo en voces compasivas, acentuando tanto aquello por lo cual luchamos como aquello a lo que nos oponemos, y elevando una visión de una sociedad que respeta a gente por lo que es en vez de por lo que tiene; una sociedad que tiene siempre otro lugar en la mesa para un niño, o un extraño necesitado, una sociedad que está dando la bienvenida a los niños, y que apoya a las mujeres y a los hombres que los nutren y educan.
Necesitamos redoblar nuestros esfuerzos en el área de las comunicaciones, sin embargo, ya que la cultura de la muerte ha explotado completamente la era de la información. Una vez más es asombroso cuánto los hombres modernos podemos aprender del Apóstol Pablo. Cuando Pablo llegó a Atenas, encontró a las elites (como sus contrapartes modernas) desdeñosas de la religión, y la cultura popular saturada (como lo está hoy) de superstición. Explicando cómo tuvo que aprender predicar a diversa gente de diversas maneras, él dice, "Con los judíos me he hecho judío para ganar a los judíos; con los que están bajo la Ley, como quien está bajo la Ley –aun sin estarlo– para ganar a los que están bajo ella. Con los que están sin ley, como quien está sin ley para ganar a los que están sin ley, no estando yo sin ley de Dios sino bajo la ley de Cristo. Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles". (I Cor. 9:19-23). En Atenas, utilizó el material a mano, predicando delante del templo "al dios desconocido".
De una manera similar, después del Concilio Vaticano II, la Iglesia ha comenzado a hablar a "todos los hombres y mujeres de buena voluntad", a menudo pidiendo prestado el lenguaje de los derechos humanos universales. Y con el mismo fin, el Papa Juan Pablo II no ha vacilado en apropiarse del lenguaje del moderno feminismo, purgándolo de sus elementos negativos, y utilizándolo para llegar a las mentes que están cerradas y los corazones que se han enfriado.
Y de una manera similar, nos hemos reunido aquí en este congreso para compartir ideas, para confesar preocupaciones, y para buscar juntas las llaves correctas para abrir mentes y corazones. Quizá no seamos capaces aun de discernir los contornos exactos de un "nuevo feminismo". Pero sabemos una cosa: ni el feminismo ni ningún otro "ismo" pueden ser una ideología total o un fin en sí mismo. Un nuevo y mejor feminismo debe ser un medio para fines más altos, el fin de liberar a cada mujer para que busque la perfección de su naturaleza y el fin de "transformar la cultura para que apoye la vida…".

sábado, 28 de julio de 2012

Feminismo y dogmatismo

Las mujeres y la cultura de la vida

Mi charla esta mañana es una elaboración de la sugerencia en mis observaciones de apertura de ayer que, para los cristianos católicos, el asunto de un "nuevo feminismo" se ilumina cuando lo ponemos dentro del contexto de la "Nueva evangelización". Porque cuando intentamos expresar nuevas y mejores maneras de tratar los temas que preocupan profundamente a las mujeres, lo hacemos, en parte, debido a nuestra misión de "transformar la cultura".
Al día de hoy, las palabras desafiantes de Evangelium Vitae (99) están grabadas en las mentes de todos: "Transformando la cultura de modo que apoye la vida, las mujeres ocupan un lugar, en pensamiento y la acción, que es único y decisivo. Depende de ellas promover un'nuevo feminismo'".
Me imagino que no soy la única mujer aquí que encuentra esas palabras un tanto abrumadoras. Me recuerdan a cómo me sentía cuando era joven y mis padres me animaban a veces a que llevase a cabo una tarea que percibía estaba más allá de mi capacidad. Por un lado, me sentía feliz que tuviesen tanta confianza en mí; por otra parte, me sentía nerviosa no solamente por la posibilidad de fallar, sino también por la posibilidad de decepcionar a mis padres. Ahora, aquí está el Santo Padre diciendo que las mujeres debemos transformar la cultura y ¡expresando su plena confianza en que podemos hacerlo! ¡Naturalmente, no deseamos decepcionarlo!
Pero no podemos dejar de preguntarnos: ¿Cómo puedo yo responder personalmente? ¿Cómo incluso comienzo personalmente a pensar en cómo responder? Déjeme admitir ahora mismo: ¡No digo tener las respuestas! Mi aporte a nuestras ideas en común consiste en tres sugerencias sobre maneras en las cuales nosotros como los católicos podemos acercarnos al desafío de promover un nuevo y mejor feminismo. Ellas son:
  1. Un "nuevo feminismo para el siglo XXI" debe evitar el dogmatismo excesivo que caracterizó al viejo feminismo del siglo XX;
  2. La llamada a un "nuevo feminismo" en Evangelium Vitae se debe considerar conjuntamente con la llamada para "una cultura auténtica del trabajo" en Centesimus Annus; y
  3. La llamada para un "nuevo feminismo" se debe considerar conjuntamente con las llamadas recientes para que el laicado esté a la vanguardia de la nueva evangelización.

