UN ESPACIO DEDICADO A LAS MUJERES QUE EN SU ACCIONAR, SON VERDADEROS EJEMPLOS PARA LAS PERSONAS, LA SOCIEDAD Y LAS INSTITUCIONES CON PODER POLITICO Y RELIGIOSO.
…Así que emprendí el viaje. ¡Vaya viaje!... Destino: Cracovia, Polonia, 1922. Pude llegar a las oficinas de Kolbe. Le dije:
– Señor Kolbe, fíjese que la Madre Teresa de Calcuta me habló de usted.
El franciscano me miró un tanto sorprendido y me preguntó que quién era esa madre. Me di cuenta del anacronismo y ya no insistí. Le pedí sólo un favor: que me respondiera a una pregunta. Accedió y lancé mi cuestión:
– Señor Kolbe, ¿qué sentido tiene la vida de una persona que renuncia al mundo y se hace sacerdote o se encierra en un convento para seguir a un supuesto Dios? ¿No es eso más bien como una huida de los verdaderos problemas de la sociedad?
El señor Kolbe me miró todavía más sorprendido, sonrió y me dijo:
– ¿Ha oído hablar de Teresa de Lisieux? Quizá ella sepa responderle mejor que yo, aunque ya hace varios años que murió, cuando yo era un niño de tres o cuatro años.
– Gracias, señor Kolbe.
Ya afuera, me senté unos momentos. Estaba enojado. Aquellos monjes y monjas me estaban remitiendo a fuentes más antiguas y no me respondían... Pero... bien, yo ya estaba metido en esto y no me iba a echar para atrás... Para descansar un poco, seguí leyendo en mi libro la historia del fraile periodista...
En 1926, Kolbe se resintió de la tuberculosis. Le enviaron a Zakopane por segunda vez (ya había pasado allá un tiempo en recuperación). A él le parecía demasiado descanso.
De la mano de la Inmaculada
En Grodno ya no cabían, pero cerca de Varsovia surgió una opción aceptable: un terreno junto a la casa de un tal conde Lubecki. Kolbe acudió al sitio y colocó discretamente una estatuita de la Virgen. Luego pidió hablar con el administrador. Demasiado caro, más allá de sus posibilidades. Entonces intentó tratar con el dueño. Éste, amable, mantuvo el mismo precio, y ya para despedirse le preguntó a Kolbe que qué hacía con la estatua aquella. El sacerdote le respondió que la dejara ahí... Al poco tiempo, el conde buscó al franciscano para venderle el predio a un precio simbólico... Kolbe solía recomendar a los colaboradores de su periódico: “...no empleen continuamente la palabra milagro o milagroso: los hechos hablan por sí mismos”.
Le llamará al lugar Niepokalanów, que en polaco significa ciudad de la Inmaculada. Ahí construyó unos barracones ligeros para albergar sus máquinas y a sus frailes.
Aumentó la tirada de El Caballero y creció la ciudad de la Inmaculada. Llegó a disponer de una antena de radio. En 1930 eran alrededor de 100 franciscanos (poco antes de la segunda guerra mundial iban a ser más de 700). (Continuará).
La periodista española y profesora de Ética y Deontología Ninfa Watt, ha intervenido en la polémica sobre “Camino”, sobre la niña madrileña Alexia, actualmente en proceso de beatificación, y sobre la que Zenit informó el pasado 1 de octubre.
La periodista y miembro laico de la Compañía de Santa Teresa Ninfa Watt ha escrito sobre un tema que conoce de cerca, porque la adolescente Alexia González-Barros, con una causa de canonización introducida, estudió en el colegio que esta congregación religiosa tiene en Madrid.
Watt recuerda que, en la rueda de prensa de presentación de la película “Camino”, Javier Fesser, su director, afirmó que la película es una ficción donde no hay nada inventado. Según la periodista, que ha sido directora de la revista “Vida Nueva” y actualmente es profesora de la Universidad Pontificia de Salamanca, un 80% de la historia que cuenta “Camino” ha salido de tres biografías: “Alexia, experiencia de amor y dolor vivida por una adolescente”, de Mª Victoria Molins, religiosa y periodista de la Compañía de Santa Teresa; “Alexia: alegría y heroísmo en la enfermedad”, de Miguel Angel Monge; “Un regalo del cielo, de Pedro Antonio Urbina”.
