domingo, 2 de noviembre de 2008

Hembras, mujeres, madres

Alejandro Cortés González-Báez

www.padrealejandro.com

En el reino animal

Un visitante ocasional de un zoológico filmó el accidente de un niño, de aproximadamente cinco años de edad, que cayó en la fosa de los osos, donde se encontraban cerca de diez de ellos. Como había una diferencia de varios metros de profundidad, el pequeño quedó inconsciente por el golpe. Sus padres y la demás gente que contemplaban aquello temieron lo peor, especialmente cuando se le acercó uno de esos enormes animales. Sin embargo, para asombro de todos, aquella fiera no sólo no le hizo daño alguno, sino que se dedicó a cuidar de que ningún otro oso se arrimara llegando a amenazar con violencia a los que lo intentaron.

Los trabajadores del parque de recreo se dieron prisa en rescatar al niño, sin que su “custodio” se opusiera a ello, y así poder mandarlo a un hospital. Más tarde, uno de los encargados del parque hizo la aguda observación de que el animal protector era una hembra.

Ahora quisiera hacer referencia a un hecho que me tocó vivir con motivo de un accidente automovilístico ocurrido hace poco, en el cual un par de chiquillas de aproximados quince años, chocaron contra otro vehículo. Cuando yo llegué al lugar estaban siendo atendidas por el equipo de Rescate. Gracias a Dios, los daños personales digamos que quedaron en un simple susto.

Junto a las muchachitas, que no hacían más que llorar, estaba una señora la cual nunca se identificó como pariente de ellas, sin embargo, actuaba como si lo fuera, incluso decidiendo que no se les trasladara a ningún servicio médico –dado que no había datos que exigieran un traslado de emergencia– hasta que los padres de ellas llegaran al lugar y pudieran decidir lo que vieran conveniente.

Con el corazón

En este hecho, hacía acto de presencia una vez más el instinto maternal, esta vez en beneficio de unas criaturillas asustadas. Lógicamente la diferencia era enorme en los dos casos, puesto que en el del zoológico la osa reaccionó condicionada por un reflejo natural, pero irracional. En cambio, la señora que adoptó interinamente a las chiquillas, lo hizo de forma razonada y coherente.

Es justo reconocer la capacidad que tienen las mujeres para actuar por encima de lo que “varonil y fríamente conviene” en muchos casos. Es decir, esta mujer no sólo pensó con la cabeza, sino también con el corazón.

Hay quienes suponemos que, a veces, el enemigo más peligroso de la mujer no es el hombre, sino otras mujeres, dado que algunas pretenden desposeer a la naturaleza femenina de esas cualidades con las que Dios las ha dotado, buscando absurdamente una equiparación absoluta con el hombre. Por lo pronto, me limito a darle gracias a Dios por haberme dado un padre hombre y una madre mujer.




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