1. Feminismo y Dogmatismo

Si tenemos presente que nuestra tarea final es transformar la cultura, podemos ver enseguida que un acercamiento doctrinario no hace probable un gran avance en esta causa. De hecho, el carácter dogmático del viejo feminismo es una de las características que evitaron que ganara los corazones y las mentes de la mayoría de las mujeres. No es solamente que la mayoría de la gente encuentra el tono dogmático ofensivo, sino también que es mejor admitir lo que sabemos y no sabemos que hacer declaraciones que no puedan ser sustentadas.
Las feministas de fines del siglo XX han hecho declaraciones radicales y empíricas que no pueden ser sustentadas. Las "feministas de la igualdad" insistieron en que no hay diferencias significativas entre los hombres y las mujeres; las "feministas de la diferencia" en que los hombres y las mujeres son especies prácticamente diversas; y las "feministas del género" que ese género se construye socialmente y es indefinidamente maleable. Todas exigieron lealtad a su línea partidaria. Para desarrollar un nuevo feminismo, debemos tener cuidado en no caer en las mismas trampas.
Déjenme aclarar algo: evitar el dogmatismo no implica que debamos ser tímidos al afirmar nuestras convicciones. Significa, por el contrario, tener un acercamiento similar al modelado por Juan Pablo II en su Carta Apostólica de 1988 sobre la dignidad y la vocación de mujeres. Éste es un Papa que sabe ser didáctico cuando es apropiado. Pero Mulieris Dignitatem es conversacional, más que didáctico en su tono. Se describe como una "meditación", e invita a los fieles a participar de la conversación. Pide que pensemos con la Iglesia en la dignidad y la vocación de las mujeres dentro del amplio contexto de la historia de la Salvación.
Al mismo tiempo, el Santo Padre insiste con firmeza en ciertos puntos. Indica categóricamente que no hay lugar en la visión cristiana para la opresión de mujeres o para la violación de su dignidad e igualdad. Pide con firmeza que todos los hombres miren en sus corazones para ver si están tratando a las mujeres como sujetos y objetos más que como iguales hechos a imagen y la semejanza del Dios.
Pero lo que es quizás más instructivo es la modestia de esta Carta. El Santo Padre, a pesar de ser el gran intelectual que es, reconoce libremente que no ve claramente el camino a seguir, porque en una época de grandes transformaciones sociales, surgen constantemente preguntas y problemas nuevos. Indica que uno no puede tener una comprensión adecuada de la persona humana "sin la referencia apropiada a lo que es femenino", pero reconoce la necesidad de un estudio más antropológico y más teológico de las bases de la dignidad masculina y femenina. No vacila en admitir que el tema del rol de los sexos es complicado, y en pedirnos a todos nosotros que pensemos con él acerca de estas materias a la luz de la fe, de las Escrituras y de la Tradición.
El tema es complicado. Pues nosotros los cristianos sostenemos que la cosa más importante sobre nosotros no es que seamos mujeres u hombres, sino que hemos sido bautizados en Cristo: "Entre ustedes que han sido bautizados en Cristo Jesús, no hay ni judío ni Griego, ni varón ni mujer, ni esclavo ni hombre libre". A la luz de nuestra unidad como hermanos y hermanas en Cristo, las otras diferencias palidecen; pero esto no significa que no existe ninguna diferencia entre los hombres y las mujeres, o que estas diferencias sean poco importantes. No somos espíritus puros, estamos encarnados como hombres y mujeres.
Esta encarnación tiene relación con el cómo buscamos la perfección de nuestra naturaleza. Pero no es fácil determinar exactamente cuál es. Por un lado, existen tantas diferencias individuales entre nosotros que no existen dos personas, varón o mujer, que puedan buscar la perfección de su naturaleza absolutamente de la misma manera. Por otra parte, cada uno de nosotros vive no solamente en un cuerpo, pero en un momento determinado de la historia, y dentro de sociedades que tienen ideas diferentes sobre las mujeres y los hombres y sus relaciones entre sí. El estado actual del conocimiento humano no permite que sepamos todo sobre qué es lo natural y qué es resultado del condicionamiento cultural en los hombres y mujeres.
El Santo Padre se ha esforzado mucho para evitar dar la impresión de que los hombres y las mujeres deben ser encerrados para siempre en los papeles asignados a ellos por las costumbres de un tiempo o de un lugar determinado. Los cristianos son, después de todo, gente en movimiento: hemos sido llamados a "revestirnos del hombre nuevo" y "a no conformarnos con el espíritu de la época".