Sobre esta base real, añade Ninfa Watt “hay numerosas invenciones que deforman la realidad de la historia y le dan un carácter caricaturesco e insultante para la familia de Alexia González-Barros, que vivió en su momento una experiencia muy dolorosa ante la enfermedad y muerte de una hija, o una hermana, adolescente”.
Respondiendo a numerosas preguntas, Watt ha elaborado una serie de aclaraciones que recogemos en su totalidad por son sumamente esclarecedoras:
Sobre el padre de Alexia, Francisco González-Barros. “En la película el padre de Camino-Alexia es un hombre pusilánime, sin firmeza en su fe que muere en un trágico accidente antes que su hija. En la realidad: El padre de Alexia era un hombre de sólidas convicciones cristianas, que acompañó a su hija en su lecho de muerte, más tarde se hizo supernumerario del Opus Dei, y falleció veinte años después que su hija”.
La vida cristiana de Alexia: En la película se presenta a Camino-Alexia como una niña manipulada por su madre y, al final, sin fe. La realidad: “Por sus actitudes, comprendía que Alexia estaba muy cerca de Dios, que hablaba al Señor como a un amigo: con confianza. Ella lo ofreció todo, absolutamente todo, sabía que el tesoro que tenía en las manos, tenía que administrarlo bien, con mucho amor, con renuncia total. ¡Cuántas veces habrá repetido ante el sagrario la frase que el Señor suscitó en su alma cuando era muy pequeña: '¡Jesús que yo haga siempre lo que Tú quieras!'”.
Nunca se rebeló y mantuvo su alegría y su paz cada día. Fue ella y no la familia quien hizo que todas aquellas cosas tan difíciles se transformasen en normales. Fue ella quien “tiró” de nosotros y nos llevó a su paso, en tanto que ella andaba al paso de Dios”. (Testimonio de Francisco González-Barros, recogido en www.alexiagb.org.
La misma Alexia, pocos días antes de morir, contaba de este modo su experiencia a sus compañeras de colegio: “Todos los días el capellán me traía la Comunión que tanto me conforta. (…) aunque no lo creáis, Dios da las fuerzas necesarias y todavía te dan ganas de reír un poquito. (…) Os vuelvo a repetir que noto lo mucho que rezáis por mí y que me tenéis presente. Decidles a las niñas nuevas que, aunque no las conozco, también las tengo presentes y que tengo muchas ganas de conocerlas. (Carta de Alexia a sus compañeras de colegio antes de morir).
La madre de Alexia: Ramona (Moncha) González: En la película aparece como una fanática religiosa, manipuladora, fácil de convencer con planteamientos pueriles, y obsesionada por controlar a sus hijas. La realidad: “Era una mujer culta, sumamente amable y educada, cariñosa, decidida a que sus hijos conociesen mundo, aprendiesen idiomas y tomasen decisiones por sí mismos después de estar bien informados. El sentido religioso, la fe, y la aceptación serena de los acontecimientos, formaban parte de los valores que vivía con naturalidad en su ambiente familiar”.
“Tanto a mi esposa como a mí, nos importaba mucho su formación humana e intelectual, para que sin uniformidad y según el carácter de cada uno, pudieran ejercer la libertad personal y ejercitarla con plena responsabilidad. Ni con Alexia ni con sus hermanos, los padres hemos tomado determinación alguna que pudiera afectarles sin que les fuese previamente razonada, con ello tratábamos de que fueran adquiriendo criterio. Así Alexia lo adquirió con cierta rapidez y sabía ponerlo de manifiesto cuando llegaba el momento de tomar alguna decisión sobre cualquier tema familiar”. (Testimonio de Francisco González-Barros).