Mulieris Dignitatem nos recuerda que Jesús mismo rompió radicalmente con las costumbres de su tiempo en su trato con las mujeres. Todos conocemos la historia de cómo los discípulos lo dejaron solo junto a un pozo en Samaria mientras que entraban a la ciudad a comprar provisiones. Cuando volvieron, lo encontraron en medio de una conversación muy personal con una mujer Samaritana. Las Escrituras nos dice que los discípulos "se maravillaron que él estuviese hablando con una mujer" (Juan 4:27).
Y sin dudas. En esos días, los judíos no pasaban ordinariamente tiempo con los Samaritanos, ni la mayoría de los hombres tenían conversaciones serias con las mujeres en público. Esta mujer, por otra parte, era particularmente un personaje. Ella misma desafiaba la antigua costumbre que desalienta a las mujeres en todas las culturas, incluso hoy en día, a hablar con los hombres desconocidos. Y habría sido probablemente evidente por su ropa y sus maneras que no estaba yendo precisamente a sus clases de religión. Se parece a una versión Oriental antigua de la esposa terrenal de Bath descripta por Chaucer en "The Wife of Bath" ("de maridos en la puerta de la iglesia ella tenía cinco…").
El encuentro con la mujer en el pozo, como sabemos, no fue un incidente aislado. En el curso del su ministerio, Jesús hizo amistad con muchas mujeres, incluyendo pecadoras públicas, y confió muchas de sus enseñanzas más importantes a las mujeres. Siguiendo los pasos de su Fundador, el Cristianismo ha hecho mucho en su larga historia para liberar a mujeres de costumbres que negaban su dignidad, estableciendo los principios del matrimonio monogámico e indisoluble, para mencionar solamente dos de las prácticas culturales más extendidas por el mundo antiguo de las cuales la Iglesia se alejó más dramáticamente.
Pero increíblemente, esos logros son precarios hoy. El cristianismo nunca ha penetrado completamente en la cultura en ninguna parte; y los cristianos nunca se han opuesto completamente a los elementos anti-cristianos de la cultura. Cuando Juan Pablo II dijo en su carta de 1995 a las mujeres que la "historia y el condicionamiento cultural" han puesto obstáculos en el camino del progreso de las mujeres, él hablaba no solamente del pasado remoto. Aunque las posibilidades de educación y empleo se han ampliado grandemente, las prácticas y las actitudes que prevalecen en nuestra propia época todavía están evitando que muchas mujeres alcanzaran el uso completo de sus talentos y la perfección completa de sus naturalezas. Todavía se niega a las mujeres su dignidad completa mediante costumbres y condicionamientos culturales que no tienen nada que ver con el cristianismo, pero que han encontrado la forma de filtrarse en los hábitos de los cristianos.
Piensen, por ejemplo, en las nuevas costumbres y actitudes introducidas por la revolución sexual, el aumento de la separación del matrimonio de la procreación, el aumento del divorcio, y el resurgimiento de la poligamia en su forma serial. ¿Qué clase de liberación es la que ha impedido el desarrollo intelectual y espiritual de tantas muchachas y mujeres? ¿Que ha traído tanta enfermedad, pobreza, aborto y madres y padres solteros?
Muchas de estas nuevas costumbres han sido promovidas, es triste decirlo, por las formas de feminismo que crecieron a finales del siglo XX en las sociedades influyentes. Las feministas de los años 60 y 70 se quejaban con justicia de que a las mujeres se les había pedido siempre hacer sacrificios por los cuales recibieron muy poco respecto o premio de parte de la sociedad o incluso a menudo, de sus propios maridos. Pero el mismo movimiento feminista entonces procedió a mostrar la misma falta de respeto, al denigrar la maternidad y tratar al trabajo fuera del hogar como la única forma de trabajo que cuenta. Para compensar por los errores pasados, este movimiento (que pone tanto énfasis en la "opción") llega a no respetar la opción libre de las propias mujeres a favor de la vida familiar.
Muchas de las "victorias" del feminismo de los años 70 parecen hoy huecas. Vivimos en una época en que las mujeres tienen más derechos legales que nunca antes en la historia, sin embargo su dignidad, su intrínseco valor como seres humanos, se compromete en un número de maneras que son distintivamente modernas. Habiendo ganado los "derechos reproductivos", se les deja a las mujeres cada vez más solas para que se hagan cargo de la responsabilidad de las consecuencias de ejercitar estos derechos de manera poco sabia. La pornografía, que alguna vez estuvo oculta, se vierte ahora abiertamente en los entretenimientos, anuncios publicitarios, y los medios de comunicación masivos. Las mismas revistas de mujeres que aconsejaron alguna vez a sus lectoras sobre cómo coser, cocinar, y criar niños animan hoy a las mujeres a que se conviertan en objetos sexuales. Las mujeres están siendo presionadas para que den prioridad al mercado de trabajo por encima de la crianza de sus hijos, y el declive del matrimonio ha convertido al papel de la maternidad en algo progresivamente peligroso. Mucho de esto ha ocurrido en el nombre de un nuevo dogma en el que la disensión no se permite: las mujeres y los hombres deben ser tratados exactamente de la misma manera.