El “novio” de Alexia. En la película, a Camino-Alexia le gusta un niño que se llama Jesús. Su madre no lo sabe porque ella lo guarda como un secreto. El poner ese nombre al personaje de ficción, provoca una buscada confusión entre ese adolescente y la figura de Jesús, Jesucristo, hijo de Dios, a quien la niña se refería en sus conversaciones y oraciones. La realidad: “A Alexia le gustó un niño que se llamaba Alfonso y que conoció en verano de 1984 en Vall-Llobrega. Fue un amor platónico, de adolescencia, porque nunca llegaron a hablar. Ella se lo contó a su madre que, en este tema, como en tantos otros, era su confidente y cómplice. En una ocasión, su madre le regaló una pegatina que ponía 'I love Alfonso'. Al dársela, Alexia comentó sonrojándose: '¡Qué cosas tienes, mamá!'”.
La hermana numeraria. En la película, Camino-Alexia tiene una hermana numeraria que se hizo del Opus Dei por un desengaño amoroso propiciado maliciosamente por su madre, que intercepta su correspondencia. Vive en un centro del Opus Dei en Pamplona. La realidad: “La hermana de Alexia, Mª José, era considerada por sus compañeras de colegio como una persona muy inteligente, independiente, algo rebelde en su pensamiento, con fuerte personalidad. Pidió la admisión como numeraria a los 22 años y, al enfermar su hermana, vivía en Madrid (donde sigue residiendo). En aquel momento daba sus primeros pasos en el mundo laboral después de terminar dos licenciaturas -Farmacia y Antropología americana- que estudió en la Universidad Complutense”.
La devoción al ángel custodio: En la película, Camino-Alexia tiene horror a los ángeles de los que le habla su madre porque tiene pesadillas con un espantoso ángel siniestro que la acosa. La realidad: “Alexia tuvo desde pequeña mucha devoción al ángel custodio al que “bautizó” con el nombre de Hugo y al que acudía con fe”. (Mª Victoria Molins, Alexia: experiencia de amor y dolor vivida por una adolescente).
El traslado a la Clínica Universitaria de Navarra: En la película, un sacerdote del Opus Dei convence a su padre, en medio de un forcejeo, de que lleve a su hija a la Clínica de la Universidad de Navarra. La realidad: “Fue el propio padre de Alexia el que, preocupado por la evolución de la enfermedad, viajó a Pamplona para contrastar el tratamiento, y convenció a su familia, después de que un médico de la clínica Puerta de Hierro le dijera: 'Si fuera mi hija, la llevaría a Navarra'”.
La muerte de Alexia: En la película, cuando muere Camino-Alexia, los médicos, enfermeras, sacerdotes y amigos presentes empiezan a aplaudir. En la rueda de prensa de la presentación de la película en San Sebastián, respondiendo a un periodista que le preguntó si había sido exactamente así, Javier Fesser afirmó que sí. La realidad: “El propio hermano de Alexia lo aclara tras conocer esa afirmación: 'Mi hermana Alexia no murió rodeada de aplausos. Murió rodeada de cariño. Cariño de sus seres queridos: padres y hermanos y con el silencio respetuoso de las enfermeras, doctores y enfermos que motu propio se acercaron a la habitación de Alexia. Murió mientras intentábamos tragar nuestras lágrimas, porque –no lo olvides- para nosotros era un verdadero drama el pensar en tener que soportar su pérdida. (Carta abierta a Javier Fesser de Alfredo González Barros).
El proceso de canonización: En la película -mientras la niña está muy enferma, hospitalizada-, un sacerdote del Opus Dei convence a la madre de que sería conveniente que “ayudara” al proceso de canonización de su hija, que sería así la primera santa de la Obra. Sugiere que se provoque una devoción que parezca espontánea. La realidad: “Durante la enfermedad, muchas personas del entorno de Alexia admiraban la entereza, la fortaleza, la madurez y hasta la alegría serena con la que sobrellevaba una situación tan inesperada como dolorosa. Su ejemplo de fe y esperanza ayudó a no pocos. Y, tras su muerte, los primeros escritos que narraban el proceso vivido empezaron a difundirse con una rapidez y extensión inusitadas”.