No habla bien de la formación intelectual de las feministas de la vieja-línea el que hayan elegido estacar su tienda ideológica en suelo tan inestable. En lo que se refiere a la paternidad, una cantidad extensa y en aumento de evidencia demuestra que las diferencias entre los hombres y las mujeres sí cuentan, y mucho. Desdichadamente, las elites intelectuales y líderes de opinión parecen a menudo ser los más lentos en aprender de la evidencia y de la experiencia. La segunda mujer de la historia en ser parte de la Corte Suprema de Estados Unidos, por ejemplo, ha dicho en el Washington Post, "El amor maternal no es como siempre se lo ha pintado. De alguna forma es parte de un mito que los hombres han creado para hacerles creer a las mujeres que hacen este trabajo a la perfección". "Las mujeres no serán de verdad liberadas", continúa la jueza Ruth Ginsburg, "hasta que los hombres compartan el cuidado de niño con ellas igualitariamente". El feminismo rígido de dura-línea de la jueza Ginsburg, se refleja en una serie de decisiones de la corte que han hecho casi imposible que los Estados Unidos esté en conformidad con el artículo 25 de la declaración universal de derechos humanos que proclama que la "maternidad y la niñez tienen derecho a cuidado y ayuda especiales".
La forma dominante de feminismo en los años 70, "feminismo de la igualdad", adoptó el modelo masculino para el adelanto que prevalecía en esos años. Esa decisión reforzó las tendencias económicas que ejercieron presión cada vez más y más sobre mujeres y hombres para subordinar la vida de familia a las demandas del lugar de trabajo. Pero incluso los hombres ahora están reaccionando cada vez más contra un modo de vida que da tal prioridad al mercado de trabajo. Ni los hombres ni las mujeres desean ser homínidos unisex, acomodando sus vidas para calzar en los lugares dictados por la operación ciega de las fuerzas del mercado.
Las feministas de los años 70 mostraron un pobre poder de razonamiento cuando saltaron a vagón de la "liberación sexual". Sus predecesoras más sabias habían entendido que las mujeres y los niños pagan la mayor parte del precio de una relajación de la moral sexual. Cuando el movimiento de finales de siglo XX insistió en "la libertad sexual y reproductiva", cayó directamente en las manos de hombres irresponsables, de la industria lucrativa del aborto, y de los reguladores agresivos de control de población.
Las buenas nuevas son que el feminismo doctrinario de los años 70 está de salida en los países en donde originó –en el sentido que la gran mayoría de las mujeres ahora rechazan el llamarse feministas. En su encuesta a las mujeres americanas de todas las edades y formas de vida, Elizabeth Fox-Genovese descubrió que, mientras la mayoría de las mujeres comparten las metas feministas de la oportunidad educativa y ocupacional ecualitaria, ellas mismas han rechazado feminismo oficial. Lo han hecho así, dicen, porque perciben al feminismo indiferente a sus preocupaciones más profundas. Son alejadas por su actitud negativa hacia el matrimonio y la vida de familia, su actitud antagónica hacia hombres, su intolerancia hacia la disensión de sus posiciones oficiales, y por falta de atención a los problemas de balancear vida del trabajo y de familia. Las mujeres jóvenes se sientes alejadas aún más que las de más edad.
Pero las malas noticias son que muchas de las peores ideas del viejo feminismo están atrincheradas en la ley y la política en los países influyentes. De esta forma, los esfuerzos contemporáneos en dar respuesta a los problemas de armonizar vida laboral y de familia tienden a centrarse en la socialización del cuidado de niño, más que en encontrar maneras de apoyar los deseos reales de la mayoría de las madres de pasar más tiempo con sus propios niños.
En suma, cualquier proyecto para un nuevo y mejorado feminismo tiene delineado su trabajo. Por un lado, debe evitar el determinismo biológico crudo que no permitió que muchas mujeres desarrollen sus talentos el pasado, pero por otro lado debe evitar la deconstrucción imprudente del género promovido por el feminismo oficial. Somos afortunados al hacer frente a esa tarea con la ayuda de una gran tradición intelectual y un cuerpo de enseñanzas en las cuales la Iglesia como "experta en humanidad" ha reflexionado larga y profundamente en las cuestiones sociales