“En muy poco tiempo, a partir de su fallecimiento, su fama de santidad se extendió de manera espontánea y generalizada, y es mucha la gente que se siente removida por su ejemplo. Desde lugares tan diferentes y lejanos, como pueden ser Canadá o Filipinas, de todas partes del mundo, fueron llegando testimonios de almas que se han acercado a Dios. Obviamente, nosotros, su familia, jamás hubiéramos pensado en nada parecido, aunque sentíamos que Alexia estaba muy cerca de Dios. Sin embargo, un religioso claretiano nos hizo ver la obligación moral que teníamos, como padres, de llevar a cabo la tarea de someter el ejemplo de la vida de Alexia al juicio oportuno de la autoridad eclesiástica.
…Esa tarde me fui a las oficinas del periódico y solicité al Departamento de Documentación que me averiguara datos sobre un supuesto Colbe. Me dieron una noticia del 13 de julio de 1995 donde se citaban las declaraciones de un diputado estatal que se oponía a una ley sobre las licencias de manejar para menores de 18 años. Concluí que posiblemente no se refería a este Colbela monjita. Fue entonces cuando se me ocurrió ir a una librería religiosa. Ahí había una monja. Otra monja. Más vieja que la que entrevisté esa mañana. Le expresé:
– Disculpe, vengo buscando algún libro que hable de un tal Colbe.
– ¿Cómo, mijito? ¡Habla un poco más fuerte porque estoy medio sorda!
– ¡Que si tiene algo sobre Colbe!
– ¿Dices Colbe, hijo?
– ¡Sí!
– ¡Ah! ¿Te refieres al padre Kolbe?
– Pues sí..., será...
– ¡Pero si es santo de mi devoción, hijo mío!
Ella se sabía todo. Me recomendó tres libros y de paso me regañó:
– Pero, ¿cómo que no sabes quién fue, con lo famoso que es? Tú... ¿qué eres?
– Soy periodista, licenciado en ciencias de la información.
– ¡Santo Dios!, estos periodistas de hoy en día qué mal informados están sobre la Iglesia. Precisamente, hijo, el padre Kolbe fue, entre otras cosas, periodista; tenía su periódico de gran tiraje; fíjate nomás... Tú, sé buen periodista, infórmate bien... Mira que no saber quién es el padre Kolbe, mijito...
Mientras le escuchaba me acordé de la broma de un profesor que nos decía que si los médicos estuvieran formados como lo están los periodistas, el índice de defunciones aumentaría notablemente... Pero, bueno..., tampoco hay que generalizar.
La historia del padre Kolbe
Por fin terminó su sermón la monja. Compré los tres libros y mientras pagaba, le pedí de favor que me relatara a grandes rasgos la vida de este hombre. Amablemente accedió...
– Vamos a ver..., ¿por dónde empezamos?... Mira, el padre Kolbe, de nombre Raymundo, nació en 1893, un 27 de diciembre, en Zdunska-Wola, una población polaca, hijo. A los 16 años, tras sentir el llamado de Dios, entró en la orden de los franciscanos conventuales, adoptando el nombre de Maximiliano María. Dos años después, viajó a Roma para continuar sus estudios. En 1917 fundó la Milicia de la Inmaculada, que era una asociación pía que buscaba la conversión de los pecadores a través de la devoción a la Virgen María (fíjate que llegó a contar con varios millones de miembros). Así como lo oyes, hijo. En 1918 fue ordenado sacerdote y al año siguiente era ya doctor en filosofía y teología por la Universidad Gregoriana. Desde joven, pobrecito, el padre Kolbe contrajo una tuberculosis que arrastró toda la vida. Su primer trabajo como sacerdote fue la enseñanza y luego la predicación, pero su mala salud complicaba las cosas. Al final de 1921 llegó a Cracovia para lanzar un periódico mariano que sirviera de punto de unión para todos los miembros de su Milicia (acuérdate que te dije que fue periodista). A sus colaboradores les decía: “No escriban nada que no pueda firmar la Virgen María” (¿A que no te vendría mal seguir este consejo, mijito?). ¿Y sabes qué nombre le puso al periódico? Pues, El Caballero de la Inmaculada. El presupuesto era más bien escaso, 16 páginas, papel barato... Contaba con el permiso de sus superiores pero la financiación y el riesgo de quiebra debían correr por cuenta suya... Luego, hijo...
Leyendo la vida del padre Kolbe
Al ver que lo de a grandes rasgos no se lo tomó muy en serio y que además comenzaba a ponerme medio nervioso con tanto hijo, mijito..., tuve que interrumpir a la monjita:
– Perdone, la verdad, suena interesante pero por desgracia tengo un poco de prisa y debo partir...
– Bueno, mijito, tú te lo pierdes. Ni modo. De todas maneras podrás verlo con más calma en uno de los libros que te llevas. Ve con Dios.
– Gracias por todo.
Aquella noche, al volver a casa, después de organizar el material de la entrevista de la mañana, empecé a leer el libro de Kolbe que me vendió la monja...
Resulta que de aquella publicación, imprimió 5,000 ejemplares del primer número y los distribuyó por las casas... La acogida fue aceptable. Recibió algunos donativos... En un momento apurado, después de celebrar la misa, encontró una bolsa sobre el altar con una nota: “Para mi querida mamá la Inmaculada” (obsequio de algún parroquiano generoso y anónimo). Así pudo solventar los gastos más urgentes. En el interior de la caja que usaba para las dádivas pegó la imagen de Cottolengo, uno de sus santos preferidos y que había sido un religioso fundador cuya orden, por norma, carecía de cuentas de banco (como una expresión de querer vivir de la generosidad de los demás, al día).
De 5000 a 60.000
Los impresores absorbían la mayor parte de su presupuesto. Un buen día, un sacerdote americano le regaló cien dólares. Con ello pudo comprar una rotativa manual a unas monjas que habían dejado de utilizarla. Y un 8 de diciembre le donaron una máquina de composición.
Como el taller crecía, se suscitaron nuevos problemas logísticos. Sus superiores, entonces, decidieron enviar a Kolbe y sus máquinas a Grodno, un pueblo situado a 600 kilómetros de Cracovia. Partió con dos compañeros franciscanos. Ya en Grodno, para las salidas del convento los frailes contaban con un abrigo y un par de zapatos para los tres. En casa, andaban descalzos. Pagaban una pensión y colaboraban en la atención a la parroquia franciscana de esa zona... La tirada de la revista aumentó. En poco tiempo, de 5,000 pasó a 60,000. Y la multiplicación no se estancó ahí...
Con insistencia me venían a la mente las palabras de Teresa de Calcuta: “Ven y ve..., si pudieras ver al padre Kolbe”... Uno de mis profesores, cuando explicaba la técnica del reportaje, nos recalcaba que fabricarlo en oficina era poco menos que imposible, que había que salir...
A la mañana siguiente, tenía ya una determinación. Debía ver al señor Kolbe, a como diera lugar. Para algo me había hecho periodista... (Continuará).
CIUDAD DEL VATICANO, viernes 17 de octubre de 2008 (ZENIT.org).-
Una profesora rusa ha testimoniado ante el Sínodo de los Obispos cómo el arte no sólo le ha llevado a descubrir a Dios, sino a experimentar su amor.
Natalia Fedorova Brovskaja, profesora de la Universidad Estatal Rusa de Humanidades y de la Academia Rusa de Bellas Artes ilustró a los obispos el fecundo testimonio de lectura espiritual de la Biblia.
"Para mí, el arte cristiano, especialmente los iconos rusos y los cuadros del Renacimiento italiano, se ha convertido en un camino hacia el espacio de la vida de Dios", confesó.
"Nací en la Unión Soviética, el país del ateísmo de estado. Nunca pensé en Dios y nadie me habló de Él, excepto las obras de arte, la música y la literatura".
"Hoy enseño Historia del arte. La principal pregunta que me planteo es qué métodos y qué concepción de la enseñanza pueden ayudar a mis alumnos a encontrar el amor de Dios a través de sus estudios", explicó.