sábado, 21 de julio de 2012

Santo Tomás y la prostituta: un realista tolerante

Hace mucho tiempo que tengo pendientes varias recomendaciones de escritores y libros. Voy tomando notas que no consigo terminar. Estaba ordenando cuando encontré ésta de Flannery O’Connor.
Es una escritora católica estadounidense que vivió en el Sur profundo bautista. Me gustan sus cuentos más que sus novelas, pero lo que de verdad me fascina son los epistolarios. Supongo que me estoy haciendo mayor, nunca pensé terminaría recomendando colecciones de cartas. Parte de la ‘culpa’ es de uno los blogueros más veteranos de lengua española: Hernán J. González, que me hizo zambullir en los de León Bloy.
Tanto los de Bloy como los de O’Connor son obras maestras de la Nueva Evangelización. Cada uno en su estilo, conversan con sus correspondientes de lo divino y de lo humano, pero en todo lo humano hay divino, con naturalidad, con cariño, son extraordinarios observadores de la naturaleza humana y llenos de sentido del humor.
O’Connor era una apasionada de Santo Tomás de Aquino, leía unos minutos la Summa todas las noches y se nota. Le ayudaba a conocerse más a sí misma, a los demás y a Dios.
Transcribo un cruce de cartas con su amiga Betty Hester (tomado del blog de uno de los mayores expertos hispanohablantes sobre la escritora). En este caso FOC –como se suele abreviar el nombre– con muy pocas líneas dice muchísimo.
No podría enjuiciar la Summa [de Santo Tomás de Aquino]; lo que podría decir es que todas las noches leo unos veinte minutos antes de acostarme. (…) En cualquier caso, me parece que puedo garantizar que santo Tomás amaba a Dios porque, por más que lo intento, no puedo dejar de amar a santo Tomás. Sus hermanos no querían que malgastara su vida siendo dominico, por lo que lo encerraron en una torre y metieron una prostituta en su dormitorio; la sacó con un atizador al rojo vivo. Hoy en día estaría de moda sentir simpatía hacia la mujer, pero yo tengo simpatía por Santo Tomás.
——Cartas (p. 92)
A Betty Hester le parecía que con eso que decía Flannery mostraba una actitud ‘fascista’, por defender el uso de la fuerza. Y Flannery responde:
Pero busque otra palabra que no sea fascista para describirme tanto a mí como a Santo Tomás. Tampoco serviría totalitario. Santo Tomás y san Juan de la Cruz, aun siendo tan diferentes, estaban completamente unidos por la misma fe. Cuanto más leo a santo Tomás más flexible me parece. A propósito, san Juan hubiera sido capaz de sentarse con la prostituta y decir: «Hija, pensemos en esto», pero sin duda santo Tomás se conocía a sí mismo y sabía que debía librarse de ella con un atizador o ella le vencería. No sólo estoy de parte de santo Tomás, sino también de acuerdo en que usase el atizador. A esto lo llamo ser un realista tolerante, no un fascista.
——Cartas (p. 95)
A mi me parece un buen ejemplo de conocimiento de Santo Tomás y de aplicación de las virtudes de la fortaleza y la templanza. También muestra experiencia de la debilidad humana.