"Es evidente: encontrarán a su Padre sólo si yo soy capaz de permanecer en el ámbito de Su Palabra. Pero ¿cómo permanecer allí durante una clase o un seminario, cuando hay que decidir sobre problemas profesionales concretos?", se preguntó.
Respondió ofreciendo tres pistas.
En primer lugar, "acoger la obra de arte en nuestro corazón como una oración del pintor. Enseñar a comprender que estamos inmersos en la atmósfera de esta oración, como un sacerdote para su celebración litúrgica está inmerso en la oración eterna de Cristo".
En segundo lugar, sugirió "contemplar la historia del arte con atención espiritual, intentando leer su profundo simbolismo religioso. Pienso que la Iglesia tendría que rezar constantemente por todos los maestros y los historiadores del arte, porque la vida del arte en el mundo es la historia sagrada de la misericordia de Dios".
En tercer lugar, propuso "mirar la persona del artista a la luz del amor de Dios. Vemos que con frecuencia la biografía del pintor es un viacrucis, y que el contenido de la cruz consiste en sus pecados, errores y tentaciones, que desgraciadamente son demasiado notorios. No todos los pintores vivieron como Fray Angélico".
"¿Por qué, a pesar de las oscuras circunstancias de su vida, supieron crear obras de alto valor espiritual?" El concepto de este fenómeno no es solamente científico", aclaró.
"Es una historia del arte como historia de la Palabra de Dios, la historia de la salvación, para la cual la Palabra Eterna --Jesucristo-- está dispuesta a sufrir, a ser crucificado y a morir en el alma de cada pintor, para hacer crecer su talento, que fue creado por el Padre como lenguaje de su Hijo predilecto".
CIUDAD DEL VATICANO, viernes 10 de octubre de 2008 (ZENIT.org)
Este domingo el papa Benedicto XVI canonizará a la laica consagrada ecuatoriana Narcisa de Jesús Martillo Morán, nacida cerca de la población de Nobol en 1832. La oración, la caridad y la penitencia fueron los tres pilares que guiaron siempre su vida.
“Narcisita”, como la llamaban, fue devota de varios santos. Su nombre se debe a que nació el día de San Narciso - obispo de Jerusalén - el 29 de octubre. Igualmente tenía una afinidad especial con la también santa ecuatoriana Marianita de Jesús Paredes y Florez, quien había sido beatificada algunos años atrás y quien fue canonizada por el papa Pío XII en 1950. Los puntos en común: además de ser compatriotas, ambas fueron laicas y siguieron el camino de la espiritualidad del sacrificio en reparación por los pecados de la humanidad.
Una vida de oración, penitencia y caridad
Dedicaba ocho horas diarias a la oración. Sus pilares eran la eucaristía que recibía diariamente, las Sagradas Escrituras y su amor filial a María a través del Santo Rosario. Tenía igualmente una devoción especial al Sagrado Corazón.
Siendo laica, Narcisita vivió la virginidad, la pobreza y la obediencia: “Ella optó por buscar afanosamente las ayudas que la santa Madre Iglesia en sus cuidados maternales siempre proporciona a todos sus hijos. En este sentido, supo elegir prudentemente sus directores espirituales y confesores como mediadores que expresaban la voluntad de Dios, voluntad que ella buscaba con todo su corazón”, asegura el sacerdote ecuatoriano Carlos Vinicio Urdiales, estudioso de la vida de la santa.
Fue la búsqueda de un director espiritual lo que la llevó a trasladare a Guayaquil cuando tenía 18 años con el padre Luis Tola. Más tarde y por la misma razón la santa viajó a Lima en 1868 para recibir allí dirección espiritual con el padre Fray Pedro Gual.
Narcisita tuvo que vivir desde muy pequeña varias renuncias y abnegaciones. La primera de ellas fue la muerte de su madre cuando tenía sólo seis años. A los 18 años murió su padre y la joven renunció a su herencia.
Además practicó fuertes actos de penitencia con azotes y coronas de espinas: “Encontramos la aplicación constante de la sabiduría de la cruz en cada circunstancia de la vida. Ella estaba firmemente persuadida de que el camino de la santidad pasa por la humillación y la abnegación, es decir, por el sentirse crucificada con Cristo”, dijo el Papa Juan Pablo II en la homilía durante su beatificación en 1992.
Tuvo un fuerte celo apostólico con los niños y jovenes. Primero en la parroquia de la localidad de Dualde y luego en la catedral de Guayaquil, donde enseñaba.
También estuvo involucrada con la pastoral de jóvenes abandonadas y refugiadas trabajando en la “Casa de las Recogidas” de Guayaquil. Allí enseñaba costura y bordado. A su vez visitaba a los enfermos y moribundos.
La práctica de la caridad la llevaron hasta la ciudad de Cuenca donde atendió a su director espiritual monseñor Amadeo Millán, quien meses más tarde murió de tuberculosis.
Narcisita falleció en diciembre de 1869 luego de largos meses de enfermedades y ofrecimientos. Según los médicos que la revisaron su cuerpo estaba extenuado por la vida de sacrificios y penitencias.
Devoción popular
El santuario de Nobol, donde permanece su cuerpo incorrupto, es un punto de peregrinación para muchos ecuatorianos: “Personas con fe y confianza piden favores materiales y espirituales seguros de su intercesión ante Dios” dijo a ZENIT el padre Vinicio Urdiales, quien aseguró que la devoción popular hacia la santa se debe a que muchos se identifican con ella por su vida sencilla de campesina y costurera así como su situación de emigrante.
“Finalmente lo más importante es que constituye un modelo de fe vivida como campesina y costurera que viviendo en el estado laical se ha santificado a través de su gran amor a Cristo y a sus compatriotas”, concluyó el sacerdote.
Todo comenzó habiendo recibido permiso para entrevistar brevemente a Teresa de Calcuta.
Arturo Guerra
... Al prepararme no olvidé la vieja recomendación de uno de mis profesores de la carrera: nos insistía en que las preguntas de una entrevista nunca debían estar formuladas de manera que la respuesta fuera un simple monosílabo como sí o como no. Estacioné el coche y entré en aquella casa. Afuera había una larga cola de mendigos esperando no sé qué. La verdad nunca había visto tantos vagabundos juntos. Entré por la puerta principal y no tardé mucho en encontrar a Teresa de Calcuta; su cara me sonaba... no sé... de alguna foto quizá... Me la encontré en cuclillas con una cosa en la mano, un raro instrumento típico de viejitas usado para repetir muchas veces una oración. “Lo que es no tener nada que hacer” –me dije para mis adentros.
Aprovechando que estaba sola me acerqué, le comenté que yo era periodista, que pretendía hacerle una breve entrevista y que, si a ella no le importaba, la grabaría. Aceptó. Sólo me pidió que le permitiera tres minutos para acabar su oración. Cuando terminó, lancé la cuestión:
– Señora Teresa, a lo largo de la historia la Iglesia Católica ha ido acumulando grandes cotas de poder. ¿Qué busca la Iglesia Católica? En una época tan pluralista, tolerante y democrática como la nuestra, ¿sigue teniendo sentido una organización como la Iglesia?
La monjita me miró, sin desdibujarse ni un momento de su rostro una extraña sonrisa. Y me respondió:
– Ven y ve... Si pudieras ver al padre Kolbe... Yo creo que él es una respuesta.
"Me picó la curiosidad"
Enseguida una de sus monjas se acercó para explicarle algo en un idioma extraño que supuse era el bengalí o alguno de esos dialectos de la India, ya que sus facciones la delataban. Luego Teresa me miró y se disculpó:
– Me vas a perdonar, pero uno de nuestros moribundos está a punto de irse al cielo.
¡Vaya forma de decir que el moribundo se moría! Y la monja se me fue... Después de todo, el único permiso que yo había solicitado era el de una entrevista breve; y ella había cumplido..., aunque a su manera...