domingo, 8 de julio de 2012

Madeleine Truel, peruana católica, recluida en un lagar y asesinada por los nazis



Presentado el filme en Roma: salvó a cientos de judíos con nuevos documentos

Por H. Sergio Mora
ROMA, miércoles 27 junio 2012 (ZENIT.org).-
 Los peruanos que se sabe murieron en campos de concentración nazis fueron 22. Entre ellos destacó la peruana Madeleine Truel, nacida en Lima en 1904, que estando en Francia, movida por los valores cristianos inculcados por su familia y colegio en Lima, se unió a la resistencia contra los nazis ayudando a salvar a muchas familias judías.
El documental que recupera la memoria de un caso que recuerda el más conocido de "La lista de Schindler", es narrado en 29 minutos. Se basa en el libro de Hugo Coya “Estación final”, producido por Infobrax, que será presentado en el Congreso de Perú el 13 de julio; el día después, fecha de la Revolución Francesa, se podrá ver en Youtube y el 27 de julio será transmitido en la televisión peruana RTV.
“Es un documental que rescata un personaje que estaba olvidado, una ciudadana peruana que nos da una gran enseñanza”, indicó el embajador de Perú ante la Santa Sede, Cesar Castillo, presente en el evento. Y recordó que Truel “llegó a Francia con profundos valores éticos y cristianos que obtiene en Lima en el colegio religioso de San José de Cluny, que la motivaron a sumarse a la resistencia cuando las fuerzas alemanas invadieron Francia”.
La película con guión y dirección de Luis Cam, joven profesor de la Universidad San Martín de Porres, fue presentada a la prensa italiana el miércoles 27 de junio en el Hotel NH Giustiniani, a dos pasos de Castel Sant'Angelo, con subtítulos en italiano.
De padres franceses y familia numerosa, Madeleine recibió desde su infancia grandes valores cristianos. Estudió en el colegio de San José de Cluny en Lima y se caracterizó por ser muy limeña. Huérfana de ambos padres, a los 24 años va con sus hermanos en Francia.
Allí estudia en la Sorbona, en la facultad de Filosofía y en París frecuenta la iglesia de San Francisco de Sales, situada entre el Arco de Triunfo y Montmartre.
Cuando empieza la guerra y tras la invasión alemana en Francia nace la resistencia. Inician las deportaciones de judíos en los campos de concentración alemanes. Para ello Madeleine ayudó a preparar documentos falsos para que familias judías pudieran escaparse. No se sabe exactamente a cuántos judíos haya salvado, sí que produjo documentos durante dos años.
En un cierto momento ella cayó en manos de la Gestapo, que la maltrató y torturó pues no reveló los nombres que conocía, después de que fue llevada al campo de concetración de Sachsenhausen en Alemania. Su fuerza, indicaron varios testimonios, era la lectura de una biblia que le habían llevado sus parientes cuando cayó prisionera.
En en lager de Sachsenhausen, a 35 kilómetros de Berlín,vivió la caridad de manera heroica: nunca perdió su alegría, compartía su ración con quienes más la necesitaban y animaba a los prisioneros a no desanimarse, contando entre otras cosas historias que conocía de Perú, lo que le valió el apodo de “Pajarillo de las Islas”.
Murió el 3 de mayo de 1945 golpeada a muerte por los nazis, en uno de los llamados "caminos de la muerte", pocas horas antes que llegaran las tropas rusas.
Antes de ser enterrada, una de sus compañeras le dio su pulsera de judía, para que fuera identificada como víctima de la furia nazi. Fueron puestos sobre su pecho geranios rojos y blancos en honor de su ciudadanía peruana. Su nombre aparece en el memorial sobre los deportados de Francia durante la Segunda Guerra Mundial, delante de la catedral de Notre Dame de París.
El cortometraje contiene breves entrevistas a profesionales como Gustavo Gorrit, Hugo Coya y León Trahtemberg, así como a Gonzalo Rosselló Truel, primo de Madeleine.
La presentación fue organizada por la Fundación Promoción Social de la Cultura (www.fundacionfpsc.org), el observatorio sobre Latinoamérica Prestomedia y Mediatrends.