En ese momento no entendí nada. Era la primera vez que escuchaba la palabra Colbe. Luego, investigando un poco, me daría cuenta de que Colbe se escribía con K.
La verdad sea dicha, esta monjita picó mi curiosidad periodística. Ése sí que es uno de mis grandes defectos: soy demasiado curioso. Para mis profesores en la universidad era el indicio más seguro de la existencia de una clara vocación periodística.
Así que me propuse llegar hasta el fondo de la lacónica respuesta monjil... (Continuará).
Transcurre las mañanas en el silencio, la oración y la
contemplación. Rezar y trabajar, había escrito san Benito, por eso al rayar el alba ordeña la vaca y por las tardes cultiva el campo y cuida las hortalizas. Lo anterior sin descuidar la formación de sus novicias. El canto gregoriano es parte constitutiva de esta abadía femenina de la orden benedictina cuyas religiosas se despiertan con amor a mitad de cada noche para entonar himnos a Dios.
La vida de la madre Dolores no siempre fue ésta. Actriz famosa y reconocida en la década de los 50 y de los 60, compartió escena con los grandes actores de su época como Anthony Quinn, Gary Cooper, Ana Magnani o Elvis Presley. De hecho, en la película Loving you fue la primer actriz en besar a Elvis en la pantalla grande. Figuró en carteleras, revistas y anuncios publicitarios. No podía estar en lugares públicos ya que los admiradores hacían lo imposible por arrancarle un autógrafo.
Al regresar de una gira de promoción de una de sus últimas películas, pide al chofer de su limousine dejarla delante de la abadía Regina Laudis, en Connecticut. Era el 13 de junio de 1963. La súper actriz de la Metro Goldwyn Mayer, Dolores Hart, dejaba el mundo del espectáculo e iniciaba ese otro mundo más pleno: el del seguimiento del llamado de Dios.
Claro que suponía un acto de abnegación de sus propios gustos y de muchos otras posibilidades abiertas. Tenía todo lo que podía desear: juventud, belleza, dinero, fama… Pero le faltaba esa paz que sólo se consigue cuando se es fiel a la conciencia. Le costó dejar a su novio, el emprendedor californiano Don Johnson, le costó dejar los foros, el maquillaje, los vestidos, le costó el nuevo anonimato. Le costó esa radicalidad que posiblemente hoy es menos comprendida por muchos creyentes católicos. Pero tenía viva la determinación de hacer la cosa justa, y eso fue lo que hizo: supo poner su corazón en el puesto justo o, por mejor decir, en la persona adecuada: Dios.
Cuando del L´osservatore Romano (18 de julio de 2008) le preguntaron si era feliz, madre Dolores respondió: “antes de haber cumplido veinte años en el convento me acordé que trabajar en el cine me daba menos felicidad que la que me esperaba aquí”.
Con el paso del tiempo
Ciertamente el itinerario de amor que ha seguido la hoy priora de novicias en la abadía Regina Laudis a Bethlehem, no ha sido un camino de rosas. En 1999 padeció una enfermedad neurológica poco común que la dejó sin posibilidad de caminar, hablar y comer por un tiempo. Pero tuvo fe, se tomó de la mano de Jesús y salió victoriosa.
Hoy, la madre Dolores sigue formando parte de la Motion Picture Academy of Arts and Sciences, la comisión que elige cada año a los galardonados con el premio Óscar. Pero no es todo. Junto a una amiga actriz, Patricia Neal, construyó el The Gary-The Olivia Teather, a un lado del convento. Es un teatro para quinientas personas donde cada verano representan diversas obras. Pero no es todo. A través de www.abbeyofreginalaudis.com promueve un cedé donde a modo de canto se puede escuchar, entre otras cosas, la genealogía de Jesús.
La historia de la madre Dolores es de esas que llegan al fondo de nosotros mismos. Que nos preguntan y que acusan respuesta reflexiva, honda, hecha práctica. Y es que, como ella misma dice “Una relación viva y personal con Cristo es necesaria para entender que su presencia es la única cosa verdaderamente real y verdaderamente hermosa en nuestra propia vida”.